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Herbolarios, tradición

y modernidad


EL HERBOLARIO, O HERBORISTERÍA, es el establecimiento donde se venden hierbas curativas, pero ha sido y sigue siendo mucho más que eso. Ya en la Antigüedad, el estudio de las plantas para lograr sustancias con las que remediar el dolor físico o con el que sanar determinadas enfermedades estaba muy desarrollado. En el antiguo Egipto conocemos el nombre de un médico carismático, Imhotep, que dedicó toda su vida a explorar las plantas. En la Grecia clásica, Hipócrates (460-377 a. C.) es autor deescribió un amplísimo tratado sobre la buena práctica médica (del que surgió el juramento hipocrático); entre sus amplios conocimientos, no dejaban de figurar el estudio de la naturaleza y el efecto de las plantas sobre la salud humana. Pero fue el botánico y farmacéutico Pedanio Dioscórides (ca 40 - ca 90) la primera persona, en la cultura occidental, a la que se le atribuye un extenso tratado sobre plantas medicinales. Su obra más importante, De materia médica, está considerada la precursora de la farmacopea moderna. Contiene referencias a más de seiscientas especies de plantas, más algunas sustancias animales y diversos minerales curativos. Ha sido una obra de culto para estudiosos de todos los tiempos y culturas. Contemporáneo suyo fue Plinio el Viejo, historiador de la Grecia clásica y naturalista muy experto, que escribió entre los años 23 y 79 de nuestra era una obra monumental de treinta y siete volúmenes, Naturae historianum, en la que, entre otros muchos temas, trataba de las plantas beneficiosas, con algunas indicaciones no poco sorprendentes.

En la Edad Media, la herbolaria tuvo un gran auge. El empleo de las plantas para remediar enfermedades se expandió por todo el continente, con la aparición de médicos y curanderos que prestaban sus servicios a las poblaciones locales. Allá por el siglo IX, apareció en Europa un texto anónimo, Herbolarium et materia medica, uno de los manuales de farmacopea más difunidos durante la Edad Media. Fue gracias a las aportaciones obtenidas de la ciencia médica árabe, con nombres ilustres como Razés, Avicena y Averroes, sumado al reconocimiento de los textos clásicos griegos, romanos y egipcios, por lo que en Europa la medicina en general y la fitoterapia en particular empezó a fundamentarse en una base más empírica y se fundaron las primeras universidades. Se realizaron diversas reedi­ciones del Dioscórides, la principal de las cuales fue obra del toscano Pier Andrea Mattioli (1500-1577), que significó el cimiento de las interpretaciones posteriores, como la del segoviano Laguna, y mucho más recientemente la del catalán Pius Font i Quer, cuyo Dioscórides renovado se considera la biblia de los amantes de la etnobotánica y la fitoterapia en nuestro país. Es un libro grueso y rotundo, de estilo florido, lectura amable y consulta rápida, que no puede faltar en la estantería de cualquier profesional o aficionado a la botánica, la etnobotánica o la fitoterapia.

El papel de la etnobotánica popular ha sido fundamental para la supervivencia de esta práctica. Que no haya desaparecido con el advenimiento arrollador de la medicina clínica o alopática no deja de ser una señal de su resistencia. En muchas regiones de España, especialmente en zonas de montaña, como los Pirineos, el protagonismo de las mujeres es indiscutible, con el trabajo abnegado y difícil de las llamadas «trementinaires» y las figuras equivalentes en otras regiones. Estas mujeres, y también algunos varones, llevaban los remedios herbarios de pueblo en pueblo, haciéndose cargo de la cura de los enfermos y desvalidos. En sus zurrones portaban productos muy diversos, como ungüentos, pociones y esencias; un ejemplo de ellas es la trementina, sustancia casi milagrosa, obtenida de la resina de pino y abeto, a la que se le atribuían diferentes virtudes sanadoras, o bien era la base de múltiples remedios más elaborados. Los estudios de campo de diversos investigadores han podido sacar a la luz esta fuente inmemorial de conocimientos, evitando que se pierdan para siempre y refrendándolos en muchos casos con el rigor de la investigación científica.

Y es que, ciertamente, durante varias décadas, ya en el siglo xx, la herboristería había quedado relegada en el mundo occidental (no así en otras culturas, como la china, la india o la americana indígena) a un uso rural, muy restrictivo y con el anatema de considerarse una práctica antigua, obsoleta y poco menos que poco fiable. Pero tal tendencia ha sufrido un vuelco de ciento ochenta grados en las tres últimas décadas, antes y después del cambio de siglo. Por un lado, la necesidad de retornar a la naturaleza, con todo lo que ello puede entrañar, y la desconfianza hacia determinadas prácticas de la medicina convencional o hacia el abuso sistemático en la prescripción de medicamentos en una sociedad moderna, urbana y supertecnificada, pero notoriamente hipermedicada, ha llevado a un sector nada desdeñable de la población occidental a volver a sus orígenes, confiando en el poder de las plantas para aliviar algunas de las dolencias que les puedan afligir. Siempre hubo herbolarios, en muchos pueblos y ciudades, algunos de gran tradición, pero en los últimos años se han abierto nuevos establecimientos que ha logrado aunar la tradición con la modernidad, creando unos espacios abiertos, interactivos, donde los expertos ofrecen buenos consejos a la clientela, se organizan cursos y talleres, se anuncian tratamientos naturales impartidos por especialistas y se comercializa una gama extensa de productos, que va mucho más allá de las plantas, pero que mantiene vivo el principio original de que, a través de la naturaleza, en sus diversas formas y presentaciones, se busca hallar la solución a los problemas. Todo esto sumado a un conocimiento más profundo y multidisciplinar de la persona que pretendemos sanar. Porque los seres humanos, por mucho que nos hayamos empeñado en sofisticarnos tecnológicamente y por mucho que en apariencia nos hayamos distanciado de la naturaleza, pertenecemos a ella de pleno derecho. Es en ella donde encontramos las mayores coincidencias orgánicas y las soluciones a nuestras dolencias.

Por otro lado, con la explosión de las tecnologías digitales, el boom de Internet y las redes sociales, la herboristería no se podía quedar atrás. Hoy en día, son numerosos los portales de Internet y los servicios online que ofrecen productos de herbolario y de nutrición y cosmética natural muy variados, juntamente con consejos prácticos, cursos o talleres sobre esta materia.

Si uno rastrea por la red es fácil hallar una larga colección de herbolarios online, empezando por el herbolario que ha asesorado al autor de estas líneas durante varios decenios, el Manantial de Salud, de la familia Ferran y Teixé, que cuenta con diversas tiendas físicas repartidas por Cataluña, algunas de un honda raigambre.

 Manantial de Salud: www.manantial-salud.com/

 Casa Pía: www.casapia.com/

 De Natural: www.denatural.es/

 Salud Natural: www.herbolariosaludnatural.com/

 Navarro Herbolario: www.herbolarionavarro.es/

 El Herbolario on line: www.elherbolarioonline.es/

 Salud Atenea: www.saludatenea.com/

 Herbolarios Natura: www.herbolariosnatura.com/

 El Herbolario: http://ecotienda.elherbolario.com/

 Cata Natura: www.catanatura.com/

 Mon Natura: www.mon-natura.com/

 Herbolario en casa: www.herbolarioencasa.com/

 La Botica Natural: http://herbolariolaboticanatural.es/

 El Alquimista: www.herbolarioalquimista.com/

 Bio Natura: http://herbolariosbionatura.com/

 La Vecina Canaria: http://lavecinacanaria.es/

 Herbolari de Sau: www.herbolariodesau.com/

 Mi Herbolario: www.miherbolario.com/portada

 Herbolario Digital: http://herbolario.digital/

 Herbolario Livert: www.herbolariolivert.com/esp/-herbolariolivert.php

 Leizuri: www.herboristeria-leizuri.com/es/

 Herbes de l’Alt Pirineu: www.herbesdelaltpirineu.com

Las herramientas que nos ofrece Internet pueden ser una gran ayuda, y nos facilitan acceder a algunos productos y sustancias que tal vez no estén a nuestro alcance de otro modo. Sin embargo, también es cierto que hay pocos placeres comparables a la experiencia que supone entrar en un herbolario, dejarse impregnar por las fragancias y los aromas que exhalan las estanterías y los armarios repletos de plantas y esencias, observar como el herbolario experto mezcla con elegancia y parsimonia las distintas plantas para componer remedios ajustados a las necesidades del paciente, y descubrir la amplia gama de productos que han sido elaborados con materiales que surgen de la naturaleza directamente y que han sido sometidos, a lo sumo, a un corto y equilibrado proceso de transformación. Los herbolarios son espacios de paz, de relajación, de empatía, donde no existen las prisas ni los conceptos preestablecidos, donde se puede hallar la solución a nuestros problemas de salud, o bien un apoyo natural al tratamiento convencional que estemos siguiendo, pero donde tampoco se pretende ofrecer ninguna solución milagrosa, ni crear expectativas exageradas.

El libro de las 200 tisanas

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