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LA ESPAÑA DE MIS AMORES

Luis del Olmo

Periodista

Cada español lleva una España inserta en su corazón. Mi España es una gran familia a la que durante más de cuarenta años le he estado dando los buenos días. Cada mañana, cuando se abría el micrófono, mis primeras palabras eran estas: «Buenos días, España», y siempre he tenido la sensación de que nuestra querida España respondía al saludo.

Para los que estudiamos Historia en tiempos pretéritos, el concepto de España era tan indiscutible como inamovible. ¿España? España siempre había estado ahí. Estuvo cuando aún no se llamaba España, cuando se la conocía como Iberia, la tierra de los íberos, aquellos antepasados nuestros que se enamoraron de un río cántabro y lo consideraron como un dios, el dios Ibero, el dios Ebro. Nadie nos dijo en nuestros años escolares que el concepto de nación era demasiado alambicado en una época en la que aún no estaba claro ni siquiera el concepto de tribu.

España se ha hecho poco a poco, se hizo primero como territorio y se acabó de cohesionar como un todo, hasta llegar a ser una nación, pero tampoco una nación granítica y uniforme, sino una realidad más compleja.

Su unidad descansa precisamente en el reconocimiento de esta diversidad. La historia ha sido testigo. España ha ido construyendo su unidad respetando la identidad de todas sus partes.

Desde que está vigente nuestra Constitución, España ha protagonizado la mayor descentralización que se ha conocido en Occidente. Y lo hicimos sin rupturas, sin graves conflictos, con el consenso de toda la sociedad. Este fue nuestro auténtico milagro español. Muchos observadores pensaron que estábamos levantando castillos en el aire, nadie preveía que el modelo autonómico tuviera tanta aceptación.

La clave de la unidad, dentro de la diversidad, radica en el pacto y el consenso. No hay más horizonte que la convivencia, no hay más receta que la tolerancia. Pactar quiere decir ceder, negociar, quiere decir convivir. Y convivir quiere decir respetar la identidad en un marco de libertad y solidaridad. Pero también quiere decir aceptar la complejidad de la pluralidad, y aceptarla en todas las direcciones en las que esta complejidad se manifiesta. Y este no es un ejercicio fácil.

Lo importante no es perder el tiempo en intentar definir lo que somos. La verdadera definición es la de nuestros actos. Somos lo que hacemos.

Cuando realmente progresa la ciudadanía es cuando progresa y se hace mejor un país. Tengo fe en el futuro. La España de mañana será un país curtido, que ha sabido sacar lecciones de la crisis. La nueva España será un país respetuoso con el medioambiente, con un consumo sostenible, un país que posea los mayores índices de productividad y de competitividad de su historia, un país donde, en vez de grandes hazañas de conquistadores imperiales, abunden las hazañas cotidianas de anónimos conquistadores empresariales. La España que viene será la España hábil, creativa, dinámica, divertida y acogedora.

Es hora de afirmarnos como un pueblo abierto a todos los vientos de la historia con ciudadanos conscientes y orgullosos de su pertenencia. Lo nuestro es mucho más que un país, es un estilo de vida, lema de este interesante proyecto, 1785, cuya primera piedra es este libro que pone en valor todo lo positivo que hemos construido y que tenemos como sociedad.


Luis del Olmo

1785 motivos por los que hasta un Noruego querría ser Español

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