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Los principios activos

de las plantas


LAS PLANTAS EMPLEAN DETERMINADAS sustancias químicas para defenderse de sus depredadores y de las plagas, para atraer a sus polinizadores, para «avisar» a las plantas congéneres de su entorno de la existencia de un foco de agresión o de una amenaza tangible, para protegerse de las contingencias climáticas y para diseminar sus semillas. Se trata de una estrategia muy sofisticada, que las plantas utilizan para sobrevivir y tratar de expandirse, así como para comunicarse entre ellas. En cierto modo, las plantas actúan como pequeños laboratorios químicos, cuya función orgánica más vistosa y conocida, en el caso de las plantas vasculares, es la fotosíntesis, un proceso por el cual pueden obtener alimento por sí mismas. Precisan de un pigmento verde, la clorofila, que es el encargado de absorber la luz del sol, junto con otros pigmentos como los carotenos. Gracias a la fotosíntesis, a través de la luz solar, las plantas captan dióxido de carbono y expulsan oxígeno durante las horas de luz, mientras que por la noche sucede al revés, absorben oxígeno y liberan dióxido de carbono. Sucede que la energía solar se transforma en energía química, principalmente azúcares.

La fórmula de este proceso es:

CO2 (dióxido de carbono) + H2O (agua) + luz solar =

CH2O (hidratos de carbono, azúcares) + O2 (oxígeno)

El oxígeno es esencial para la vida sobre el planeta, el desarrollo celular y la respiración de buena parte de los organismos vivos. Ello atestigua la extrema importancia de las plantas, sin cuya intervención la vida no sería posible. Como los animales no pueden hacer por sí mismos este proceso de conversión de la energía solar en sustancias químicas, para alimentarse dependen también de las plantas, sea de forma directa (animales herbívoros) o indirecta (animales carnívoros, omnívoros).

Junto con los azúcares y otros hidratos, las plantas contienen otras sustancias químicas que les sirven de defensa, de protección o de reclamo. Algunas de estas se hallan, en efecto, en las hojas, como ocurre con los azúcares o el almidón; otras están en las raíces y las han podido absorber desde el subsuelo, como sales minerales; otras se encuentran en cortezas y tallos como los taninos; otras, en los pigmentos, como la citada clorofila; pero también en pigmentos que son los responsables de la coloración azulada, violácea, roja, amarilla o anaranjada de muchas flores, frutos y hojas, como las antocianinas y otros flavonoides.

Algunos de estos principios activos con los que conviene estar familiarizado son:

 Aceites esenciales o esencias. Muchas plantas los contienen en gran cantidad, como las labiadas y muchas umbelíferas. Son responsables de la fragancia más o menos intensa que se exhalan y de su sabor picante. Son compuestos líquidos, que no se disuelven en agua, sino en grasa. Principalmente, se le atribuyen virtudes balsámicas, antiinflamatorias, antiespasmódicas y sedantes. Algunos ejemplos son: el tomillo, la ajedrea, el cilantro, el eneldo, el orégano, la manzanilla, el laurel, la valeriana y especias tan conocidas como el jengibre, la cúrcuma, el cardamomo y la canela.

 Ácidos grasos poliinsaturados. Son compuestos orgánicos de naturaleza grasa, lípidos, esenciales para la vida humana, pero que no podemos sintetizar por nosotros mismos, sino que debemos adquirirlos con la alimentación. Muchas plantas son especialmente ricas en estas grasas. Se distinguen entre dos tipos básicos de grasas insaturadas: los ácidos grasos Omega 3 y los ácidos grasos Omega 6. Se les atribuyen propiedades antiinflamatorias, antioxidantes, antiespasmódicas y emenagogas, entre otras. Son muy adecuados para tratar diferentes problemas metabólicos, como el colesterol alto, la hipertensión, pero también problemas ginecológicos, los asociados a la menopausia, reumatismos, problemas dermatológicos y trastornos nerviosos. Algunos ejemplos de especies que contienen ácidos grasos son la borraja, la onagra, el sésamo, el lino, las nueces, las semillas de chía, el cártamo o el girasol.

 Alcaloides. Son compuestos bioquímicos que contienen nitrógeno. Hay más de cinco mil diferentes. Sobre todo están presentes en las plantas, pero también en algunos animales que los elaboran, como las hormigas y los ciempiés. Le dan un toque amargo a las plantas y en muchos casos son altamente tóxicos. Los alcaloides pueden estar presentes en las hojas, como el tabaco, la tomatera o incluso el té, o en los frutos como la belladona (la atropina) o la cicuta (la cicutina), así como en las semillas como la adormidera (morfina) y las raíces como (otra vez) la belladona o la jalapa. Otras plantas medicinales que contienen alcaloides son la cola de caballo, la equinácea, la efedra, el eupatorio, la vincapervinca, la centaura menor o la pasiflora. Los alcaloides muestran efectos antiinflamatorios, broncodilatadores, vasodilatadores, cardiotónicos y, en algunos casos, estimulantes. Algunos tipos de alcaloides pueden ser potencialmente tóxicos, y las plantas que los contienen deben consumirse con reservas.

 Antocianinas. Se encuentran dentro de los compuestos orgánicos conocidos como glucósidos y están presentes en pigmentos de diferentes plantas, en las hojas o en las flores (especialmente en la piel de frutos y bayas), y son responsables de la coloración azulada o violácea. Algunos ejemplos de plantas que contienen antocianinas son: el cerezo, el arándano, el grosellero, el endrino, el hibisco o las moras. Se les atribuyen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, vasoprotectoras y venotónicas.

 Antraquinonas. Son, de nuevo, glucósidos muy activos que actúan sobre las terminaciones nerviosas del intestino, estimulándolas y promoviendo la motilidad intestinal. Las plantas ricas en estos compuestos se caracterizan por su efecto purgante más o menos potente; cuando menos, actúan como laxantes enérgicos y se les atribuyen también virtudes adelgazantes y depurativas. Algunos ejemplos son: la zaragatona, la romaza, la frángula, el sen, la cáscara sagrada o el aloe.

 Azúcares y polisacáridos. Son hidratos de carbono presentes en muchas plantas, azúcares como la sacarosa y la fructosa, y polisacáridos como la galactosa. Son responsables del sabor dulce o adulzado de las plantas o de sus frutos. Están presentes en una gran diversidad de especies como manzanos, cerezos, hinojo, anís verde, equinácea y anís estrellado, en la semillas del guar o en la raíz de la regaliz.

 Cumarinas. Conocidas por este nombre, probablemente, por la planta caribeña cumarú Dypteris odorata, son sustancias aromáticas presentes en muchas plantas, a las que les confieren propiedades anticoagulantes, antiinflamatorias, antiespasmódicas y relajantes musculares. Son ejemplos de plantas con cumarinas el hinojo, el diente de león, la canela, la artemisa, la azarola, la manzanilla, el apio, la biznaga, el hipérico o el meliloto.

 Fitosteroles e isoflavonas. Se trata de glucósidos de gran actividad terapéutica, presentes en muchas leguminosas como el trébol rojo, la soja, la alfalfa, la gatuña o el meliloto, pero también en especies de otras familias como el hipérico, la pasiflora, el clavo, el eneldo, la calabaza, la matricaria, el epilobio, el ginkgo o el hinojo. Están indicados de manera especial para aliviar determinadas alteraciones ginecológicas y hormonales, como algunos síntomas molestos de la menopausia y la menstruación.

 Flavonoides. Se trata de pigmentos vegetales no nitrogenados, responsables de aportar tonalidades amarillentas, rojizas o anaranjadas a las flores o los frutos. Su función principal es la de atraer a las plantas a sus polinizadores o a los agentes responsables de la diseminación de sus semillas. Algunos de los flavonoides más representativos son la quercitrina, la hesperidina de los cítricos, la luteína, el betacarotenos de las zanahorias o el licopeno del tomate. Se les atribuyen virtudes antioxidantes, antiinflamatorias, vasodilatadoras y diuréticas. Protegen el hígado, ayudan a controlar el colesterol y favorecen una buena circulación sanguínea. Exclusivos del reino vegetal, están presentes en una gran diversidad de especies, como el hipérico, la vulneraria, la caléndula, la celidonia, la eufrasia, el mijo del sol o la manzanilla.

 Glicósidos cianogénicos. Son compuestos formados por azúcares y ácido cianhídrico. Obviamente son potencialmente tóxicos en dosis altas y medias, según la planta. Pero en cambio presentan acciones terapéuticas bien contrastadas cuando se toman en dosis moderadas o bajas. Se les atribuyen efectos sedantes sobre el sistema nervioso central, pero también sobre el corazón y la musculatura. Asimismo se muestran como antiinflamatorios, demulcentes y antitusivos. Están presentes en una gran diversidad de plantas, como el saúco, la amapola de California, el yezgo, la mandioca o la almendra amarga.

 Glucósidos o heterósidos cardiotónicos. Relacionados básicamente con las digitales, pero también con las escilas, estos compuestos, bien conocidos en farmacia, como la digitoxina y la digoxina, mejoran la contractibilidad del miocardio. En dosis terapéuticas aumentan el tono cardiaco vagal, mientras que en dosis altas o inadecuadas pueden provocar intoxicaciones más o menos severas, con un aumento del tono simpático y la aparición de arritmias.

 Inulina. Es un oligosacárido, un carbohidrato de cadena corta, que ejerce una potente acción prebiótica. Tiene la capacidad de degradarse poco una vez que ha pasado por el estómago y los intestinos. La inulina mejora la absorción de ciertos minerales, como magnesio, calcio o fósforo; ayuda a combatir el colesterol, mejora el metabolismo de las grasas y ejerce una potente acción diurética. Se extrae de diferentes plantas, en especial de sus raíces, como de la alcachofera, la achicoria, el helenio, el cardo corredor o la bardana, entre otras.

 Mucílagos. Es un tipo de fibra soluble presente en una enorme variedad de plantas. Se trata de sustancias de consistencia gelatinosa, que tienen la capacidad de absorber agua con gran facilidad. Presentan efectos demulcentes, emolientes y antiinflamatorios sobre la salud humana. Protegen y reparan las mucosas, sea del aparato respiratorio, digestivo o urinario, y se muestran también como depurativos, diuréticos y laxantes. Entre el amplio abanico de plantas que los contienen, cabe destacar el tusílago, la malva, el malvavisco, los llantenes, el tilo, la violeta, la amapola, el erísimo, la ispágula, la pulmonaria y algunas algas como la espirulina o el agar agar.

 Polifenoles. Compuestos sintetizados solo por las plantas, que contiene uno o más grupos de hidróxilos (OH), unidos a anillos bencénicos. Ayudan a las plantas a defenderse de las agresiones externas. Son conocidos por su gran capacidad antioxidante y como moduladores del sistema inmunitario. Los polifenoles son los principales responsables de la acción antioxidante de muchas frutas y verduras de consumo corriente. Los encontramos, entre otras plantas, en la vid, el mate, el té verde, la milenrama, la mandarina, la naranja, el nogal (la nuez), el cacao (el chocolate negro) o el olivo (el aceite).

 Principios amargos. Son sustancias, presentes también en un gran elenco de plantas medicinales, responsables del aroma y del sabor moderada o altamente amargo de muchas de ellas. Tienen la particularidad de estimular la motilidad gástrica, y, por tanto, se revelan como un recurso herbario de primer orden para aumentar el apetito, previenen el estreñimiento y los gases, pero ejercen también un efecto protector sobre las funciones del hígado. Están presentes en muchas compuestas como el diente de león, la achicoria o la matricaria; en umbelíferas como la sanícula, el hinojo o la angélica; en labiadas como el romero, el marrubio o el hisopo, juntamente con el lúpulo, el harpagofito o el azafrán, entre otras.

 Resinas. Son productos generados por muchas plantas, por oxidación y polimeración de los terpenos. Se trata de mezclas bastante complejas, de consistencia más o menos sólida y muy pegajosa, insolubles al agua, pero solubles en alcohol, que se funden por calentamiento. Ejercen propiedades antiinflamatorias, balsámicas, antiespasmódicas, antisépticas y cicatrizantes sobre la salud humana. Encontramos resinas en una gran diversidad de plantas como mirra, gayuba, equinácea, guayaco, rusco, etc.

 Sales minerales. Son nutrientes esenciales que no faltan en la mayoría de las plantas. Son absorbidas principalmente por las raíces. Les confieren virtudes depurativas, diuréticas, remineralizantes, antianémicas y antiinflamatorias. Algunos ejemplos de plantas especialmente ricas en sales minerales (hierro, calcio, potasio, magnesio, fósforo, etc.) son: el diente de león, el berro, la bistorta, la cola de caballo, el fucus, la acedera, la achicoria, la levadura de cerveza, el perejil, la avena, la ortosifón y la bardana, entre otras muchas.

 Saponinas. Es un tipo de glucósidos solubles en agua. Cuando se agitan, generan mucha espuma. Se distinguen dos tipos: esteroidales y triterpénicas. Las saponinas se han empleado desde antiguo para la elaboración de jabón. Se les atribuyen propiedades diuréticas, depurativas, antioxidantes, antiinflamatorias y demulcentes. Encontramos saponinas en la saponaria, por supuesto, el eupatorio, el meliloto, el gordolobo, la regaliz, el castaño de indias, la remolacha, la polígala, la pulmonaria o la vulneraria, entre otras.

 Taninos. Son compuestos polifenólicos, de sabor altamente amargo, que contienen muchas plantas. Son solubles en agua y pueden ser condesados. Se han utilizado desde antiguo para curtir pieles. Ejercen efectos astringentes, antidiarreicos, antihemorrágicos y antibacterianos. Están presentes en muchas plantas como la salicaria, la bistorta, el frambueso, el hamamelis, el pie de león, el té, la gayuba, la encina, la hierba de san Roberto, la agrimonia, la matricaria, el fresno y el rosal, entre muchas otras.

 Otros principios activos: el almidón (castaño, cebada), sales oxálicas (romaza, oxalis), ácido salicílico, de efecto analgésico (ulmaria, sauce blanco), ácidos fenólicos (lengua de buey, mejorana, melisa), vitaminas (espino amarillo, berro, malva, azarolo, rosal silvestre), las gomas (goma guar, cardo corredor), etc.

El libro de las 200 tisanas

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