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Conservación

de las plantas


UNA VEZ COSECHADAS LAS PLANTAS, que tendremos debidamente clasificadas por especies, las debemos someter a un correcto proceso de secado. Si no lo hacemos bien, podemos sufrir la frustración de ver que aquellas plantas que con tanto esmero y dedicación hemos cosechado se nos han podrido prematuramente y ya no se pueden emplear para nuestros saludables fines. En líneas generales y atendiendo a las referencias de expertos, estos son los pasos que deberíamos seguir:

 Examinar a fondo toda la planta cosechada para descartar aquellas partes raídas o enfermas y eliminar la presencia de algún parásito, hongo, puesta de huevos, etc.

 Las sumidades aéreas se pueden atar formando ramilletes; luego se dejan a secar colgados boca abajo, en un espacio a la sombra.

 O bien se extiende la planta sobre una lámina secante, sobre todo cuando hablamos de cortezas, raíces o de flores grandes, y dejar que se seque en un espacio al aire libre, pero sombreado.

 Las semillas se pueden dejar que caigan de la planta disponiéndola boca a bajo, y se dejan a secar sobre una plancha secante.

 Raíces y rizomas deben partirse por la mitad o en pequeños trozos, y los bulbos en rodajas. Se sacuden bien para desprender la arena y se lavan en agua tibia, antes de dejarlos secar.

 El periodo de secado variará en función del tamaño y estructura de la planta. Como es lógico, una planta crasa o arbustiva necesita un periodo de secado mucho más largo que las plantas herbáceas.

 Una vez seca, se tritura bien y se guarda en un recipiente cerrado.

 Los recipientes clásicos de herbolario habían sido de porcelana o de barro curado. Puede servir también el cristal o la arcilla, y son válidos los de lata.

 Se deben almacenar en espacios alejados de todo foco de humedad, calor y humos, así como del contacto de la luz solar.

 Estos recipientes deben estar totalmente limpios, libres de humedad, antes de depositar en ellos la hierba. Y la planta debe estar perfectamente seca antes de ser depositada en ellos.

 Las plantas suelen conservar su poder terapéutico entre doce y catorce meses; más allá de ese periodo, es fácil que hayan perdido buena parte de su potencial curativo.

 Es preciso etiquetar debidamente estos recipientes con el nombre de la planta guardada, los ingredientes de la fórmula si es una tisana y la fecha en la que fue depositada. De no hacerlo, podemos correr el riesgo de olvidarnos de qué planta se trata, y en tal caso su uso ya no podrá responder a una necesidad terapéutica concreta, sino que será una toma a ciegas.

 Las plantas se pueden congelar, pero antes se deben secar por completo y librarlas de impurezas. No pierden sus principios activos.

 No se recomienda guardar las plantas en la cocina, menos aún en estanterías abiertas, pues al cocinar se genera mucho calor, humedad y profusión de gases y grasas que pueden perjudicar a las plantas. Lo ideal es buscarles un emplazamiento fresco, como la despensa o un cobertizo, donde no les toque el sol.

El libro de las 200 tisanas

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