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Capítulo 1
Dejar el cuerpo y volar

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Sábado 12 de agosto de 1995

Alelí (40) está en regresión trabajando su miedo a enfrentarse con la gente. De pronto, al vivenciar un episodio de su infancia, comienza a experimentar sensaciones que pertenecen a una muerte anterior.

Alelí: ¡Ahgj! ¡Me falta el aire! —agitándose—. ¡No puedo respirar! ¡Me están tapando!

Terapeuta: ¿Qué está sucediendo?

A: ¡Me están tapando con el cajón! ¡Pero yo no estoy muerta!

T: Siga.

A: Me falta el aire… no me escuchan…

T: Siga.

A: Quiero salir, pero no me puedo ni mover. ¿Cómo les digo que no estoy muerta? ¿Por qué no se dan cuenta de que no estoy muerta?

T: No importa lo que sea, siga adelante. Yo estoy aquí, a su lado, acompañándola en esta experiencia. ¿Qué está pasando?

A: Me están tapando con tierra. No puedo hacer nada.

T: ¿Qué está pasando que no puede hacer nada?

A: Estoy dura. No me puedo mover. No tengo más aire y se fueron todos.

T: Siga avanzando.

A: Siento que ya estoy muerta y se olvidaron de mí. Estoy dura.

T: Siga.

A: Me veo acostada y me quedo. Ya estoy muerta —serenándose.

T: Eso es. Ahora, al contar hasta tres, retrocederá un poco antes de esta escena y verá, claramente, cómo es que llega a esta situación. Uno… dos… tres.

A: Es como que* tuve un ataque. Como que me descompuse. Alguien me atendió.

T: Vea qué clase de ataque.

A: Me empezó a faltar el aire. Estoy morada… me ponen algo en la nariz… alcohol… Debe de ser para hacerme reaccionar…

T: Siga, ¿qué más?

A: …Me mueven los brazos… pero ya estoy inconsciente.

T: ¿Qué fue lo que pasó?

A: Había estado con tos; como que tenía un problema de asma.

T: Siga.

A: Empecé a ahogarme y no reaccionaba. Me pongo oscura… no reacciono…

T: Siga, no se detenga.

A: …Dicen que estoy muerta. ¡Estoy muerta!

T: Siga.

A: Me sacan de la cama y… estoy en el cajón y… me acomodan las piernas… me tapan… pero yo, ¡no estoy muerta!

T: Siga adelante.

A: Todos están alrededor de mí, pero no sé quiénes son…

T: Siga.

A: …Y después, me echan la tierra encima. ¡Quiero salir!, pero no me puedo mover.

T: ¿Qué está pasando que no se puede mover?

A: Siento que tengo el cuerpo duro.

T: Ahora fíjese. Su cuerpo, ¿está vivo o está muerto?

A: El cuerpo está muerto. ¡Está muerto!

T: ¿Dónde está el cuerpo?

A: El cuerpo está tirado, duro y muerto.

T: ¿Y dónde se encuentra usted cuando ve el cuerpo?

A: Estoy mirando desde arriba. Miro mi cuerpo. Veo ese cuerpo que debe de estar rígido. Veo… siento que estoy suspendida y miro el cuerpo.

T: ¿Y qué piensa cuando ve ese cuerpo?

A: Pienso: No te querías morir, pero, ¿ves que ahora estás bien?

T: ¿Y cómo es usted cuando está suspendida allí?

A: Yo estoy mirando el cuerpo, pero veo que yo soy algo que no se ve. Como si fuera… como si fuera algo así como un humo blanco.

T: Siga adelante.

A: Sigo mirando y empiezo a subir. El cuerpo queda allí, y yo subo y estoy contenta. Es como si estuviera en el cielo.

T: Eso es, ¿qué más?

A: Ya no tengo dolor. Estoy feliz, dando vueltas, como si estuviera volando.

T: Y cuando está allí, ¿está sola, o acompañada?

A: No hay nadie, pero tampoco busco. Voy subiendo cada vez más. Ya no veo más el cuerpo.

T: Y si usted supiera, ¿qué aprendizaje puede hacer de esta experiencia?

A: Aprendo que la muerte no es algo malo. Es pasar a otra vida. Es simplemente dejar el cuerpo y pasar a algo mejor. Por lo menos, me da alegría. Veo que no es malo estar muerta. Es probable que no me daba cuenta de que ya estaba muerta. Por eso sufría. Porque me resistía a morir.

T: ¿Algo más?

A: Ahora, me doy cuenta de que el miedo que tenía de enfrentar a la gente, era por la indiferencia de la gente ante mi muerte. Yo sentía la resistencia a morirme. Sentía que la gente me abandonaba y no hacía nada por mí. Pero yo ya estaba muerta. Sólo que me resistía a morirme. Pero eso ya pasó.

T: Eso es. Todo eso ya pasó y ya no se encuentra allí. Ya nada de eso le pertenece. ¿Hay algo más que quiera decir o agregar?

A: La muerte es, simplemente, dejar el cuerpo y volar.

Exactamente así, ni más ni menos, como dijo Alelí: “La muerte es dejar el cuerpo y volar”. Así de fácil. Así de simple.

Para Nuria, de cincuenta y cuatro años, la muerte “es como dar un paso de un lado a otro”. Y para Gloria (44), “es como salir de un estuche apretado”.

¿Por qué, si es tan simple y sencillo, por qué tenemos tanto miedo? ¿Por qué experimentamos con dolor, como si fuera un castigo o una tragedia, algo que es tan natural como el nacimiento?

Para aquel que ha nacido, la muerte es segura, y seguro es el nacimiento, para aquel que ha muerto, dice el Bhagavad Gita (II:27).

No hay nacimiento sin muerte, ni muerte sin nacimiento. La muerte es un hecho natural y está implícita, está contenida, en el nacimiento. La muerte no es el final. Sólo es el punto medio de una existencia continua, que se manifiesta en dos mundos, en dos realidades, en dos dimensiones diferentes. Sólo la ignorancia y el olvido de nosotros mismos, de nuestra esencia, de lo que realmente somos, es lo que nos ha llevado al estado actual de nuestra cultura, donde la muerte es negada, temida y combatida empecinadamente, como si fuera un enemigo acérrimo al que hay que derrotar. Digamos, de paso, que el miedo a la muerte ha sido manejado y utilizado como instrumento de dominación de las voluntades individuales. Pues hay algo que es muy sencillo, y esto es: que no se puede esclavizar ni tiranizar a una persona que no le teme a la muerte. Este detalle ya lo había percibido Julio César, al referirse a los druidas en La Guerra de las Galias (6:XIV):

Lo que ellos procuran sobre todo de persuadir, es que las almas no mueren, sino que, después de la muerte, pasan de un cuerpo a otro; esta creencia les parece particularmente propicia para estimular el coraje, suprimiendo el miedo a la muerte.

La muerte es un acto de vida. Es el paso necesario para asegurar la continuidad de la conciencia del otro lado del río. Pero para que este paso sea natural y lleve a un renacimiento en mejores condiciones, es necesario que se cumplan determinados requisitos. Fundamentalmente, morir sin temor, en forma consciente y en el momento justo y preciso. No es bueno anticipar el momento de la partida del alma, como tampoco diferirlo artificialmente. Ambos recursos tienen sus consecuencias negativas.

Para que el alma pueda seguir su viaje ascendente y realizar su aprendizaje, es necesario permitir que la muerte vuelva a ser lo que es:

Dejar el cuerpo y volar.

* Todas las personas, en trabajo de regresión, utilizan la expresión “…es como que”. El hablante no encuentra palabras para describir una circunstancia inédita y debe apelar al lenguaje que nombra objetos conocidos por él. Esto demuestra la extrañeza de la persona ante una experiencia nunca vivida en su vida actual. (N. del A.)

El viaje del alma

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