Читать книгу El cerebro ilusionista - Jordi Camí - Страница 5
PREFACIO
Оглавление¿Cómo funciona la magia, el ilusionismo, el arte de crear efectos imposibles que violan nuestras expectativas, los juegos que concluyen con la aparente transgresión de las leyes naturales?
En este libro exploraremos los procesos cognitivos que explican el funcionamiento de la magia: una actividad artística milenaria que, tras siglos de pruebas, ensayos y errores, ha ido acumulando importante sabiduría respecto a su técnica.
Un juego o efecto de magia siempre empieza por una demostración, un breve relato o una determinada argumentación que concluye con un resultado aparentemente imposible, fascinante y, a menudo, inesperado. Como espectadores, asistimos cautivados a una disparidad mayúscula entre lo que suponemos que ocurrirá al final del juego y lo que finalmente observamos que sucede. Los desenlaces de los efectos mágicos son, pues, tremendamente provocadores. Contradicen nuestras hipótesis, nos hacen dudar de todo lo aprendido: son una disonancia cognitiva en sí misma.
¿Por qué nuestro cerebro es tomado por sorpresa? ¿Por qué la magia rompe todos nuestros esquemas?
El cerebro humano es un órgano muy avanzado. Sus capacidades están muy perfeccionadas y se adaptan perfectamente a nuestro entorno y estilo de vida. Aun así, no son ilimitadas. El cerebro tiene unos condicionantes físicos y energéticos evidentes entre los que destaca la imposibilidad de procesar la ingente cantidad de información que recibimos continuamente a través de los sentidos, la escasez de espacio para procesarla o la gran cantidad de energía que consume en comparación con otros tejidos de nuestro cuerpo. No son las únicas; otra de sus limitaciones es que la comunicación y transmisión de información entre neuronas es relativamente lenta y debe superar varios cuellos de botella.
Para sobreponerse a estos condicionantes, la evolución el cerebro ha desarrollado estrategias extraordinariamente efectivas, que van desde construir una ilusión de continuidad hasta inferir y anticipar constantemente los acontecimientos. En términos informáticos, la magia, sorprendentemente, ha aprendido a hackear algunas de estas estrategias usando las «puertas traseras» del cerebro. Esto es así porque, como iremos desgranando, la magia deja en evidencia los automatismos y las predisposiciones que caracterizan el funcionamiento de nuestro cerebro e interfiere y juega, sobre todo, con nuestro procesamiento inconsciente.
La magia entra fundamentalmente por la vista, ya que el ser humano es un animal sumamente visual. Tanto es así que más de un tercio de nuestra corteza cerebral está dedicada a procesar la información que captan nuestras retinas. Creamos nuestra propia realidad a partir de muy poca información externa y, mediante la atención y gracias a nuestras memorias a corto plazo, el cerebro filtra y selecciona únicamente aquella información que considera útil en cada momento. A su vez, gracias a los complejos recursos del sistema visual, el cerebro construye una ilusión de continuidad para compensar que captamos la información externa de manera fraccionada, tanto en el espacio como en el tiempo. Así, cuando interpretamos aquello a lo que estamos atendiendo, cuando percibimos, el cerebro infiere la realidad gracias al conocimiento previo que hemos acumulado en nuestros recuerdos, en nuestras memorias a largo plazo.
Pues bien, cuando los magos presentan sus efectos pueden interferir en todas estas estrategias: pueden controlar nuestra atención, pueden aprovecharse de que, a veces, somos ciegos a determinados cambios, y también pueden manipular nuestra percepción y memoria, de tal forma que, aunque miremos, no veamos lo que ocurre.
En la presentación de un efecto mágico se distingue entre la «vida externa» del efecto, que es lo que el público ve y de lo que disfruta, y la «vida interna», que es lo oculto, lo que está pasando secretamente y que hace posible toda la experiencia mágica. Existe, por tanto, una realidad paralela ajena a lo que se expone durante el efecto y al hilo conductor que el mago desarrolla y siguen los espectadores.
Por lo común, el cerebro humano procesa información si existe algún contraste, es decir, si hay cambios, diferencias; por ejemplo, en esta página existe un contraste muy alto entre la hoja blanca y la letra negra. Si redujésemos el brillo de las letras hasta un gris muy suave, no seríamos capaces de percibirlas, no representarían un cambio o contraste suficiente con respecto al blanco de la página. En la vida externa del efecto mágico, el contraste constituye un mecanismo central. A veces, a los magos les interesa crear contraste: captar la atención (como cuando sacan un conejo de la chistera) para que el público «vea» algo. En otras, en cambio, persiguen lo contrario: evitar a toda costa la provocación de contraste, por ejemplo, para realizar maniobras necesarias que deben pasar completamente desapercibidas.
Además de la atención y la percepción, la magia también es capaz de manipular nuestras memorias, y puede condicionarnos e influir en nuestras decisiones instintivas, y todo ello sin que nos demos cuenta. Los efectos mágicos engañan porque se presentan con una lógica y una naturalidad que evitan cualquier tipo de sospecha. Todo es previsible hasta que llega el sorprendente desenlace que rompe con nuestras expectativas. El conflicto del desenlace mágico es muy difícil de dominar, pone en crisis nuestra capacidad de inferencia y anticipación, algo que no está bajo nuestro control consciente. Por esta razón decimos que, de una forma u otra, la magia dialoga, interpela o engaña a nuestro cerebro inconsciente.
La magia ha aprendido a manipular lo que vemos, lo que escuchamos y lo que sentimos. Puede transformar nuestros recuerdos y alterar nuestras decisiones. El desenlace mágico es toda una experiencia que desencadena diversas emociones y vivencias intelectuales de distinto signo. Pero la magia es fundamentalmente un arte, un espectáculo, y como tal se presenta en contextos lúdicos. Tal vez por eso, y aunque nos sorprenda, ha sido tan poco estudiada por la ciencia a lo largo de los siglos.
Este es un libro fundamentalmente sobre neurociencia que utiliza la magia como vehículo argumentativo. A lo largo del texto proponemos algunos procesos cognitivos (mediante los que procesamos la información externa y el conocimiento adquirido) acerca de cómo funciona la magia; además, también se plantean muchas preguntas que indican potenciales áreas de investigación que aún son terreno virgen. Estamos convencidos de que la sabiduría acumulada de forma empírica por el mundo de la magia puede abrir nuevas e insospechadas puertas de conocimiento a la neurociencia.