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- 4 -LA PRÁCTICA PURITANA DE LA MEDITACIÓN

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“La meditación aplica, la meditación sana, la meditación instruye.” –Ezekiel Culverwell324

El crecimiento espiritual se intenciona como parte de la vida cristiana de los creyentes. Pedro exhorta a los creyentes a “crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pe. 3:18). El Catecismo de Heidelberg dice que los verdaderos cristianos son miembros de Cristo por la fe y participación de su unción. Por el poder de Cristo, son resucitados a una nueva vida y tienen el Espíritu Santo, que les es dado como arras. Por el poder del Espíritu, “buscan las cosas de arriba” (Col. 3.1). Sólo puede esperarse crecimiento espiritual, ya que “es imposible que aquéllos que son implantados en Cristo con fe verdadera no den los frutos de agradecimiento”.325

Un obstáculo para el crecimiento de los cristianos de hoy es la falta de cultivación del conocimiento espiritual. Somos faltos en dar el tiempo suficiente a la oración y la lectura de la Biblia, y hemos abandonado la práctica de la meditación. ¡Cuán trágico es que la misma palabra “meditación”, en otro tiempo considerada una disciplina central del cristianismo y “una preparación crucial para, y adjunta a, la tarea de la oración”, sea ahora asociada a una espiritualidad New Age no bíblica. Con razón criticamos a quienes se involucran en la meditación trascendental y otros ejercicios que relajan la mente, porque estas prácticas están relacionadas con religiones falsas, como el budismo y el hinduismo, y no tienen nada que ver con la Escritura. Tales formas de meditación se centran en vaciar la mente para desconectar del mundo y unirse a la llamada Mente Cósmica –no acercarse, escuchar y estar activo para un Dios vivo y personal–. Sin embargo, podemos aprender de tales personas la importancia de la serena reflexión y prolongada meditación.326

Hubo un tiempo en que la Iglesia cristiana estaba profundamente involucrada en la meditación bíblica, lo cual implicaba separación del pecado y acercamiento a Dios y a nuestro prójimo. En la época puritana, numerosos ministros predicaron y escribieron sobre cómo meditar.327En este capítulo, miraremos el arte puritano de la meditación, considerando la naturaleza, deber, modo, temas, beneficios, obstáculos y auto-examen de la meditación.328Con los puritanos como mentores, quizás podamos recuperar la práctica bíblica de la meditación para nuestro tiempo.

Definición, Naturaleza y Tipos de Meditación

La palabra “meditar” o “musitar” significa “pensar en” o “reflexionar”. “En mi meditación se encendió fuego”, dijo David (Sal. 39:3). También significa “murmurar, hablar entre dientes, hacer sonido con la boca… Implica lo que expresamos hablándonos a nosotros mismos”.329Esta meditación supone recitarse a sí mismo, en tono bajo, pasajes de la Escritura que se han memorizado.

La Biblia habla a menudo de meditación. “Había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde”, dice Génesis 24:63. A pesar de la exigente tarea de Josué de supervisar la conquista de Canaán, el Señor le ordenó que meditara en el libro de la ley día y noche, para que pudiese hacer todo lo que estaba escrito en él (Jos. 1:8). El término “meditación”, sin embargo, ocurre con más frecuencia en los Salmos que en todos los demás libros de la Biblia juntos. El salmo 1 llama bienaventurado al varón cuya delicia está en la ley de Jehová, y en su ley medita de día y de noche. En el salmo 63:6, David habla de acordarse de Dios en su lecho y meditar en Él en las vigilias de la noche. El salmo 119:148 dice: “Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandamientos”.330

Pensar, reflexionar o musitar presupone un tema en que meditar. La meditación formal implica temas de peso. Por ejemplo, los filósofos meditan en conceptos como la materia y el universo, mientras que los teólogos reflexionan sobre Dios, los decretos eternos y la voluntad del hombre.

Los puritanos jamás se cansaron de decir que la meditación bíblica implica pensar en el Dios trino y su Palabra. Anclando la meditación en la Palabra viva, Jesucristo, y en la Palabra escrita, la Biblia, los puritanos se distanciaron del tipo de espiritualidad falaz o misticismo que acentúa la contemplación a expensas de la acción, y acude a la imaginación a expensas del contenido bíblico.

Para los puritanos, la meditación ejercita tanto la mente como el corazón. El que medita se aproxima a una cuestión con su intelecto a la vez que con sus afectos. Thomas Watson definió la meditación como “un santo ejercicio de la mente por el que traemos a la memoria las verdades de Dios y, con seriedad, reflexionamos sobre ellas y nos las aplicamos”.331

Edmund Calamy escribió: “La verdadera meditación es cuando un hombre medita en Cristo de tal manera que logra que su corazón se inflame del amor de Cristo; medita en las verdades de Dios de tal manera que se transforma en ellas; y medita en el pecado de tal manera que logra que su corazón aborrezca el pecado”. Siguió diciendo que, para hacer bien, la meditación debe entrar por tres puertas: la puerta del entendimiento, la puerta del corazón y los afectos, y la puerta de la vida práctica. “Debes meditar en Dios de tal manera que camines como Dios camina; y meditar en Cristo de tal manera que lo tengas en gran estima y vivas en obediencia a Él”.332

La meditación era un deber diario que potenciaba todos los demás deberes de la vida cristiana del puritano. Así como el aceite lubrica un motor, la meditación facilita el diligente uso de los medios de gracia (la lectura de la Escritura, la audición de sermones, la oración y todas las demás ordenanzas de Cristo),333acentúa las marcas de la gracia (arrepentimiento, fe, humildad) y fortalece las relaciones con los demás (amor a Dios, a los otros cristianos, al prójimo en general).

Los puritanos escribieron sobre dos tipos de meditación: ocasional y deliberada. “Hay una meditación repentina, breve y ocasional sobre las cosas celestiales; y hay una meditación solemne, prefijada y deliberada”, escribió Calamy. La meditación ocasional toma lo que se observa con los sentidos para “elevar los pensamientos a la meditación celestial”. El creyente hace uso de lo que ve con sus ojos u oye con sus oídos, “cual escalera para subir al cielo”. Esto es lo que hizo David con la luna y las estrellas en el salmo 8, lo que hizo Salomón con las hormigas en Proverbios 6, y lo que hizo Cristo con el agua del pozo en Juan 4.334Thomas Manton explicó: “Dios entrenó a la Iglesia antigua con tipos y ceremonias para que, a partir de un objeto común, ascendieran a pensamientos espirituales; y nuestro Señor, en el Nuevo Testamento, enseñó por parábolas y similitudes tomadas de funciones y oficios ordinarios de los hombres, para que en todo trabajo y llamamiento nos empleemos en nuestra labor mundana con una mente celestial y que, ya sea en la tienda, o en el telar, o en el campo, aún pensemos en Cristo y en el cielo”.335

La meditación ocasional –o meditación “extemporal”336– es relativamente fácil para el creyente, porque puede practicarse en cualquier momento, en cualquier lugar y entre cualesquiera personas. Un hombre con una mente espiritual puede aprender rápidamente a espiritualizar las cosas naturales, pues sus deseos son contrarios a los de aquéllos que tienen una mente mundana, que carnalizan incluso las cosas espirituales.337Como escribió Manton: “Un corazón gracioso es como un alambique: puede destilar meditaciones útiles de todas las cosas con las que se encuentra. Así como ve todas las cosas en Dios, ve a Dios en todas las cosas”.338

Casi todos los libros puritanos sobre la meditación mencionan la meditación ocasional. Algunos puritanos, como William Spurstowe, Thomas Taylor, Edward Bury y Henry Lukin escribieron libros enteros de meditaciones ocasionales.339

La meditación ocasional tiene sus peligros, sin embargo. El obispo Joseph Hall advirtió de que, cuando se dejan sin freno, estas meditaciones pueden extraviarse fácilmente de la Palabra y hacerse supersticiosas, como fue el caso de la espiritualidad católico-romana.340 La imaginación debe ser frenada por la Sagrada Escritura.

Los puritanos difirieron entre sí acerca de cuán lejos se había de llegar con estas meditaciones. En The Pilgrim’s Progress and Traditions in Puritan Meditation, U. Milo Kaufmann dijo que había dos tradiciones divergentes en la meditación puritana. Dijo que Joseph Hall, un puritano moderado en orientación teológica, aunque no en sistema de gobierno eclesiástico, lideró el desarrollo de la literatura sobre la meditación entre los puritanos mediante su obra Art of Divine Meditation, publicada en 1606 por primera vez. Hall frenó la imaginación en la meditación, limitándola al contenido de la Palabra. Esto influyó enormemente en Isaac Ambrose y Thomas Hooker, que escribieron en los años 50 del siglo XVII, y a John Owen y Edmund Calamy, que escribieron una generación más tarde. Kaufmann afirmó que, a diferencia de los escritores católico-romanos, no era “probable que [la mayoría de los puritanos] meditara en sucesos de la vida de Cristo sino, más bien, en doctrinas o proposiciones específicas de la Escritura”.341


Richard Sibbes

Según Kaufmann, Richard Sibbes y Richard Baxter rompieron con esta tradición al recomendar la meditación en los sacramentos y el cielo. Sibbes, en particular, afirmó que, aunque el alma puede recibir mucho daño de la imaginación desenfrenada, también puede “obtener mucho bien de ella”. Representar las cosas celestiales en términos terrenales, como, por ejemplo, presentar el reino de los cielos en términos de un banquete y unión con Cristo en casamiento, ofrecía “un enorme campo por donde andar nuestra imaginación…con gran cantidad de ganancia espiritual”, escribió Sibbes.342Kaufmann creía que Baxter, al enfatizar la imaginación comparando objetos sensitivos con objetos de fe estaba siendo influido por The Soul’s Conflict de Sibbes. Por su parte, John Bunnyan se animó a escribir El progreso del peregrino, en el que aplicó su imaginación a una gran variedad de temas que afectaban al peregrinaje espiritual del creyente.343


Richard Baxter

Aunque la valoración de Haufmann contiene parte de verdad, hay en él muy poca apreciación del temor puritano a permitir que la imaginación adquiriese un libre reinado, al margen de la Escritura. Los puritanos tenían razón en temer los excesos de Anselmo, Ignacio de Loyola y otros católico romanos, visualizando las historias del evangelio –particularmente el arresto, juicio, crucifixión y resurrección de Cristo– para dar rienda suelta a la imaginación a través de los cinco sentidos.344 Además, la valoración negativa que Kaufmann hace de Hall y Ambrose no tiene en cuenta la notable libertad que ambos escritores dieron a la imaginación y uso de los sentidos a partir de la Escritura.345Contemplations de Hall y Looking Unto Jesus de Ambrose se entregaron totalmente a la meditación sin traspasar los límites de la Escritura. Este equilibrio es crucial en la tradición puritana y, como tal, los puritanos sirven como mentores respecto al modo en que podemos usar la imaginación santificada.346

El tipo de meditación más importante es la meditación diaria y deliberada, en la que nos ocupamos en horas prefijadas. Calamy dijo que la meditación deliberada toma lugar “cuando un hombre aparta…un tiempo y entra en un aposento privado, o da un paseo privado, y allí medita deliberadamente en las cosas del cielo”. Esta deliberación se posa en Dios, Cristo y la verdad, al igual que “la abeja que se posa y hace morada en la flor, para absorber toda la dulzura”. “Es un acto en que el alma se refleja a sí misma, por medio del cual es traída a sí misma, y considera todas las cosas que conoce” sobre la materia, incluyendo sus “causas, frutos (y) propiedades”.347

Thomas White dijo que la meditación deliberada bebe de cuatro fuentes: la Escritura, las verdades prácticas del cristianismo, las ocasiones providenciales (experiencias) y los sermones. Los sermones son campos particularmente fértiles para la meditación. Como escribió White: “Es mejor oír sólo un sermón y meditar en él, que oír dos sermones y no meditar en ninguno”.348

Algunos puritanos dividieron la meditación deliberada en dos partes: la meditación que es directa y se centra en el objeto sobre el que se medita, y la meditación que es reflexiva (en ambos sentidos de la palabra) y se centra en la persona que medita. La meditación directa es “un acto de la parte contemplativa del entendimiento”, mientras que la meditación reflexiva es “un acto de la conciencia”. La meditación directa ilumina la mente con conocimiento, mientras que la meditación reflexiva llena el corazón de bondad.

La meditación deliberada puede ser dogmática, teniendo la Palabra como objeto, o práctica, teniendo nuestras vidas como objeto.349 Thomas Rouge combinó varios aspectos de la meditación deliberada al escribir: “Una meditación prefijada y deliberada es una seria aplicación de la mente a alguna materia espiritual o celestial, disertando sobre ella contigo mismo, con la finalidad de que tu corazón se enardezca, tus afectos se aviven y tus propósitos se eleven a un mayor amor de Dios, odio del pecado, etc.”.350

Richard Baxter dijo que la meditación “prefijada y solemne ”difiere de la meditación “ocasional y superficial” tanto como los tiempos señalados para la oración difieren de las oraciones espontáneas pronunciadas en medio de las ocupaciones diarias.351 Ambos tipos de meditación son esenciales para la piedad. Sirven tanto para las necesidades de la cabeza como para las del corazón.352Sin la aplicación del corazón, la meditación no es más que estudio. Como escribió Thomas Watson: “El estudio es el descubrimiento de una verdad, la meditación es la mejora espiritual de una verdad; uno busca el filón de oro, el otro saca el oro. El estudio es como un sol de invierno que tiene poco calor e influencia; la meditación…funde el corazón cuando está helado y lo hace derramarse en lágrimas de amor”.353

El Deber y la Necesidad de la Meditación

Los puritanos acentuaron la necesidad de la meditación. Dijeron que, en primer lugar, Dios nos ordena meditar en su Palabra. Esto solo debería ser suficiente razón. Citan numerosos textos bíblicos (Dt. 6:7; 32:46; Sal. 19:14; 49:3; 63:3; 94:19; 119:11, 15, 23, 28, 93, 99; 143:5; Lc. 2:19; 4:44; Jn. 4:24; Ef. 1:18; 1 Tim. 4:13; He. 3:1) y ejemplos (Melquisedec, Isaac, Moisés, Josué, David, María, Pablo, Timoteo). Cuando no meditamos, tenemos en poco a Dios y su Palabra y revelamos que no somos piadosos (Sal. 1:2).

En segundo lugar, deberíamos meditar en la Palabra como si fuera una carta que Dios nos ha escrito. “No debemos acercarnos a ella con prisa, sino meditar en la sabiduría de Dios al redactarla y en su amor al enviárnosla”, escribió Thomas Watson.354Esta meditación inflamará nuestros afectos y amor hacia Dios. Como dijo David: “Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé, y meditaré en tus estatutos” (Sal. 119:48).

En tercer lugar, no se puede ser un cristiano sólido sin meditar. Como dijo Thomas Manton: “La fe es flaca y pronta a desfallecer a menos que se alimente con continua meditación en las promesas. Como dice David (Sal. 119:92): ‘Si tu ley un hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción hubiera perecido’”.355Watson escribió: “Un cristiano sin meditación es como un soldado sin armas, o un trabajador sin herramientas. Sin la meditación, las verdades de Dios no permanecerán con nosotros. El corazón es duro y la memoria olvidadiza y, sin la meditación, todo está perdido”.356

En cuarto lugar, sin la meditación, la Palabra predicada no nos beneficiará. Leer sin meditar es como tragar “comida cruda y sin digerir”, escribió Scudder.357 Richard Baxter añadió: “Un hombre puede comer muy bien, pero no puede digerir igual de bien”.358

Watson escribió: “Hay tanta diferencia entre el conocimiento de una verdad y la meditación en una verdad como la hay entre la luz de una antorcha y la luz del sol. Pon una lámpara o una antorcha en el jardín y no tendrá ningún efecto. El sol tiene un dulce efecto: hace crecer las plantas y florecer las hierbas. Así que el conocimiento no es más que una antorcha encendida en el entendimiento, que tiene poco o ningún efecto: no hace al hombre mejor. Pero la meditación es como el brillo del sol: opera en los afectos, enardece el corazón y lo hace más santo. La meditación se apodera de la vida que hay en una verdad”.359

En quinto lugar, sin la meditación, nuestras oraciones serán menos efectivas. Manton escribió: “La meditación es una suerte de deber a medio camino entre la Palabra y la oración, y está relacionada con ambas. La Palabra alimenta la meditación, y la meditación alimenta la oración. Debemos oír para no estar equivocados, y meditar para no estar sin fruto. Estos deberes siempre deben ir de la mano. La meditación debe seguir al oír y preceder a la oración”.360

En sexto lugar, los cristianos que no meditan son incapaces de defender la verdad. No tienen la médula espinal, y se conocen poco a sí mismos. Como escribió Manton: “El hombre que es extraño a la meditación es extraño a sí mismo”.361“Es la meditación lo que hace al cristiano”, dijoWatson.362“Así que veas la necesidad de la meditación” –escribió el arzobispo James Ussher– “debemos decidirnos sobre este deber si pretendemos ir al cielo”.363

Finalmente, también puede añadirse que esta meditación es una parte esencial de la preparación del sermón. Sin ella, los sermones carecerán de profundidad de entendimiento, riqueza de sentimiento y claridad de aplicación. La exhortación de Bengel a los estudiantes del Nuevo Testamento griego capta la esencia de esta meditación: “Te totam aplica ad textum; rem totam applica ad te” (Aplica al texto todo tu ser; aplica a ti todo el asunto).

El Modo de la Meditación

Para los autores puritanos, había requisitos y reglas para la meditación. Consideremos lo que escribieron sobre la frecuencia y tiempo, preparación, y pautas para la meditación.

Frecuencia y tiempo

En primer lugar, la meditación debe ser frecuente

–idealmente, dos veces al día, si el tiempo y las obligaciones lo permiten–; ciertamente, al menos una vez al día. Si a Josué, como mandatario ocupado, le ordenó Dios meditar en su ley día y noche, ¿no habríamos nosotros de deleitarnos también en la verdad de Dios cada mañana y noche? Generalmente hablando, cuanto más frecuentemente meditemos en el Dios trino y su verdad, más íntimamente lo conoceremos. Además, la meditación se hará más fácil.364

Los intervalos prolongados entre las meditaciones dificultarán su fruto. Como escribió William Bates: “Si el ave abandona su nido durante mucho tiempo, los huevos se enfrían y no son adecuados para la producción. Pero cuando hay una incubación constante, dan su fruto. Del mismo modo, cuando abandonamos los deberes religiosos durante mucho tiempo, nuestros afectos se enfrían, y no son adecuados para producir santidad y consuelo a nuestras almas”.365


William Bates

En segundo lugar, fija una hora para la meditación y aférrate a esa hora, aconsejaron los puritanos. Esto pondrá paréntesis al deber y te defenderá “de muchas tentaciones de omisión”, escribió Baxter.366Te será “la hora más oportuna” cuando estés más alerta y no presionado por otras obligaciones. Temprano en la mañana es un momento excelente, porque tus meditaciones marcarán entonces el tono para el resto del día (Ex. 23:19; Job 1:5; Sal. 119:147; Pr. 6:22; Mr. 1:35). Sin embargo, para algunos, las noches pueden ser más fructíferas (Gn. 24:63; Sal. 4:4). Las ocupaciones del día quedan tras ellos, y se disponen a descansar en el seno de Dios mediante la dulce meditación” (Sal. 16:7).367

Usa el día del Señor para generosas dosis de tiempo de meditación. En su Directory for the Publique Worship of God, los teólogos de Westminster aconsejaron “que el tiempo que haya libre, entre o después de la solemne reunión de la congregación en público, se pase en la lectura, meditación y repetición de los sermones”.368


Thomas Gouge

Thomas Gouge hizo esta reprimenda: “Si hubieses gustado de la dulzura de este deber de la meditación divina, habrías encontrado poco tiempo para la vana palabrería y discursos ociosos, especialmente en el día del Señor”.369Baxter preguntó: “¿Qué día más adecuado para ascender al cielo que aquél en que nuestro Señor resucitó de la tierra y triunfó plenamente sobre la muerte y el infierno, y tomó posesión del cielo para nosotros?”370

Emplea, además, los momentos especiales para la meditación. Según los puritanos, éstos incluyen los siguientes: “1. Cuando Dios aviva y capacita tu espíritu de manera extraordinaria. 2. Cuando eres arrastrado a complicadas perturbaciones de la mente, mediante sufrimientos, o temor, o cuidados, o tentaciones. 3. Cuando los mensajeros de Dios nos llaman a la muerte; cuando, ya sean nuestros cabellos grises, y a nuestros cuerpos lánguidos, o algún indicador de la muerte parecido, nos dicen que nuestro cambio no puede estar lejos”.371 4.“Cuandoelcorazónestocadoenunsermón o sacramento, o presenciando algún juicio o misericordia, o acto de la providencia de Dios, [pues entonces] se producirá el mejor golpe, cuando el hierro está caliente (Sal. 119:23)”.372“Antes de algunos deberes solemnes, como la cena del Señor, y antes de momentos especiales de profunda humillación, o antes del sabbat”.373

En tercer lugar, medita “comúnmente hasta que obtengas algún beneficio perceptible en tu alma”. Bates dijo que meditar es como intentar hacer fuego con madera mojada. Quienes perseveren producirán una llama. Cuando comenzamos a meditar, al principio puede que sólo consigamos un poco de humo, después quizás algunas chispas, “pero al final habrá una llama de afectos santos que sube hacia Dios”. Persevera “hasta que la llama ascienda”, dijo Bates.374


James Ussher

Habrá momentos cuando la llama no ascienda. No debes, entonces, continuar indefinidamente. “Ni te entregues a la pereza, ni ocasiones cansancio espiritual: el diablo se aprovecha de ti de ambas maneras”, escribió Manton. “Cuando torturas tu ánimo después que se ha esforzado, conviertes la obra de Dios en servidumbre”.375

La mayoría de los puritanos no aconsejó una cantidad de tiempo concreta para pasar en la meditación. Sin embargo, James Ussher recomendó, al menos, una hora a la semana, y Thomas White sugirió: “Considerando que las partes de la meditación son tantas, a saber, preparación, consideraciones, afectos, resoluciones, etc., y ninguna de ellas ha de tomarse a la ligera, pues los afectos no se levantan tan rápido, ni hemos de cesar de soplar el fuego en cuanto empieza a arder, hasta que esté bien encendido, media hora [cada día] se puede considerar lo mínimo para los principiantes, y una hora para quienes están versados en este deber”.376

Preparación

Los escritores puritanos sugirieron varias maneras de prepararse para una meditación efectiva, todas las cuales dependen “mucho del estado de tu corazón”:

1. Limpia tu corazón de las cosas de este mundo –ocupaciones y disfrutes, así como problemas y agitaciones internas–. Calamy escribió: “Ruega al Señor no tan sólo que te guarde de la compañía externa, sino también de la compañía interna, es decir, que te guarde de los pensamientos vanos y mundanos, y que te distraen”.377

2. Limpia tu corazón de la culpa y contaminación del pecado, excítalo de ferviente amor por las cosas espirituales. Atesora una provisión de textos de la Escritura y verdades espirituales. Busca gracia para vivir la confesión de David en el salmo 119:11: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.

3. Acércate a la tarea de la meditación con la mayor seriedad. Conciénciate de su peso, excelencia y potencial. Si tienes éxito, serás admitido en la misma presencia de Dios, y sentirás, una vez más, el comienzo del júbilo eterno aquí en la tierra.378 Como escribió Ussher: “Éste debe ser el pensamiento de mi corazón: ‘Tengo que ver con un Dios, ante quien todas las cosas están desnudas y descubiertas y, por tanto, debo tener cuidado de no hablar neciamente ante el sabio Dios, y que mis pensamientos no vayan errantes’. Un hombre puede hablar con el mayor príncipe sobre la tierra y su mente estar ocupada con otra cosa. No vayas a hablar así con Dios. Su ojo está sobre el corazón y, por tanto, tu principal cuidado debe ser mantener firme el timón de tu corazón. Considera que las tres personas de la trinidad están presentes”.379

4. Encuentra un lugar para la meditación que sea tranquilo y libre de interrupción. Aspira a “la privacidad, el silencio, el descanso, en que la primera excluye la compañía, el segundo el ruido, el tercero el movimiento”, escribió Joseph Hall.380 Una vez has encontrado un lugar conveniente, aférrate a ese lugar. Algunos puritanos recomendaron tener la habitación oscura o cerrar los ojos para evitar toda distracción visible. Otros recomendaron caminar o sentarse en medio de la naturaleza. En esto, cada cual debe encontrar su propia manera.

5. Mantén una postura corporal que sea reverente, ya sea sentado, de pie, caminando o postrado ante el Todopoderoso. Mientras meditamos, el cuerpo debería ser el siervo del alma, siguiendo sus afectos. El objetivo es centrar el alma, la mente y el cuerpo en “la gloria de Dios en la faz de Cristo” (2 Co. 4:6).381

Pautas

Los puritanos también ofrecieron unas pautas para el proceso de meditación. Dijeron que se comenzara pidiendo la asistencia del Espíritu Santo. Ruega el poder para disponer tu mente y centrar los ojos de la fe en esta tarea. Como escribió Calamy: “Quisiera que rogaseis a Dios que ilumine vuestros entendimientos, que avive vuestra devoción, que enardezca vuestros afectos y, así, que os bendiga en aquella hora para que, por la meditación en las cosas santas, seáis hechos más santos, mortifiquéis más vuestras concupiscencias y aumentéis más vuestras gracias, seáis más mortificados al mundo y su vanidad, y elevados al cielo y las cosas del cielo”.382

A continuación, lee las Escrituras y, después, selecciona un versículo o doctrina en que meditar. Asegúrate de elegir temas en que sea relativamente fácil meditar al principio –aconsejaron los puritanos–. Por ejemplo, comienza con los atributos de Dios mejor que con la doctrina de la Trinidad. Considera los temas de uno en uno.

Además, selecciona temas que sean más aplicables a tu circunstancia presente y que sean más beneficiosos para tu alma. Por ejemplo, si eres espiritualmente descastado, medita en el deseo de Cristo de recibir a pobres pecadores y perdonar a todos los que vienen a Él. Si tu conciencia te perturba, medita en las promesas de Dios de dar gracia a los penitentes. Si estás en apuros financieros, medita en la maravillosa providencia de Dios para con los que están en necesidad.383

Ahora, memoriza el/los versículo/s seleccionado/s, o algún aspecto del tema, para estimular la meditación, fortalecer la fe y servir como medio de guía divina.

A continuación, fija tus pensamientos en la Escritura o en algún tema de la Escritura, sin pretender ir más allá de lo que Dios ha revelado. Emplea la memoria para centrarte en lo que la Escritura tiene que decir sobre la cuestión. Considera sermones pasados y otros libros edificantes.

Emplea “el libro de la conciencia, el libro de la Escritura y el libro de la criatura”384 cuando consideres diversos aspectos de tu tema: sus nombres, causas, cualidades, frutos y efectos. Al igual que María, reflexiona sobre estas cosas en tu corazón. Piensa en tu mente en ilustraciones, similitudes y opuestos para iluminar tu entendimiento e inflamar tus afectos. Entonces, que el juicio considere el valor de aquello en que estás meditando.


Edmund Calamy

Éste es un ejemplo de Calamy. Si deseas meditar en el tema del pecado, “comienza con la descripción del pecado; procede con la distribución del pecado; considera el origen y causa del pecado, los frutos y efectos malditos del pecado, las cualidades y propiedades del pecado en general y del pecado personal en particular, lo opuesto al pecado –la gracia–, las metáforas del pecado, los títulos dados al pecado, [y] todo lo que la Escritura dice respecto al pecado”.385

Dos advertencias han de ser hechas. En primer lugar, como escribió Manton: “No frenes el espíritu libre con las reglas del método. Dios nos llama a la religión, no a la lógica. Cuando los cristianos coartan su libertad con reglas y prescripciones, se estrechan a sí mismos, y los pensamientos salen de ellos como agua de un pantano, y no como agua de una fuente”.386En segundo lugar, si tu mente divaga, frénala, ofrece una breve oración rogando perdón, pide fuerzas para mantener la concentración, vuelve a leer algunas Escrituras apropiadas y persiste. Recuerda que la lectura de la Escritura, la meditación y la oración van unidas. Cuando una disciplina decaiga, vuélvete a otra. Persevera; no te rindas a Satanás abandonando tu tarea.

A continuación, promueve los afectos, como el amor, el deseo, la esperanza, el valor, la gratitud, el celo y el gozo,387para glorificar a Dios.388Mantén soliloquios con tu alma. Incluye quejas contra ti mismo por tus incapacidades e imperfecciones, y extiende ante Dios tus anhelos espirituales. Cree en que Él te ayudará.

Paul Baynes, discutiendo sobre las meditaciones como “medios privados” de gracia, las comparó, en primer lugar, con el poder de la vista para afectar al corazón y, después, con el proceso de concepción y nacimiento: “Ahora, mirad cómo, al igual que tras la concepción hay un proceso de desarrollo interno y un nacimiento a su debido tiempo, cuando el alma ha concebido mediante el pensamiento, al principio los afectos son movidos y excitados, pues los afectos se encienden con un pensamiento, como lo hace la yesca cuando una chispa la prende. Siendo los afectos conmovidos, la voluntad es despertada y dispuesta”.389

Entonces, siguiendo al despertar de tu memoria, juicio y afectos, aplícate las meditaciones para despertar tu alma al deber y al consuelo, y para frenarla contra el pecado.390Como escribió William Fenner: “Sumérgete en tu alma; anticipa y prevén tu corazón. Frecuenta tu corazón con promesas, amenazas, misericordias, juicios y mandamientos. Haz que la meditación inspeccione tu corazón. Presenta tu corazón ante Dios”.391

Examínate para crecer en gracia. Reflexiona sobre el pasado y pregunta: “¿Qué he hecho?” Mira hacia el futuro, preguntando: “¿Qué estoy decidido a hacer, por la gracia de Dios?”392No hagas estas preguntas de manera legalista, sino por un santo fervor y la oportunidad de crecer en la gracia operada por el Espíritu. Recuerda: “La obra legal es nuestra obra; la obra de la meditación es una obra dulce”.393

Sigue el consejo de Calamy: “Si deseas obtener bien de la práctica de la meditación, debes descender a la aplicación concreta; debes meditar en Cristo de manera que lo apliques a tu alma, y meditar en el cielo de manera que lo apliques a tu alma”.394 Vive tu meditación (Jos.1:8). Haz que la meditación y la práctica, como dos hermanas, caminen de la mano. La meditación sin la práctica sólo aumentará tu condenación”.395

A continuación, convierte tus aplicaciones en resoluciones. “Sean tus resoluciones firmes y fuertes, no [meros] deseos, sino propósitos o determinaciones resueltos” –escribió White–.396 Haz que tus resoluciones sean compromisos para luchar contra tus tentaciones a pecar. Anota tus resoluciones. Sobre todo, resuelve que pasarás tu vida “como la de aquél que ha meditado en las cosas santas y celestiales”. Encomiéndate tú, tu familia y todo lo que posees a las manos de Dios con “dulce resignación”.

Concluye con oración, acción de gracias y canto de salmos. “La meditación es el mejor comienzo para la oración, y la oración es la mejor conclusión para la meditación” –escribió George Swinnock–. Watson dijo: “Rogad por vuestras meditaciones. La oración lo santifica todo; sin la oración, no son sino meditaciones inmundas; la oración afirma la meditación en el alma; la oración es un nudo al final de la meditación para que no se deslice; rogad que Dios guarde aquellas santas meditaciones en vuestra mente por siempre, para que su sabor habite en vuestros corazones”.397

Agradece al Señor su asistencia en la meditación o, de lo contrario, advirtió Richard Greenham, “seremos zarandeados en nuestra siguiente meditación”.398

Las versiones métricas de los Salmos son una gran ayuda para la meditación. Su forma métrica facilita la memorización. Como Palabra de Dios, son un tema apropiado para la meditación. Como “completa anatomía del alma” (Calvino), proporcionan abundante material y guía para la meditación. Como oraciones (Sal. 72:20) y como acción de gracias (Sal. 118:1), son un vehículo apropiado para la meditación tanto como una manera adecuada de concluirla. Joseph Hall escribió que encontraba mucho consuelo al concluir sus oraciones levantando su “corazón y voz a Dios en el canto de uno o dos versículos de los Salmos de David –que responden a nuestra disposición y el tema de nuestra meditación–. De esta manera, el corazón concluye con mucha dulzura y contentamiento”.399John Lightfoot añadió: “Cantar las alabanzas de Dios es la actividad más favorable para la meditación de las que realizamos en público. Ayuda a retener en el corazón el tema tratado. La oración y la audición pasan rápidamente de una frase a otra; el canto es más pausado”.


John Lightfoot

Finalmente, no pases demasiado rápido de la meditación a la ocupación en las cosas de este mundo, no sea que, como advirtió Thomas Gouge, “apagues repentinamente el calor espiritual que, mediante este ejercicio, ha sido encendido en tu corazón”.400Recuerda que una hora pasada en meditación “vale más que mil sermones”, dijo Ussher, “y eso no es menoscabar la Palabra, sino honrarla”.401

Los Temas de Meditación

Los puritanos sugirieron diversos temas, objetos y materiales para la meditación. El número que sigue a cada entrada representa el número de escritores puritanos que he encontrado haber propuesto la meditación en ese tema. Esta lista sigue las fuentes tradicionales de la teología sistemática reformada.

Prolegómenos La Palabra sagrada de Dios (3) La defensa del cristianismo (1)

Teología propiamente dicha La naturaleza y atributos de Dios (7) Las obras y providencia de Dios (7) La gloria de Dios como principal fin del hombre (4) La majestad de Dios (3) Las misericordias de Dios (3) Dios como creador (2)

Antropología La pecaminosidad del pecado y nuestro pecado personal (9) La corrupción y engaño del corazón (5) La caída en Adán y separación de Dios (4) La vanidad del hombre (4) El valor e inmortalidad del alma (3) La fragilidad del cuerpo (2) La incertidumbre de las comodidades terrenales (1) El pecado de la codicia (1) El contraste entre Dios y el hombre (1)

Cristología La pasión y muerte de Cristo (8) El amor de Cristo (5) La persona de Cristo (4) El misterio y maravilla del evangelio (4) Las naturalezas de Cristo (2) Los oficios de Cristo (2) La vida de Cristo (2) Los estados de Cristo (1)

Soteriología y la vida cristiana Las promesas de Dios (7) El auto-examen para las evidencias experimentadas de la gracia (5) Los ricos privilegios de los creyentes (3) La gracia y persona del Espíritu Santo (3) Los beneficios de la fe (2) La santificación (2) La oración (2) Los mandamientos de Dios (2) Las amonestaciones y amenazas de Dios (2) El peligro de la apostasía (1) El pequeño número de los salvos (1) Los peligros espirituales (1) El amor, el gozo y la esperanza (1) El sabbat (1) La abnegación (1)

Eclesiología Las ordenanzas de Dios (5) La Cena del Señor (4) El bautismo (2) La audición y lectura de la Palabra (2) Las alegrías y penas de la Iglesia (1)

Escatología El cielo (10) La muerte (8) El juicio (7) El infierno (7) La eternidad (5)

Los puritanos llamaron a estos temas las llanas, poderosas y útiles verdades de Dios. Algunos puritanos, como Joseph Hall, ofrecieron listas más detalladas que otros. Hall enumeró ochenta y siete temas sobre los que meditar, y redactó un párrafo para cada uno de ellos sobre cómo hacerlo. Éstos incluyen:

La fama y la grandeza, la ignorancia, la depravación, la vida santa, los chismes, las malas compañías, las promesas de Dios, el amor al mundo, las compañías, el cielo y la tierra, el trabajo y el dolor, las riquezas, el cielo y el infierno, la muerte, la aflicción, la guerra santa, el pecado, el éxito, el crecimiento en gracia, el orgullo, el odio al pecado, el prejuicio, la codicia, la oración, el amor, la blasfemia, la nobleza, la oración, la tentación, el uso de los medios, la adoración, la felicidad, la obediencia, el arrepentimiento, la ambición, la vanidad, la brevedad de la vida, el auto-examen, la adversidad, la aflicción, lafeylafilosofía,elplacer,elpecado,losamigosfieles,elcismaylaverdad, el sufrimiento y la preocupación, el temor, el pagano y el cristiano, la luz del ojo, la mente y el corazón, la religión sincera, dañarnos a nosotros mismos, el corazón y la lengua, el uso del tiempo, los cuidados, la providencia, el amor, el descontento, la amistad, el negocio, la reprobación, la envidia, los placeres mundanos, seguir los buenos ejemplos, el tiempo, el disfrute, las buenas obras, la fidelidad, la necedad, hacer el bien, la vida ermitaña, una vida feliz, la corrección celestial, el hambre celestial, el arrepentimiento, la guerra espiritual, la fuerza en medio de las pruebas, la mentalidad celestial, la humildad, la muerte, el sentido de la vida, el bien que procede del mal, la locura, y la propia práctica de la meditación.402

Claramente, los puritanos creían que se debía atender a unos temas más que a otros. Esto llevó a John Owen a decir: “Si he observado algo por experiencia, es esto: un hombre puede conocer la medida de su crecimiento y declive en gracia conforme a sus pensamientos y meditaciones en la persona de Cristo, y la gloria del reino de Cristo, y su amor”.


Joseph Hall

Para los puritanos, probablemente, el tópico más importante para la meditación era el cielo –el lugar donde Dios es supremamente conocido, adorado y disfrutado, donde Cristo está sentado a la diestra del Padre, y donde los santos se regocijan mientras son transformados de gloria en gloria–. “La meditación es la vida de la mayoría de los otros deberes, y la vista del cielo es la vida de meditación” –escribió Baxter–.403 El cielo fue el tema supremo para la meditación por estas tres razones:

• Cristo está en el cielo ahora, y nuestra salvación consiste en la unión con Cristo a través del Espíritu Santo. Él es nuestra sabiduría, justicia, santificación y redención. Cristo, el centro del cielo, debiera ser el centro de toda nuestra fe, esperanza y amor.

• Sólo podemos vivir como cristianos en el presente siglo malo si tenemos la mente de Cristo, es decir, si tenemos una mente genuinamente celestial, viendo nuestra tierra y este siglo desde la perspectiva del cielo.

• El cielo es la meta de nuestro peregrinaje. Somos peregrinos en la tierra, viajando en fe, esperanza y amor hacia el cielo para estar con Cristo.404

Los puritanos enseñaron que las meditaciones sobre el cielo y otros temas tienen prioridad en tres ocasiones. En primer lugar, es necesaria una meditación especial en conjunción con la adoración, particularmente con respecto al sermón. “Dios requiere de ti que oigas los sermones, requiere de ti que medites en los sermones que oyes” –escribió Calamy–.405Como escribió James Ussher: “Todo sermón no es sino una preparación para la meditación”.406

Los buenos sermones no sólo informan a la mente con sana doctrina, sino que también estimulan los afectos. Hacen que la voluntad se vuelva del pecado, y tienda al amor de Dios y del prójimo. La meditación aumenta y encamina de la mente al corazón los afectos despertados por la Palabra de Dios. Cuando la gente deja de meditar en los sermones, deja de beneficiarse de ellos.

Richard Baxter escribió: “¿Por qué se pierde tanta predicación entre nosotros, y los profesantes pueden ir de sermón en sermón y nunca se cansan de oír o leer y, sin embargo, tienen almas tan lánguidas y hambrientas? No conozco ninguna otra causa más cierta ni mayor que su ignorancia e inconsiderada negligencia de la meditación”. Algunos oidores tienen anorexia espiritual –dijo Baxter– porque “no tienen apetito ni digestión”, pero otros tienen bulimia espiritual –“tienen apetito, pero no digestión–”.407

Los puritanos bien concienciados a menudo tomaban notas de sermones para ayudar a facilitar la meditación. En mi propia congregación, una anciana cristiana decidió emular esta práctica. Cada sabbat por la noche pasaba una hora sobre sus rodillas con notas de los sermones del día, orando y meditando a su manera mediante ellos. A menudo sentía que ésta era la mejor parte de su sabbat.

En segundo lugar, para recibir adecuadamente el sacramento de la cena del Señor, se espera que el creyente medite en el Señor Jesús como el sacrificio por su pecado. Como escribió Thomas White: “Medita en tus deberes preparatorios, concomitantes y subsiguientes: Medita en el amor de Dios el Padre, en el amor de Dios el Hijo, Jesucristo; considera la excelencia de su persona, la magnitud de sus sufrimientos, y cuán válidos son para las satisfacción de la justicia de Dios; y, de la misma manera, considera la excelencia, naturaleza y utilidad del sacramento”.408

Calamy enumeró doce temas para la meditación durante el sacramento: “el gran y maravilloso amor de Dios el Padre al dar a Cristo; el amor de Cristo al darse a sí mismo; la maldad del pecado; la excelencia de esta fiesta sacramental; tu propia indignidad; tus carencias y necesidades espirituales; la condición maldita de un receptor indigno; la condición feliz de quienes vienen dignamente; los elementos sacramentales [pan y vino]; las acciones sacramentales [cómo representan a Cristo las acciones del ministro], las promesas sacramentales; qué retribución hacer a Cristo [por el don de su Cena]”.409Algunos teólogos puritanos, como Edward Reynolds, escribieron tratados enteros para ayudar a los creyentes durante la cena del Señor.410John Owen mostró cómo la preparación para la cena del Señor implicaba meditación, examen, súplica y expectación.411Se esperaba de todo creyente que participara de esta preparación.412

En tercer lugar, cada sabbat era una ocasión especial para la meditación. Era un tiempo de nutrición espiritual para los temerosos de Dios, que se aprovisionaban de bienes espirituales para la semana que venía. De ahí que el sabbat fuera cariñosamente llamado “el día de mercado para el alma”.

Finalmente, puritanos como Nathanael Ranew, que escribió extensamente sobre la meditación, dieron diversas direcciones a los creyentes, dependiendo de su madurez espiritual. Ranew escribió capítulos para “jóvenes cristianos recién convertidos”, “cristianos más maduros y mayores”, y para “cristianos ancianos”. Cuanto mayor fuera el cristiano, mayor expectación había de meditaciones más profundas.413

Los Beneficios de la Meditación

Los puritanos dedicaron muchas páginas a los beneficios, excelencias, utilidad, ventajas y mejoras de la meditación. Éstos son algunos de tales beneficios:

• La meditación nos ayuda a centrarnos en el Dios trino, amarlo y disfrutarlo en todas sus personas (1 Juan 4:8) –intelectual, espiritual y estéticamente–.

• La meditación ayuda a aumentar el conocimiento de la verdad sagrada. “Quita el velo de la faz de la verdad” (Prov. 4:2).

• La meditación es “la nodriza de la sabiduría”, pues promueve el temor de Dios, que es el principio de la sabiduría (Prov. 1:8).

• La meditación aumenta nuestra fe, ayudándonos a confiar en el Dios de las promesas en todos nuestros problemas espirituales, y en el Dios de la providencia en todos nuestros problemas externos.414

• La meditación potencia nuestros afectos. Watson llamó la meditación “los bramidos de los afectos”. Dijo: “La meditación incuba los buenos afectos, como la gallina sus polluelos al sentarse sobre ellos. Encendemos el afecto sobre este fuego de la meditación” (Sal. 39:3).415

• La meditación fomenta el arrepentimiento y la reforma de vida (Sal. 119:59; Ez. 36:31).

• La meditación es un gran amigo de la memoria.

• La meditación nos ayuda a ver la adoración como una disciplina a cultivar. Nos hace preferir la casa de Dios a nuestra propia casa.

• La meditación transfunde la Escritura a la textura del alma.

• La meditación es una gran ayuda a la oración (Sal. 5:1). Afina el instrumento de la oración antes de la oración.

• La meditación nos ayuda a oír y leer la Palabra con verdadero beneficio. Hace que la palabra esté “llena de vida y energía para nuestras almas”. William Bates escribió: “Oír la Palabra es como la ingestión y, cuando meditamos sobre la Palabra, esto es la digestión. Y esta digestión de la Palabra mediante la meditación produce cálidos afectos, celosas resoluciones y santas acciones”.416

• La meditación sobre los sacramentos ayuda a nuestras “gracias a ser mejores y más fuertes”. Ayuda a la fe, la esperanza, el amor y la humildad, y numerosos consuelos espirituales florecen en el alma.

• La meditación acentúa la maldad del pecado. “Agrupa todas las armas y reúne todas las fuerzas de los argumentos para hacer sentir el peso del pecado en nuestro corazón” –escribió Fenner–.417 Thomas Hooker dijo: “La meditación afila el aguijón y la fuerza de la corrupción, para que penetre más imperiosamente”.418 Es un “fuerte antídoto contra el pecado” y “una cura de la codicia”.

• La meditación nos capacita para “desempeñar los deberes religiosos, porque transmite al alma el vivo sentido y sentimiento de la bondad de Dios, así que el alma es alentada al deber”.419

• La meditación ayuda a prevenir pensamientos vanos y pecaminosos (Jer. 4:14; Mt. 12:35).Ayuda a apartarnos de este presente siglo malo.

• La meditación proporciona recursos internos de los que beneficiarnos, incluyendo dirección para la vida diaria (Prov. 6:21-22).

• La meditación nos ayuda a perseverar en la fe. Mantiene nuestros corazones “sabrosos y espirituales en medio de todas nuestras ocupaciones externas y mundanas” –escribió William Bridge–.420

• La meditación es una poderosa arma para prevenir a Satanás y la tentación (Sal. 119:11,15; 1 Jn. 2:14).

• La meditación proporciona alivio en las aflicciones (Is. 49:15-17; He.12:5).

• La meditación nos ayuda a beneficiar a los demás con nuestra comunión y consejo espirituales (Sal. 66:16; 77:12; 145:7).

• La meditación promueve la gratitud por todas las bendiciones derramadas sobre nosotros por Dios a través de su Hijo.

• La meditación glorifica a Dios (Sal. 49:3).421

En resumen, como escribió Thomas Brooks: “La meditación es el alimento de vuestras almas; es el mismo estómago y calor natural por los que las verdades espirituales son digeridas. Un hombre vivirá sin su corazón cuando sea capaz de sacar provecho de lo que lee sin la meditación… No es el que más lee, sino el que más medita, el que demostrará ser el cristiano más selecto, dulce, sabio y fuerte”.422

Los Obstáculos de la Meditación

Los líderes puritanos con frecuencia advirtieron al pueblo de los impedimentos para la meditación. Presentamos, a continuación, un resumen de sus respuestas a tales obstáculos:

Obstáculo #1: Ineptitud o ignorancia. Los tales dicen que “no pueden concentrar sus pensamientos en un objeto”. Sus “pensamientos son ligeros como una pluma, llevados de aquí para allá”.

Respuesta: La incapacidad, la ignorancia y los pensamientos errantes no ofrecen exención del deber. Tu “pérdida de la capacidad” no supone la “pérdida del derecho” de Dios. La verdad sea dicha: probablemente eres inepto porque has descuidado la meditación y no has amado la verdad. “Las indisposiciones pecaminosas no anulan nuestros compromisos con Dios, como la borrachera de un siervo no le excusa del trabajo” –escribió Manton–.423 Remedia tu mal obteniendo “una buena provisión de conocimiento santificado”, y mediante el “constante ejercicio” de este conocimiento, apoyándote todo el tiempo en la asistencia del Espíritu Santo. Encontrarás que la meditación se hace más fácil y dulce a su debido tiempo.


William Bridge

Obstáculo # 2: Ocupación. Los tales dicen que “están tan asediados por las ocupaciones de este mundo que no pueden pasar tiempo en este deber con solemnidad y seriedad”.

Respuesta: La verdadera religión no es cumplida meramente en el tiempo de ocio. La mucha ocupación debería movernos a más meditación ya que, entonces, tendremos más necesidades que traer ante Dios y sobre las que meditar.

Obstáculo # 3: Letargo espiritual. Los tales admiten que, aunque tengan buenas intenciones, su alma es propensa a distraerse de la meditación.

Respuesta: Mateo 11:12 dice que el cielo es la recompensa de “los violentos [que] lo arrebatan”. ¿Por qué eres perezoso para las atenciones espirituales, que pueden producir recompensas eternas, cuando no eres perezoso para atender al trabajo secular de este mundo, que sólo reporta recompensas temporales? “El sueño [espiritual] hará vestir vestidos rotos” (Prov. 23:21). Como dijo Manton: “Es mejor acarrearse males que sufrir males, y estar atados con las cuerdas del deber que con las cadenas de las tinieblas”.424

Obstáculo #4: Placeres y amistades mundanos. Los tales dicen que no quieren ser justos es demasía y, en consecuencia, no desean abandonar los vanos entretenimientos y amigos.

Respuesta: “Los placeres del mundo perturban nuestras almas e incapacitan nuestros cuerpos para los deberes de la meditación… Recuerda esto: la dulzura de la religión es incomparablemente mayor que los placeres del sentido” –escribió Bates–.425

Obstáculo # 5: Adversidad del corazón. Los tales dicen que no les gusta estar atados a una tarea tan difícil. Cargados con la culpa, temen estar a solas con Dios.

Respuesta: “Lava tu conciencia mediante la sincera aplicación de la sangre de Cristo” –aconsejó Manton– y, entonces, átate a los medios de gracia, incluyendo la meditación (Sal. 19:14).426

Las consecuencias de omitir la meditación son serias, advirtió Calamy. Conduce a la dureza de corazón. ¿Por qué hacen tan poca impresión sobre nosotros las promesas y amenazas de Dios? Porque no meditamos en ellas. ¿Por qué somos tan ingratos con Dios por sus bendiciones? ¿Por qué no producen frutos piadosos en nuestras vidas su providencia y aflicciones? ¿Por qué no nos beneficiamos de la Palabra y los sacramentos? ¿Por qué somos tan críticos con los demás? ¿Por qué nos preparamos tan débilmente para la eternidad? ¿No es debido, en gran medida, a nuestra falta de meditación?427

Debemos disciplinarnos para meditar. La mayoría de pastores puritanos lo dijeron. Sin embargo, poca gente en comparación, incluso en tiempos puritanos, vio esto como un deber. “Muchos son turbados” –escribió Baxter– “si omiten un sermón, un ayuno, una oración en público o privado y, sin embargo, nunca se turban por haber omitido la meditación, quizás durante toda su vida hasta este mismo día”.428

Conclusión: la Meditación como Auto-examen

La meditación puritana era más que un particular medio de gracia. Era un método comprensivo de devoción puritana –un arte bíblico, doctrinal, experimental y práctico–. Su teología fue paulina, agustiniana y calvinista. Su temática fue sacada del libro de la Escritura, el libro de la creación y el libro de la conciencia. Como dijo William Bridge: “La meditación es la aplicación vehemente o intensa del alma a alguna cosa, sobre la que la mente del hombre reflexiona, se detiene y se aferra, para su propio provecho y beneficio” que, a su vez, conduce a la gloria de Dios.429

Típicamente, los puritanos concluyeron sus tratados sobre la meditación llamando a los lectores al auto-examen, que consiste en:

(1) Prueba

• ¿Están motivadas tus meditaciones por el ejercicio de una “fe viva”? La verdadera meditación es inseparable del ejercicio de la fe. ¿Meditas alguna vez como describe Samuel Ward?: “Estimula tu alma [en la meditación] para conversar con Cristo. Considera qué promesas y privilegios crees habitualmente y, entonces, piensa en ellos realmente, pásalos por debajo de la lengua, mastícalos hasta que sientas alguna dulzura en el paladar de tu alma. Míralos en conjunto y por separado. Unas veces, reflexiona sobre uno y, otras, sobre otro en mayor profundidad. Esto es lo que el Esposo llama caminar por los jardines y comer de los frutos, que en términos llanos yo llamo usar la fe y vivir por fe”.430

• “¿Producen estos pensamientos espirituales en tu corazón santidad en tu vida? Recuerda: “Estar cansado de los pensamientos de Dios es degenerar en diablos” (cf. Santiago 2:19).431

(2) Corrección o exhortación

• Al incrédulo: Cuando Dios te hizo una criatura racional, ¿pretendía que usases tus pensamientos con propósitos egoístas y pecaminosos? ¿Por qué no está Dios en todos tus pensamientos? “¿No tienen un Dios y un Cristo en que pensar? ¿Y no son la salvación por Él y la gloria eterna dignas de tus pensamientos más escogidos? Tienes suficientes pensamientos y dedicación para otras cosas –para cosas bajunas, para puerilidades–, y ¿por qué no para Dios y la Palabra de Dios?” –preguntó Manton–.432

• Al creyente: Descuidar la meditación debería “ocasionarnos temor y dolor”. ¡Cuán degradante es para Dios cuando volvemos nuestra meditación de Él a objetos pecaminosos! Si el granjero medita sobre su tierra, el médico sobre sus pacientes, el abogado sobre sus casos, el almacenero sobre su mercancía, ¿no deberían los cristianos meditar sobre su Dios y Salvador?433

Los puritanos nos dirían: “Si continúas descuidando la meditación, se apagará o destruirá tu amor por Dios. Se hará desagradable pensar en Dios. Quedarás expuesto al pecado, de modo que lo veas como un placer. Te dejará vulnerable y frágil ante pruebas y tentaciones de toda clase. En resumen, te hará caer de Dios”.434

“Ningún deber santo vendrá a nosotros” –escribió Ranew–: “Nosotros debemos ir a ellos”.435Atendamos a la exhortación de Watson: “Si la has descuidado anteriormente, lamenta tu descuido y comienza ahora a tomar consciencia de ella: enciérrate con Dios (al menos una vez al día) mediante la meditación santa. Asciende esta colina y, cuando hayas alcanzado la cima, verás una perspectiva despejada: Cristo y el cielo ante ti. Permíteme traerte a consideración aquel dicho de Bernardo: ‘Oh santo, ¿no sabes que Cristo tu marido es tímido y no se mostrará familiar en compañía? Retírate mediante la meditación a tu habitación, o al campo, y allí tendrás los abrazos de Cristo’”.436

La espiritualidad puritana y reformada

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