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Cómo es Florencia

Sus habitantes

Florencia es una ciudad que vive para el turismo, con una población que ronda las 400.000 personas, aunque el municipio llega casi al millón de habitantes.

El florentino es amable y extrovertido y se siente orgulloso de su pasado. A lo largo de la historia Florencia fue conquistada por franceses, españoles y austriacos, aunque el Gran Ducado dominó una extensa área de la Toscana y la ciudad fue la primera capital del estado italiano unificado. Estas y otras circunstancias han influido en el carácter altivo de sus habitantes. Aún circula la leyenda de que un buen fiorentino menosprecia a los vecinos de las urbes cercanas.

En el centro viven pocos autóctonos pues la invasión de turistas les ha hecho huir a barrios periféricos, como Sant’Ambrogio y Oltrarno, y aún a lugares más lejanos, fuera del perímetro metropolitano. Los alquileres se han puesto por las nubes y comprar una casa solo está al alcance de los más pudientes.

Tendremos que acercarnos a los mercados para captar el verdadero ambiente de la ciudad; cruzar el Arno y callejear por el barrio de Oltrarno, mucho más relajado que el centro histórico; subir hasta San Miniato al Monte para percibir cómo es la urbe, en extensión y patrimonio, y cómo es realmente su gente.

Los barrios

Más que por barrios, la ciudad está dividida por zonas alrededor del centro histórico, donde se concentran los monumentos más representativos de la ciudad, como la catedral con su Campanile, el Battisterio, la Piazza de la Signoria con el Palazzo Vecchio, sede del ayuntamiento, la Loggia dei Lanzi, repleta de estatuas relevantes, y la Galería de los Uffizi, imprescindible para los amantes de la pintura. El Ponte Vecchio sobre el río Arno es una de las imágenes más fotografiadas de Florencia. Durante la temporada alta se mueve en esta zona un enjambre de turistas, ávidos por fotografiarse frente a los monumentos más representativos y los palacetes renacentistas que levantaron mercaderes y banqueros en los siglos XIV y XV.

Sant’Ambrogio es un barrio natural que se articula alrededor de su propio mercado, donde se respira el verdadero ambiente italiano. En las calles que rodean Sant’Ambrogio y Santa Croce hay numerosas trattorias de cocina tradicional y algún club de jazz que alegra la vida nocturna. El de Porta Rossa, al oeste, entre Santa Maria Novella, Piazza della Repubblica y el Arno, aglutina las tiendas más lujosas en la prestigiosa Via de Tornabuoni junto con afamados anticuarios.

Al otro lado del río, Oltrarno se presenta como un conjunto de barrios de lo más auténtico que existe ahora en Florencia. Hasta aquí se han desplazado los florentinos cansados de ver el centro histórico invadido a diario por los turistas y cuánto han subido allí los alquileres. El Ponte Vecchio y los contiguos puentes de Santa Trinità, Carraia y Ponte alle Grazie cruzan el Arno y comunican el centro histórico con esta zona, donde se han afincado los artesanos y las tiendas de antigüedades. Mientras que los puentes de Santa Trinità y Carraia llevan al barrio de Santo Spirito y por el Ponte alle Grazie se llega al popular y animado barrio de San Nicolás, repleto de trattorias y enotecas, hasta cruzar la antigua muralla por la puerta de San Miniato. Y luego, tras un agradable paseo no exento de esfuerzo —todo es subida—, se disfruta de la mejor vista de la ciudad, tanto desde el templo de San Miniato como desde la plaza Michelangelo.

Los turistas ya han empezado a llegar hasta aquí atraídos por el palacio Pitti, los restaurantes de los alrededores de la Piazza Santi Spirito y las vistas desde San Miniato al Monte. Precisamente, para acceder a este lugar hay que cruzar el barrio de San Niccolò, lleno de bares, restaurantes y tiendas de artesanía.

Florencia en la literatura

La riqueza y el ambiente que se respiraba en esta ciudad entre los siglos XIII y XVI hicieron que surgieran numerosos escritores, como Dante, Boccacio o Maquiavelo, que interpretaron a la perfección los entresijos de su época. Eran tiempos de creatividad pero también convulsos, y algunos autores pasaban de ser los preferidos de la oligarquía dominante a caer repentinamente en desgracia. Eso le ocurrió a Dante, quien al apostar por los güelfos blancos frente a los güelfos negros, que se hicieron con el poder, sufrió el exilio a partir del 1302. Un año más tarde empezaría a escribir la Divina Comedia, obra maestra de la literatura mundial. Dividida en tres partes, Infierno, Purgatorio y Paraíso, en cada una de ellas sitúa de forma alegórica los personajes de su época según su particular visión. Si se desea, se puede visitar la ciudad siguiendo algunos de los lugares hechos famosos por Dante. Mientras Boccacio, posterior a Dante, dedicó la mayor parte del tiempo a escribir relatos amorosos en los que también describía la sociedad de su época.

A Maquiavelo le sucedió algo parecido a Dante. En su caso, después de trabajar para los Médici escribiendo Historias florentinas, se enfrentó a ellos publicando en 1513 El Príncipe, y en la misma época Discursos de la primera década de Tito Livio, donde en tres volúmenes defiende la república frente a la monarquía como forma de gobierno.

Las aventuras de Pinocho salieron a la luz inicialmente en la publicación local Giornale dei bambini entre 1881 y 1883. Su autor, Collodi (Carlo Lorenzini) vivió en Via de Rondinelli, 7 y está enterrado en el cementerio de San Miniato.


Pinocho en la tienda de juguetes de madera Bartolucci.

En la actualidad, los libros de Luis Racionero La Florencia de los Médicis (Planeta, 1990) y La Muerte de Venus (Ediciones B, 2011) ayudan a entender la sociedad de aquella época, el segundo de la mano del pintor Botticelli y del fraile loco Savonarola. Otras obras que utilizan la figura de esta familia de políticos, banqueros y mecenas del arte son Los Médicis, de Alejandro Dumas (publicada en 1845 y reeditada por Navona en 2007), Sangre de abril: Florencia y la conspiración contra los Médicis, de Lauro Martines (Turner, 2004), y Las puertas del paraíso: el misterio de los crímenes de la catedral de Florencia, de Julio Murillo (Martínez Roca, 2006).

Amor y muerte en Florencia, de Sarat Dunant (Grilalbo, 2004), es una novela histórica que, inspirada en hechos reales, describe el ambiente religioso de la ciudad y episodios de pasión, intriga y amores ilícitos en el siglo XV.

Florencia en el cine

Florencia se ha convertido en el marco ideal para un buen número de películas. Algunas de las escenas de Té con Mussolini (1999), de Franco Zeffirelli, transcurren en la plaza del Santo Spirito. Los jardines de Bóboli y el Ponte Vecchio también fueron elegidos por Roberto Rossellini para el film Paisà (1946), que en seis episodios relata la Segunda Guerra Mundial en Italia.


Fuente Vini Vanni.

El Ponte Vecchio y el Palazzo de la Signoria han sido protagonistas de la película Cosi’ come sei (1978), de Alberto Lattuada, con Marcello Mastroianni y Nastassja Kinski, lo mismo que Hannibal (2001), de Ridley Scott, con Anthony Hopkins y Julianne Moore, cuyo protagonista tenía su residencia en la Piazza della SS. Annunziata.

La Piazza del Duomo sirvió de escenario a Jane Campion para que John Malkovich y Nicole Kidman pasearan en El retrato de una dama (1996). Otras películas que han contribuido a potenciar la imagen de la ciudad son Un amor en Florencia, dirigida por James Ivory en 1986, y Una habitación con vistas, del mismo director, adaptada de la novela del mismo nombre y rodada en 1985.

Pero no siempre se trata de historias románticas: El monstruo de Florencia y El asesino está aún entre nosotros relataban la historia de un psicópata que cometió una serie de asesinatos en Florencia entre 1968 y 1985.

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