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GOA, ENCUENTRO EN EL MERCADO DE ESCLAVOS
ОглавлениеCuando las naos del capitán Lustau llegan a Goa, son recibidas por un enjambre de personajes deseosos de comerciar con todo aquello que suponga algún valor. Trae especies de Ternate comercializadas en origen por Francisco Serrao, verdadero adelantado de Indias, que en la práctica maneja los mecanismos del comercio por esas tierras. De hecho, Serrao manda cartas con los barcos de Lustau para un tal Fernao de Magalhães, que ha participado en la conquista de Goa y este al recibirlas se fija en el adolescente y la mujer que lo acompaña.
El capitán Lustau observa la escena y no pierde la ocasión de sacar provecho. Inmediatamente pone precio a los indígenas y los oferta a Magalhães.
—Bienvenido seas señor Fidalgo de Magalhães. Si el muchacho le interesa no lo exhibiré al público, pero deberá pagarme su valor.
«¿Por qué no?» Debió pensar Magalhães. Al fin y al cabo, el origen de su linaje estaba en De Magalhãis, un cruzado francés del siglo XI, al que con frecuencia hacía referencia su padre, don Rodrigo de Magalhães. Por si fuera poco, durante la convivencia con su padre, Fernão, lo recuerda como gobernador del puerto de Aveiro, donde era bien reconocida su nobleza y donde se hacía rodear de plebeyos. Tal vez todo eso despierta el deseo de tener uno o más esclavos. Y los compra.
—Me quedo también con ella —dijo señalando a la joven que habían capturado junto al muchacho.
Inmediatamente se plantea como llamarlo. Magalhães es un hombre avispado, además de culto, así que sabe que Dusawong, esa palabra que pronuncia la mujer cuando se dirige al chico, debe ser su nombre real. Pero le llamará Enrique en honor a su admirado Infante, ya fallecido, su majestad Enrique el Navegante.
Fernão no marca a Enrique con el carimbo, un hierro candente que se aplicaba a los esclavos en el rostro. No desea estropear la belleza natural de un adolescente de piel oliva. Enrique, aunque comparado con un blanco es de piel oscura, no es negro, ni siquiera mulato. Es un nativo original de las Islas Orientales, no proviene de África y no es hijo de blanco y negra.
A partir de ese momento, Magalhães va instruyendo a su esclavo para convertirlo en criado fiel a su servicio. En los días siguientes le sigue a todas partes, mitad porque así debe de ser y mitad porque Dusawong se siente atraído por todo aquello que rodea a su señor. Aunque viene de una isla perdida al final del Pacífico, conoce lo que es la sumisión. En esa parte del mundo también hay señores a los que otros les prestan obediencia. Él no lo ha visto, pero ha oído hablar del rey de una pequeña isla cercana al que llaman Lapu-Lapu, dicen que es temible y que a veces subyuga a los que de manera voluntaria o fortuita arriban a su isla. De todas formas esos pensamientos van quedando lejos, porque ahora está conociendo la bulliciosa vida de Goa, Calicut y demás lugares que va visitando mientras acompaña a su señor. Poco a poco, va dejando de ser Dusawong para convertirse en Enrique. Al mismo tiempo y mientras se va sumergiendo en la nueva cultura que le rodea, va dejando de ser indígena para convertirse en el criado de Magalhães.
Cuando el capitán Lustau lo capturó, no recibió buen trato, pero ahora Fernão, su dueño, lo trata de forma más amable. Quiere saber si sabe algo de las especies, así que le va enseñando algunos clavos, canela, nuez moscada, etc. y observa la reacción del niño. Porque eso es lo que es en estos momentos Enrique, un niño. Más de un tripulante de la escuadra que lo capturó habría tratado de seducirlo. De no ser porque el pecado nefando está castigado con penas muy severas, Enrique ya habría pasado por esa experiencia, pero para bien o para mal lo ha comprado Fernão de Magalhães, si esa relación ha ocurrido, ocurre o si en algún momento ocurrirá, deberá ser de forma muy oculta y cuidadosa. Cuando tal relación se lleva a cabo, el capitán, los alguaciles o las autoridades religiosas, acaban por condenar a los participantes descubiertos, a durísimos castigos, incluidos la muerte.