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Las luchas por el agua como expresión de conflictos

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Al plantearnos el tema de las luchas sociales por el agua, entendemos que son manifestaciones de un conflicto; no existe lucha sin que medie un conflicto en el que se enfrentan los individuos desde posturas disímiles en relación a ese recurso: ¿cómo debe distribuirse?, ¿quién debe pagar?, ¿quién lo gobierna? y ¿quién toma las decisiones? Estas y otras preguntas son las disyuntivas que dividen opiniones y dan lugar a nuevas formas de relaciones entre los individuos y la naturaleza.

En contraposición a otras posturas que moralizan el conflicto o lo observan como una amenaza al equilibrio social, aquí entendemos que él es inherente a la sociedad ya que es productor/generador de la sociedad, y, al igual que Simmel, consideramos que es parte del proceso de socialización de los individuos y por ende de la construcción de lo social (Simmel, 2010). Así, cuando se hace referencia al conflicto se está pensando al mismo tiempo en órdenes particulares-históricos, con tramas institucionales específicas y relaciones sociales que ese fenómeno “deconstruye” y “reconstruye”.2

Y es aquí donde se instala la idea de que la sociedad tal cual la conocemos es productora de desequilibrios:3 sociales, o sea, entre los hombres; y con la naturaleza, esto es, entre el hombre y los recursos naturales que sostienen la vida. Por eso es que las luchas sociales serían las formas con las que los individuos intentan revertir lo que para ellos son desequilibrios creados en la construcción del orden social.

Por otra parte, un conflicto no existe en abstracto, es decir, no puede estudiarse sin referencia a un orden histórico que está en disputa. Y un orden, en tanto ejercicio de la victoria, es resultado de una lucha que quedó definida y plasmada en las instituciones (Foucault, 1978, 1992, 1994). En consecuencia, cuando hablamos de conflicto y orden, nos referimos al ejercicio de un poder que se observa en la edificación y establecimiento de determinadas instituciones y reglas, y a la construcción de un cuerpo y un tipo específico de disciplinamiento y saber erigido a partir de la expropiación del poder de los cuerpos (Marx, 1971,1974, 1998; Foucault, 1978, 1992, 1994; Marín, 1982b, 1983, 1994, 2000, 2004).

Ahora bien, la expropiación del poder de los cuerpos supone diferentes formas de confrontación y la articulación de estas constituye una lucha social: “Si esta problemática teórica fuera desarrollada, observaríamos que el proceso de expropiación del poder material de los cuerpos nos remitiría a ámbitos distintos de confrontación: al proceso de construcción de esos cuerpos, a su anatomía política; […] ¿cuál sería el eslabón para articular esa teoría rigurosa? La confrontación” (Marín, 1994: 63).

La confrontación en tanto acción de lucha se constituye en el observable, en el operador teórico-metodológico que permite visualizar el grado y los modos de avance de una lucha social, y es con esta que se puede caracterizar el conflicto del cual parten y al cual están haciendo referencia los distintos actores en lucha por el agua.

Por otra parte, si toda acción conlleva una voluntad, entonces las voluntades contrapuestas conforman una lucha, por lo que las acciones de lucha son aquellas que intentan detener una acción cuya determinación es de sentido contrario. Dicho de otra manera, la acción de lucha es la que se contrapone a la voluntad de otro. Así es como en este capítulo las acciones que reportan las noticias de los periódicos han permitido construir una matriz de datos que hace inteligible la evolución de las confrontaciones por el territorio político del agua.

El conflicto del agua

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