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Prólogo

Mis queridos colegas, la profesora Amparo Martí Trotonda y el profesor José Vicente Pérez Cosín me comentaron hace ya algún tiempo que estaban trabajando en un libro que trataba sobre las prácticas narrativas en Trabajo Social. Al hablar con ellos en la antesala de los actos académicos que hemos compartido en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universitat de València, me trasladaron su intención de solicitarme prologar el texto. Les agradezco sobremanera la oportunidad que me ofrecen del praefatio, es decir, de darme la palabra primero, por delante de su obra, con el objetivo de introducir el texto y a sus autores. Pensaba yo, equivocadamente, que como hacía tiempo de aquella primera solicitud habrían ya desistido del intento o habría caído en el olvido; pero no, nada más lejos de la realidad. La profesora Amparo Martí me llamó hace un par de días para recordarme vivamente la conversación que mantuvimos y relatarme los hechos de mi compromiso. Y la verdad es que hago este relato con sumo placer, a modo de la figura que en el teatro griego exponía ex ante el contexto y las bases de la historia que iba a dar comienzo.

Conozco bien la trayectoria de ambos autores, pues he compartido con ellos prácticamente la totalidad de mi vida académica y, por consiguiente, el ingente esfuerzo que han tenido que hacer en el desarrollo de su carrera académica y científica. De las muchas conversaciones amables y distendidas con la profesora Amparo Martí, cuando todavía estábamos en los primeros despachos de la Facultad de Derecho (la recuerdo siempre de pie hablando, apoyada sobre el marco de la puerta de su despacho), he podido entender lo que para ella ha supuesto erigirse en académica procediendo de la profesión de trabajadora social. Y no me cabe duda de que lo ha hecho muy bien y que este libro es un hecho que atestigua su éxito en este recorrido. El logro de este proceso ha sido que los contenidos académicos que las profesionales de trabajo social han ido adquiriendo para desarrollar su carrera académica se cimentaban sobre una base potentísima de compromiso (responsabilidad) social, de engagement por lo público y por los derechos sociales; sin lugar a dudas una promesa, una obligación como principio de conducta personal para resolver, solucionar y viabilizar problemas de «los otros». Es curioso porque esta actitud profesional, con una base ideológica progresista, se ha transformado hoy día en un requerimiento pragmático de las empresas para seleccionar a su personal más apto, pero el término se denomina ahora (perdón por el anglicismo) trouble shooter. La profesora Martí Trotonda es ahora doctora, ha escalado en la carrera académica con paso lento pero seguro (como ella dice), si bien es cierto que me resulta placentero y reconfortante saber que todavía mantiene en su esencia la frescura de aquellos valores personales que han guiado siempre su vida.

Pero todo llega en esta vida, y entonces aterrizó entre nosotros de lleno la posmodernidad (también para el trabajo social), un concepto a mi entender excesivamente abusivo y al que muchos se refieren pero que nadie sabe muy bien cómo definir; es decir, aparecen la relatividad de las perspectivas, el triunfo de la estética, de la autorreferencia, de la subjetividad interpretativa, la customización y contingencia de las necesidades et alteri. Y en trabajo social, pero también en otras disciplinas y ámbitos socioculturales y económicos, se abren nuevos espacios epistemológicos y metodológicos que, aunque ya estaban vivos a finales del siglo XX, son ahora instrumentalmente adaptativos al Zeitgeist, y al mismo tiempo van a ser capaces de otorgar sentido epistemológico al trabajo social, así como dignidad y respeto a los ciudadanos sujetos de los procesos de intervención social. Las prácticas narrativas se ajustan perfectamente a este nuevo marco; por un lado posibilitan tractorar conocimiento en trabajo social a través de la investigación cualitativa, y por otro orientan epistemológicamente la profesión y la disciplina en un contexto donde el oficio de la trabajadora social está perdiendo su sustancial identidad social, para proyectarla hacia corrientes humanistas cuya finalidad sigue siendo el compromiso con el progreso y el cambio social. Al reflexionar humana, racional y emocionalmente se puede dotar de nuevo de dignidad al proceso de cambio social, siquiera caso a caso, e incrementar así la legitimidad de la profesión y por ende de la propia disciplina en la academia.

Creo sinceramente que el profesor Pérez Cosín ha sido una persona que ha virado valiente y convenientemente hacia esta línea interpretativa que acabo de exponer, y ha orientado así a muchos de sus pupilos. También él bebió de los principios inspiradores de la práctica del trabajo social y, afortunadamente, poco a poco, ha ido construyendo su propio relato académico, ganando espacios de libertad, independencia e identidad personal, para su propio bien pero también para los demás. Desde mi punto de vista, ambos profesores narran con este trabajo científico su propio tránsito vital desde el compromiso autodidacta del trabajo social hacia la academia, y se reencuentran de nuevo consigo mismos, con su propia madurez profesional, por el propio hecho de hallar significados a lo que se ha dicho y hecho en un determinado espacio-tiempo de sus vidas. Es entonces cuando los actores vuelven a comulgar con su pasado, lo abrazan, queriendo seguir siendo testigos del compromiso de otras y dotando de nuevo de autoestima a la propia disciplina y al propio proceso vital de sus vidas.

Estoy altamente satisfecho al contemplar vuestro éxito y el gran trabajo que encierra este libro; sé lo que cuesta y no me cabe ninguna duda de que aporta su granito de arena a esas amplias playas desiertas de la investigación, donde las ásperas rocas no siempre han dejado que las suaves olas horadaran angostos vericuetos ciertos (rigurosos) de investigación, en un área de conocimiento tan necesitada de orgullo y autoestima científica como la de trabajo social y los servicios sociales.

Os agradezco vuestra aportación, porque sabéis que para mí la vida consiste en hacer con diligencia, arriesgar y equivocarse, pero seguir haciendo, con generosidad y con ambición, hacer proyectos necesariamente colectivos, para ser mejores y dar lo mejor de tu propia naturaleza cada día, desterrando la mediocridad y perfidia en un mundo donde ya nadie dice la verdad.

JORGE GARCÉS-FERRER

Catedrático de Trabajo Social y Servicios Sociales

Bruselas, 9 de octubre de 2020

Trabajo social para tiempos convulsos

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