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Paul

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Levantamos el campamento al internarnos casi medio kilómetro fuera del área pública, en lo que resta estamos en el lado este del bosque. Pura arboleda sin bancas o carteles, solo nosotros en círculo, como cuando veníamos con el padre de Walter y contábamos historias de terror a la noche, terminábamos tan asustados que terminábamos durmiendo los tres en la misma carpa. Qué buenas memorias, pensar que estaríamos viviendo una verdadera historia de terror ahora… quizá no tan de miedo, pero sí que tiene los factores «monstruo y magia» sumergidos en él. Hay una gran cabaña que solía usarse como una especie de ayuntamiento varada en un lugar dentro del bosque. Pero como está abandonado hace ya mucho y como parecía ser un lugar bastante fácil de encontrar Walter prefirió un sitio más al natural, ya que eso aumentaría las posibilidades de que algún animal extraño se acerque. Pero, claro, la posibilidad de que la vieja cabaña esté siendo usada como guarida de algún monstruo o extraño también está, pero es algo que preferimos descubrir luego, con la luz del sol.

Hemos arreglado dos carpas y traído algunas ramas caídas para hacer una fogata más tarde, la rodeamos de piedras medianas y cada uno toma unas trampas de conejo, son como las de oso; grandes bocas de metal que se cierran al pasarlas y muerde al pobre animal que cayó, solo que estas obviamente son más pequeñas, pues no estamos tratando de capturar un oso… Y espero que nunca tengamos que hacerlo. Walter ha sacado varios hilos luego de enterrar las bocas de acero en tierra, las ata a estas y las rodea en árboles que a la vez sostiene con finos tubos de metal que sonaron al chocarse entre sí.

—De este modo escucharemos si pasa por alguno de los hilos, por si no pisa la trampa en sí –agrega Walter mientras seca el sudor de su frente.

—Oye, ¿dónde está tu campera de cazar? –agrega Fabi cuando nos sentamos todos dentro de nuestro círculo de acampada protegido por las trampas y los cascabeles improvisados.

—¿Tienes una campera de caza? –pregunta Mica con curiosidad, es algo que no suelo contar y que solo Walter, su padre y Fabi conocen, una historia de infancia. Ya que Mica llegó al pueblo cuando teníamos diez años es normal que no conozca la historia, ella tampoco venía con nosotros en ese entonces.

—A que sí, aunque nunca cazamos en sí, él siempre traía una limpia campera blanca con capucha, que decía que usaba para que se note la suciedad de su esfuerzo –agrega Walter sumándose a la charla.

—Sí, aunque las trampas que hacíamos eran inofensivas y solo comíamos todo lo que traíamos. Yo me acostaba en el suelo y comenzaba a rodar para ensuciarlo y decir que me había esforzado mucho –agrega entre risas recordando la manera en que volvía a casa sonriendo, hecho todo un desastre.

—Veo que siempre fuiste un tramposo, aunque no creo que la campera te entre de nuevo. –La acusación de Mica se refiere a cómo solíamos hacer trampa cuando jugábamos al Jodete escondiendo cartas. Sonríe mientras gira su dedo en las puntas de su pelo castaño.

—Bueno, en realidad sí, e incluso la traje –respondo con la mirada perdida en las ramas reunidas en el círculo de piedras, como si hubiera un fuego imaginario allí.

Mica pone una cara incrédula, por lo que Walter pasa a comentar más sobre la dichosa prenda.

—La campera no era de su talla, era enorme, fácilmente le entraba a mi padre, por lo que a él le iba como un saco de dormir con brazos. –Ríe con nostalgia–. Qué divertido era verte correr con esa campera que te llegaba a las rodillas.

—¿Verdad que sí?, ahora no puedo ir y ensuciarla indiscriminadamente, creo que la pobre ya aguantó bastante. –Al decir eso pasamos a una charla aún más antigua, comenzamos a hablar de las cosas que solíamos hacer de pequeños, o el campamento de verano de hace tres años. Uno donde Mica confundió un bote de champú con uno de pintura y todas las chicas terminaron con el pelo duro, por suerte era una témpera y se pudo quitar en unos días. También cómo Walter quiso hacer una bala de cañón en la gran pileta, pero cayó de panza y terminó todo rojo por el cachetazo que le dio el agua. Esas y más charlas tuvimos hasta que el sol comenzó a marcharse dejando un manto naranja en el cielo, señal de que la fogata tenía que reemplazar su luz o quedaríamos en un inmenso domo de oscuridad.

El fuego nos presta su calor y podemos ver las estrellas en el cielo, lo bueno de vivir en un pueblo es lo fácil que se advierten las constelaciones en la noche. Quizá por eso quisieron hacer un observatorio, pero debido a la falta de recursos y de gente para que lo use nunca lo terminaron. Estamos comiendo unas cuantas cosas que trajo Fabi en su mochila y que yo compré en el camino; hay papas (cómo no para Fabi), las gaseosas, algunas empanadas del súper, pizzetas, magdalenas, galletitas y otras cuantas cosas. Puede que les parezca raro, pero nunca nos importó mezclar los tipos de comida en un campamento, por eso siempre volvíamos muy mal del estómago, o al menos algunos.

Mica está comiendo también, tiene una sonrisa en el rostro mientras cada tanto pierde su mirada en los árboles empinados y los levanta suavemente para admirar el cielo. Fabi está más contento de lo usual, pues estas juntadas de botana son para él lo que para Walter es una temporada completa de Cold Case, y hablando de él… Está bastante alerta mirando a su alrededor cada tanto, sospecho que siquiera va a dormir un poco.

Ya estamos todos algo soñolientos y antes de retirarnos a dormir Walter se levanta en su típica pose de héroe, llevando sus brazos a su cadera.

—Propongo que hagamos turnos para dormir, de esta manera sabremos si pasa algo, y el vigía alertará a los demás. Tengo la Play portátil para que se entretenga y algunos juegos, solo hay un problema. ¿Quién será el primero? –dice eso mirándome a mí, casi como una orden silenciosa.

—De acuerdo, yo haré primero de vigía, después de todo me está buscando a mí. ¿No es así?

—Así me gusta, camarada, esa es la actitud, en cuanto a ti, Mica, asegúrate de que no haga nada raro y que se mantenga despierto. –Walter insinúa que compartiríamos la carpa, y resultó en una mirada incómoda entre ambos. Supongo que no por vergüenza, sino más bien porque ella no se siente segura sobre si las personas a su alrededor están seguras, y menos en una pequeña porción de espacio como la de una carpa, seguras de ella… No puedo decir que yo sea la excepción.

—Creo… que está vez tendrán que disculparme, pero dormiré sola si no es molestia… –La confesión de Mica carga algo de culpa.

—No… Lo entiendo, nos acomodamos en la carpa los tres, así que no te preocupes –comento con una sonrisa que ella me devuelve, aunque algo dolida, mientras se levanta del suelo y sacude sus ropas para así entrar a su correspondiente tienda.

—Ah, como en los viejos tiempos, amigos, será divertido, muchachos. –Walter pasa una mano en mi hombro y la otra en el de Fabi, quiere alegrar el ambiente a su manera, pero estoy seguro de que en su cabeza aún no termina de digerir lo que está pasando. Creo que la ignorancia es un método de defensa psíquico muy útil y que muchas veces tachamos como malo, pero creo que todos muchas veces preferimos no saber nada antes que conocer la verdad tan perturbadora.

—Claro, y el que intente ponerme pasta dental mientras duermo lo haré correr el pueblo entero como en los viejos tiempos. –Fabi hace su inocente amenaza y partimos en risas, eso es también una anécdota de las travesuras que nos hacíamos entre nosotros de pequeños. Nos acomodamos en la carpa, ellos dos están acostados con la cabeza en la dirección opuesta a la entrada, y yo sentado de piernas cruzadas a sus pies, justo en el medio, dividiendo el espacio.

—Oye, Paul, además del incidente con Germán, ¿hay algo más que pasó entre ustedes? –Fabi rompe el silencio mientras se acuesta boca arriba con sus manos detrás de su nuca, acto seguido Walter lo imita y se une a la conversación sin dejar de mirar el techo de la tienda.

—No… Creo que ella al igual que yo tiene miedo de que… me ataque o de que pierda su propia voluntad… Además aún no llegamos tan lejos como para dormir juntos, sabes… Y hablando de eso, ¿por qué no trajeron la otra carpa? Siempre había tres, una para Walter y yo, en la otra Fabi y las provisiones y, por último, Mica y las mochilas. –Mis compañeros desvían la mirada intentando sacarse culpa.

—Bueno, le dije a Fabi que no la trajera, vi cómo estaban ustedes dos y por lo que habían pasado, así que supuse que necesitarían algo de tiempo entre ustedes, no de distancia. Tienen que acercarse entre ustedes, creo que más que nunca Mica necesita el apoyo de todos a quienes quiere. –Walter suena muy serio, incluso Fabi le da la razón asintiendo con la cabeza.

—Creo que eché la oportunidad a perder… –Suelto un gran suspiro y dejo caer mi cabeza en el suelo de cuero–. Ah, esto es demasiado extraño como para saber llevarlo bien.

Iba a decir algo, pero algo rompió el silencio antes que nosotros, los tubos de metal que antes había preparado Walter comienzan a sonar y provocan que nos miráramos entre nosotros en blanco, quedamos un segundo así y luego le grito a Walter.

—¡La linterna! En mi mochila rápido, ¡rápido! –Walter se mueve con prisa y rápidamente saca la linterna, dejando fuera en el proceso la campera blanca de la que antes habíamos hablado.

—¡Vamos, Mica, rápido! –Walter se encarga de dar el aviso a Mica que ya tiene media cabeza fuera de su carpa, mientras que él sale disparado hacia el sonido. Lo sigue Fabi y luego último yo, viendo cómo también Mica sale con una linterna en sus manos y esperándome para seguir los pasos de nuestros amigos.

Nos acercamos a donde estaban sonando los tubos, parece que se alertó e intenta escapar, dirigimos nuestras linternas hacia donde proviene el sonido y vemos un pelaje blanco y ojos rojos… Era un conejo que se atascó en la tanza de hilo. Primero quedamos medio decepcionados, de pie frente al asustado animal, mientras Mica se acercó para ayudar al roedor a salir.

—Ja… Un conejo, qué suerte la nuestra –dice Walter mientras se ve interrumpido nuevamente por otro sonido, esta vez fue el cerrar de una trampa de oso, de las pequeñas, y el aullido de lo que parecía un lobo, era algo distinto, pero se sentía su semejanza. Nuevamente nos miramos entre los cuatro y salimos corriendo hacia el sonido animal, y esta vez cuando llegamos vimos la majestuosa bestia blanca, un zorro, sus ojos violetas brillaban con el alumbrar de las linternas y su pata estaba manchada en sangre. Además de eso estaba mordiendo la trampa, nos pareció curioso, pero más aún nos sorprendió, pues de unos dos o tres mordiscos partió la mandíbula de acero y comenzó a alejarse.

—¡Imposible! ¡Córranlo! De prisa –grita Walter mientras se dirige detrás del animal que tenía una pata delantera renga, lastimada por nuestra emboscada. Se sube a un árbol, y cuando queremos rodearlo este salta a toda prisa hacia el campamento y nuevamente corremos de atrás de él. Desesperado esquiva la fogata y de un salto se sumerge por la entrada de nuestra carpa. Era en la que estábamos Fabi y Walter, rodeamos la carpa y yo me interpongo de pie en la entrada, pero de repente una voz femenina me detiene cuando pongo mi mano en la puerta de tela para ver dentro.

—¡Espera! Por favor espera un segundo. –Esa voz no era de Mica, no era de nadie que conociéramos, viene desde el interior de la carpa, agitada y rogando cierta paciencia.

Alumbran desde fuera y se puede ver cómo una figura femenina proyectada por las sombras que provocan las linternas comienza a vestirse, tomando una prenda que pareció encontrar en la carpa. Antes de eso puede percibirse muy bien su silueta desnuda que antes era la de un zorro y ahora se convirtió en la de una muchacha con el pelo largo y el busto bastante crecido. Se acerca a la salida y toca mi mano al querer salir. Es una chica de pelo negro, ojos azules y con cachetes algo regordetes, pero con un cuerpo esbelto. Sale mientras se cierra mi campera blanca para cubrirse y por un momento pude ver parte de su busto antes de que salga y se cierre la campera por completo.

—Qué… quién. ¿Quién eres? –Luchando contra mi lengua que se está trabando por el asombro logro preguntar, al ver lo sucedido y la escena inesperada que tenía frente a mí era imposible no estar algo atontado. ¿Adónde fue el zorro? ¿Quién es esta chica?

—Soy Suté… Yo estaba esperándote –dice la extraña chica mientras permanecemos silencio, boquiabiertos, observándola con nuestros ojos de linterna.

—Como dije, soy Suté, y te estaba buscando, Paul. –La extraña reitera su presentación, sin miedo ni hostilidad, lo cual la hace ver en un extraño intento de querer parecer casual.

La chica termina de salir de la carpa y se pone de pie frente a nosotros, es un poco más pequeña que yo en estatura gracias a Dios, si no la campera no alcanzaría a cubrir debajo de sus caderas. Aunque ella tira del borde con sus manos para abarcar todo el espacio posible y que no se le vea nada. Efectivamente estaría desnuda si no fuera porque encontró esa prenda en la carpa.

—No puede ser… ¡Eres un hombre lobo! –El grito de Walter carece de miedo o seriedad, pero tristemente él lo comenta con esas intenciones.

—Mujer lobo en todo caso, ¿no? –Y así de fácil la escena pierde casi todo el rastro de miedo que había sembrado hace unos instantes. Fabi siempre tan tranquilo, no me puedo creer que recalque eso en esta situación.

—No, de hecho, soy una Kumiho, mitad espíritu zorruno. ¿Hay una gran diferencia entre estos animales, no? –La chica parece seguir el juego de los dos idiotas que tengo de amigos y responde con mucha tranquilidad.

¿Qué es esto, una comedia paranormal? Pero creo que es mejor eso a una escena sangrienta o peligrosa. Mirándola mejor con nuestras linternas apuntando a ella puedo percibir su piel levemente bronceada, mientras dirige su mirada al dúo de amigos que la analizaban sin tregua.

—Momento, tú eres el zorro… ¿Estabas buscándome a mí? Es decir…

—¿Qui… quieres llevarte a Paul? –Mica me saca las palabras de la boca, y además era la única que reaccionaba con el debido miedo que requería la escena, aunque es algo tonto si te pones a pensar que ella es un zombi.

—¿Llevármelo? No… No, necesariamente, vengo más bien a acompañarlo. Tenía que encontrarte, pero cuando llegué aquí di con más problemas de los que podría encargarme. –La extraña responde un poco más amigable a Mica, sin el tono medio sarcástico que puso hacia Walter. Mientras devuelve su mirada a mí, a pesar de que sus palabras iban a Mica.

—Creo que tienes que explicar muchas cosas aquí, pero primero lo primero. ¿Por qué te llevaste al Sr. Chersy? –Walter comienza su natural interrogatorio, sin miedo a que la chica no sé… ¿Lo mordiera volviendo a ser un zorro? Es demasiado ingenuo de su parte ver cómo un zorro se transformó en humano y solo te pones a hacerle preguntas. Pero con el agradable, y también extraño, ambiente que crea ella al hablar creo que es entendible.

—¿Tú puedes transformarte, verdad? –Fabi ignora a Walter que se había cruzado de brazos en pose de policía malo, parece que se lo toma en serio, a su manera.

—Sí, puedo transformarme en un zorro y también puedo usar algo de magia. Y en cuanto a ese hombre que mencionaste… creo que no sé de quién hablas. –Se muestra incómoda por la situación. Ya entiendo lo que pasa, y si queremos seguir la charla creo que debo hacer algo al respecto.

—Oye… ¿Suté? Dentro de la carpa hay un pantalón en mi mochila, es la naranja… Puedes usarlo… Ya sabes. –Decir eso fue más incómodo de lo que pensé, y para ella igual, dado que ella mira nerviosa hacia el suelo y se sonroja un poco a la par que dice «gracias» para entrar nuevamente a la carpa.

—Como decía, el Sr. Chersy era un panadero que desapareció al día siguiente del que tú saliste de su casa, la noche de un viento infernalmente fuerte. –Walter no le da un respiro y se queda a la par que alumbra la carpa, podemos ver su sombra proyectada, está recostada deslizando suavemente la prenda por sus piernas.

—¡Chicos! ¡No miren! Sigue siendo una chica, tengan algo de respeto. –Mica nos regaña a todos y me da un suave golpe en las costillas.

—Oh, sé de quién me hablas, pero no me lo llevé ni nada parecido, al contrario, estaba persiguiendo un extraño flujo en él. –Su sombra se acomoda dentro del telón y sale nuevamente hacia el exterior, con mi campera blanca, mis pantalones deportivos de repuesto y descalza, ahora más cómoda y dejando sus manos en los bolsillos de mi prenda, libre de la tarea de sostener la campera para que no revele nada.

—Flujos de… –La reacción de Walter es la misma que la nuestra, ninguno comprende de qué habla.

—Oh, mierda, qué molesto explicarlo. Miren, soy un ser vinculado con la magia, ¿Sí? Bueno, gracias a eso mi buena vista me deja ver pequeños rastros de la magia de otras cosas, o personas, en los objetos o la gente. Había estado desapareciendo gente y noté que había algo raro, al indagar un poco descubrí que en todos sus hogares había un rastro de magia similar, y esa noche de repente alguien comenzó a emitir el mismo tipo de flujo. Yo estaba algo internada en el bosque, en mi forma humana, pues sospechaba que de allí venía el ser que lo estaba provocando, pero para cuando sentí la magia de lo que fue la siguiente víctima fui corriendo hasta allí. Intenté detenerlo, pero ya no había nadie a quien detener, era tarde –dice esto último y suelta un suspiro de decepción propia.

—Momento, la chica que choqué esa noche. ¡Eras tú! –Rápidamente su rostro vuelve a mí por un segundo, era ella a quien choqué esa noche, su rostro ahora me es más claro–. Eso quiere decir… nosotros estábamos dirigiéndonos en la dirección de la cual tú venías… ¿El bosque? Porque estábamos yendo al… ¿Bosque? –Miro a Mica, pero ella no parece tener ningún recuerdo, ni siquiera un triste flashback.

—Tú aún no nos dices lo más importante –añade Walter dirigiéndose a la extraña chica–. ¿Cómo conoces a Paul y por qué lo buscas?

—No será… Paul, ¿acaso tendrás que hacerte cargo de un hijo olvidado? –El chiste de Fabi solo arruina de nuevo la atmósfera y lo peor es que me mira con una horrible seriedad.

—¡Deja de bromear! –replico yo sin tardar.

—¡No! –dice al mismo tiempo Suté.

Suté y yo respondimos al mismo tiempo, y nos dirigimos una mirada algo incómoda por un segundo, pero nuevamente miramos a Fabi para hacerle entender que no era nada de eso.

—Está bien, puedo contárselos, pero aconsejaría que salgamos del bosque, no es seguro aquí, y aun así ustedes vinieron y me obligaron a entrar. –La misteriosa chica plantea su condición y nos miramos los cuatro por un momento, poniéndonos de acuerdo con el silencio de nuestras miradas entrenadas con años de amistad.

—Por lo que está contando creo que es verdad, mejor… levantemos el campamento. ¿Okey? –Mi idea no presenta objeciones, nos ponemos manos a la obra y guardamos y acomodamos todos los instrumentos y elementos que habíamos traído con nosotros, esta vez volviendo con una persona más de la que habíamos ido.

Llevamos caminando un buen rato y aún seguimos en el bosque, iluminándonos solo con nuestras linternas yendo Suté en la delantera.

—Bueno… verán, mi pueblo tiene una especie de vidente –comienza a relatar Suté mientras camina frente a nosotros–. Ella tuvo hace años una fuerte pesadilla, todos nos asustamos y fuimos corriendo a auxiliarla. Para cuando se recuperó ella me llamó a mí, me contó que en su sueño vio cómo un chico se enfrentaba a un terrible monstruo oscuro, y que este lo perseguía hasta devorarlo. Me vio a mí también en ese sueño, acompañando al joven para no caer en las fauces de la oscuridad. Desde entonces me encomendaron la tarea de buscarte y acompañarte en tu travesía, incluso yo después de eso comencé a soñar con tu rostro sin antes haberte visto.

—¿De dónde vienes? –Me causa curiosidad si había hecho un gran viaje, aunque hablaba el mismo idioma que nosotros, además que me pareció una buena pregunta para zafarme de las miradas de mis tres acompañantes que me llenan de incomodidad al ser nombrado en los sueños de una desconocida.

—De una pequeña parte de Japón, sabes, los espíritus zorros son conocidos en toda el área oriental, y desde la Antigüedad que eran respetados y alabados –contesta mirándome con una sonrisa, de nuevo esa confianza y calidez que hace pensar que nos llevamos bien, es extraño para mí, pero para ella no parece ser la gran cosa.

—¿¡Japón!? Pero… no te ves como una japonesa, y además, ¿cómo es que hablas español tan bien? –Walter suena algo amenazante, pero tiene razón, no encaja mucho en su historia.

—Oh, eso se debe a un simple cruce de culturas entre mis padres, y para mí es muy fácil aprender idiomas o memorizar cosas, por lo que antes de recorrer esta vasta distancia me aprendí su idioma natal.

—¿Cómo me encontraste exactamente? –Ya que no parece que pueda indagar más sobre su origen empiezo a buscar los puntos que la trajeron aquí, mientras observo sus pies descalzos en la tierra del bosque.

—Fue difícil, ella solo dijo que estarías en alguna parte de la Argentina, un pueblo que no parece estar en el mapa, pero que dos brujas rojas me guiarán en el camino. –Al comentar esa parte dos cosas me llaman la atención, la primera es la imagen de madre e hija pelirrojas que nos atendieron en esa extraña tienda, la otra es eso de «pueblo que no está en el mapa».

Ella sigue contestando sin trabas, con una confianza increíble y sin dejar de observar el bosque a sus anchas.

—¿Las brujas? Momento… ¿Eran brujas reales? Ellas vinieron hace poco tiempo… –Walter sigue anotando todo en su memoria, prestando atención a cada detalle.

—Sí, en el camino ellas me encontraron y les dije sobre mi búsqueda, comentaron que el pueblo hace unos años está rodeado de un misterioso manto de poder y es difícil encontrarlo, por lo que muchos seres se están comenzando a reunir allí. Me ayudaron a entrar y Thania fue quien usando adivinación y cartas determinó quién era Paul, el chico que yo estaba buscando. –Se detiene en seco y comienza a mirar a sus lados.

—Así que… buscas a Paul por una profecía, soñaste con su rostro, pediste ayuda a las «brujas» y además no tienes nada que ver con las desapariciones… –Walter detiene su recuento de confesiones un segundo, su rostro es más serio que antes y el aire se torna algo sombrío en su mirada–. ¿Qué pruebas tienes de todo eso? Aún me cuesta creer todo esto de los cuentos paranormales, pero meter profecías y relatos solo son unas palabras, no prueba nada. La palabra de aquellas dos tampoco nos sirve, podrían estar de tu lado desde un principio.

Suté no contesta, lo mira por un momento con la misma seriedad que él muestra, pero de nuevo vuelve su vista de alerta a las profundidades del bosque.

—Y tampoco sabes nada de… ¿lo que me hicieron a mí? –Mica pregunta con desesperanza en su voz, se siente realmente afligida.

Pero, aun así, ¿qué significa eso de que me tragara una bestia oscura? Y además que el mundo se verá afectado por esto… No logro entender nada de lo que pasa aquí, o al menos no quiero entenderlo, todo esto… Ya es un nuevo límite a lo raro.

—No, lo siento, pero creo que el monstruo que buscamos fue el culpable de lo que le pasó a la chica… Pero, muchachos, ¿alguien más se dio cuenta de que no estamos llegando a ningún sitio? –Suté mira su alrededor desconcertada, perdida entre un montón de árboles y sombras inmóviles, y el lento aullido del viento.

Efectivamente, hace mucho deberíamos haber llegado a la playa de estacionamientos, pero ni siquiera nos cruzamos con el camino marcado tan amplio y desprovisto de árboles que están junto a la cabina del guardabosque. Es raro, ninguno de nosotros se perdería jamás en este bosque.

Monster Love's Paradise

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