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Paul

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Estoy paralizado por el miedo. Abrí la puerta de su habitación, esperando encontrarla durmiendo como cuando me fui. Sus padres están de viaje, así que ella está sola. Esta mañana no parecía estar muy bien, así que pasé a verla.

Digo, eso es lo que hacen las parejas, ¿no? Se cuidan el uno al otro, sin importar la situación… Pero, mierda, jamás pensé que tendría que cuidar de algo así, no tengo la menor idea de qué hacer.

Allí está ella, con su hermosa y tiesa piel blanca, más pálida que de costumbre, su cabello castaño hasta la cintura, todo disperso en distintas direcciones, y por último sus rosados y suaves labios en el torso de un chico. Creo conocerlo, si no me equivoco él es un compañero de mi colegio… Dios… Qué haré, ellos dos así, ella pintada con la sangre de una carnicería salvaje. Sí, está literalmente comiéndose al chico sin vida, del cual se ven unas lágrimas en sus blancos ojos, supongo que las derramó desesperado cuando el acto de canibalismo comenzó. Pobre, él no sabía lo que le esperaba, de hecho, creo que nadie lo sabía.

Mica se ha dado cuenta de que estoy de pie en la puerta. Sus ojos aún tienen su hermoso color verde, pero ahora están más apagados, un tono más oscuro. La tenue luz del mediodía entra por las cortinas proyectándose en líneas sobre la habitación y sobre mí. Sé que debería correr, de hecho, quiero hacerlo, pero simplemente no puedo moverme. No entiendo qué pasa, y tampoco entiendo por qué se acerca a mí de esa forma tan extraña, pero por instinto, sé que nada bueno. Mica se pone de pie arrancando la carne de nuestro compañero ya difunto, la piel del cuerpo se tensa y cuelga desde su mandíbula. Se lanza sobre mí provocando que caigamos al suelo. Es extraño, puedo ver cómo me mira fijo, mientras aún sonríe y abre lo más que puede su boca, enseñando sus dientes teñidos de rojo y dejando caer la carne cruda de su víctima en mi mejilla. Hay manchas de sangre en su cuello y parte del pecho, el olor me produce cierto malestar y no vómito simplemente porque estoy ocupado en algo más urgente.

En un reflejo de defensa sostengo sus muñecas evitando que me agarre, tiene una fuerza descomunal, y que ella esté sobre mí hace más difícil las cosas. No es la persona que conozco. Intenta morderme y me salvo por los pelos, uso mi rodilla para mantener su mandíbula cerrada y a distancia. Aunque la miro directo a los ojos, es como si yo no estuviera acá, como si esto pasara lejos, lo siento ajeno… Es todo tan repentino y extraño, siento que me desvanezco.

Pensar que hasta ayer todo era normal. Bueno, no todo, quizá empezó con aquella pesadilla…

Un día atrás

Hoy fue un día de clases tan tedioso como podría serlo cualquier otro, solo yo en un aula con otros veintialgo de alumnos, todos con diecisiete años, haciendo nuestro mayor esfuerzo por alcanzar un gran futuro, o al menos por disimular que estamos estudiando y que el profesor Gonzales no se dé cuenta de que estamos con nuestros celulares. En mi vida no tengo nada que destaque, solo una madre que trabaja y se esfuerza como una gran socia de una compañía, una casa con habitación propia junto a otras tantas casas iguales, en una calle limpia y tranquila.

Todo esto en un pueblo casi tan modernizado como una ciudad, solo que se encuentra muy lejos de cualquier otro sitio con población regular. En un extremo del pueblo tenemos pegado un gran bosque que, desgraciadamente, es tan tranquilo y limpio de historias como todo aquí.

También tengo dos grandes amigos, Walter y Fabi. Walter es extrovertido y aficionado a los detectives y la ciencia ficción, mientras que Fabi es callado y tranquilo, pese a que es una mole y pertenece al equipo de rugby. Y obviamente Mica, mi preciosa novia. Nos conocemos desde jardín de infantes, los típicos amigos que siempre jugaban y a veces se veían en los recreos, la verdad es que cada vez se puso más hermosa y al empezar este año no pude aguantarlo más y me declaré, bueno, diría que ella lo hizo, al momento en que quise decirle algo me puse rojo y me quedé mudo, pero ella pareció haber entendido y simplemente dijo: «También me gustas». Una linda y corriente historia de amor. ¿Cierto? Pues para mí lo es, quizá nada especial o profundo, pero hermoso a su manera.

En fin, ya llevando unos meses saliendo, ella ya era parte de mi grupo de amigos, siempre íbamos los cuatro a algún parque o a la sala de juegos, la verdad es que el peligro aquí escasea y se puede salir hasta tarde tranquilo, a menos que seas un poco supersticioso.

Ayer fuimos a ver una película al cine luego de estar haciendo nada todo el día. Creo que la película era de terror, no recuerdo bien sobre qué trataba, solo sé que al salir ya estaba oscuro, y Fabi y Walter se fueron por el camino hacia la plaza, seguramente a «investigar» ese caso tan raro de las personas desaparecidas. Se fueron los dos, pero estoy seguro de que Walter convenció a Fabi de que lo acompañara. Por mi parte, acompañé a Mica hasta su casa, nos fuimos en la dirección contraria a ellos. El cielo estaba despejado y se podían apreciar muchas estrellas, también podíamos sentir el suave rozamiento del viento en las mejillas, suave, pero que se tornaba algo agresivo de manera muy rápida, así que apresuramos el paso por el frío y la posibilidad de que llueva.

En el camino solo hicimos chistes casuales, y muy malos, nos reímos y cada tanto había un silencio, no uno incómodo, sino tranquilizador, de esos que son para apreciar el momento. Luego de eso mi memoria falla. Sé que choqué sin querer con alguien, una chica si no me equivoco, parecía apurada, ni siquiera se molestó en disculparse y continuó su camino. Luego de eso tengo imágenes borrosas. No sé qué es real y qué es una pesadilla.

Me explico. En un momento dado solo pude escuchar a Mica gritando. Yo iba corriendo detrás de ella y veía una figura bastante alta a la que le brillaban los ojos como dos faroles blancos, y que en la cabeza tenía como si fueran astas de ciervo. Era lo poco que podía distinguir, pues parecía una sombra sin más. Lo último que recuerdo son árboles, un olor húmedo y el frío.

Me desperté junto a mi novia, el sol estaba saludándome por la ventana, tardé en abrir bien los ojos, inspeccioné rápido mi alrededor: no era mi habitación, era la de ella. Solo había estado allá un par de veces, pero nunca me había quedado a dormir, digo… aun no habíamos llegado a esa fase de la relación, supongo. No podía recordar nada, solo esa pesadilla. La miré un momento, estaba bien. Al tocar su brazo noté lo fría que estaba, ¿tanto frío había pasado? Me acerqué a su rostro y pude oír que balbuceaba algo. Estaba muy dormida, aunque intenté despertarla, no hubo caso. Decidí dejarla dormir, no debía sentirse bien. La tapé y dejé una nota diciendo que me iba al colegio y que más tarde pasaría para ver cómo se encontraba.

Lo sé, la situación es extraña, pero más extraño sería aferrarme a una pesadilla para encontrar respuestas. Supongo que la laguna mental se debe a algo, no ingerí ningún tipo de drogas y no soy fanático del alcohol, es un misterio por qué esos son mis pocos recuerdos. ¿Habrá pasado realmente algo malo? No lo creo y, en cualquier caso, luego de clases, puedo aclarar las cosas hablando con Mica.

Faltan unas pocas cuadras para llegar al colegio, algunos toman el colectivo o los traen sus padres en el auto. Los más sanos llegan en bicicleta y, los que quieren derramar algo de estilo lo hacen en skate. Yo por mi parte voy sobre mis propios pies porque me incomoda viajar en un tubo de metal lleno de gente como si fuéramos sardinas enlatadas.

En el trayecto me cruzo con un grupo de seis oficiales vestidos con sus ropas del oficio azul marino gastado, y dos civiles que los acompañan con rostros de preocupación. Se dirigen a pie por la avenida, por lo que es seguro que tienen planeado visitar el bosque local. El pueblo puede ser grande, pero junto a este descansa un enorme y viejo bosque, y unas vías de tren que lo rodean. Hace unas semanas que se reportan desaparecidos y el chisme no tardó en esparcirse por todo el pueblo. Por lo que se sabe, dos de los nueve desaparecidos fueron vistos a la madrugada yendo solos hacia el bosque. El asunto sembró cierto pánico en la gente y prefieren no hablarlo abiertamente.

Escucho unas rueditas acercarse, unas pequeñas y a gran velocidad. Alguien pasa junto a mí y se frena. Es Walter, que trae consigo un diario y una libreta en la que lleva a cabo su investigación personal.

—Amigo, esto se está poniendo cada vez más interesante –dice Walter sin perder tiempo en saludos–, ya van nueve desaparecidos sin dejar rastros ni motivos aparentes, incluso el último era un vecino mío. Ese hombre vivía a tan solo unas cuatro casas de la mía. No es de los que se fugarían y tampoco alguien que se meta en problemas, es extraño.

Walter siempre habla lleno de energía y con mucho análisis cuando se trata sobre posibles casos policiales que sean muy enrevesados. A cualquiera le asustaría lo fanático que es de Expediente X, pero siempre es divertido escuchar sus hipótesis y acompañarlo a «investigar», en realidad lo único que hacemos es meternos en líos, pero no deja de ser divertido.

Volviendo al caso, es interesante, ya que después de todo no es normal que algo así suceda en nuestro pueblo, este sitio fue siempre tan tranquilo… Me gustaría que nunca cambiase.

—Con lo cerca que fue quizá deberías tener cuidado y dejarme a mí tu última petición –le digo en broma para aligerar la situación y reemplazarlo con una tenue risa de camaradería.

Llegamos al portón donde Fabi está esperándonos para entrar, aunque podría ser más una excusa para tener tiempo extra en el que tragar más de esos doritos.

Las clases pasan con una lentitud agotadora. Nuevamente todos, o la mayoría, fingen hacer sus ejercicios de matemática mientras se escuchan susurros sobre un chico, una tienda rara, una nueva película, algo sobre un profesor nuevo y, finalmente la noticia que más bocas ha visitado, las desapariciones. Parece que fueron más de las que se saben, lo cual es extraño, digo, ¿por qué habrían de ocultar esa información? O quizá se tardó en darse cuenta de que faltaba gente…

En el recreo disfruto una bebida de lima mientras Fabi y Walter me hablan sobre el fuerte viento que se levantó anoche, y que pensaron que se los llevaría de lo fuerte que era, aunque me preguntan a mí, sinceramente no recuerdo mucho, y lo que recuerdo es tan escaso como poco creíble.

Ya estoy saliendo, normalmente iría a perder el tiempo con ellos tres, pero hoy una de nuestras integrantes está ausente y al parecer enferma, así que después de disculparme con ellos, y aguantar sus bromas indecentes, camino hasta la casa de Mica. Hay tanto sol, intenso y claro, quizá es por mi hábito friolento, pero me encanta sentir el calor abrazador en mi cuerpo.

Bueno, a partir de acá empieza la macabra obra de carnicería humana, estoy en el suelo luchando contra mi novia, o al menos con algo que alguna vez fue mi novia. Sus verdes ojos están comenzando a tomar un brillo de energía. Está muy cerca, se me cansan los brazos. Dios… creo que me estoy rindiendo, no puedo más, cierro mis ojos como si eso me protegiera del dolor inminente y dejó de poner resistencia.

Unos segundos pasan, siento de nuevo sus manos en mi rostro.

—¿Paul? –dice su voz dulce–. ¿Qué?… ¿Qué está pasando aquí?

—¿Eh? Mica… ¿Eres tú?

Sinceramente no se me ocurre qué más preguntar en una situación así.

Al principio solo intento calmarla cuando ve toda la sangre en su habitación y al pobre chico a medio devorar en su cama. A pesar de que intento tranquilizarla, yo mismo no me encuentro del todo bien, no puedo terminar de digerir lo que veo… digerir… No me gusta pensar en esa palabra cuando veo la boca ensangrentada de Mica. Intento abrazarla, aun con el miedo de que pueda atacarme, y entonces siento todo su cuerpo frío.

—Estás helada.

No obtengo respuesta, ella aún está aturdida y no parece prestarme mucha atención.

Llevo a Mica hasta el baño y le digo que se limpie, que yo voy a intentar arreglar esto. Apenas se encierra en el baño tomo el celular, y tecleo el número de la policía, solo me falta oprimir un botón para iniciar la llamada. Pero ¿qué les voy a decir? «Hola, oficial, mi novia mató a un sujeto a mordidas». En primer lugar, no suena coherente y tampoco quiero que se lleven a Mica… Pero algo hay que hacer con el cuerpo, acá no se puede quedar…

Intento entrar al dormitorio, pero el olor a sangre y otras secreciones internas del cuerpo me dan náuseas, no puedo acercarme. Salgo de ahí para intentar respirar más profundo y decido volver a sacar el celular, esta vez lo marco y noto que hay algo mirándome desde el otro lado de la calle, es un zorro, uno blanco. Hay un bosque cerca, pero nunca vi un zorro de ese color… debería avisar a los vecinos. Mis propios nervios me hacen prestar más atención al pequeño animal, que está a unos cuantos metros de mí, que al cadáver que está a mis espaldas.

—No puedo hacer esto… –digo en voz alta.

Guardo nuevamente el teléfono y entro a la casa. Con todo el valor que puedo reunir quito las sábanas y las demás cosas que se ensuciaron con el rojo criminal.

No puedo mover el cuerpo, así que, cuando Mica se recompone, le digo que no entre a esa habitación, que duerma en la de sus padres por ahora.

—Paul… No quiero estar sola. ¿Me dejas acompañarte? Vayamos a caminar un poco… Por favor. No entiendo qué está pasando.

Sus hermosos ojos no me miran a mí, están clavados en el suelo, ellos aún están mirando la escena del crimen, un crimen que ella está intentando comprender por qué hizo.

—Está bien… vamos a caminar un poco –le digo amablemente.

Aún le temo, temo que vuelva a perder la cordura y haga algo peligroso, pero estando en el exterior es más fácil escapar, y estar más tranquilo.

Ella aún con la cabeza baja toma mi mano, nos reincorporamos, pues estábamos sentados en la barandilla de la puerta de su casa. Cuando estamos en la esquina volteo a ver la casa una vez más. ¿No es peligroso dejar eso ahí? ¿No es demasiado anormal mi propio comportamiento?

Pero todo esto es interrumpido, por suerte para mí, por Walter y Fabi que se acercan corriendo; bueno, quizá no sea tanta suerte, al fin y al cabo.

—¡Paul! ¡Mica! ¿Han visto a un zorro blanco? Rápido, tienen que ayudarnos a encontrarlo.

La orden de Walter escapa de mí. Veo que lleva su sombrero gris, estilo Sherlock, y un tapado ligero también de colores apagados, ya saben, naturalmente tratando de verse como una especie de detective.

—Parece que ha desaparecido alguien más –aclara Fabi, haciendo que se me hiele la sangre mientras oprimo la mano de Mica.

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