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PRÓLOGO

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Como cualquier otra obra científica, el libro que el lector tiene entre las manos se integra en el ámbito de una disciplina —en este caso la sociología militar— que ha sufrido una importante transformación en el último medio siglo. El vínculo entre la historia militar —una subdisciplina historiográfica de tradición milenaria— y las ciencias sociales se estableció desde los años sesenta y setenta del siglo pasado, a partir del planteamiento en el debate académico de nuevas cuestiones y problemas relacionadas con la política de defensa de los Estados Unidos. En el campo genérico de estudio titulado «Fuerzas Armadas y sociedad», que se fue diseñando en esa época en el ámbito cultural anglosajón, confluían varias disciplinas y subdisciplinas: la Sociología, la Ciencia Política, el Derecho, la Economía, la Psicología o la Historia Social, por entonces en plena efervescencia. El paradigma innovador que se fue perfilando en esos años implicaba a la Sociología y a la Historia militar en tres áreas básicas de estudio: la sociología de la guerra y de los conflictos entre grupos armados, las relaciones entre civiles y militares (con los efectos de las instituciones militares en la sociedad y el gobierno, y viceversa) y la sociología militar en sentido estricto, con desarrollos particulares, como la microsociología de las pequeñas unidades combatientes, el decurso de la carrera militar, los motivos del reclutamiento, adiestramiento y socialización del personal, o los efectos del servicio militar en la estructura social y productiva de los países.

En España, esta vía de aproximación interdisciplinar al fenómeno castrense fue abierta entre otros por Julio Busquets, cuyo penetrante e innovador análisis del militar de carrera inauguró en nuestro país los estudios de la moderna sociología militar, cada vez más incardinada en el concepto, mucho más inclusivo, de «Fuerzas Armadas y sociedad», como estudios dotados de una sólida base sociológica y de ciencia política, pero que son más un campo de estudio remozado desde la perspectiva de lo social que una disciplina científica absolutamente nueva. Aunque en aquellos años de la transición política a la democracia influyentes historiadores militares —por no decir mejor militares historiadores— seguían considerando que la disciplina debía centrarse en una mera narración de hechos bélicos, autores como Rafael Bañón, José Antonio Olmeda, Juan Carlos Losada, Andrés Mas o Thomas Barker destacaron en la aplicación a España de esta perspectiva interdisciplinar interesada en los aportes de las otras ciencias sociales. Surgió así una historia social de las Fuerzas Armadas que no solo dirigía su atención a situaciones colectivas (composición social del Ejército, actitudes sociales y políticas del personal militar, etc.), sino que también ponía el acento en las experiencias personales de los combatientes, incluso los de más bajo rango y condición.

Hasta fechas relativamente recientes, el único interés que despertaban las Fuerzas Armadas en los círculos académicos españoles era su impacto en las luchas políticas intestinas a lo largo de la época contemporánea. La segunda mitad de los años setenta fue de transición para la historiografía militar española, y la de los ochenta, de gran eclosión de publicaciones sobre historia militar contemporánea. En las últimas dos décadas del siglo XX, la temática militar se consolidó en el interés de los investigadores españoles, y su ámbito de aplicación se amplió con trabajos de tipo histórico, político y sociológico. En este último campo de estudio se pueden distinguir dos vertientes de investigación: la sociología militar propiamente dicha, que se interesa por la investigación empírica, con criterios de optimización sociológico-organizativa al servicio de los intereses de su explotación militar, y la aplicación al ámbito militar de los principales modelos teóricos de índole macrosociológica que han sido objeto de debate a nivel internacional después de la Segunda Guerra Mundial, donde, por ejemplo, se analiza el empleo de la violencia por el Estado y el ejército como factores decisivos en la organización de la sociedad y las transformaciones sociales.

El trabajo de José María García Baudín se afinca en esa indeterminada no man’s land entre lo historiográfico y lo sociológico. Con precisión de experto taxonomista —no en vano es doctor ingeniero agrónomo, y ha desarrollado sus más de cuarenta años de su carrera investigadora en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA)— desgrana con precisión y minuciosidad, en un estilo directo sin concesiones a la retórica, las experiencias personales y profesionales de esa élite de la milicia que representaban los capitanes generales, en un período tan dilatado como fue el de la Restauración (1875-1923). De este modo, se analizan su ámbito familiar (con algunas jugosas aproximaciones a la red de vínculos de sangre e intereses que anudaron algunas grandes sagas militares), su trayectoria profesional (con especial atención a su promoción o relegación durante las guerras y conflictos civiles que jalonaron el devenir histórico del siglo XIX), los ascensos, honores, condecoraciones, títulos nobiliarios y puestos disfrutados en la vida política y la administración civil. Su indagación queda a medio camino entre la biografía colectiva y la sociografía empírica, con un importante componente de cuantificación que se refleja en las numerosas tablas estadísticas que se ofrecen a lo largo de estas páginas. Pero también hay sitio para una reflexión eminentemente histórica. Cabe destacar el amplio espacio dedicado al fallecimiento de estas personalidades, no solo por el denso componente simbólico del protocolo funerario que se estableció durante el régimen restauracionista —tan celoso, como sabemos, a la hora de preservar la existencia de un poder militar autónomo—, sino porque las necrológicas publicadas por los periódicos de distintas tendencias políticas permiten revisar la imagen pública de estas «glorias del generalato» y calibrar el fuerte impacto que seguía teniendo la dignidad de capitán general en la sociedad española de la época.

Salta a la vista que el autor no es historiador de formación, pero García Baudín suple este inconveniente con un rigor extremo en el análisis cuantitativo de todas las circunstancias personales y profesionales posibles que permiten caracterizar a un cuerpo de élite, muy minoritario por su propia naturaleza, como era el de los capitanes generales de Ejército durante la Restauración. Sin duda, su obra será de consulta frecuente para todos los que deseen aproximarse a la sociografía del ejército español desde la desnuda objetividad del dato empírico, la cifra exacta y la descripción desapasionada.

EDUARDO GONZÁLEZ CALLEJA

Capitanes generales de Ejército en la Restauración (1874-1923)

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