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1. Actitudes al comenzar los ejercicios

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Llamados a la intimidad con Cristo, urgencia y esperanza

Actualización en lo que va a ser el retiro: Jesucristo “explicándose”, dándose a conocer.

Lo más oportuno para empezar [este retiro] es que os recojáis y os actualicéis más en lo que va a suceder aquí en estos días. Una actualización, al menos en un sentido psicológico, conciencia refleja también, de la intimidad con Jesucristo y, por tanto, de esta revelación de Jesucristo a nosotros.

En los evangelios aparece muchas veces que Jesucristo, después de predicar, se retira con los apóstoles y les explica: “porque a vosotros se os ha dado conocer los misterios del reino”. No se les ha dado de tal manera que se les dé a ellos solos, porque nos dice que “lo que han oído en secreto lo prediquen desde los terrados”; se les da a los apóstoles respecto de cualquiera y a nosotros respecto de una serie de personas. Otras ya están metidas en la intimidad con Dios más que nosotros mismos. A nosotros se nos da el conocerlo antes, por tanto, el conocerlo ciertamente también en un nivel de explicación, en un nivel de intimidad personal. El conocimiento amoroso es esencial, pero también con esta explicitación de tipo incluso racional y sentimental que provoca la explicación; Jesucristo se explica. Nosotros disponemos de todos los elementos: la Biblia, la liturgia..., pero además disponemos de la gracia interior de Jesucristo mismo.

Conciencia de la presencia especial de Jesucristo

Lo primero, pues, es tener esta conciencia de la presencia especial de Jesucristo tal como es: el Hijo de Dios, el Ungido por el Espíritu Santo que nos comunica, y la Cabeza del Cuerpo místico, y que nos habla a nosotros como miembros de ese Cuerpo místico. Pero que nos habla además como a ministros suyos. Conciencia de que somos ministros del Señor. Que somos curas y ya está. Que estamos elegidos para todo lo que ya sabemos –y que de alguna manera profundizaremos en este retiro–, pero que no siempre lo estamos teniendo en cuenta ni de una manera refleja ni siquiera de una manera directa; si no, andarían las cosas de otra manera en nosotros y en nuestros alrededores.

Urgencia y esperanza

También la conciencia –y por consiguiente esta esperanza– de la urgencia y de la necesidad7. Vosotros también lo veis... Es que yo, cada vez que me doy un garbeo, por cualquier lado, sea hablando con personas –que evidentemente son siempre buenas, como se ve por la muestra– y he leído un montón de cosas, [veo que] realmente la urgencia de la situación es tremenda. Pues esto: ver si temblamos; ver si temblamos, por una parte, de la dignidad nuestra. Después meditaremos más despacio sobre ello. Pero, para empezar, si tenemos esta conciencia de esperanza, de complacencia, porque Jesús va a pasar unos días con sus ministros para que sus ministros nos unamos más a él y ejercitemos mejor el ministerio, es decir, para que pueda vivir mucho más en nosotros.

Examinar las disposiciones

Y luego ver qué disposiciones negativas puedo tener. Las positivas son la fe, la esperanza y la caridad, contemplar a Jesucristo y que yo soy su ministro; más aún, que estamos un grupo de ministros de Jesucristo. Ver qué actitudes puedo tener que impidan el que reciba esta revelación, este aumento, este acrecentamiento total, personal, que me santifica más, de la revelación de Jesucristo y de esta intimidad suya. Cada uno verá. Pero, en fin, yo pondría, recordando, por una parte, el año pasado8. Jesucristo habla de cómo la palabra muchas veces –o la semilla–, dejando aparte donde no cae o casi no cae, no produce [fruto] por el miedo, por las tribulaciones. Démonos cuenta que, muchas veces, puede ser que interiormente no acojamos la Palabra de Dios suficientemente porque tenemos miedo. Es un sentimiento que la gente lo tiene bien consciente. Le da miedo acercarse a Dios por lo que le vaya a pedir. Cuando lo tiene tanta gente, no tiene nada de particular que también lo tengamos nosotros. Nos puede dar miedo que, si nos abrimos más, si no ponemos obstáculo ninguno, Jesucristo nos va a iluminar algunas cosas que puedan no gustarnos sencillamente. Lo primero, pues, es [preguntarse] esto: ¿tengo miedo? ¿me acerco al Señor con un resabio de miedo? Digo un resabio porque mucho no tendréis, si no, no habríais venido. Resabio de miedo que hace que vengamos, pues tenemos suficiente deseo y esperanza para ello, suficiente caridad, pero que vengamos con ciertas reservas a esta apertura a cualquier cosa que el Señor nos pueda decir. Por tanto, que [cada uno] coja la Escritura entera y esté dispuesto a cualquier cosa que el Señor le quiera dar.

Otro aspecto es al revés: el de las preocupaciones, no el miedo a lo que vaya a pasar, sino la preocupación que tengo ya. En nosotros puede haber también preocupaciones de tipo material o de tipo meramente natural. Ahora, la preocupación precisamente son las cosas pastorales o sus alrededores: estas preocupaciones son las que tendríamos aunque no creyéramos en Dios, sólo que trasladadas a otra materia. Estas preocupaciones ahogan también la Palabra de Dios. Lo que dice [la parábola] “la preocupación de la riqueza”, nuestras riquezas, quitando la preocupación de comprar coche, no son así riquezas materiales muy grandes, pero son reales. Las preocupaciones pueden ser de tipo espiritual. Aparentemente muy buenas... [Pero entonces] estaré más preocupado por lo que me pasa a mí que contemplando este amor de Dios que es el que tiene que liberarme de las preocupaciones.

Después otra cosa: qué actitud traigo en cuanto a decisión, aquella “determinada determinación”, de que habla Santa Teresa. Ni yo puedo juzgar, ni vosotros siquiera, cada uno a sí mismo, pero un poco de sensación sí que da –que puede ser engañosa– de que vamos arrastrándonos un poco en la vida, de que vamos manteniéndonos y no acabamos de romper. Puede ser culpable, puede ser inculpable, y puede ser una impresión falsa, no hay inconveniente, pero vamos, la impresión ya se entiende. [Hemos] pues de preguntarnos: ¿tenemos la decisión de “cortarnos la mano” que sirve de escándalo, “sacarnos el ojo” que sirve de escándalo, en fin, estas posturas plenamente tajantes? Esto que recuerdo siempre –y que para empezar está bien–: ¿entramos con una actitud de tibieza que es simplemente ir pasando y no querer darles la importancia que tienen las cosas espirituales? ¿O con una actitud de mediocridad? Que quiere decir que, teóricamente, les damos importancia cuando nos paramos, pero que luego, de hecho, estamos más atentos a las realidades naturales que a la realidad sobrenatural –como postura general digo, en momentos claro está que nos pasará eso–. Les damos más importancia, de hecho, que a la palabra de Dios, no buscamos ante todo el reino de Dios y su justicia y lo demás lo esperamos por añadidura. Buscamos más la añadidura, que puede ser el fervor o la visión del fruto o lo que sea.

La actitud de confianza y la conciencia del amor de Cristo

O estamos en la actitud de fervor de recibir sencillamente lo que Dios quiera y “cargarnos” lo que Dios quiera que nos carguemos. Aquí, naturalmente, entra la actitud de confianza en Dios. Si el Señor nos ha traído [a este retiro] es porque nos ama a nosotros, a cada uno. La elección de Jesucristo, que se realizó eternamente, el día del bautismo, el día de la confirmación, el día de las órdenes, esta elección perdura, y perdura con el mismo amor y, por consiguiente, con el mismo deseo de llevarnos a la plenitud de la santidad. Con el mismo deseo, que nosotros no podemos particularizar, concretar, de que en este momento tengamos la santidad que nos corresponde. No sabemos cuál es, claro. Pero lo que sí sabemos es que es muy probable que tengamos un poco menos de la que nos correspondería y, por tanto, seamos también un poco menos fructuosos.

[Hay que actualizar] la conciencia del amor que Cristo [nos tiene], me tiene, y la conciencia del amor que Cristo tiene a los demás, a tantas personas como de hecho se beneficiarán si nosotros respondemos con fervor a la acción gratuita de Cristo, y no se beneficiarán si nosotros no respondemos.

Supuesto esto, se trata de vivir unos días con fervor, y decir con fervor quiere decir con paz. Se trata de pasar unos días con Jesucristo con todas estas actitudes. Lo importante, lo principal es que podáis tener más tiempo para revolver la Palabra de Dios de la Misa, de la Liturgia de las Horas, y del Ritual de Sacramentos sencillamente. Después, repasar la carga que llevamos durante el año.

Que la esperanza sea muy intensa. Fijaos que Jesucristo no tiene inconveniente ninguno en hacer milagros que dejan estupefacta a la gente cuando hay fe suficiente. Lo mismo que el amor de Cristo supera todo conocimiento, también el misterio del pecado supera todo conocimiento y, si no tenemos suficiente esperanza, entre otras cosas, es porque no tenemos suficiente visión de la necesidad que hay. Por otra parte, también la capacidad nuestra, en cuanto ministros de Cristo, supera todo lo que podamos pensar, por eso tenemos que ver, y examinar un poquito ahora, si entramos con esta esperanza, con este deseo de conversión, y de conversión rápida, es decir, que los ejercicios no pasen como una especie de parche que echamos o de una pequeña revisión o de un pequeño adelanto. El estar unos días con Jesucristo en intimidad tiene que incluir un cambio muy grande. Y aun suponiendo que no lo necesitáramos nosotros, lo necesita la sociedad que nos rodea, debemos, pues, entrar esperándolo. Y eso no es fruto de un ponernos nerviosos sino simplemente de una actitud de esperanza que, por cuanto es esperanza, es un deseo muy intenso –puede ser muy sensible– y que también es una paz muy tranquila, porque es simplemente confiar en la voz del amado.

7 La urgencia y necesidad de la santidad y actividad pastoral de los presbíteros dada la situación de la gente.

8 Se trata de examinarse o evaluarse de un año para acá respecto a las disposiciones negativas personales.

La urgencia de ser santos

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