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Precaución

con las plantas


HAY QUIEN AFIRMA QUE AQUELLO que daña puede curar y viceversa. Es bien cierto que hay pocos medicamentos inocuos, en tal caso hablaríamos de placebos. Y también lo es que son muchos los fármacos que llevan parejos unos efectos secundarios tan graves que consumirlos resulta amenazador. Solo basta entretenernos leyendo las informaciones que contienen las cajetillas de la mayoría de los medicamentos para comprobarlo. Todo ello, por supuesto, es muy matizable. En general, la mayoría de los fármacos han sido sometidos a rigurosos controles que deberían ser suficientes para descartar cualquier consecuencia negativa o peligrosa de su consumo. Pero es bien cierto que se han producido, por desgracia, muchas excepciones a esta norma, y también que algunas veces ha pesado más el interés comercial que la seguridad pública a la hora de poner en cuarentena un determinado producto con una mínima sombra de duda.

Como ocurre con los medicamentos, tampoco las plantas, o la mayoría de ellas, son inocuas. Por la naturaleza de sus principios activos pueden provocar determinadas reacciones alérgicas o daños de tipo hepático o renal si no se toman en las dosis adecuadas, o por interacciones peligrosas con medicamentos. Y, también como los medicamentos, hay que estar bien asesorados en el momento de adquirirlos para no incurrir en riesgos evitables. Como los medicamentos, habrá plantas que puedan ser recomendables para determinadas dolencias y personas, y no serlo, o incluso estar explícitamente contraindicadas, para otras. No es bueno tomarse un medicamento para bajar la tensión si uno es hipotenso; no es bueno tomar determinados antiinflamatorios si se tienen problemas de corazón. Las precauciones de las embarazadas deben ser rigurosas, cuando pueda existir la más mínima duda sobre el efecto que determinada sustancia pueda manifestar sobre el feto y sobre la madre. Las plantas muy ricas en aceite esencial y en alcaloides, tanto en un caso como en el otro, deben evitarse en el embarazo y la lactancia, como es el caso del hinojo, el eneldo, la cola de caballo y otras. Y esas mismas precauciones deben regir cuando hablamos de la infancia, de la vejez y en cualquier etapa de la vida. Tanto los medicamentos como las plantas medicinales no han de suponer problema alguno si se toman para las indicaciones que prescriben los expertos, en las dosis y en los plazos que se fijan, evitando toda sobredosis o cualquier prolongación innecesaria del tratamiento.

Dicho todo lo cual, es cierto que, como los medicamentos, también hay plantas que, por contener ciertas sustancias potencialmente tóxicas, sea a nivel hepático, cardiaco, renal o alergénico, o bien por su potencial alucinógeno, deben evitarse a toda costa, y como mucho ser consumidas únicamente bajo un control estricto del facultativo que la prescribe. Se sabe que la toxicidad está sujeta a la dosificación, y que casi todas las plantas, como los medicamentos, pueden transformarse en tóxicos si se ingieren en dosis exageradas o inadecuadas.

A continuación, citamos una relación de plantas potencialmente tóxicas que, en general, debieran evitarse y, en el mejor de los casos, sustituirse por alternativas más seguras.

 Acónito, acaso la planta más tóxica de la flora de montaña

 Belladona

 Adelfa

 Beleño negro

 Hiedra (al menos por vía interna)

 Consuelda, solo apta por vía externa

 Dulcámara

 Durillo

 Estramonio

 Eléboro

 Nueza

 Pulsatilla

 Torvisco

 Aro

 Aligustre

 Vencetósigo

 Hierba mora

 Ricino

 Emborrachacabras

 Vedegambre

 Adormidera (con precaución)

 Senecio (en dosis adecuadas)

 Tejo

 Lantana

 Mercurial

 Hierba mora

 Yezgo

El libro de las 200 tisanas

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