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ОглавлениеRESISTENCIA DEL FUTBOLISTA
Definición
Por resistencia se entiende la capacidad psicofísica de resistir el cansancio durante esfuerzos prolongados y la capacidad de recuperación después del esfuerzo. La resistencia física incluye también la capacidad del jugador para poder resistir el mayor tiempo posible un estímulo que provoca la disminución de la intensidad o interrumpir el esfuerzo. Representa asimismo la capacidad de resistencia total del organismo, o de determinadas partes del cuerpo, frente al cansancio.
Tipos de resistencia
La resistencia puede dividirse, según sus manifestaciones y dependiendo de la forma en que se observe, en diferentes tipos (ilustración 5). Según la clasificación de la musculatura ejercitada se diferencia entre resistencia general y local, según la clasificación de la especificidad del tipo de deporte separaremos la resistencia general de la especial, según la clasificación de la utilización de la energía se diferencia entre resistencia aeróbica y resistencia anaeróbica, según la clasificación del tipo de trabajo de la musculatura se distingue entre resistencia dinámica y estática y según la clasificación del principal esfuerzo motor que se emplee se diferencia entre fuerza, velocidad y resistencia en los desplazamientos. Finalmente, según la clasificación de la duración temporal se diferenciará entre resistencia de corta, media y larga duración.
Para los futbolistas los tipos de resistencia más importantes son: general, específica, aeróbica y anaeróbica. Deberá entenderse como resistencia general la capacidad de rendimiento independiente del deporte -llamada también resistencia básica o resistencia dinámica aeróbica general- y por resistencia especial la capacidad de manifestarse la resistencia especificamente en el fútbol (ver pág. 32 para más información sobre la resistencia especial).
Importancia de la resistencia para el futbolista
Valoración cuantitativa: volumen e intensidad de los desplazamientos
Para poder comprender la importancia de la resistencia en los futbolistas de hoy en día deberán valorarse cuantitativamente el volumen y la intensidad.
Volumen e intensidad de los desplazamientos durante un partido de fútbol
Si se compara el rendimiento en los desplazamientos de los futbolistas de principios de los años sesenta con los actuales puede verse claramente el extraordinario aumento en la intensidad y el volumen que se ha efectuado en los últimos años. La tabla 1 muestra el rendimiento en los desplazamientos de los mejores futbolistas mundiales de los años sesenta. Los desplazamientos superiores a los 4.000 m se consideraban excepcionales en aquellos tiempos.
Ilustración 5. Representación esquemática de las diferentes manifestaciones de la resistencia (según Hollman/Hettinger, 1980, pág. 304; De Weineck, 1990b).
Tabla 1. Los desplazamientos de los mejores futbolistas mundiales de los años sesenta durante un partido (según datos de Palfai 1970, pág. 28).
En la tabla 1 podemos no sólo reconocer el volumen de los desplazamientos que para los estándares actuales no son más que de mediano valor, sino también la división tan vaga, subjetiva y poco diferenciada entre «es- prints» y «carreras rápidas».
Ilustración 6. Análisis del volumen de los distintos tipos de desplazamientos en equipos de diferente rendimiento (A = Copa Europa/Sudamérica; B = Copa Emperador Japonés 1984; C = Campeonato Universitario Japonés 1984) (Fuente: Yamanaka et al. 1988, pág. 33).
Con la mejora de los procesos de observación que se han dado a lo largo del tiempo se han podido extraer cada vez resultados más exactos (ver Winterbottom, 1954; Palfai, 1962, Wade, 1967; Brooke/Knowles, 1974; Whitehead, 1975; Reilly/Thomas, 1976 y 1987; Ohashi, 1979; Nettle- ton/Briggs, 1980; Lacour, 1981; Winthers et al., 1982; Van Meerbeck et al., 1983; Winkler, 1983; Van Couter/Vrijens, 1984; Mayhew/Wenger, 1985; Ekblom, 1986; Gerisch/Rutemoller/Weber, 1988; Ohashi et al., 1988; Treadwell, 1988; Van Gool/Van Gerven/Boutmans, 1988; Yamanaka et al., 1988). Los métodos actuales de valoración por medio de ordenador permiten averiguar exactamente todos los datos cuantitativos. Dependiendo de su pertenencia a la liga y a la capacidad individual, los valores medios actuales van de 9 a 12 km; en algún caso aislado se ha llegado incluso a 14 km por partido (ver Winkler, 1985, pág. 24). El recorrido total en esprint está entre los 500 y los 3.000 m, con una cifra de 100 repeticiones por partido (ver p. 277 e ilustración 178 del volumen II).
De las investigaciones de Gerisch/Rutemóller/Weber (1988, pág. 64) puede extraerse que los jugadores de la liga no profesional corren de promedio unos 9.050 +/- 969 m, y de ellos unos 1.500 m a una velocidad de 5 m/s o más. Comparándolo con los resultados de Palfai (1962) se aprecia que el rendimiento total se ha elevado en varios cientos y que la exigencia del rendimiento ha aumentado enormemente.
La ilustración 6 muestra la distribución de los desplazamientos durante un partido. La mayor parte del juego se pasa entre andando y trotando (83-85 %), algo menos corriendo rápido y esprintando (7-10 %) y muy poco tiempo parado (4-10 %). Estos resultados se ajustan a los de May- hew/Wenger (1985, pág. 49) que quedaban repartidos a lo largo de un partido en 46,4 %, 38,0 %, 11,3 % y 2,3 % para andar, trotar, correr rápido/esprin- tar y estar parados respectivamente.
En la ilustración 7 pueden verse las irregulares evoluciones, discontinuas e intermitentes, de un jugador de primera división sobre el campo mientras está jugando un partido.
La importancia de una resistencia bien desarrollada se desprende del hecho de que los llamados capitanes de equipo siempre son los que más alta capacidad de resistencia tienen (ver Dickhut et al. 1981, pág. 151). Por lo tanto, principalmente debe recordarse:
Además, la práctica del entrenamiento demuestra que grandes futbolistas como Pelé, di Stefano, Bekkenbauer, Maradona, Gullit, Matthaus y otros no llegaron al fútbol por su gran resistencia sino gracias a su don excepcional con el balón.
Ilustración 7. Registro de los trayectos de los desplazamientos (tiempo de 5 minutos) de un jugador (según Winkler, 1985, pág. 23).
Volumen e intensidad de los desplazamientos durante un partido de fútbol dependiendo de la posición en el campo
En la ilustración 8 puede verse claramente que según la posición en el campo las características de los desplazamientos varían considerablemente. Los jugadores centrocampistas son, por lo general, los que más intensamente corren debido a su rol central entre defensa y ataque.
Ilustración 8. Análisis del tiempo y la frecuencia en los tres grupos dependiendo de la posición de juego (Yamanka et al. 1988, pág. 338). Def= Defensa; CC = Centrocampista; AT = Ataque (A, B, C: ver ilustración 6).
Valoración cualitativa: influencia del desarrollo de la resistencia general y específica sobre los diferentes factores del rendimiento del futbolista
Importancia de la resistencia básica
Una resistencia básica suficiente o bien desarrollada tiene el efecto de:
-Aumentar la capacidad física:
El jugador entrenado en resistencia puede participar de forma más larga e intensa en los partidos, llegar más a menudo al balón durante todo el juego sin perder la capacidad de rendimiento (mantener un ritmo de juego muy alto) y utilizar al máximo sus reservas físicas.
-Optimización de la capacidad de recuperación:
El organismo del futbolista entrenado en resistencia puede superar los síntomas de cansancio más rápidamente y compensar de forma más efectiva los decaimientos energéticos, lo que le facilita una participación en el juego más intensiva. Además, el jugador se recupera más rápido después del entrenamiento y la competición.
-Minimización de lesiones:
Los jugadores mejor entrenados se lesionan con menos frecuencia, ya que debido a que siempre están «frescos» no incurren en tantas situaciones de riesgo en la defensa ni en el ataque y cuando el partido está cerca de su finalización todavía pueden reaccionar suficientemente rápido. Además, en ellos, al contrario de lo que les sucede a los futbolistas que se cansan más rápidamente, no se ve afectada la elasticidad de los músculos y las articulaciones, lo que incrementa la protección contra posibles lesiones.
-Aumento de la resistencia psíquica
El jugador con mayor resistencia es más inmune contra el esfuerzo y posee mejor estabilidad psíquica. Está en condiciones de superar mejor las derrotas, sin tener que luchar con problemas, que en caso contrario aparecen a menudo, de motivación ni cambios negativos de actitud (actitudes depresivas que afectan el rendimiento).
-Reducción de errores ocasionados por el cansancio
Debido a que el jugador con una buena resistencia no se cansa tan fácilmente, tampoco se «enoja» y continúa con la disciplina táctica. Mantiene la táctica planeada con anterioridad y no hace faltas innecesarias causadas por desmotivación ni descuidos, y en las situaciones decisivas mantiene su sangre fría y no se queja constantemente.
-Reducción de errores técnicos
El jugador entrenado en resistencia está concentrado, atento y es rápido hasta el final en todas sus decisiones y movimientos, lo que mantiene el número de errores en una cifra muy baja (pérdida del balón al recibirlo, al pasarlo, al regatear).
-Velocidad de reacción constantemente alta
Gracias a su mejor disponibilidad para recuperarse rápidamente y por lo tanto menos posibilidad de que le venza el cansancio, su sistema nervioso central se ve menos afectado. Durante todo el partido mantiene su capacidad de anticipación, decisión y reacción de forma óptima sin que se vea afectado su rendimiento. El jugador está «completamente despierto», concentrado y atento hasta el final del partido. El jugador de ataque aprovecha hasta el último segundo antes del final del partido para golpear a portería. El defensa mantiene a raya a su contrario hasta el final del partido.
-Salud más estable
El jugador que está más entrenado en resistencia mejora su sistema in- munológico de defensa, de manera que no tiene tantas enfermedades infecciosas como gripes y resfriados. De esta forma, por un lado, evita pérdidas de rendimiento y, por el otro, no falla al equipo en las competiciones.
Atención: A pesar de las múltiples ventajas que acabamos de mencionar sobre la resistencia básica bien desarrollada, debe tenerse en cuenta que:
1.El futbolista no debe tener nunca como objetivo desarrollar al máximo su capacidad de resistencia; sino que debe desarrollarla suficientemente, es decir, de forma óptima, para sus necesidades futbolísticas. Un exceso de entrenamiento de la resistencia conducirá -especialmente en los jugadores júnior que disponen de un tiempo de entrenamiento limitado- a un abandono del resto de cosas importantes para el entrenamiento específico del fútbol, concretamente el aprendizaje táctico-técnico o los partidos de entrenamiento. Deberá prevenirse contra un exceso de entrenamiento de resistencia (ver Bremer 1985, pág. 5).
2.Otro motivo para no practicar el entrenamiento de resistencia como un fin en sí mismo es que un exceso de éste influencia negativamente la velocidad del futbolista: el que se entrena demasiado en resistencia será más lento, ya que se ocasionan modificaciones bioquímicas en los músculos que sirven más para la resistencia que para la velocidad (ver Diekhut et al., 1981, pág. 151). En casos extremos puede darse el caso de que las fibras musculares de contracción rápida -que son las que posibilitan los saltos, los golpeos y las salidas explosivas- se conviertan en músculos de contracción lenta, viéndose así afectados negativamente para la velocidad (ver Howald, 1987, pág. 23).
3.Finalmente, un entrenamiento excesivo -y esto es especialmente válido para el fútbol de alta categoría- concretamente en forma de entrenamiento de resistencia demasiado intenso y frecuente (ver p. 300, vol. II) puede llevar a una pérdida de la resistencia básica y paralelamente a un empeoramiento de la capacidad de recuperación, que en caso extremo se manifiesta en una situación de sobreentrenamiento que puede dañar profundamente no sólo el rendimiento del futbolista sino también su potencia y estado de ánimo (ver p. 30).
Tal como demuestran las investigaciones de Urhausen/Kindermann (1987, pág. 39), un exceso de entrenamiento provoca una reducción en la producción de la hormona sexual masculina testoterona, que juega un papel muy importante para la recuperación y en el metabolismo para la creación de proteínas.
Importancia de la resistencia especial
Aparte de la tan importante resistencia general aeróbica, el jugador también necesita poseer una capacidad anaeróbica específica para el fútbol, que también denominaremos resistencia especial o de esprint (ver p. 33). Una resistencia especial para el fútbol bien desarrollada comporta:
–Entrenamiento específico de la musculatura utilizada para jugar al fútbol (especialmente las piernas). De esta forma se asegurarán los movimientos típicos del juego (cambio de dirección, entradas, golpeos a portería, regates, etc.) de forma óptima.
–Buena «tolerancia» a las carreras repetidas e intermitentes, entradas explosivas y saltos, regates a ritmo fuerte, impetuosos golpeos a portería y remates de cabeza.
–La capacidad de soportar durante todo el partido los cambios de ritmo sin problema y en general mantener un buen ritmo.
–La capacidad de poder resolver las entradas, los saltos, los regates y los golpeos a un ritmo máximo durante todo el partido.
A pesar de que la resistencia especial del futbolista está influenciada en múltiples aspectos por la resistencia general (resistencia básica), ésta debe desarrollarse de todas formas mediante métodos y contenidos de entrenamiento especial (ver p. 113)
Factores de la capacidad de resistencia. Bases científicas, biológico-de- portivas y médico-deportivas del entrenamiento
Para poder apreciar de forma diferenciada la efectividad de los diferentes métodos de entrenamiento, los contenidos de los mismos (juegos, ejercicios y entrenamientos) y los medios para un entrenamiento, es necesario conocer las bases científicas y deportivo-biológicas del entrenamiento de resistencia general y de resistencia especial. Por medio del entrenamiento de resistencia se efectúan una serie de importantes ajustes en el organismo del futbolista que le permiten desarrollar una capacidad de resistencia superior.
Desde el punto de vista energético, cualquier tipo de entrenamiento ataca a la célula del músculo. El sistema cardio-vascular visto de forma simplificada sólo actúa como un mecanismo auxiliar que satisface las necesidades del metabolismo en cuanto a oxígeno y sustancias nutritivas se refiere.
Factores musculares
Composición de las fibras musculares y capacidad de resistencia
El hombre tiene dos tipos principales de fibras musculares: fibras de contracción lenta (tipo ST o tipo I) y fibras de contracción rápida (FT o fibras tipo II). Normalmente se encuentran en un 50 % cada una, porcentaje que está determinado genéticamente. Los que poseen una gran resistencia tienen más fibras ST, mientras que los que son más rápidos o tienen más fuerza-potencia poseen más fibras FT.
Las fibras ST están más especializadas en el metabolismo aeróbico y, por lo tanto, más indicadas para la resistencia. Las fibras FT tienen una mayor capacidad metabólica anaeróbica y están especialmente indicadas para la velocidad y la fuerza-potencia. Mediante el entrenamiento puede influenciarse la capacidad del metabolismo. Si uno entrena intensivamente en resistencia, estimulará sobre todo las fibras ST y su capacidad metabólica aeróbica, y el que se entrene mucho en velocidad o fuerza-potencia estimulará especialmente las fibras FT y su capacidad anaeróbica.
«Tipo resistente» y «tipo esprínter»
A pesar de que el futbolista, por lo general, es un deportista que mayo- ritariamente tiene musculatura de contracción rápida (ver p. 280, vol. II), en los equipos siempre hay jugadores que no responden a esta tendencia general. Por ello, en todos los equipos se diferencia entre jugadores «tipo esprínter» -con mayoría de músculos de contracción rápida- y jugadores «tipo resistente», que poseen más músculos de contracción lenta.
En el entrenamiento es importante efectuar este tipo de diferenciación. Los «tipo resistencia» tienen una capacidad superior en los esfuerzos de resistencia así como también una mayor facilidad de recuperación, ya que sus fibras musculares están «especializadas» en resistencia y tienen correspondientemente una capacidad metabólica aeróbica. Por el contrario, en velocidad o fuerza-potencia tienen menos rendimiento y menor capacidad de recuperación debido a la estructuración de su metabolismo.
Los «tipo esprínter», por su parte, son poco indicados para una práctica intensiva y larga y, por lo tanto, en un entrenamiento de este tipo presentan una resistencia y capacidad de recuperación bastante bajas. Si en un entrenamiento no se diferencia entre las diferentes capacidades y los diferentes «tipos», el mismo entrenamiento puede resultar muy diferente para cada uno de los jugadores. Para algunos puede ser óptimo, mientras que para otros es una sobrecarga o no representa ningún esfuerzo en absoluto (ver Dó- renberg, 1978, pág. 64; Tihanyi, 1989, pág. 41; Bode, 1991, pág. 6).
Ejemplos:
1.En un entrenamiento de resistencia aeróbico, el «tipo esprínter» deberá tener muy en cuenta no intentar correr con la misma intensidad que el «tipo resistente», ya que de hacerlo se cansará rápidamente -podrá reconocerse por un ritmo cardíaco muy elevado o por valores muy altos de lactato- y en lugar de entrenar la resistencia básica aeróbica, entrenar la resistencia anaeróbica, es decir, intentar no errar su objetivo en el entrenamiento (ver Binz, 1984, págs. 33-34). Si se entrena durante mucho tiempo de esta forma tan general sin adaptarlo a cada tipología puede suceder que el «tipo esprínter», a pesar de haber estado entrenando en resistencia aeróbica, no mejore en ello sino que sea todavía peor.
2.Por el contrario, en un entrenamiento de resistencia de esprint (resistencia especial del futbolista), es el «tipo resistente» el que tiene que vigilar no caer en el error de efectuar movimientos poco adecuados para él. En este tipo de entrenamiento los «tipos resistente» se recuperan más lentamente debido al esfuerzo, para ellos poco habitual, que están haciendo. En este caso, el «tipo resistente» necesita hacer un descanso más largo que el «tipo esprínter». Si debido a que el entrenamiento es conjunto y ambas tipologías hacen los mismos descansos, a largo plazo sólo el «tipo esprínter» mejorará su rendimiento, ya que estará entrenando con el método más correcto para él (ver p. 96). La «tipología resistente» por el contrario no rendirá mejor con este tipo de entrenamiento de intervalos (ver p. 92) y no podrá alcanzar su ritmo máximo; no entrenará la resistencia de esprint sino la de velocidad (ver p. 300, vol II), característica que para el futbolista no es de máxima prioridad y que si se efectúa muy a menudo perjudicará a la larga la resistencia aeróbica. En un entrenamiento igual para todos mejorará el velocista y empeorará el otro.
3.La existencia de «tipos esprínter» y «tipos resistente» no sólo es importante en lo que se refiere a la elección de la intensidad óptima y los tipos de pausa que deben efectuarse, sino también en lo que hace referencia a la utilización de los métodos de entrenamiento que mejor se ajustan a cada uno:
Al entrenar la resistencia aeróbica, el «tipo resistente» debería correr a un ritmo regular durante largos periodos de tiempo, ya que de esta forma entrena de manera óptima sus fibras ST. Por el contrario, el «tipo esprínter» debería recorrer varias veces distancias más cortas y con un ritmo creciente, efectuando pausas al trote, ya que éste es el tipo de esfuerzo que mejor va con su fibra muscular (ver Norpoth, 1988, p. 11; ver p. 102). También es de gran interés el hecho que según el tipo de entrenamiento -más orientado a la resistencia, a la velocidad o combinado- se produce una pérdida de glucógeno (pérdida del azúcar que contiene el músculo, ver p. 95) en las fibras ST o FT. Una resistencia prolongada solamente aeróbica produce sólo un 20 % de pérdida en las fibras FT, pero hasta un 70 % en las fibras ST (ver Jacobs, 1988, pág. 107). En unidades de entrenamiento de velocidad o fuerza-potencia el efecto es el contrario. La pérdida más cuantiosa se produce en las fibras FT. Los esfuerzos mezclados -característicos del fútbol- producen una pérdida de glucógeno en ambos tipos de fibras.
Consecuencias para el entrenamiento
Dependiendo del «tipo de músculo», es decir, del hecho de tener más fibras musculares de contracción rápida o de contracción lenta, los jugadores reaccionan de diferente manera frente el mismo tipo de entrenamiento. Si un jugador tiene pocas fibras de contracción rápida, se cansará más rápidamente en los esprints (ver el siguiente capítulo) o en las formas de entrenamiento intensivo 1:1, 2:2, etc. Si, por el contrario, dispone de más fibras musculares de contracción lenta, se cansará más rápidamente en aquellos ejercicios de larga duración.
En las unidades de entrenamiento que tienen como punto central la resistencia o la fuerza-potencia, deberá contarse con distintas respuestas y grados de cansancio en los diferentes jugadores. Especialmente en el fútbol de alta competición con varias unidades de entrenamiento diarias, debería tratarse siempre que sea posible de individualizar al máximo el entrenamiento en la 2a y 3a unidad, para evitar el cansancio excesivo de los jugadores.
Resumiendo: En el entrenamiento de resistencia (igual que en el de velocidad), es importante diferenciar los «esprínters» de los «tipos resistentes» para poder efectuar un entrenamiento individualizado efectivo para todos.
Según Szogy et al. (1985, pág. 18), en un equipo de fútbol deberían organizarse de 3 a 4 grupos, y que cada uno de ellos diese más importancia a una u otra de las capacidades específicas de los futbolistas. De esta forma podría evitarse una inffautilización o una mala utilización de las capacidades de los jugadores y optimizar la eficacia del entrenamiento. En la elección de la intensidad correcta o de la capacidad individual de recuperación debería tenerse en cuenta la opinión del jugador. Él es el que mejor puede juzgar a qué ritmo aprovecha al máximo su capacidad aeróbica o qué intérvalo de pausas debe efectuar en los esprints (ver p. 323, vol. II) para mejorar la resistencia en los mismos (ver Tihanyi/Apor/Fekete, 1983, pág. 49; Binz, 1984, pág. 33; Szogy et al., 1985, pág. 18; Gerisch/Rütemóller/Weber, 1988, pág. 64; Norpoth, 1988, pág. 11; Rütemóller/Hake, 1990, pág. 33).
Almacén celular de energía y capacidad de resistencia
El proceso de adaptación bioquímico desencadenado a nivel muscular durante el entrenamiento evoluciona de la siguiente forma (ver Jakowlew, 1976, p. 66):
–Aumento de concentración de las fuentes de energía.
–Incremento de la actividad enzimática.
–Activación de los mecanismos reguladores hormonales.
En un entrenamiento deportivo, el músculo utiliza energía que obtiene quemando sustratos ricos en energía. Estos portadores de energía pueden encontrarse ya almacenados en las células musculares en forma de glucógeno (forma de almacenamiento de azúcar) o de gotas de triglicéridos (forma de almacenamiento de las grasas) o bien serán transportados por la sangre a los músculos que estén trabajando.
El glucógeno tiene una doble importancia en el organismo. Por un lado, el cerebro necesita constantemente glucosa -una bajada de glucosa en la sangre provoca deficiencias de concentración y de coordinación y para el futbolista es una causa de posibles errores técnico-tácticos- y, por otro lado, en situaciones de falta de oxígeno -típicas en entrenamientos intensivossólo puede quemarse glucosa pero no grasas. Para el futbolista, por lo tanto, tener altas reservas de glucógeno (en la sangre y en el hígado) es una garantía para poder jugar durante todo el tiempo a un ritmo fuerte y sin perder la concentración ni la atención (ver Newsholme, 1987, pág. 185; Keul et al., 1988, pág. 3). Al efectuar un esfuerzo de resistencia y dependiendo de la duración y de la intensidad, se utilizarán más o menos estos depósitos de energía.
Ilustración 9. Pérdida de glucosa en el músculo del cuadríceps de los futbolistas (M. quadriceps femoris) durante y después de un partido de liga de la división A sueca (según Karlsson, 1969, en Bosco 1990, pág. 30).
La ilustración 9 muestra cómo en un partido el contenido de glucosa va disminuyendo constantemente en la musculatura que se está trabajando. En una competición o en un entrenamiento, debido a que se compaginan esfuerzos extensivos e intensivos se produce una bajada de glucógeno parecida o todavía más acentuada, lo que produce una pérdida de rendimiento.
Karlsson (1969), Agnevik (1970) y Jacobs et al. (1982) comprobaron que al final de un partido de fútbol se había utilizado completamente las reservas de glucógeno de los músculos, tanto en las fibras ST como en las FT, lo que indica las diferentes actividades de la musculatura (carreras lentas y rápidas).
Si se efectúan entrenamientos de forma regular -y presuponiendo una alimentación equilibrada (ver p. 41)- la repetida utilización y rellenado de las reservas de energía mediante la llamada supercompensación (ver p. 46) produce un aumento de los depósitos de energía: el nivel de entrada puede conducir en última instancia a un aumento de glucógeno en el músculo de más del 100 %. En las personas no entrenadas las cantidades de glucógeno en la musculatura oscilan entre los 200-300 g y entre 60-100 en el hígado; en las personas entrenadas por el contrario estas cantidades aumentan hasta el doble (ver Saltin; 1973, pág. 127; Israel/Weber; 1972, pág. 55; Currie et al., 1981, pág. 271; Jacobs et al. 1982, pág. 297; Israel 1988, pág. 86; McKenna et al., 1988, pág. 91).
Aparte de los depósitos de glucógeno, también aumentarán hasta tres veces los depósitos de grasas intracelulares (ver Schón, 1978, pág. 78).
La glucosa y los ácidos grasos contribuyen de forma diferente en la preparación de la energía, dependiendo de la intensidad, el volumen y el tipo de entrenamiento. En esfuerzos muy intensos se quemará azúcar exclusivamente, en esfuerzos medianos o bajos se quemarán más ácidos grasos. Cuanto mejor sea el estado de entrenamiento mejor podrán metabolizarse los ácidos grasos. De esta manera se mantendrán mejor las reservas de azúcar y el futbolista podrá continuar jugando en la segunda parte del partido a un ritmo fuerte.
Ilustración 10. Comportamiento del tiempo de reacción TR durante un esfuerzo incrementado progresivamente. RC^=Ciclistas, equipo nacional; RCtyl= Ciclistas, equipo júnior. TR=Tiempo de reacción (Modificado según Szmodis, 1977).
Consecuencias de la falta de hidratos de carbono
Si hay una carencia de hidratos de carbono o se produce un bajón en el azúcar de la sangre, no sólo disminuirá el rendimiento físico sino que también se verá afectado el sistema nervioso central, lo que repercutirá en un empeoramiento de la capacidad de reacción, de anticipación y de realización así como también en una menor velocidad de reacción seguido de una disminución de motivación y en problemas de control motor (ver Diebschlag, 1988, pág.7). La ilustración 10 muestra las diferentes reacciones de deportistas mejor y peor entrenados. Puede observarse que en los deportistas mejor entrenados el esfuerzo y el aumento de cansancio produce un menor empeoramiento del tiempo de reacción. El futbolista mejor entrenado reaccionará mejor en todas las situaciones del juego que el deportista con menor condición física.
Ilustración 11. Desarrollo del tiempo de reacción de 3 grupos entrenados con diferente intensidad, en las fases de descanso, trabajo y recuperación. El criterio seguido se basa en la cantidad de oxígeno consumido (VOa máx.). El grupo I (V02 máx de 2,00-2,99 l/min) es el que consume menos, el grupo II (V02máx de 3,00-3,99 l/min) es el mediano y el grupo III (VO^ máx de 4,00-4,99) es el que más consume (según Bula/Chmura, 1984, pág. 50).
En la ilustración 11 puede verse que la resistencia tanto en el esfuerzo como en el descanso o en la recuperación tiene una influencia sobre el tiempo de reacción. Cuanto mejor sea la capacidad de resistencia en cada uno de los deportistas, mejor será su capacidad de reacción en condiciones de esfuerzo, y más rápidamente estará en un estado óptimo de reacción de nuevo después del esfuerzo.
Lindenmeyer (en Bula/Chmura, 1984, pág. 52) pudo demostrar que los deportistas entrenados en resistencia y gracias a su mejor capacidad de recuperación daban tiempos de reacción inferiores que aquellos deportistas entrenados en velocidad.
Para el futbolista esto significa que una resistencia básica suficientemente desarrollada tiene una influencia decisiva en su capacidad de reacción a lo largo de un partido (ver ilustración 10). La experiencia demuestra que a menudo los partidos se resuelven en los últimos minutos (ver p. 44). Si la fuerza ha dismunuido y la capacidad de concentración también debido a tener una condición física insuficiente, sucederá que no se podrá reaccionar ni actuar con rapidez en las últimas jugadas clave.
Ilustración 12. Aumento del factor de error de conducción en larga concentración sin placebo y con dextrosa (según Keul et al, 1988, pág. 3).
En la ilustración 12 puede verse que la falta de azúcar (debido a tener pocas reservas de azúcar en la sangre después de grandes esfuerzos) aumenta de forma significativa el número de errores cognitivos.
Consecuencias para el entrenamiento
En el fútbol, una mala concentración o una mala condición física tienen múltiples efectos negativos sobre el rendimiento del jugador:
1.Disminución del rendimiento técnico-táctico:
La perfección técnica durante 90 minutos o más sólo será posible cuando el jugador sea prácticamente «incansable» y no muestre ningún tipo de problema de concentración ni de atención durante todo el partido. La realización de determinadas jugadas tácticas es múltiple y sólo será posible hacerlo de la forma deseada cuando exista la base de condición física correspondiente (ver Vogelaere/Belagvé/Martínez, 1985, pág. 103). ¿Cómo debería realizarse la orden «pressing» cuando el jugador al cabo de poco tiempo ya está «amargado»? Una situación que comporte agresión, por ejemplo, un empate a 1, requiere que el futbolista tenga un rendimiento superior al del contrario. Esto sólo puede darse si la condición física del jugador está suficientemente bien desarrollada (ver Zeed, 1989, pág. 26).
Ilustración 13. Concentración de lactato en la sangre de dos equipos de fútbol (sin portero) al dar la orden «marcar» (según Gerisch/ Rutemóller/Weber 1988, 65). EESD = Estudiantes de escuelas superiores alemanas de deportes. PF = profesor de fútbol.
Desde el punto de vista táctico, aparte del aspecto de la condición física, también debe tenerse en cuenta la parte psíquica y cognitiva. Las investigaciones de Liesen (1983, pág. 23 y 1985, pág. 16) muestran que en aquellos jugadores que tienen una condición física pobre, que pronto están cansados, con valores de lactato entre 6-8 mmol/1 ya empiezan los errores tácticos.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que los jugadores con un rendimiento bajo efectúan «automáticamente» sólo carreras cortas durante el juego y dosifican su actividad para no cansarse; por lo tanto, se comportan tácticamente de modo diferente a otros jugadores con una mejor condición física: hacen prevalecer el ahorro de energía, juegan de forma más «inteligente» y reparten mejor sus actividades durante el juego (economización de la intensidad de la carrera) (ver Gerisch/Rutemóller/Weber, 1988, pág. 64).
La ilustración 13 muestra que los jugadores veteranos llevan a cabo su juego con menos gasto y menos intensidad -seguramente a causa de los valores superiores de lactato durante las dos mitades del juego- que los jugadores más jóvenes. No debe sorprendemos, por lo tanto, que en el mismo equipo se encuentren diferencias importantes en las concentraciones de lactato en la sangre de los diferentes jugadores. Según el tiempo que hayan jugado, su estado físico y el tipo de jugador, aparecerán valores muy altos o muy bajos de lactato (tabla 2).
Tabla 2. Concentración de lactato en la sangre de diferentes jugadores que tienen diferentes tareas tácticas (según Gerisch/Rutemoller/Weber, 1986, pág. 64).
2.Aumento de los riesgos de lesión o aumento del número de faltas:
La ya muy citada «mala suerte de la lesión» cuando no se consiguen objetivos individuales o cuando el equipo no logra una buena situación en la competición tiene su origen muchas veces en la falta de capacidad de resistencia al cansancio o a una poca desarrollada capacidad de resistencia, es decir, se trata más de un déficit que de una situación de mala suerte (ver Holsch, 1989, pág. 27).
Karlsson/Eriksson et al. (en Lacour/Chatard, 1984, pág. 125) demostraron que los jugadores que tenían menos reservas de glucógeno se lesionaban más a menudo, otra indicación de la importancia de una resistencia básica suficientemente desarrollada o de los peligros de un sobreentrenamiento con reducción de las reservas de glucógeno.
Las faltas, como orígenes potenciales de las lesiones, aumentan también al empeorar la condición física. La valoración de los partidos de la copa de Europa y de la copa del mundo de 1988 y 1990 hecha por Gerisch/Rei- chelt (1991, pág. 51) parece demostrarlo.
3.Aumento de los éxitos en portería debido a la disminución de la atención de los jugadores de la defensa:
Tal como se desprende de las investigaciones de Morris (1981, pág. 101), Piekarski (1987, pág. 37) y Loy (1990, pág. 26), al aumentar el tiempo de juego y al disminuir la capacidad de resistencia, aumentan los goles (ilustración 14,15 y 16). La ilustración 15 muestra el ratio de tiros a portería y el momento en que se han hecho los mismos y se han marcado goles durante el campeonato del mundo de 1990. Una posible razón para el significativo aumento de goles en la segunda mitad del juego puede ser el incremento del cansancio juntamente con una disminución de la capacidad de concentración y por tanto un aumento de los errores técnico-tácticos. Tal como muestran las ilustraciones 17a y b, parece que -a pesar de seguir la misma tendencia- existen diferencias entre los jugadores profesionales y los amateurs. Gerisch/Tritschoks (1985, pág. 48) comprobaron que los futbolistas profesionales en comparación con los amateurs tienen una mayor disponibilidad para compensar el cansancio: son capaces de solucionar sus problemas de resistencia de forma más económica, lo que juntamente con otros factores comporta un tipo de juego más efectivo. La mayor capacidad de regeneración comporta que en la fase final de la competición haya un mejor comportamiento táctico y también un mejor rendimiento.
Ilustración 14. Frecuencia de goles marcados en el transcurso de la duración del partido a intervalos de 15 minutos. Las cifras se basan en registros de 900 tiros a portería durante partidos de liga y de copa (según Morris, 1981, pág. 101).
Ilustración 15. Momentos de tiros a portería o goles durante el campeonato del mundo de fútbol 1990 (según Loy, 1990, pág. 26).
Mientras que en la liga alemana el 43,1 % de los goles se consiguieron en la primera mitad del juego y el 56,9 % en la segunda mitad, en la liga amateur la relación es de 39,04 : 60,96 % (ver Piekarski, 1987, pág. 37). Si se compara la ilustración 17 a y b con la representación de la ilustración 16, puede notarse que en el minuto 35 o 45 se registra la mayor probabilidad de goles mientras que en el minuto 75 se registra el mínimo. Como uno de los motivos psicológicos del descenso de resistencia que conlleva las consecuencias mencionadas anteriormente, debe mencionarse la pérdida de glucógeno (ver ilustración 9) de la musculatura del futbolista: hacia el final de la segunda parte el glocógeno normalmente se ha reducido drásticamente. Esto tiene como consecuencia que, al aparecer las debilidades físicas y de concentración, aumente el ratio de veces que se golpea la pelota hacia el final del partido, aunque a pesar de ello normalmente se juega a un ritmo más reducido (ver también Binz, 1984, pág. 32)
Ilustración 16. Gráfico de un jugador durante los 90 minutos de juego. Al aumentar el tiempo de juego puede verse que el jugador disminuye el tiempo que pasa corriendo (según Jaschok/Witt; en Piekarski, 1987, pág. 39).
La práctica en el juego muestra que la mayoría de faltas que se hacen (algunas con consecuencias de lesiones) se dan especialmente en aquellos jugadores que tienen una inferior condición física y que se cansan más pronto.
Resumiendo podemos indicar que de un potencial energético elevado (buenas reservas musculares de azúcar y grasas) se desprenden las siguientes ventajas: el jugador que está bien entrenado en resistencia se recupera más rápidamente de las acciones intensas de juego, está en condiciones de reaccionar durante más tiempo y más rápidamente, reduce el tiempo de sus pausas y, por tanto, puede mantener un ritmo de juego elevado; reduce el número de posibilidades de errores técnico-tácticos debidos al cansancio y mantiene el ritmo del juego, incluso hacia el final del partido continúa golpeando la pelota de forma precisa y no la pierna del contrincante; no pierde la concentración, la atención ni la capacidad de observación.
Ilustración 17. Desarrolle de los goles durante la totalidad del tiempo de juego en la liga júnior (a) y en la profesional (b) (según Piekarski, 1987, págs. 37 y 38).
Anexo suplementario: importancia de una dieta rica en hidratos de carbono en el rendimiento del futbolista
Para conseguir un efecto óptimo del entrenamiento no sólo es necesario entrenar intensamente sino también prestar atención a la alimentación. La alimentación juega un papel muy importante en los deportistas de resistencia -y los futbolistas como «deportistas mixtos» entran también dentro de esta categoría-, ya que es decisiva para el éxito del entrenamiento. Por este motivo, antes de presentar los efectos de la resistencia, introduciremos este tema como tratado suplementario.
Mientras que en estado de reposo la energía se reparte en un 50 % en las grasas y un 50 % en los hidratos de carbono, si aumentamos la intensidad del esfiierzo aumentará el consumo de hidratos de carbono mientras que disminuirá el de grasas. En esfuerzos muy duros se consumirán exclusivamente hidratos de carbono (ver Jacobs, 1988, pág. 23). Un gran número de investigaciones han demostrado que la capacidad de resistencia y la capacidad de poder efectuar esfuerzos violentos durante un período prolongado de tiempo está directamente influenciado por el nivel de reservas de glucógeno de los músculos (ver Bergstóm et al., 1967, pág. 140; Saltin, 1973, pág. 137; Maughan/Poole, 1981, pág. 211; Sherman/Costill, 1984, pág. 445; Kirkendall et al., 1987, pág. 36; Coyle/Cogan, 1989, pág. 59; Jakeman/Pal- freeman, 1989, pág. 8). Tal como ya mostraban las investigaciones de Hermansen/Hultman/Saltin, (1967, pág. 29), la capacidad de resistencia en áreas de intensidad del 60-85 % del consumo máximo de oxígeno -en el fútbol el promedio es del 80 %- está directamente correlacionada con la cantidad de reservas musculares de glucógeno.
Por este motivo, la cantidad de glucógeno almacenado en el hígado y la musculatura del futbolista representan un factor de limitación de rendimiento muy importante. Tanto la resistencia como la fuerza-potencia y el rendimiento en el esprint disminuyen cuando bajan las cantidades de glucógeno (ver Jakobs et al., 1981; Maughan/Poole, 1981; Heigenhauseretal., 1983; Young/Da- vies, 1984; Greenhauf et al., 1987). Pasados dos o tres días de un fuerte entrenamiento, la fuerza dinámica y estática todavía continúa estando a niveles bajos incluso cuando la reserva de glucógeno vuelve a estar a su nivel normal (ver Young/Davies, 1984; Sherman et al., 1984; Jacobs, 1987). Pero la pérdida de fuerza se nota todavía más cuando bajan los niveles de glucógeno.
Saltin (1973, pág. 137) pudo demostrar, igual que Kirkendall et al. (1987, págs. 37-38), que los jugadores que tenían un nivel más elevado de glucógeno antes del inicio del juego generalmente hacían recorridos más largos, especialmente en la segunda mitad del juego, y el número de acciones intensas también era superior en los jugadores con un entrenamiento de resistencia. Los jugadores que entrenan de forma intensa diariamente -esto es aplicable especialmente a los futbolistas profesionales que cada día efectúan de 1 a 3 unidades de entrenamiento- debido a su gran consumo de energía deben prestar especial atención a la sustitución tanto cuantitativa como cualitativa de las reservas de glucógeno utilizadas. Las investigaciones de Costill et al. (1971, pág. 834 s.) dejan muy claro que después de un esfuerzo intenso en el entrenamiento o en la competición las reservas de glucógeno no pueden recuperarse por medio de una comida normal; esto sólo será posible mediante una dieta rica en hidratos de carbono.
Unos 600 g diarios de hidratos de carbono (correspondientes al 65-70 % de las calorías ingeridas) deberían ser suficientes para evitar una pérdida de glucógeno durante el período de competición (ver Costill et al., 1981, pág. 1831).
A pesar de este hecho aquí mencionado y conocido por todos, todavía puede observarse que hay jugadores -incluso de los más altos niveles- que aún cometen errores en lo que se refiere a una dieta rica en hidratos de carbono. La idea de que un bistec y una ensalada es lo que más «fuerza» da para un entrenamiento o un partido parece no poder desarraigarse. Tanto en las investigaciones de Schnizer/Kirchrath (1987, págs. 3-4) como en las de Jacobs et al., (1978, pág. 297) y las de Saris (1990, pág. 6) se demuestra que el futbolista ingiere insuficientes hidratos de carbono. El porcentaje de ingestión de hidratos de carbono está por debajo del 50 %, a pesar de que debería ser al menos del 55-60 % y en casos concretos (entrenamiento intensivo, partido difícil, partidos de competición) debería aumentarse hasta el 65-70 %. Esto tiene como consecuencia que los niveles de glucógeno todavía no se han recuperado al cabo de 48 horas cuando tiene lugar el siguiente entrenamiento o partido.
En referencia al balance hídrico y de electrólitos (minerales) también puede determinarse que el peligro de una disminución de rendimiento debido a la pérdida de líquidos sólo se tiene en cuenta hasta cierto punto (ver también Rokitzki/Keul, 1990, pág. 42; Gerlach/Golf, 1990, pág. 43). Todavía hoy hay un 15 % de los jugadores que no bebe nada durante la media parte, y casi un tercio toma bebidas sin aditivos (p. ej., suplementos de minerales o de hidratos de carbono) como té. A pesar de que actualmente los equipos profesionales cuentan con buenas orientaciones y los entrenadores y cuidadores exigen a los jugadores que entiendan al máximo todas las medidas físico alimentarias, en los jugadores no profesionales todavía puede encontrarse una gran falta de información. En vista de la importancia de la alimentación para el rendimiento corporal deberán extremarse al máximo las medidas en este aspecto.
Tanto en los entrenamientos como en los campeonatos -especialmente en los estiramientos y en la media parte- deberían tomarse «bebidas minerales energéticas» (que contienen soluciones de azúcar juntamente con suplementos de minerales y vitaminas) para que mediante un aumento de azúcar en la sangre cada cierto tiempo, se mandasen impulsos de rendimiento al cerebro y a la musculatura (ver Diebschlag, 1988,pág.7). La ingestión de bebidas ricas en hidratos de carbono antes, durante o después del partido tiene tres grandes ventajas:
1.Las reservas de glucógeno propias de los músculos saldrán beneficiadas. De esta forma, la segunda mitad del partido puede jugarse con reservas aumentadas de glucógeno y por lo tanto de forma más intensiva.
2.Se utilizarán fuentes adicionales de energía cuando la reserva de glucógeno vaya disminuyendo (ver Leatt/Jacobs, 1986, pág. 86; Coyle et al., 1986, pág. 165).
3.Después de grandes esfuerzos físicos -como por ejemplo después de un entrenamiento fuerte o de un partido- puede darse una falta de apetito, igual que en las situaciones de estrés físico, especialmente antes de competiciones importantes. Por una parte parece ser que el motivo se encuentra en el aumento de la temperatura corporal después de un esfuerzo y por otro en un aumento en la producción de las hormonas a causa del estrés (ver Canham/Consolazio, 1966, p. 64; Karvonen/Saarela/Uotila, 1978, p. 139). La falta de apetito influirá en el comportamiento alimentario general del jugador originando que no ingiera suficientes alimentos. Debido a que no se tomarán alimentos sólidos en cantidad suficiente, deberán utilizarse alimentos líquidos energéticos.
Ha quedado demostrado en varias investigaciones el hecho de que la ingestión de bebidas ricas en hidratos de carbono (enriquecidas con minerales y vitaminas) durante un partido tiene un efecto muy positivo en la capacidad de rendimiento psicofísica. Jakeman/Palfreeman, (1988, pág. 8) pudieron demostrar que hay una gran diferencia si durante un esfuerzo de un 75 % de ingestión de oxígeno (ver p. 68) -que corresponde aproximadamente al de un futbolista a lo largo del juego- se toman hidratos de carbono cada 20 minutos (1,2 g por kg de peso corporal/h) o se toman placebos (producto sin ningún tipo de efecto). La ilustración 18 demuestra que la reserva de azúcar en la sangre sin una ingestión adicional de hidratos de carbono va disminuyendo de forma continuada, pero en caso contrario se mantiene constante. A través del aumento de la reserva de azúcar en la sangre se conseguirá un aumento del rendimiento. Además, el esfuerzo efectuado es mucho menor.
Coggan/Coyle (1989, pág. 59) llegaron a unos resultados similares (ilustración 19) y además pudieron demostrar que al ingerir bebidas que contenían hidratos de carbono no sólo se conseguía un aumento de azúcar en la sangre, sino también se lograba que el jugador pudiese rendir más intensamente incluso después de grandes esfuerzos.
Ilustración 18. Reserva de glucógeno durante un esfuerzo al consumir un preparado con múltiples azúcares (polímero maltodextrina) o un placebo (según Jakeman/Palfreeman, 1989, pág. 8).
En la alimentación previa a un campeonato deberá prestarse especial atención a una ingestión controlada de alimentos. Controlada porque es normal que antes de partidos importantes o de campeonato el estrés psíquico produzca una falta de apetito que puede influenciar negativamente los hábitos alimenticios (ver Canham /Consolazio 1966,64). Por lo tanto, el jugador debería prestar atención a la ingestión suficiente de hidratos de carbono para no sufrir «ataques de hambre» durante el partido (ver Inzinger 1990,10).
Al ingerir bebidas o alimentos que contengan hidratos de carbono (azúcar) deberá tenerse en cuenta que el tiempo de absorción o la duración del efecto es diferente en todos ellos. Inzinger (1990, pág.ll) lo describe esquemáticamente de la siguiente forma:
–Glucosa: Los hidratos de carbono van directos a la sangre después de entre 10 y 20 minutos.
–Bebidas azucaradas y dulces: Los hidratos de carbono también pasan directamente a la sangre pasados de 40 a 60 minutos.
–Productos de harina: Los hidratos de carbono fluyen a la sangre pasados entre 40 y 60 minutos.
–Frutas y verduras: Los hidratos de carbono fluyen a la sangre pasados entre 60 y 100 minutos.
–Productos integrales: Se filtran a la sangre pasados entre 60 y 240 minutos.
Por lo tanto, el futbolista deberá prestar atención a tomar no sólo azúcar simple (como la glucosa), que es de efectos rápidos pero poco duraderos, sino también azúcares múltiples, que empiezan a hacer efecto más tarde pero duran más tiempo, para que de esta forma no tenga ninguna fase de falta de azúcar durante todo el partido.
De forma parecida a Kirkendall et al. (1987, pág. 37), Sherman et al. (1989, pág. 603) pudieron demostrar en sus investigaciones que si se acentuaba la ingestión de hidratos de carbono 4 horas antes de empezar el esfuerzo (4 g por kg de peso corporal) se conseguía una mejora de la resistencia en un esfuerzo a intervalos de resistencia durante 95 minutos.
Ilustración 19. Comportamiento de la concentración de plasma glucosa durante un esfuerzo, así como la velocidad de aparición en presencia de hidratos de carbono o de placebo (según Cogan/Coyle, 1989, pág. 62).
A pesar de una disminución inicial de las reservas de azúcar en la sangre y un aumento de las reservas de insulina, durante el esfuerzo se produce una nueva subida del azúcar en la sangre y un aumento de hasta el 15 % de la resistencia, que se debe principalmente al aumento de azúcar en la sangre que se va produciendo continuamente en el intestino y en el estómago.
Investigaciones anteriores (ver Decombaz/Araaud/Milon, 1983, pág. 9; Devlin et aL, 1986, pág. 980; Foster/Costill/Fink, 1979, pág. 1; Hargreaves et aL, 1987, pág. 33) habían demostrado que la ingestión de 0,6-1 g de hidratos de carbono/kg de peso corporal durante la hora anterior al inicio del esfuerzo provocaba un aumento del rendimiento.
Por lo tanto, es importante aumentar la ingestión de hidratos de carbono (comidas ricas en hidratos de carbono líquidos) antes de empezar el partido, ya que de esta forma no sólo se aumentará considerablemente la reserva de hidratos de carbono en los músculos -Coyle et al., (1985, pág. 429) hablan de un 42 %- sino que las resevas de azúcar en la sangre también se mantienen a buen nivel durante todo el tiempo que se efectúa el esfuerzo y la metabolización de los hidratos de carbono -decisiva para un esfuerzo de resistencia- aumenta considerablemente (ver Sherman et al., 1989, pág. 603). El aumento de la reserva de azúcar en la sangre se debe a la liberación continúa de glucosa que efectúan el intestino y el estómago (según las investigaciones de Hunt et al., pasadas 4 horas sólo se había absorbido el 63 % de los hidratos de carbono ingeridos) que se va consumiendo durante el esfuerzo.
Ilustración 20. Promedio de contenido de glucógeno en el músculo en descanso, 45 minutos después de un esfuerzo (d. e.) y en 24 horas de recuperación (R). (Blanco) = dieta con hidratos de carbono normales (punteado) = Bebida suplementaria con 20% maltodextrina-fructosa durante y después del esfuerzo (según Brouns et al, 1989, pág, 54).
La ilustración 20 deja claro que después de un entrenamiento intenso de varios días la cantidad de glucógeno en el músculo si se ingieren los hidratos de carbono normales disminuye considerablemente, mientras que con la ingestión de una bebida suplementaria (20 % maltodextrina-fructosa) no tanto. También puede notarse -y esto es de gran importancia para el futbolista- que sólo los deportistas de resistencia que toman una bebida suplementaria rica en hidratos de carbono presentan el fenómeno de super- compensación (altas reservas de glucógeno) en los músculos 24 horas después del esfuerzo.
Consecuencias para la práctica de entrenamientos y partidos
Los jugadores que debido a unos entrenamientos muy duros o a una serie de partidos intensos, se han quedado sin glucógeno no deberían intentar volver a ponerse en forma mediante todavía más entrenamiento. Las medidas que fomentan la recuperación o un entrenamiento regenerativo (ver p. 91) producen en este caso un aumento del rendimiento mucho mayor que cualquier otro procedimiento (ver Luthmann/Antretter, 1987, pág. 3 s.). A menudo no se tiene en cuenta que de 3-5 unidades de entrenamiento fuerte son suficientes para hacer bajar el nivel de glucógeno (ver Costill et al., 1971, pág. 834).
Mediante una dieta rica en hidratos de carbono puede influirse de forma positiva sobre las reservas de glucógeno tanto antes como durante y después de un partido. Las reservas de glucógeno altas, aparte de almacenar una energía muy positiva, también tienen la ventaja de que juntamente con el azúcar se almacena agua (2,7 cm3/g de azúcar), lo que tiene un efecto muy positivo sobre la regulación del calor e indirectamente también sobre la capacidad de rendimiento. Además de esta manera puede reducirse la cantidad de líquido que debe ser ingerido durante el esfuerzo (ver Diebschlag 1988,7).
La ingestión de hidratos de carbono será óptima para cada individuo según las características personales y el peso corporal, a saber (ver Inzinger 1990, 11):
Consecuencias para el futbolista: Para conseguir m mejor rendimiento y una rápida regeneración después de efectuar unidades de entrenamiento muy duras o torneos muy seguidos, es recmneutlahlc ingerir una cantidad adicional de bebidas ricas en hidratos de carbono para completar una dieta rica m hidratos de carbom,
–La ingestión de hidratos de carbono será óptima cuando el peso corporal y el rendimiento permanezcan constantes.
–La ingestión de hidratos de carbono será insuficiente cuando el peso corporal y el rendimiento bajen.
–La ingestión de hidratos de carbono será demasiado alta cuando el cuerpo aumente de peso manteniendo el ejercicio constante.
La especial importancia de las bebidas energéticas ricas en hidratos de carbono viene fundamentada, por un lado, por el hecho de que incluso en situaciones de falta de apetito, donde es muy difícil ingerir alimentos sólidos, podrán ingerirse suficientes hidratos de carbono; por otro lado, es conocido que los alimentos líquidos se digieren mejor y se absorben más rápidamente, de manera que las sustancias nutritivas quedarán más rápidamente disponibles para el proceso de recuperación, lo que tiene un efecto acelerador en ej proceso de regeneración.
La ilustración 21 presenta un resumen general de la importancia de una buena alimentación de cara a la resistencia del futbolista.
Cuanto más importante sea el consumo de las reservas de glucógeno a través de un entrenamiento intenso más rápidamente volverán a llenarse estas reservas -siempre y cuando partamos de una buena alimentación: el consumo de glucógeno obligado por el esfuerzo estimula el enzima sinteti- zador del glucógeno que se encarga de la formación del mismo, de manera que pueda volverse a llenar rápidamente (ver Bergstrom et. al., 1972, pág.1971 s.; Maehlum-Hostmark Hermansen, 1977, pág. 309 s.). Los esfuerzos intensivos como por ejemplo las formas de juego del tipo 1:1, 2:2, 3:3, o un entrenamiento de resistencia o a intervalos etc., propician un consumo rápido de glucógeno. Sin embargo, si se efectúan demasiado a menudo, también comportan el peligro de un progresivo empobrecimiento de glucógeno, que hará disminuir la capacidad de rendimiento.
Ilustración 21. Cambios en la capacidad de resistencia en el área deportiva dependiendo del tipo de alimentación (de Weineck, 1990, pág. 395).
Consecuencias para la preparación del partido
El entrenamiento adecuado -que no sea muy extenso/intenso y donde no se efectúen ejercicios poco normales dos días antes del partido- y una correcta alimentación (rica en hidratos de carbono después del último entrenamiento o en el tiempo subsiguiente) pueden hacer aumentar el rendimiento del futbolista no solo físicamente (mayores reservas de glucógeno), sino también psíquicamente (mediante la sensación de «encontrarse bien»). A menudo en la fase anterior al partido es mejor efectuar un entrenamiento «ligerito», un entrenamiento de regeneración o incluso dejar pasar una de las unidades de entrenamiento -especialmente después de la «semana inglesa»-, que no intentar conseguir el éxito mediante un nuevo entrenamiento quizá demasiado cercano a la competición. En este caso «hacer menos» puede significar «conseguir más».
Actividad enzimátíca y capacidad de resistencia
Debido a que los procesos de adaptación provocados por el entrenamiento no son independientes los unos de los otros, sino que se dan en estrecha relación entre ellos, siempre se producirá un desarrollo paralelo de todas las estructuras parciales que forman parte del sistema funcional. Al aumentar las reservas de energía se produce también un aumento de la actividad de los enzimas productores de estos portadores de energía.
Un gran número de investigaciones muestran que dependiendo de las modalidades de entrenamiento se aumenta la actividad enzimática del metabolismo anaeróbico -que tiene lugar en el líquido celular de las fibras musculares (sarcoplasma)- o del aeróbico (en las mitocondrias). Si el entrenamiento es mixto, aumentará la capacidad enzimática tanto aeróbica como anaeróbica.
El entrenamiento aeróbico garantiza un alto porcentaje de enzimas oxidantes (aeróbicos) y aumenta su velocidad de transformación mediante un aumento observable de la actividad. De esta forma se mejorará el suministro de energía y la capacidad de resistencia contra el cansancio (ver Schmidtbleicher/Haralambie 1981, 221); Schwaberger et. al 1982, 3; Neumann 1988,407). Bajo la influencia de un entrenamiento aeróbico no sólo se modifica el número y la actividad de las enzimas sino que también aumentan y se amplían las mismas mitocondrias en unas 2-3 veces su tamaño (Ver Saltin 1973,139; Schón 1978,77). Las mitocondrias se encuentran en el líquido celular que envuelve las fibras musculares. En ellas, las enzimas aeróbicos desarrollan su actividad metabolizando alimentos ricos energéticamente. Las mitocondrias se podrían denominar también los trabajadores de la célula, en nuestro caso de la célula del músculo. Paralelamente al aumento del número y de la superficie de las mitocondrias también aumenta la actividad de la enzima aeróbica y con ello se produce un aumento de la capacidad. Esto, a su vez, es necesario para eliminar las sustancias que producen el cansancio (por ejemplo, el lactato), que tiene lugar al quemar anaeróbicamente el azúcar.
La ilustración 22 deja claro que el deportista entrenado tiene mayor posibilidad de eliminar el lactato de la sangre que el deportista poco entrenado: en éste aumenta la cantidad de lactato en la sangre al aumentar el esfuerzo lo que indica una capacidad de eliminación de lactato muy limitada.
Ilustración 22. Velocidad de eliminación de lactato (Re) como junción de la sangre de las arterias en jugadores entrenados y no entrenados al aumentar el esfuerzo (mod. según Stanley et al., 1985).
Un entrenamiento aeróbico de 6 semanas ya es suficiente para mejorar de forma decisiva la capacidad mitocondrial (ver Howald, 1989).
Sobre este mismo tema, sin embargo, también es importante el hecho de que en un entrenamiento anaeróbico demasiado intenso puede peijudicar la capacidad de rendimiento de las mitocondrias. Podrían producirse lesiones estructurales generales y finalmente se produciría una reducción del número y tamaño, lo que tendría como consecuencia una disminución de la capacidad de trabajo y con ello un empeoramiento de la capacidad de resistencia al cansancio. El origen de esta pérdida en las mitocondrias se debe a que cuando se produce un esfuerzo intenso se hinchan y se producen lesiones en la membrana de las mismas.
La sobreacidificación disminuye la capacidad de regeneración de las estructuras mitocondriales y los trabajos «de reparación» necesarios dejan de funcionar a la suficiente velocidad. De esta forma, a largo plazo se llegan a lesionar y puede producirse su pérdida o empobrecimiento con la correspondiente pérdida de resistencia aeróbica.
Ilustración 23. Comportamiento del lactato y de la frecuencia cardíaca al aumentar gradualmente el esfuerzo en cinta continua en dos colectivos de balonmano de diferente rendimiento, al principio (I) y al final de la temporada (II) (de Flothner/Hort, 1983, pág. 25; modificado por Kindermann, 1983, pág. 27).
La ilustración 23 muestra que al aumentar la capacidad de resistencia, la curva de lactato tiende hacia la derecha (ver pág. 145). La acidez aumentará sólo cuando aumente mucho la velocidad; de esta forma, el jugador puede trabajar en alta intensidad de forma aeróbica y en el partido puede correr a un ritmo más alto sin que por ello cansarse antes de tiempo.
Hasta el umbral anaeróbico, la capacidad aeróbica es suficiente para evitar el aumento del ácido láctico perjudicial para el rendimiento. A partir de este límite empieza un aumento rápido del lactato, ya que la extrema intensidad ha sobrepasado la cápacidad eliminatoria del sistema aeróbico. Cuando la hiperacidez es demasiado alta se tiene que reducir el ritmo, ya que de lo contrario el esfuerzo llegará al límite. Tal y como ya se ha comentado, cuando los valores de lactato se encuentran entre 6 y 8 mmol/1 se produce un aumento de los errores técnico-tácticos. Así queda muy clara la importancia de una capacidad aeróbica bien desarrollada para poder eliminar el lactato.
Tal como muestran diferentes investigaciones, la capacidad anaeróbica en el fútbol solo utilizará valores de lactato de hasta un máximo de 7 mmol/1. Incluso en partidos muy intensivos de 4:4 nunca se sobrepasarán los 10 mmol./l (ver Hollman et al. 1981,118; Liesen 1983,24 y Liesen et al 1985, 16; Krümmelbein 1989,445).
Mecanismos de regulación hormonales y capacidad de resistencia
Los procesos metabólicos en el organismo humano se producen mediante procesos de control hormonal muy sofisticados que podrán mejorarse mediante el entrenamiento. En el entrenamiento intenso se producen diferentes modificaciones en el sistema hormonal que colaboran a un aumento de la capacidad rendimiento.
1.Crecimiento de los órganos (hipertrofia) de las glándulas productoras de hormonas.
En investigaciones en animales queda demostrado que los animales entrenados aumentan su capacidad de rendimiento hormonal debido a un crecimiento de las glándulas productoras de hormonas (hipertrofia) (ver Óst- man/ Sjostrand 1971, 202; Song et al. 1973, 59; Jobidon et al. 1985, 532).
El crecimiento de un órgano siempre va relacionado con la mejora de la capacidad. La ilustración 24 muestra que las personas entrenadas en resistencia producen muchas hormonas de resistencia y estrés (adrenalina y noradrenalina) con lo cual obtienen un rendimiento superior.
2.Economización
El entrenamiento intenso produce ya en 2-4 semanas una remarcable reducción de la tensión del simpático y un aumento de la actividad del vago (ver Ekblom et al. 1973, 251; Winder et al. 1979, 766).
El nervio simpático -que es el opuesto al de la recuperación y de regeneración vago- regula el ajuste del organismo al esfuerzo. A través de él aumentará de forma adecuada al esfuerzo la actividad cardiocirculato- ria y el metabolismo energético. La disminución de la tensión del simpático podrá verse claramente en la disminución -esto corresponde a una eco- nomización- de la reserva de las hormonas de estrés (adrenalina, noradrenalina).
Ilustración 24. Influencia del entrenamiento sobre la secreción de hormonas (adrenalina, noradrenalina) en diferentes intensidades de ejercicio (7ma60%, 3 ma 100 %,2ma 110 % de la capacidad máxima de absorción de oxígeno) en los jugadores entrenados y en los no entrenados (según Kjaer, 1989, pág. 8).
La ilustración 25 muestra claramente que al aumentar la capacidad de resistencia con el mismo esfuerzo no sólo se produce menos lactato sino que también se libera menos cantidad de hormonas de estrés. La determinación de las hormonas de adrenalina y noradrenalina también sirve, por lo tanto, para hacer un diagnóstico del rendimiento.
El análisis del comportamiento de las catecolaminas permite no sólo sacar conclusiones sobre el esfuerzo corporal en el comportamiento de resistencia en el entrenamiento, sino que también permite extraer conclusiones del comportamiento psíquico. Las investigaciones de Lehmann et al., 1989, pág. 18, muestran que los deportistas que mejores resultados obtienen en las competiciones registran una menor segregación de catecolami- nas que los deportistas con una capacidad de rendimiento inferior. En este mismo entorno es interesante ver que los deportistas con pobres resultados de rendimiento ya empiezan a segregar catecolamina durante la noche anterior a la competición o entre los entrenamientos y la competición (ver Lehmann et al. 1989, 18).
Ilustración 25. Comportamiento de la adrenalina y la noradrenalina al aumentar gradualmente el ejercicio durante tres años de entrenamiento (según Lehmann et al, 1989, pág. 15).
Los jugadores que antes del inicio de la competición se ven atacados por inquietudes psicomotoras fuertes unido a molestias vegetativas («fiebre de candilejas»), y el rendimiento no se corresponde con el entrenamiento, deberían comprobar si tienen suficiente control de la tonicidad del simpático. Debido a que, al aumentar el esfuerzo, las reservas de catecolaminas aumentan exponencialmente (hasta unas 10 veces el valor inicial), mediante la identificación de la adrenalina puede determinarse bastante bien el esfuerzo individual y comprobar si existe alguna falta de control del simpático en la fase de control anterior a la competición (ver Lehman/Keul 1985,312). Además esto también permite comprobar si hay un «sobreentrenamiento» (ver pág. 176): a los jugadores que se han esforzado demasiado durante el entrenamiento se les reduce la segregación de catecolamina basal (catecolamina = adrenalina y noradrenalina) remarcablemente por debajo de los valores normales, y los valores máximos también quedan disminuidos (ver Lehmann et. al., 1989, p. 20).
Resumiendo puede determinarse que mediante los fenómenos de ajuste de las células del músculo causados por el entrenamiento -aumento de las reservas de energía, aumento de la capacidad de producción enzimáti- ca, optimización de los mecanismos de regulación hormonal- puede conseguirse una mejora del rendimiento en general. El grado de mejora y la calidad de este proceso metabólico depende de los métodos de entrenamiento y el contenido del mismo. Si se cometen errores al seleccionar los métodos, si el entrenamiento está demasiado objetivizado, si la recuperación es insuficiente -normalmente causado por un entrenamiento de equipo sin tener en cuenta el individuo- y la alimentación no es la adecuada (ver pág. 25), pueden producirse problemas de ajuste que no permiten llegar hasta el objetivo propuesto provocando también caídas del rendimiento.
Factores cardiocirculatorios
Para que la capacidad de rendimiento de los músculos que se estén ejercitando no quede limitada antes de tiempo se necesita un sistema de transporte efectivo, concretamente el sistema cardiocirculatorio. El corazón representa el motor de este sistema. Bombea la sangre (como medio de transporte) a través de los vasos (como vía de transporte) hasta el usuario final, que son las células musculares.
Mediante diferentes métodos de entrenamiento puede influirse de forma más o menos notoria sobre este sistema. Existen métodos de entrenamiento que, por ejemplo, conducen a un aumento del tamaño del corazón relativamente rápido y que por el contrario no conllevan una mejora de la superficie de intercambio entre los capilares (los capilares son las venas más finas por las cuales tiene lugar el intercambio metabólico con las células musculares). Otros métodos de entrenamiento, por el contrario, tienen una gran influencia sobre la capilarización (aumento de los capilares) y menos sobre el aumento del tamaño del corazón. De esta forma queda demostrado que los tamaños cardiocirculatorios que se obtienen gracias a los diferentes métodos y contenidos de entrenamiento tienen una influencia muy diferente.
Abastecimiento a los vasos sanguíneos y capacidad de resistencia
La preparación y la transformación de la energía en la célula muscular depende del transporte del oxígeno y de sustratos al músculo y de la evacuación de las impurezas del metabolismo mediante los capilares. Para garantizar la capacidad metabólica del músculo es importante, por tanto, el aumento del riego sanguíneo producido mediante el aumento de la superficie de intercambio de los capilares en la periferia (ver Barclay, 1975, pág. 119). En la musculatura ejercitada se produce, mediante ampliaciones y reducciones selectivas de los vasos sanguíneos, una redistribución de la corriente sanguínea en la región que no está haciendo esfuerzo, de manera que en lugar del 20 % aproximado que hay en estado de descanso, durante el esfuerzo un 80 % de la circulación sanguínea es en provecho de la musculatura que está trabajando (ver Strauzenberg/Schwidtmann, 1976, pág. 400; Treumann, 1969, pág. 44; Heyer/Kóhler, 1975, pág. 75 entre otros). La circulación sanguínea local aumenta entre unas 15-20 veces.
Mediante el entrenamiento la regulación del riego sanguíneo puede mejorarse todavía más.
De esta forma queda garantizado que a pesar de aumentar el riego sanguíneo tan súbitamente y a pesar de la doble velocidad cardíaca, el tiempo de permanencia de la sangre en los capilares será el normal y de esta forma continúan prevaleciendo las condiciones óptimas para el intercambio me- tabólico (según Strauzenberg/Schwidtmann, 1976, pág. 499).
Diferentes investigaciones muestran que en aquellos jugadores entrenados en resistencia el grosor de los capilares aumenta todavía más. Schmidt (1978, pág. 14) encontró un aumento de los capilares por fibra muscular de un 41,2 % en comparación con personas no entrenadas en resistencia (ver también Senger/Demath 1977, 392; Mellerowicz/Meller 1972,4).
La ilustración 26 muestra que mediante el correspondiente entrenamiento se consigue un aumento relativamente rápido del grosor de los capilares. Para el futbolista es importante que tenga lugar una reconstitución de los vasos sanguíneos, especialmente cuando se corre durante un espacio largo de tiempo -al menos unos 30 minutos- con un aumento constante de la presión sanguínea. Al correr se produce el conocido como «alta presión sanguínea de trabajo» con la presión sistólica a unos 60 mmHg. Se supone que mediante una presión constante se activará la producción de nuevos vasos capilares -se habla de «capilarización»-, de forma que el intercambio metabólico se optimiza debido a que la superficie de intercambio está aumentada.
Ilustración 26. Modificación de la densidad de los capilares mediante un entrenamiento de resistencia aeróbico (según Noble, 1986, pág. 64).
Cuanto mejor sea la resistencia básica mayor será el grosor de los capilares y mejor podrán alimentarse los músculos.
Consecuencias para el entrenamiento
En el período preparatorio debería darse una especial importancia a este método de entrenamiento, ya que no es tan pesado.
Sangre y capacidad de rendimiento
Gracias al entrenamiento de resistencia se produce un aumento del volumen sanguíneo de aproximadamente un litro. Debemos tener en cuenta que en 1 mm2 hay más de 5 millones de glóbulos rojos portadores de oxígeno; esto significa que se incrementa en unos 5.000 millones de glóbulos rojos. De esta forma se aumenta la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre de una forma considerable.
Mediante un fuerte entrenamiento puede aumentarse todavía más el número de glóbulos rojos. Un centro de entrenamiento situado a gran altura sobre el nivel del mar puede servir de entrenamiento adicional (siempre que éste pueda hacerse compatible con los objetivos específicos del fútbol).
Al aumentar el volumen de la sangre también aumenta la capacidad de compensación de la misma, lo que hace aumentar a su vez la capacidad de resistencia al cansancio del jugador.
El corazón y la capacidad de rendimiento
El músculo cardíaco, al contrario que el resto de los músculos, está continuamente en actividad. Para efectuar el trabajo de contracción depende casi exclusivamente de la energía aeróbica. La especialización de las células musculares del corazón puede verse muy claramente por que continuamente está creando energía en la increíble cantidad de mitocondrias de que dispone -en el músculo cardíaco las mitocondrias pueden llegar a ser un 30 % del volumen total de la célula, en el resto de los músculos y según el tipo de entrenamiento son sólo de un 5-10 %- y también en las enzimas especializadas (Kleitke, 1977, pág. 149).
En estado de reposo la oxidación de ácidos grasos suministra hasta un 80 % de la energía: la glucosa y el lactato toman parte en un 10 % cada una en el metabolismo energético del corazón (Bühlmann/Froesch, 1974, pág. 47).
Durante el ejercicio corporal aumenta la cantidad de lactato en la preparación de energía. Este hecho es importante para poder suprimir la hiperacidez provocada por el esfuerzo. Cuanto mayor es el corazón más ácido puede metabolizar y por lo tanto más puede ayudar indirectamente a no alcanzar la barrera del cansancio. Durante el ejercicio la musculatura activa del esqueleto elimina un 50 % del lactato producido, mientras que el corazón, el hígado y la musculatura inactiva participa en este proceso en un 15 % (ver Brooks, 1987, pág. 150).
Ilustración 27. Representación esquemática de las fibras musculares del corazón con sus correspondientes capilares durante el desarrollo o durante un entrenamiento de resistencia, a) Corazón de bebé, b) corazón de adulto, c) corazón de deportista (Gauer, de Blasius, en Hollmann/Hettinger, 1976, pág. 435).
La ilustración 27 muestra cómo mediante un entrenamiento intenso puede desarrollarse un corazón resistente. En personas no entrenadas el peso del corazón oscila entre 250 a 300 g con un volumen de 600-800 mi o unos 11-12 ml/kg de peso corporal mientras que en futbolistas bien entrenados en resistencia puede ser de 350 hasta 500 g o de 900-1.000 mi o unos 13-15 ml/kg y más (ver Mellerowicz/Meller, 1972, pág. 16; Israel/Weber, 1972, pág. 55; Mader et. al., 1976, pág. 110; Kindermann, 1983, pág. 22). La ilustración 28 muestra el volumen absoluto y relativo del corazón de jugadores de fútbol (liga profesional alemana) en comparación a deportistas de otras disciplinas. Tal y como puede extraerse de la ilustración 29, en un tiempo relativamente corto puede aumentarse el volumen del corazón y con ello la capacidad de resistencia. Paralelamente se produce también el ya mencionado desplazamiento hacia la derecha de la curva anaeióbica como expresión de un aumento de la capacidad aeróbica y una mejor capacidad de resistencia al cansancio. En las tablas 3 (pág. 59) y 4 (pág. 60) se comparan algunos parámetros de futbolistas de diferentes rendimientos juntamente con deportistas de otras disciplinas deportivas. El aumento de tamaño del corazón influye en el aumento de las pulsaciones (p) y, por lo tanto, también sobre la capacidad de absorción de oxígeno necesaria para el esfuerzo de resistencia. Según Israel (en Strauzenberg/Schwidtmann, 1976, pág. 497) un aumento de 100 ml del volumen del corazón tiene como resultado un incremento de la absorción máxima de oxígeno de 200 mi o más. Un gran número de pulsaciones es una buena base para que el corazón trabaje sin esfuerzo en la persona entrenada en resistencia y un requisito para maxi- mizar la capacidad de transporte en ejercicios muy fuertes.
En estados de reposo una persona entrenada en resistencia tiene una frecuencia cardíaca (FC) de unas 40 pulsaciones/m (una persona no entrenada unas 70) y un volumen de bombeo de unos 105 mi (la persona no entrenada de unos 60-70 mi). Durante el ejercicio la persona entrenada en resistencia puede aumentar su frecuencia cardíaca hasta 5 veces (la persona no entrenada hasta 3 veces) mientras que el volumen de bombeo aumenta más del doble y frecuencias cardíacas de hasta 200 pulsaciones por minuto pueden permanecer constantes (Strauzenberg/Schwidtmann, 1976, pág. 498).
Como consecuencia de la alta frecuencia cardíaca y del volumen de bombeo se obtiene en el deportista entrenado un aumento considerable del volumen cardíaco por minuto (VC min): de unos 4-5 1/m en estado de reposo pasa a unos 30-401/m (en persona no entrenada unos 201/m) durante el ejercicio y con ello un aumento importante de la capacidad de absorción de oxígeno (ver Mellerowicz/Meller 1972,16; Strauzenberg/Schwidtmann 1976,498).
Como método de entrenamiento para aumentar rápidamente el tamaño del corazón se recomienda el método de intervalos (ver pág. 71) y el método de resistencia intensivo (ver pág. 67). Estos métodos tienen, sin embargo, la desventaja de que dañan o cargan muy fuertemente el metabolismo del azúcar y si se ejecutan de manera muy repetida juntamente con esfuerzos de entrenamiento y competición pueden llevar rápidamente a una «consumición» del jugador.
Ilustración 28. Tamaño del corazón (volumen absoluto y relativo del corazón) de 805 deportistas nacionales e internacionales. El valor normal del volumen relativo del corazón: 11 (10-12) rnl/kg de peso (ver Kindermann, 1983, pág. 23).
Ilustración 29. Efecto de un entrenamiento de resistencia de unas 6 semanas de duración.
La tabla 5 (pág. 77) muestra una visión global sumarizada de los métodos de ajuste de los músculos y del sistema cardiocirculatorio en un entrenamiento de resistencia aeróbica.
Factores inmunológicos
Fuerza de defensa y capacidad de resistencia
Después de presentar los efectos específicos en un entrenamiento de resistencia sobre los músculos y sobre el sistema cardiocirculatorio debería comentarse además un factor importante «no específico», concretamente las defensas del organismo bajo la influencia de un entrenamiento en resistencia.
Las defensas individuales o el estado inmunológico representa la base de la salud física. La importancia de la «salud» sólo se tendrá suficientemente en cuenta en caso de enfermedad; sólo entonces quedará claro hasta qué punto es importante la salud. Tanto para el futbolista de alto rendimiento como para el jugador de la liga amateur inferior puede utilizarse el lema de Schopenhauer: «la salud no lo es todo pero no hay nada sin salud». Sin la base «salud» no hay ni entrenamiento ni aumento de rendimiento posible. La especial importancia de un entrenamiento aeróbico en resistencia para el estado inmunológico viene basado en que -en dosis correctas- éste mejora la situación de defensas del cuerpo.
En general puede decirse: que después de esfuerzos deportivos puede detectarse la llamada presión inmunológica pasajera (debilitación de las defensas debido a la pérdida de globuüna inmunológica como por ejemplo la gama- globulina durante unos 2-4 días) (ver Badtke 1989, 199; Kindermann/ Urheusen/Ricken 1989, 32). Además a pesar de la reducción de los diferentes grupos celulares no se produce ninguna enfermedad, ya que su efectividad en la defensa de infecciones ha aumentado debido a que otros mecanismos de defensa no específicos como por ejemplo los fagocitos (eliminación de bacterias y cuerpos extraños mediante células devoradoras) se han consolidado de manera más fuerte que en las personas no entrenadas (ver Brahmi et al., 1985, pág. 31; Pedersen et al., 1988, pág. 673 y 1989, pág. 129; Badtke et al., 1989, pág. 199; Lisen et al., 1989, pág. 12; Werle et al., 1989, pág. 19).
Tal y como puede verse en diferentes investigaciones el sistema de defensa de los jugadores puede verse influenciado negativamente debido a grandes esfuerzos en el entrenamiento o en las competiciones lo que conllevará un aumento de la incidencia de infecciones (ver Berg/Jakob/Keu, 1989, pág. 1852; Berg/Keul, 1985, pág. 3074; Liesen et al., 1989, pág. 42; Peter, 1986, pág. 348; Ricken/Kindermann, 1989, pág. 42; Peter, 1986, pág. 348; Wulf et al., 1985, pág. 5). Especialmente en la preparación inmediata a la competición aparece un aumento de las infecciones (ver Liesen/Dufaux/ Hollmann, 1977, pág. 243; Fitzgerald, 1988, pág. 337; Jokl, 1973, pág. 202; MacKinnon/To- masi, 1986, pág. 1; Thompson/McMahon/Nugent, 1980, pág. 506).
En un esfiierzo máximo pueden llegarse a aumentar hasta 10 veces las hormonas de estrés adrenalina (estrés psíquico) y la noradrenalina (estrés físico), que a veces incluso pasadas unas horas del esfuerzo todavía no han recuperado los valores de descanso (ver Werler et al., 1989, pág.18). Debido a que ya es sabido que el cortisol y las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) no sólo son activas en el metabolismo sino que también tienen efecto en la redistribución de los glóbulos blancos de la sangre (leucocitos) actuando de forma inmunode- presiva, debería prestarse una mayor atención al estrés para evitar afecciones de salud y por tanto fallos innecesarios en el proceso de entrenamiento (ver Bie- geret al. 1980,30; Fitzgerald 1988,213; Keast/Cameron/Morton 1988,248).
Tabla 3. Datos antropométricos, volumen cardíaco (VC) absoluto y relativo y frecuencias cardíacas (FC) en reposo de diferentes equipps de fútbol y/o de un equipo de balonmano. Grupo 1 y 2 : La misma asociación de la liga de primera división alemana, sometida a revisión antes y después de 12 meses (según Schmid et ai, 1983, pág. 367). Grupo 3: Liga alemana primera división. Grupo 4: Liga alemana segunda división. Grupo 5: Liga nacional Suiza. Grupo 6: Equipo nacional alemán de balonmano.
Tabla 4. Comparación aeróbica-anaeróbica con los parámetros ve- locidad (m/s), consumo de oxígeno (VO/kp. min) y el volumen relativo del corazón, entre atletas no entrenados y atletas de élite (corredores de fondo, futbolistas profesionales, jugadores hockey hierba) (según Hader et al, 1976, pág. 110).
Debido a que durante la fase de regeneración los valores vuelven a normalizarse dete advertirse sobre la importancia de unas medidas de recuperación suficientes y a tiempo. Unas medidas de regeneración efectuadas de forma regular y a tiempo pueden evitar la debilitación del sistema inmunológico causada por el entrenamiento (ver Kindermann/Urhausen/Ricken, 1989, pág. 41; Müns et al., 1989, pág. 65). Las medidas regenerativas (baños contra el cansancio, distensión de todo tipo o entrenamiento muy suave) no sólo producen una rápida recuperación de la capacidad de rendimiento deportiva sino también un rápido restablecimiento del sistema defensivo inmunológico del cuerpo que durante los 2-3 días posteriores al esfuerzo queda muy afectado, evitando de esta forma tener que faltar al entrenamiento debido a una infección (ver Müns et al., 1989, pág. 65; Green/Green, 1987, pág. 623).
Tabla 5. Visión general esquematizada de las manifestaciones funcionales y estructurales de un entrenamiento de resistencia sobre el sistema muscular y cardiovasculatorio y sus ventajas en la capacidad de rendimiento.
En este mismo contexto es interesante ver también la influencia de las hormonas sexuales, especialmente la de la testosterona, sobre el sistema inmunológico. Una serie de investigaciones (ver Adlercreutz et al., 1986, pág. 27; Urhausen et al., 1987, pág. 528 y Kindermann/Urhausen/Ricken, 1989, pág. 32) demostraron que paralelamente a la caída característica de las subpoblaciones de linfocitos también se produce una caída de la reserva de testosterona (testosterona = hormona sexual masculina) después de esfuerzos intensos. Incluso pasados dos días de regeneración, los valores de testosterona no han alcanzado todavía su nivel de partida. Por lo tanto, las reservas de testosterona permiten sacar conclusiones sobre el esfuerzo actual o sobre un peligroso sobreesfuerzo igual que podíamos hacerlo con el estado inmunológico.
Sin embargo, si se aumenta demasiado el trabajo de entrenamiento del deportista, podrá observarse un efecto negativo sobre la salud. Un entrenamiento demasiado fuerte, la frustración en el entrenamiento, el estrés psíquico, etc., provocan una caída de la hormona del rendimiento. Además los requerimientos excesivos conducen a la pérdida de anticuerpos (empeoramiento del sistema de defensas) con un aumento de la posibilidad de infecciones. La causa de todo esto se encuentra en que a través de un estrés psico-físico demasiado elevado se segregarán más hormonas (por ejemplo, cortisona, adrenalina, prolactina y otras) que retardan el sistema inmunológico en su capacidad de síntesis. Por otro lado, puede ser que la síntesis de proteínas estimuladas sobremanera por un entrenamiento intenso entre en competencia en la zona muscular con la síntesis de proteínas inmunológicas provocando tras de sí un aumento de posibilidades de infecciones o de empeorar las infecciones existentes (ver Stickl, 1991, pág. 31).
De algunas investigaciones de Stickl (1991, pág. 29) se extrae que la victoria o las derrotas afectan también el estado de salud o a estado general del jugador: la victoria y la derrotan tienen -dependiendo de la valoración subjetiva- una influencia más o menos notoria sobre la capacidad de rendimiento. Con el-éxito se produce un aumento de segregación de substancia que mejora el estado anímico -las llamadas endomorfinas- y hormonas que aumentan el rendimiento.
Por el contrario, en una derrota («estrés de frustración») se provoca la pérdida de las mismas y la segregación de otras hormonas de estrés que disminuyen el rendimiento, lo que puede producir una depresión del sistema inmunológico unido con un bajón del estado anímico. El entrenador deberá tenerlo en cuenta. Una vez más puede verse que los llamados «ejercicios de penalización» después de una derrota o de un mal partido aumentan todavía más el «estrés de frustración» y hunde todavía más el rendimiento y la preparación del rendimiento, lo que de hecho es lo contrario de lo que se quiere alcanzar. El entrenador deberá tener en cuenta este hecho al hacer su planificación de entrenamiento y en su tratamiento o en su relación con los jugadores.
Los «ánimos» psicológicos que puede dar el entrenador así como también un correspondiente tratamiento posterior psicoterapéutico representan un instrumento importante para volver a reconstruir la capacidad de resistencia psicofísica. Tal como Hollmann (en Stickl, 1991, pág. 29) escribía, por ejemplo una ducha caliente después del partido produce una segregación de endomorfinas (que levantan el ánimo). Juntamente con esto se produce una sensación de bienestar y una mejor capacidad de recuperación así como un aumento de las defensas inmunológicas celulares.
Consecuencias para el entrenamiento
El éxito y el fracaso, la relación con el entrenador (desmotivación/ penalization o motivación), sobreesfuerzo o esfuerzo óptimo, todo influencia de forma importante el estado hormonal -que es decisivo para el estado de salud y el rendimiento psicofísico y la tolerancia al esfuerzo- del jugador. Un buen entrenador tiene que ser por lo tanto no sólo una persona que entienda de «entrenamiento», sino también alguien que pueda utilizar al máximo las condiciones de rendimiento (hormonales) de los jugadores.
Consideración final sobre la importancia de la resistencia básica
Una resistencia básica desarrollada de forma óptima representa un requisito básico para obtener una alta capacidad de rendimiento en el juego. Cuanto mejor desarrollada esté, de forma más económica se efectuará la síntesis de los fosfatos ricos en energía (ATP, CP), que representan las fuentes de enrrgía más decisivas en los ejercicios de juego del tipo intervalo. Una alta capacidad aeróbica asegura de esta forma un nivel de esfuerzo óptimo, regeneración, recuperación y, no menos importante, una gran resistencia al esfuerzo (ver Stander/Müller/Bráuer, 1991, pág. 16).
La resistencia básica aeróbica representa la base para un alto nivel tanto cualitativo como cuantitativo del entrenamiento para el desarrollo de capacidades especiales. El alto ritmo de juego que se requiere en el actual fútbol de competición es impensable sin la correspondiente resistencia básica. Igualmente esta resistencia básica es determinante en la minimization de los errores técnico-tácticos, ya que con ella pueden mantenerse la concentración y la atención durante todo el tiempo de juego a un nivel constantemente alto. Gracias a una situación de salida psicofísica mejor, el futbolista entrenado en resistencia por un lado está protegido más efectivamente ante las lesiones y por otro lado efectúa menos faltas, ya que debido a su constante alto nivel de fuerza de despliegue y su ininterrumpida capacidad coordinativa no tiene tanta necesidad de acudir a «soluciones de emergencia» o a efectuar pases arriesgados. Y, para terminar, una capacidad de resistencia bien desarrollada también proporciona una baza importante en el campo de la estabilidad de la salud: el jugador «endurecido» se ve afectado menos a menudo de infecciones banales, como por ejemplo resfriados, toses, gripes y otros. Esto, por otro lado, es una condición básica para un entrenamiento regular que permita un aumento continuado de la capacidad de rendimiento futbolístico.
Así pues, repetiremos una vez más que la capacidad de rendimiento tiene un carácter de requisito, por lo que esta capacidad debe ser suficientemente valorada. Esto, sin embargo, no debe llevamos a creer que una buena resistencia es un curalotodo contra todos los déficits técnico-tácticos cognitivos ni tampoco que puede igualarse «tener una gran resistencia» con «poder jugar a fútbol».
En los próximos capítulos se demostrará de qué forma, en qué momento y con qué medios deben enseñarse al futbolista la resistencia general y específica.