Читать книгу El diablo - Jorge Manzano Vargas SJ (†) - Страница 30
DEBATE
Оглавление1. Si comprendí bien, son reales los hechos de la película El exorcista. Ahí se ve que tanto la mamá como la niña eran ateas; y en la casa no se hablaba de Dios. Pero usted decía que los ateos no suelen contarse entre las víctimas de la posesión diabólica. ¿Cómo se explica esto? Además, no veo cómo alguien pueda, sin más, actuar como Napoleón. Tendría que conocer a Napoleón.
Jorge: Antes de responder, hago una nota previa, que tal vez les deje la impresión de que los profesores de filosofía somos mañosos. Yo no dije: “Los datos de la película El exorcista son reales”; sino: “admitiendo que esos datos son reales”, etcétera. Esto es, otros dicen que son reales; pues bien, vamos a suponerlo. Respondo ahora. Dije que nuestro cuerpo es un receptor maravilloso que puede captar cuanto sucede en el universo y, por tanto, cuanto ha sucedido, por ejemplo, los diversos eventos en torno a Napoleón. Mi cuerpo es algo así como una supercomputadora; o mejor, las mejores computadoras son un miserable remedo del cuerpo humano. Captamos quizá cuanto sucede ahora en Japón y en remotas galaxias, aunque esos datos no sean conscientes. Y en un momento especial pueden aparecer a la conciencia. Creo que esta explicación es posible.
En cuanto al otro punto, efectivamente dije que da la impresión de que los ateos no suelen contarse entre las víctimas de posesión diabólica. Aclaro en primer lugar que tal tipo de afirmaciones suelen ser de carácter general, pero no absolutas. Y, en segundo lugar, no me consta si la mamá protagonista fue siempre atea a tal grado de que jamás hubiera oído hablar del diablo; quizás sí; quizás primero fue creyente y se quedó traumada por alguna mala educación religiosa y luego se hizo atea. Es difícil aclarar este punto. Pero, además, aun suponiendo que ella siempre hubiera sido atea, y que jamás para nada hubiera oído hablar del diablo (cosa muy improbable), el caso es que la niña —tal como aparece en la película— no era terreno del todo inexperto: usaba la ouija, y recibía mensajes extraños; esto es, había ya en ella ciertos elementos que la predisponían.
2. El caso se presentó hará unos veinte años. Parece que los hechos sustanciales son reales, pero al público se presentaron en forma novelada. El protagonista no fue una niña, sino un niño de Nueva York. Y el exorcista no murió.
3. ¿Qué piensa usted del endemoniado de Garona (región de los gerasenos), que pide ser enviado a los puercos? ¿Fue una ilusión, una apariencia o realmente estaba endemoniado?
Jorge: Quisiera hacer recordar los límites que impuse a mi exposición de hoy. Tracé una línea muy grande dividida en tres porciones. La primera, decía, abarca casi todo. Para dar una idea, decía yo que de un millón de casos entraban todos, menos diez. De esa gran línea no me ocupé esta noche, pues se trata de casos en principio ya resueltos: son casos para el médico o para el psiquiatra. La segunda porción, por tanto, es un segmento de línea o un porcentaje muy pequeño en proporción al número total de casos. Simbólicamente dije diez, de un millón. Se trata de los casos en que la Iglesia juzga prudente realizar un exorcismo.
Cuanto dije fue un intento de encontrar una explicación natural a la mayoría de esos casos. La tercera porción de la línea es un punto minúsculo, que representa la posibilidad de verdadera posesión diabólica. ¿Dónde situar el caso del endemoniado geraseno? Expresamente excluí de mis reflexiones de hoy a los endemoniados que aparecen en la Biblia, pues se trata de una delicada cuestión exegética. Si situamos a ese endemoniado en la tercera porción de la línea, esto es como a verdadero endemoniado, hago notar que en esta parte no toqué tal tema, pero sí lo haré en el próximo capítulo.
4. La forma en que la Iglesia maneja los casos ¿corresponde de alguna manera a un inconsciente, a la teoría o técnica que usted expuso?
Jorge: Yo distinguiría entre la Iglesia con su enseñanza y normas, y los estudiosos y los exorcistas concretos. La Iglesia se sirve de las experiencias de éstos, y de los estudios de aquéllos. Hoy hablé como uno de esos estudiosos, aunque con la modestia del aficionado; no fui al pormenor de la enseñanza y normas de la Iglesia, aunque sé que a la Iglesia le gustan este tipo de observaciones. Sí cité el ritual oficial de Exorcismos. Ahora, por el lado de los exorcistas, me parece que algunos de éstos han cometido excesos, como se ve a lo largo de la historia. Debido a estos excesos tomó la Iglesia jerárquica, hace ya mucho tiempo, la decisión de que no cualquier sacerdote y en cualquier caso que se presente —por espectacular y doloroso que sea— se atreva a realizar un exorcismo. Se necesita autorización expresa del Obispo, que le da a un sacerdote determinado y para el caso concreto, a no ser que designe un exorcista de la diócesis.
5. ¿Qué explicación hay sobre el quizá mal llamado don de lenguas? Hay grupos en los que algunos hablan de pronto en un barullo que nadie entiende, quizá ni ellos mismos.
Jorge: En primer lugar, honor a los carismáticos por sus puntos positivos. Pero en ese movimiento, como en cualquier otro, puede haber exageraciones o malentendidos. Hablé ya de este punto, de manera que resumo la conclusión: ¿Es posible que, por intervención directa de Dios, un individuo hable de pronto un idioma extraño? Sí, pues para Dios todo es posible. Pero eso no quiere decir que en todos los casos en que se presente ese fenómeno haya intervención directa de Dios, pues hay diversas explicaciones naturales. Ni mucho menos quiere decir que si yo comienzo con un tra–la–lá ya esté yo hablando un idioma extraño, como si yo, o el grupo, tuviéramos a Dios a nuestra disposición para que realice prodigios sorprendentes.
6. ¿Qué nombre tiene la técnica a que usted se refiere?
Jorge: Sé que los nombres pueden causar confusión. En la práctica usamos nosotros el nombre de ejercicios de trance, o ejercicios de concentración. Pero el nombre resulta ambiguo, pues hay muchos tipos de concentración y de trance. Más que el nombre, ilustra la descripción que di. En el aula están varios de mis compañeros del grupo. Quizá ellos podrían completar la descripción.
7. En el libro El rostro oculto de la mente se describen ciertas experiencias científicas sobre los fenómenos que algunos llaman posesión diabólica. Pregunto si la técnica usada por ustedes se basa en los estudios de ese libro y, en todo caso, ¿qué fue lo que los hizo a ustedes hacer tales ejercicios?
Jorge: El libro mencionado, del P. González de Quevedo, es muy bueno, pero nuestros ejercicios no están basados en él. Tampoco se trata de una técnica que ya se maneje con dominio total en las universidades, ni es de uso común. Se trata de intentos de grupos aventureros por aquí y por allá. ¿Cómo supe de eso? Hace años algunos directores de teatro, como Héctor Mendoza, Josefina Hernández y Luis de Tavira estaban usando una técnica teatral que Grotowski usaba con éxito en Polonia. La técnica consistía precisamente en poner a los actores en estado de trance. Quise hacer esos ejercicios, no por interés de hacer teatro, ni mucho menos pensando en el problema de la posesión diabólica, sino con otro interés, del que no hablo pues nos distraería del tema; digamos simplemente por tener la experiencia. Reflexionando después sobre la experiencia ya tenida, vine a relacionarla, a manera de explicación natural, con los fenómenos de posesión.
8. Dijo usted que los fenómenos usuales de posesión que se presentan son movimientos corporales incontrolados, súbitos y violentos, aun sin alteración del pulso; un abrirse o cerrarse partes del cuerpo; la sensación de que dentro de uno está otro. Hablando después de las experiencias realizadas por ustedes, dijo usted que su cuerpo se contorsionaba y distorsionaba, y que le era difícil concentrarse en ideas abstractas como la idea de amor o de odio, el ser amor u odio. Yo me pregunto, si ustedes aceptaban esos fenómenos de acrobacia, esos movimientos súbitos y violentos descritos como fenómenos de posesión, ¿cómo está usted seguro de que no es un poseso? Usted dijo que había hecho esas experiencias sin pensar en las posesiones, esto es, ignorándolas. Pero aun con ignorancia puede haber posesión.
Jorge: Ante todo, preciso una frase mía. Dije “fenómenos que usualmente se suelen considerar (como señales) de posesión diabólica”. No dije: “fenómenos que ciertamente indican que hay posesión diabólica”. Incluso metí ahí los fenómenos a los que la Iglesia durante mucho tiempo ha dado especial importancia, como la glosolalia, la clarividencia y la manifestación de una fuerza física extraordinaria. Ésta es ya entonces una primera parte de mi respuesta: esos fenómenos no indican ya de por sí que se trate de posesión diabólica.
Otro aspecto de la respuesta tiene que ver con aquello de que nos costaba trabajo identificarnos con ideas abstractas. Sí, fue difícil, pero no imposible; lo logramos, aunque éramos principiantes. Para los expertos —y pienso en los actores de teatro que mencioné— es cosa fácil, que hacen todos los días, y en un instante pasan de la identificación con una idea abstracta a la identificación con otra.
Un tercer aspecto de la respuesta. Efectivamente hablé de movimientos incontrolados. Y así es, ciertamente, en la primera fase; y puse el ejemplo del inexperto que entra por primera vez a jugar con las olas, no las puede controlar, aun quizá se lastima el brazo o la pierna. Con práctica logra controlar el embate de las olas, y juega con ellas. Lo mismo sucedió en nuestras experiencias: llegamos a controlar la energía de la que hablé. Ahora bien, ese control ciertamente no se da en los casos de una supuesta posesión verdadera.
9. ¿No eran sus ejercicios una cierta práctica de ocultismo?
Jorge: De ninguna manera. Dije que nos sacaría del tema el hablar de mi motivación primera para realizar esos ejercicios, pero parece que será necesario hacerlo, para obviar curiosidades escabrosas. Yo soy un miserable profesor de filosofía. Hay muchos hombres miserables en el mundo, pero los más miserables, parece, somos los profesores de filosofía. Somos muy abstrusos. Uno de los autores más difíciles que manejo es Hegel, quien escribió uno de los libros más maravillosos que se hayan escrito jamás —esté uno de acuerdo o no con él— titulado La fenomenología del espíritu. Mis estudiantes, aunque ya grandes, pues los jesuitas suelen tomar estos cursos a los 24, 25 años de edad, me parecía que, sin embargo, no tenían aún la suficiente experiencia vital como para vivir profundamente lo que se dice en La fenomenología del espíritu de Hegel, o en la Monadología de Leibniz, o en la Desesperación de Kierkegaard, o en las Confesiones de san Agustín. Yo me daba cuenta de que mis estudiantes, siempre muy estudiosos y aplicados, estudiaban sólo con la cabeza, y era natural. Pero me preguntaba yo si sería posible estudiar de otro modo. O más que estudiar, vivir; ver si era posible involucrarnos no sólo con la cabeza, sino con todo nuestro ser. Yo buscaba algo, y lo comenté con ellos; incluso una vez, para suscitar su fantasía, les dije que quizá un día iríamos a pensar en alguno de esos problemas revolcándonos en el lodo. No que hubiéramos ido; era una manera de preguntar.
Sucedió entonces casualmente que uno de mis amigos, director de teatro, me invitó a uno de sus ensayos —él no solía invitar a nadie— pues usaba una técnica especial, de poner a sus actores en estado de trance. Fui por ser él un gran amigo, y porque me interesaba todo lo suyo. Cuando vi aquello, tuve también ese “estupor de la conciencia apolínea, que después de todo no se ve separada del mundo dionisíaco sino por un velo muy tenue”. Y pensé que quizá estaba ahí lo que yo andaba buscando. Quise hacer los ejercicios para ver si era posible afrontar la problemática filosófica en estado de trance. Naturalmente no lo hemos hecho. Pero sí indico mi motivación e interés. Nada que tenga que ver con el ocultismo.
Rieron ustedes al oír que no había llevado yo a cabo mi idea original. El caso es que para empezar a manejar la energía del trance es menester —digamos, no sé— al menos, hacer ejercicios cuatro, cinco horas diarias durante mes y medio; y mis estudiantes tienen muchas tareas y una agenda súper–llena. Mi amigo, el que nos dirigió los primeros ejercicios, sabía de mi idea, sabía que estaba yo dando un curso sobre Kierkegaard, e hicimos algunos intentos al respecto; pero fue poco, y además todavía no estábamos en las mejores condiciones. Alguna vez será.
10. ¿Cuál es la diferencia entre los carismáticos, que hablan en lenguas, y los espiritualistas, que se contorsionan? ¿Están bajo una entidad superior, Dios o endemoniados?
Jorge: La enumeración de posibilidades es incompleta. Hay una tercera posibilidad: que estén bajo la acción de fuerzas naturales. Puede darse el caso de personas de buena voluntad que se vean sujetas a extraños fenómenos, y que no se les ocurra que puede tratarse de fenómenos, aunque extraños, naturales. El carismático creerá que está actuando el Espíritu Santo, el espiritista creerá que ya se presentó el aparecido, el otro creerá ser víctima de posesión diabólica. ¿Son posibles esas respuestas, esto es, que se trate respectivamente del Espíritu Santo, del aparecido o del diablo? Estrictamente sí. En el caso concreto del diablo dejé abierta esa posibilidad —entre otras cosas para que no me vayan a quemar en leña verde—, pero esa posibilidad, como anuncié, la trataré en la próxima velada (y habrá una sorpresa). En resumen, pienso que en la mayoría de los casos como los mencionados hay más bien una explicación natural.
11. Una vez realizados los exorcismos, ¿qué le pasa, física y mentalmente, al exorcista?
Jorge: Me referiré primero a nuestras experiencias, tanto cuando había como cuando no había control de la energía. En la exposición olvidé decir que terminábamos agotadísimos, como si hubiéramos jugado un intenso partido de futbol o de básquetbol, y sudado mucho. Nos bañábamos, cenábamos como leones, y ya no se podía hacer otra cosa que echarse a dormir. Eso sí, al día siguiente la sensación física al despertar era maravillosa, como el regresar de las mejores vacaciones que se hayan tenido. Esto es, hay fuerte cansancio físico, y creo que psíquico también, pero es un cansancio muy agradable. Viniendo ahora al exorcista después de los exorcismos: nunca he hablado de esto con un exorcista profesional, pero me imagino que los efectos serían similares a los nuestros, si es que en realidad él ha manejado simplemente las energías de lo que he llamado trance. Si, por el contrario, él realmente se enfrentó con el diablo, no sabría yo responder; y me limito a repetir lo que otros dicen, que hay serios desgastes físicos y psíquicos, aunque por desgracia los testimonios suponen que el exorcista siempre se enfrentó al mismo diablo, y no ven la primera posibilidad. En fin, dicen que los exorcistas casi siempre acaban mal. Recuerdo el caso famoso del P. Surin, que se ofreció a Dios para que fuera él el poseído y liberara así a un grupo de posesas. Muy pronto comenzó él a presentar algunos fenómenos de posesión, a ratos parecía poseído, a ratos caía en melancolía profunda y en ellos le asaltaban pensamientos obsesivos de suicidio. Mi opinión personal sobre todo este histórico caso es que ahí ciertamente no hubo nada de intervención diabólica, sino sólo energías de trance.
12. ¿Qué opinaría un psiquiatra sobre las posesiones?
Jorge: Lamentablemente no entró en el plan de este ciclo el punto de vista psiquiátrico, pues tratamos de ceñirnos a los casos en que la Iglesia juzga prudente hacer exorcismos, esto es, en que ya no basta acudir al psiquiatra. Recuerden que hice notar al principio que no tocaríamos aquí esa inmensa mayoría de casos que la Iglesia remite simplemente al médico y al psiquiatra y estos casos, están, en principio, resueltos. Se me ocurre, con todo, una solución: que, en lugar de la película programada para la novena sesión invitáramos a un psiquiatra.
13. ¿Podríamos concluir que son ilimitadas las capacidades de los seres humanos, pues fuimos hechos a imagen y semejanza del Creador, o al menos que esas capacidades son mucho mayores de lo que conocemos actualmente? Pienso que esos fenómenos sólo aparecen, y de pronto, en personas predispuestas, pero que inicialmente el Creador nos dio a todos esos dones, que hemos ido perdiendo.
Jorge: Estrictamente, el único ilimitado es Dios. Todos los demás seres tenemos nuestros límites. Pero sí considero que nuestras potencialidades son mayores de lo que imaginamos, y que algunas ni siquiera las hemos llegado a sospechar. Aparte de otras que conocemos, pero que no hemos desarrollado o no les hemos dado toda la importancia que tienen, como el tener manos, el poder amar, el ser libres. Y sí, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Me parece que eso que nos constituye como imagen y semejanza divina es, en el orden natural, la libertad; y en el orden sobrenatural, la gracia.
14. ¿Tiene la Iglesia exorcistas profesionales en la banca, o es el párroco, o el sacerdote más cercano quien realiza el exorcismo?
Jorge: En algunas diócesis hay un exorcista nombrado por el Obispo. A ése lo llamé, por comodidad, exorcista profesional. El nombre sería el de Exorcista de la Diócesis. Se suele elegir a un sacerdote prudente, no de fácil credulidad, de vida ejemplar y con conocimientos del tema; lo que llamaríamos un experto. Cuando se presenta un caso en el que el Obispo considera prudente el realizar un exorcismo, es el exorcista de la diócesis quien lo ejecuta. Pero no todas las diócesis tienen un exorcista designado; entonces, cuando se presenta un caso similar, el Obispo designa al sacerdote concreto que realizará el exorcismo; no es que le toque hacerlo al párroco, ni al sacerdote más cercano, ni al que ande por ahí, sino que ha de ser designado para el caso concreto por el Obispo, quien incluso puede llamar a un sacerdote de otra diócesis.
15. Hablando de posesiones verdaderas: ¿es menester que la persona preste su voluntad, o puede ser poseída aun contra su voluntad?
Jorge: El tema de las verdaderas posesiones lo trataré la próxima vez. Por hoy me limito a responder en forma escueta: es doctrina segura, en concreto de santo Tomás, que el diablo, aunque pueda inducir fenómenos espectaculares de cuerpo y de mente, no puede, sin embargo, tocar lo más profundo de nuestra libertad.
16. La técnica del trance de la que usted habló, ¿se ha usado sólo en el teatro, o también en otros terrenos?
Jorge: Que yo sepa, así, expresa y abiertamente, sólo en el teatro. Pero no lo garantizo; quizá se use en otros terrenos. Que de hecho se maneje en otros terrenos, sin conciencia de que se trata de fuerzas naturales, me parece claro, y de eso he estado hablando toda la noche. Incluso externé mi sospecha de que en un grupo de carismáticos que yo conocí, lo usaban sabiendo, o sospechando al menos, que se trataba de fuerzas naturales, pero no lo decían y en todo caso contribuían a que la gente creyera que se trataba de directa intervención del Espíritu Santo.
17. Yo participé personalmente en el grupo de Jorge. Después podía yo entrar solo y naturalmente en estado de trance. Por la calle o en el camión era entonces yo muy perceptivo a los sentimientos de los demás. Yo sentía, por ejemplo, que el vecino estaba muy triste. Una sonrisa de otro me decía muchas cosas. Alguna vez me puse en trance solo en mi casa, voluntaria o involuntariamente; una vez estando yo dormitando, me empecé a mover, y también la cama; era un rechinadero tal, que yo no sabía ni qué onda. Los sentimientos acompañantes pueden ser de sufrimiento o de angustia, pero también viene a ser algo parecido a un orgasmo espiritual. Me gusta mucho correr, y un día fui a la Unidad Deportiva del Parque Ávila Camacho. Se me ocurrió correr a muy alta velocidad, dudando si lo lograría. La pista estaba sola, y yo estaba predispuesto. Empecé a dar vueltas al campo, me concentré, y de pronto me di la consigna de correr. Corrí a enorme velocidad, como si me fueran jalando. La gente se quedó impresionada, y yo también. Me volví a verlos. Y me dio miedo. No supe qué había pasado conmigo. Con la cabeza inclinada salí del campo. Y ya no lo he vuelto a intentar. Sé que tengo mis límites, pero que soy capaz de trascender muchos límites. Algunos llaman madurez a la aceptación de los propios límites. Y piensan que el querer trascender los propios límites denota inmadurez. Yo prefiero no hablar de madurez, sino de diversos niveles de conciencia, pues cuando una fruta está madura, se cae, y ya no sirve. Cristo (como hombre) entró a niveles de conciencia muy fregones (sic), tanto que algunos lo ven como un inadaptado (al mundo convencional). Digamos que trascendió sus límites (que como hombre tenía). Eso lo señaló, y lo compartió con nosotros.
18. Por lo que sé de los ejercicios de trance y de concentración, se utilizan para llegar a Dios, como un acto de religión. ¿Es así?
19. Yo también soy del grupo de Jorge. Cuando me habló de ello, me interesé; y no sé por qué, pues soy escéptico respecto de horóscopos, adivinaciones y cosas por el estilo. Al comenzar, viendo lo que sucedía con otros compañeros, me puse a temblar, como lleno de terror. Me parecía ver escenas de El exorcista. En sesiones posteriores, ya relativamente más calmado, hicimos la vivencia del Padre Nuestro; fue una gran vivencia de hermandad; como muy espontáneamente, y sin ponernos de acuerdo, produjimos entre todos un murmullo, que era algo así como una canción de cuna. Nunca olvidaré esa experiencia. Tengo deseos de repetir los ejercicios y de llegar a saber de qué se trata; debe de haber alguna explicación; eso sí, no creo para nada que se trate de algo diabólico, sino más bien de algo que eleva a Dios, eso que al principio me había llenado de terror.
20. El trance del usted habló, ¿se relaciona con los diferentes niveles de hipnosis?
Jorge: Por lo que he oído de la hipnosis, hay, al menos, semejanzas notables con el trance que he tratado de describir. Tanto que algunos de mis compañeros han opinado (pues cada vez discutimos nuestras experiencias) que se trata de auto–hipnosis. Les paso al costo tal opinión, que yo no comparto totalmente.
21. Aquí en Guadalajara existen diversos grupos organizados. ¿Ustedes forman parte de esos grupos organizados? Pregunto también si cualquier persona puede hacer esos ejercicios.
Jorge: No formamos parte de grupos organizados. Nos juntamos un grupo de amigos interesados, así de simple. El que todas las personas estén capacitadas, yo respondería, en principio, sí. Sin embargo, no lo recomendaría indiscriminadamente; y, también en principio, lo desaconsejaría, como dije ya, a personas que tuvieran problemas psicológicos serios. Dicen los médicos que no hay persona cien por ciento sana en su cuerpo; y los psicólogos dicen lo mismo respecto de la mente o psique. Así que uso ahora una frase ambigua: cualquier persona, que esté física y psicológicamente sana puede hacer estos ejercicios. Aquí sirve de nuevo el ejemplo que puse del mar. ¿Cualquiera puede entrar al mar y ponerse a jugar con las olas, aunque hoy sea la primera vez que conoce el mar? Creo que la respuesta es clara: si se trata de un muchacho fuerte, robusto, deportista, o de alguno que no lo sea tanto, pero que está sano, le diremos que sí. Pero supongamos un muchacho medio inválido, o que necesite muletas, es claro que no lo induciremos a que se meta a jugar con las olas altas.
22. Quisiera narrar mi experiencia, hará un año, en una sesión a la que fui invitado, con un yogui (2) aquí en Guadalajara. Tras una charla muy amena, nos dijo que íbamos a entrar en trance. Comenzaron a apagar las luces, se encendió incienso y se tocó música de laúd. Él nos dijo que moviéramos la cabeza. Yo estaba escéptico, pero, en fin, comencé también a mover la cabeza. En breves minutos estábamos en trance casi todos, y comencé a mover mi cabeza en forma muy fuerte. Quise detener ese movimiento, pero ya no pude. Me costó mucho trabajo salir de ese estado. Al final, todos narramos nuestras vivencias, como un joven lo hizo aquí. Algunos hablaron de emociones hermosas; otros dijeron que habían sufrido mucho. Yo le dije al yogui “Me hipnoticé”. El yogui se molestó, aun se puso algo agresivo en mi contra y me respondió que no era hipnotismo, sino trance. Todavía otra experiencia: de joven comencé a practicar la auto–hipnosis; y en una ocasión fui a Lagos de Moreno. En la carretera, muy recta, me dio por auto–hipnotizarme; y me fui manejando dormido desde Villa de Guadalupe hasta Lagos. Ya no lo he vuelto a hacer, por temor a que algo falle, y me estrelle. Sigo insistiendo en que se trata de diferentes estados de hipnotismo, aunque la gente les dé nombres diversos. Desde luego no se trata de cosas que en sí sean moralmente buenas o malas; ni angélicas ni demoníacas, sino cosas de la mente.
23. He oído que la Biblioteca Vaticana contiene un acervo inmenso de conocimientos, pero que sólo los va comunicando según lo necesiten los pueblos; y que, si ahora se nos comunican muchos conocimientos, en realidad éstos ya existían antes. Y que el Vaticano podría dar más información, pero no lo hace porque no considera que sea necesaria para el pueblo. ¿Qué hay de cierto en esto? Lo insinúa el que los mismos sacerdotes no están al mismo nivel. En una ocasión pedí a un sacerdote su opinión sobre los conocimientos astrales; quería que me informara sobre nuestras facultades y sobre las energías diversas, que en sí mismas no son ni buenas ni malas. Le pregunté también sobre los seres extraterrestres. Lo único que el sacerdote me respondió fue que no me metiera en esas cosas. Pero hay sacerdotes que sí saben mucho al respecto; qué se yo, un tiempo la gente creía que el diablo tenía cuernos, pero ahora se nos da otro tipo de información. En fin, a veces no se sabe a quién recurrir para ser orientado en la fe.
Jorge: La Biblioteca Vaticana es ciertamente maravillosa. Pero no me es posible responder con profundidad a la primera pregunta, pues necesitaría yo ser el responsable de esa Biblioteca, y no lo soy. Eso sí, la Biblioteca suele estar abierta; y hasta donde alcanzo a ver, hay mucho de mítico en esas ciencias ocultas vaticanas. A la segunda pregunta, respondo que sí es diverso el nivel de conocimiento entre los sacerdotes, lo cual es muy natural, pues el Espíritu da sus dones diversos a quien quiere y como quiere. Unos reciben el don de enseñar, otros el de predicar, otros el de comprender a los demás. Hay que tener en cuenta el número relativamente escaso de sacerdotes, y el fin de la Iglesia que es el avance espiritual en sí. Trataremos de tocar otros aspectos de la pregunta en las sesiones próximas.
1- Sal 139 (138), 14.
2- Practicante de yoga.