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29. bajo la égida, ¿bajo la hégira?, égida, hégira

Hay quienes se ponen muy eruditos y sabihondos al escribir y producen barbaridades tan cultas y a la vez tan ineptas que causan consternación. Más les valdría decir las cosas en buen cristiano. Es el caso de quienes, orondamente, por ignorancia o por ultracorrección, confunden “hégira” con “égida” nada más porque no tienen la humildad de escribir, sencillamente, “amparo”, “defensa” o “protección”. Veamos. El sustantivo femenino “hégira” (del francés hégire, y éste el árabe clásico hiǧrah) significa, en el DRAE, “era de los musulmanes, que se cuenta desde el año 622, en que huyó Mahoma de La Meca a Medina, y que se compone de años lunares de 354 días, intercalando 11 de 355 en cada período de 30”. Ejemplo: El calendario de la hégira. Nada tiene que ver con el sustantivo femenino “égida” (del latín aegis, aegĭdis, y éste del griego aigís, aigídos, derivado de aix, aigós: “cabra”), con tres acepciones en el DRAE: “Piel de la cabra Amaltea, adornada con la cabeza de Medusa, que es atributo con que se representa a Atenea”, “escudo (arma defensiva)” y, por extensión, “protección, defensa”. Ejemplos: La égida o el escudo de los dioses; Exigen una investigación independiente bajo la égida de las Naciones Unidas. Queda claro que muchos de los que utilizan la expresión “bajo la hégira” quieren decir y escribir, en realidad, “bajo la égida”, esto es, “con el amparo de”, “con la protección de”, pero están peleados con el diccionario y jamás lo consultan, aunque la palabra cultísima les guste mucho para ornar su discurso. Dicen y escriben, por tanto (y por tonto) un disparate del ámbito culto o ilustrado. Esto demuestra que el mal uso del idioma no es exclusivo de las personas de bajo nivel escolar, sino que es compartido hasta por universitarios y profesionistas doctorados que confunden el culo con la cuaresma justamente porque suponen lo que sea en lugar de ir al diccionario y comprobar si lo que están diciendo o escribiendo es correcto. En su artículo “Crítica con poca hiel”, Carlos Callejo Serrano advierte esto: “Muchas veces vemos estampado, por personas que deberían tener alguna cultura, la frase ‘bajo la hégira del nazismo’ o ‘bajo la hégira de Freud’. Los que así escriben, lo que quieren decir es ‘bajo la égida’, y al hacerlo emplean un lenguaje figurado, porque la égida era el escudo de Minerva hecho de piel de la cabra Amaltea y bajo cuya protección se ponían los mortales para hacer lo que creían era grato a la diosa. Égida es, pues, propia o figuradamente, escudo, protección. Hégira es la huida de Mahoma a Medina, que se tomó como el origen de la era musulmana”. Ultracorrección, ignorancia y barrabasada de politólogos y periodistas, “bajo la hégira” es frase hecha, contrahecha y maltrecha. Digamos que es pendejada culta, cada vez que leemos enunciados como los siguientes: “Bajo la hégira de un gobierno postcastrista”, “establecido bajo la hégira del Ministerio de Ciencia y Tecnología”, “un país vasco independiente bajo la hégira de la izquierda radical vasca”, “luego vino un período de paz bajo la hégira de Tito”, “la primera Eurocopa celebrada bajo la hégira de las redes sociales”, “bajo la hégira comunista”, “bajo la hégira de Trump”, “bajo la hégira de Luis XVIII”, “bajo la hégira de la Federación Mundial para la Salud Mental”, “bajo la hégira de la Edad de Oro”, etcétera. Ni siquiera puede decirse que el sustantivo “hégira” sea sinónimo de “era” o de “época”, y en casi todos los casos en que se utiliza erróneamente lo que se quiere decir y escribir es “égida”, cuyos sinónimos, ya mencionados, son “amparo”, “defensa”, “protección”, “auspicio”. Pero también podemos ser más humildes, menos pretenciosos, y más claros: no decir que la Copa Mundial de Futbol se realiza bajo la égida de la FIFA, sino que se lleva a cabo con el auspicio, al amparo o bajo la protección de esta institución llena de hampones y corruptelas, bajo la égida de los gobiernos que hacen negocios y corruptelas con esos hampones.

Google: 31 700 resultados de “bajo la hégira”.

Google: 332 000 resultados de “bajo la égida”.

Google: 30 900 000 resultados de “bajo la protección”; 7 110 000 de “al amparo de”; 2 540 000 de “con el auspicio”.

30. ¿bajo la subordinación?, ¿bajo subordinación?, subordinación

Sabemos que la primera acepción del prefijo “sub-” (del latín sub-) significa “bajo” o “debajo de”, como en los términos “submarino” (“que está o se efectúa debajo de la superficie del mar”) y “subsuelo” (“que está debajo del suelo” o “debajo de la superficie terrestre”). La segunda acepción “indica inferioridad, subordinación, acción secundaria” (DRAE), como en los términos “subempleo” (inferior al empleo), “subdelegado” (a las órdenes del delegado y, por lo tanto, debajo de él en jerarquía), “subdirector” (en un puesto inferior al del director y subordinado a él), “suboficial” (en un puesto inferior al del oficial), etcétera. Por ello las expresiones “bajo la subordinación” y “bajo subordinación” son, sin duda, redundantes, pues el prefijo “sub-” ya indica, explícitamente, el carácter inferior o secundario (“por debajo de”) del término modificado. Lo correcto es “subordinada a” y “subordinado a”, o bien “con la subordinación de”. Ejemplo: Esta dirección de área está subordinada a la Dirección General, pero, de ningún modo, bajo la subordinación de la Dirección General, pues el adjetivo “bajo” (del latín bassus), que significa “que está en lugar inferior respecto de otras [cosas] de la misma especie y naturaleza” y “que ocupa una posición inferior en una determinada escala”, repite, innecesariamente, el significado del prefijo “sub-” del sustantivo femenino “subordinación” (del latín subordinatio, subordinationis) cuyo significado es “sujeción a la orden, mando o dominio de alguien”. Ejemplo: Las direcciones de área están subordinadas a la Dirección General.

El desconocimiento del significado del prefijo “sub-” lleva a muchos hablantes y escribientes a producir las redundancias examinadas, que son abundantes en el ámbito culto o profesional de nuestro idioma. En el libro español Compendios contables para universitarios, su autora escribe:

“estas terceras personas dependerán o estarán bajo la subordinación del empleador o patrono”.

Sin redundancia, con corrección, debió escribir:

estas terceras personas dependerán del empleador o patrono o estarán subordinadas a él.

Van unos pocos ejemplos de estas redundancias que se cuentan por cientos de miles: “Quedan bajo la subordinación de jefes”, “debe darse bajo la subordinación del patrono”, “prestado bajo la subordinación de un patrón”, “está bajo la subordinación del poder político”, “bajo la subordinación del jefe de área”, “bajo la subordinación del arquitecto”, “bajo la subordinación jurídica”, “región bajo subordinación republicana”, “prestación de servicios bajo subordinación”, “estar bajo subordinación”, “ambos regímenes son bajo subordinación”, “servicios personales bajo subordinación”, “relaciones laborales bajo subordinación”, etcétera.

Google: 790 000 resultados de “bajo la subordinación”; 30 200 de “bajo subordinación”.

Google: 1 070 000 resultados de “subordinada a”; 958 000 de “subordinado a”; 451 000 de “con la subordinación de”.

31. bien, bien mal, bien malo, mucho, muy, muy mal, muy malo

A pesar de su apariencia errónea, debido a su imagen gráfica de oxímoron, las expresiones coloquiales “bien mal” y “bien malo” son correctas. Veamos por qué. El adverbio “bien” (del latín bene) tiene carácter ponderativo cuando se antepone a un adjetivo o a otro adverbio, y su significado es “muy” (forma reducida de “mucho”), también de sentido adverbial. El diccionario académico ofrece tres ejemplos: Bien tarde, Bien rico, Bien malo o lo que es lo mismo Muy tarde, Muy rico, Muy malo. El Diccionario del español usual en México añade otros ejemplos más elaborados: Un café bien caliente, Llegó bien temprano, Una situación bien desagradable. Pertenecientes más a la lengua hablada que a la escrita, las expresiones “bien mal”, “bien mala”, “bien malas”, “bien malo” y “bien malos” desconciertan sobre todo a los hablantes de otros idiomas que aprenden el español, pero en el caso de los hablantes nativos de nuestra lengua queda claro que ese “bien” equivale a “muy”. Por ello no resulta extraña esta aparente oposición de significados que, en realidad, no es tal. “Mal” y “malo”, como sustantivos, adjetivos y adverbios significan, por supuesto, “lo contrario al bien”, pero en los usos ya descritos la connotación no es de “bien” ni “bueno” (del latín bonus: positivo, útil), sino “muy” o “mucho” o ambos, en un énfasis de mayor ponderación. Ejemplo: Ese vicio que tienes es mucho muy malo. Expresión “duplicativa”, más que redundancia o pleonasmo, la denominó José G. Moreno de Alba, quien no la encontró criticable, sino enfática o superlativa. Y explicó lo siguiente: “Puede alguien preguntarse por qué mucho antecede a muy. Recuérdese que mucho se apocopa en muy ante adjetivos y adverbios (muy feliz, muy bien). Hay sin embargo adverbios de cantidad que rechazan antes de sí la forma apocopada muy y exigen mucho. Véase que no se dice ‘muy más agradable’ ni ‘muy menos interesante’, sino ‘mucho más agradable’ y ‘mucho menos interesante’. Por la misma razón, por incluir en cierta medida el adverbio más, decimos ‘mucho mayor, mucho menor’ (y no ‘muy mayor, muy menor’, a no ser que se refiera a la edad: ‘es una persona muy mayor’)”. Al tener el adverbio “bien” carácter ponderativo, equivalente a “muy” o “mucho”, queda claro, para un hablante y escribiente nativo del español, que si La comida estaba bien buena es porque estaba “muy buena” y que si, en su lecho de enferma, La señora se puso bien mala es porque se puso “muy mala”, es decir más enferma de lo que ya estaba. Cuando alguien dice, al referirse a otro, Me cae bien mal, no es que le caiga bien, sino todo lo contrario: le cae “muy mal” o “más que mal”; en otras palabras, que le resulta insoportable. Visto y dicho lo anterior, no nos arredremos ante las expresiones, aparentemente erróneas, “bien mal”, “bien mala”, “bien malas”, “bien malo” y “bien malos”. Aunque son más propias del habla que de la escritura, son correctas incluso si las usamos en el español escrito. Propiamente no constituyen oxímoron, pese a su representación gráfica contradictoria, puesto que el término “bien” equivale a “muy” y no a “bueno”. He aquí algunos ejemplos de estos usos coloquiales para nada censurables: “Estoy bien mal”, “me encuentro bien mal”, “estaba bien mal de salud”, “me hallaba bien mal de dinero”, “es una chica bien mala”, “eres bien mala”, “la comida estuvo bien mala”, “la economía está bien mala”, “somos animales con costumbres bien malas”, “vivía en condiciones bien malas”, “es bien malo”, “salió bien malo”, “el servicio era bien malo”, “quieren ser bien malos”, “sus chistes son bien malos” (es decir, malísimos), “del susto, se pusieron bien malos” (se enfermaron), “buenos para cobrar pero bien malos para legislar” (obviamente, nuestros diputados y senadores).

Google: 2 690 000 resultados de “bien mal”; 2 150 000 de “bien buena”; 1 270 000 de “bien bueno”; 483 000 de “bien buenas”; 287 000 de “bien buenos”; 152 000 de “bien mala”; 85 400 de “bien malo”; 52 200 de “bien malas”; 46 200 de “bien malos”.

32. biografía, ¿biografía de la vida?, ¿biografía de una vida?, ¿biopic?

¿Hay biografías que no sean de la vida? Algunas personas creen que sí, pero que la gente diga o escriba que un libro trata de las “cosas biográficas de la vida” es un disparate sin más, pues el sustantivo femenino “biografía” (del griego bizantino biographía) posee tres acepciones en el DRAE: “Historia de la vida de una persona”, “narración de una biografía” y “género literario al que pertenecen las biografías”. Ejemplo: Stefan Zweig escribió célebres biografías de Fouché y María Antonieta. De ahí el adjetivo y sustantivo “biografiado”: “persona cuya vida es el objeto de una biografía” (DRAE). Ejemplo: El biografiado en La novela de una vida es Balzac. De ahí el verbo transitivo “biografiar”: “escribir la biografía de alguien”. Ejemplo: Al momento de su suicidio, Zweig biografiaba a Montaigne. Cuando la biografía la escribe el mismo biografiado se llama “autobiografía”: relato de la vida de una persona escrito por ella misma, y no, como dice el DRAE, con solecismo, “vida de una persona escrita por ella misma”, pues no es la vida lo que se escribe, sino el relato de la vida. Por todo lo anterior, decir y escribir “biografía de la vida” es una redundancia, pues “biografía” es palabra compuesta: de bio-, elemento que significa “vida”, y -grafía, elemento compositivo que significa “descripción”, “tratado”, “escritura”, “representación gráfica”. Es incorrecto decir y escribir Biografía de la vida de Gandhi; lo correcto es Biografía de Gandhi, no porque él la haya escrito, sino porque él es el biografiado, aunque también Gandhi sea autor de una Autobiografía. Esto en cuanto a la escritura; por lo que respecta a otro lenguaje narrativo e imaginativo, el cine, en los últimos años el anglicismo biopic ha invadido la lengua española, pero lo correcto, en nuestro idioma, es su traducción literal “película biográfica”, pues la voz inglesa biopic es palabra compuesta: de bio-, elemento compositivo que significa “vida”, y pic, forma apocopada de picture, “película” o “filme” en inglés: literalmente, película biográfica. Con retorcida y redundante sintaxis, la Wikipedia ofrece la siguiente información: “Película biográfica o biopic es un género cinematográfico que consiste en la dramatización cinematográfica de la biografía de una persona o grupo de personas reales”. Ya sufrimos el exceso del anglicismo como para echar más agua al cántaro: digamos y escribamos, en buen español, “película biográfica”, ¡y mandemos lejos el “biopic”!, y habría que hacer lo mismo con la patochada “biopeli”, que ya se abre paso como adaptación ñoña de biopic.

Estos disparates son propios del periodismo y, especialmente, del periodismo del ámbito de los espectáculos. En internet leemos acerca del libro:

“Breve biografía de la vida de Fátima”.

En buen español, sin redundancia, debe ser

Breve biografía de Fátima.

He aquí otros ejemplos de estos disparates, ya sea por redundancia o por torpe anglicismo: “Abelardo, biografía de una vida brillante y atormentada”, “biografía de una vida entre dragones”, “apuntes para la biografía de una vida de hoy”, “breve biografía de una vida a la deriva”, “la biografía de la vida”, “biografía de la vida hogareña de Juan y Carlos Wesley”, “una biografía de la vida cotidiana de la escritora y su época”, “biografía de la vida de Sor Juana”, “biografía de la vida de Ana de San Bartolomé”, “el primer tráiler de la biopic de Tolkien”, “la biopic de Elton John estrenó su tráiler oficial”, “liberan afiche de Stardust, la biopic de David Bowie”, “ahora será Céline Dion la que tenga una biopic”, “los elementos que definen una biopic”, “realizarán una biopic de los Sex Pistols” y, como siempre hay cosas peores, “introducción a la autobiografía de mi vida” y “cómo hacer una autobiografía de mi vida”.

Google: 9 300 000 resultados de “biografía de la vida”; 1 800 000 de “biografía de una vida”; 152 000 de “la biopic”; 138 000 de “autobiografía de mi vida”; 67 400 de “una biopic”; 610 de “biopeli”.

33. bofetada, ¿bofetada en el rostro?, ¿bofetada en la cara?, bofetón, ¿bofetón en el rostro?, ¿bofetón en la cara?, cachetada, ¿cachetada en el rostro?, ¿cachetada en la cara?

Una típica redundancia española, que se ha extendido a varios países de Hispanoamérica, es “bofetada en la cara”, con sus variantes “bofetada en el rostro”, “bofetón en el rostro”, “bofetón en la cara”, “cachetada en el rostro” y “cachetada en la cara”. Esto prueba que son muchas las personas que ignoran dónde tienen las “mejillas”, “cachetes” o “carrillos” y, aún peor, dónde tienen el “rostro”, la “cara”. En el tomo primero del Diccionario de Autoridades (1726), leemos que el sustantivo femenino “bofetada” es “el golpe que se dá en el carrillo con la mano abierta, que aunque duela poco es grande injúria quando la da un hombre à otro. Tomó el nombre del ruido, ò sonido que hace a modo de Bof”. En su última edición (2014), el DRAE afirma que el término tiene origen incierto, pero repite, en su primera acepción, la definición textual de hace ya casi tres siglos: “golpe que se da en el carrillo con la mano abierta”. Ejemplo: Por atrevido recibió una bofetada. De ahí que el sustantivo masculino “bofetón” (aumentativo de “bofetada”) sea una “bofetada dada con fuerza” (DRAE). Ejemplo: Recibió el bofetón que merecía su atrevimiento. En 1726 el Diccionario de Autoridades incluía también el sentido figurado que registra el DRAE, en su tercera acepción, para “bofetada”: “desaire, desprecio u ofensa”. Ejemplo que ya es frase hecha: Le dio una bofetada con guante blanco. Decir y escribir que la “bofetada”, el “bofetón” y la “cachetada” se dan en el rostro o la cara es cometer bruta redundancia, pues si una “nalgada” es un golpe en la nalga o en las nalgas, una “bofetada” o un “bofetón” siempre serán golpes, con mano abierta, en los “carrillos” o “mejillas”, que también se llaman “cachetes”. De ahí el sinónimo “cachetada”. ¿Y en dónde tenemos los “carrillos”, “mejillas” o “cachetes”? ¡En la cara, obviamente! No hay otro lugar, sino el “rostro” o “cara” (“parte anterior de la cabeza humana”) en el que tengamos las “mejillas” o los “cachetes” o “carrillos” (“partes carnosas de la cara, desde los pómulos hasta lo bajo de la quijada”, DRAE), para colocar “bofetadas”, “bofetones” o “cachetadas”. Y, sin embargo, hasta escritores hay que no lo saben; no se diga periodistas y otros profesionales cuya materia prima es el idioma. Las expresiones “bofetada en la mejilla”, “bofetón en la mejilla” y “cachetada en la mejilla” son también expresiones redundantes en tanto no posean un complemento de precisión. Por ejemplo, es redundancia decir, simplemente, Le dio una bofetada en la mejilla, pero no lo es si se precisa o acota: Le dio una bofetada en la mejilla izquierda o Le dio un bofetón en la mejilla derecha.

En 2017 las agencias noticiosas distribuyeron la siguiente información:

“La ONU consideró el indulto a Fujimori como una bofetada en la cara de las víctimas”.

Lo correcto es simplísimo:

La ONU consideró el indulto a Fujimori como una bofetada a las víctimas.

He aquí unos poquísimos ejemplos de estas redundancias brutas, reproducidos de internet y de publicaciones impresas: “Una bofetada en la cara del espectador”, “una bofetada en la cara para las familias mexicanas”, “nunca se da una bofetada en la cara”, “recibe una fuerte bofetada en la cara”, “esto es como una cachetada en la cara”, “esta pandemia ha sido una cachetada en la cara para todos”, “fue una bofetada en el rostro para los africanos”, “una bofetada en el rostro de los veracruzanos”, “cambio bofetadas en la cara por palmaditas en la espalda”, “recibí patadas y cachetadas en la cara”, “la religión islámica prohíbe las bofetadas en el rostro”, “a veces creo que doy un bofetón en la cara con mi obra” (dicho, orondamente, por un artista español), “un bofetón en el rostro del pueblo ecuatoriano”, “le propina severa cachetada en el rostro”, “dos hombres se dan cachetadas en el rostro” (¡ni modo que en las nalgas!), “le asestó dos bofetones en la cara” y, como siempre hay algo peor, “me dio una bofetada en la cara con su pene: Anelka”. No; en realidad lo que el futbolista Vieira le dio a su compañero de equipo Anelka (ambos jugaban en el Arsenal de la Liga Inglesa) fue, literalmente, un “vergazo” en la cara, no una “bofetada”; experiencia (la del “vergazo”, ya que no “penazo”) que Anelka describe incluso a detalle: “era como ser golpeado por un salmón curado húmedo”. ¿Bofetada? No. Únicamente si a ese “salmón curado” se le pudiera llamar “bofe”.

Google: 134 000 resultados de “bofetada en la cara”; 49 300 de “cachetada en la cara”; 49 200 de “bofetada en el rostro”; 42 000 de “bofetadas en la cara”; 31 600 de “cachetadas en la cara”; 15 600 de “bofetadas en el rostro”; 14 400 de “bofetón en la cara”; 10 700 de “bofetón en el rostro”; 8 150 de “cachetada en el rostro”; 4 700 de “cachetadas en el rostro”; 3 160 de “bofetones en la cara”.

34. borrar, ¿borrar la sonrisa de los labios?, cara, labios, perder, ¿perder la sonrisa de la cara?

Podemos darnos una idea aproximada de qué tan malo es un escritor a partir de los tópicos, lugares comunes y frases hechas que utiliza en su “creación literaria”. Si hoy un narrador, de esos que ganan premios nacionales e internacionales, y venden ejemplares por decenas y centenas de miles, escribe que su personaje, que palideció, se puso “blanco como la nieve”, u otro, que padecía un gran dolor, suplicaba “con lágrimas en los ojos”, sería recomendable cerrar el libro y echarlo a la basura, pues es bastante probable que en las páginas que ya no leeremos haya otro personaje al que “le recorrió un frío por la espalda” y esto fue “como si le cayese un balde de agua fría” (¿y por qué no un balde de agua hirviendo que, con mucho, sería más terrible?) cuando alguien “le dio con la puerta en las narices” y un testigo “lo vio con sus propios ojos”. Todas estas son formas viciosas de expresión, más en la escritura que en el habla, de escribientes cursis, afectados y de escasa o nula calidad literaria que, sin embargo, prosperan hoy, a montones, por culpa de los infralectores (los lectores se merecen a los autores que consagran). Pero esto también ya se ha ido trasladando al periodismo, y ahora es frecuente leer, ya no sólo en libros, sino en revistas y en diarios impresos, así como en internet, que a alguien “se le borró la sonrisa de los labios”. ¡Coño, carajo, caballero!, ¿y de dónde más podría borrársele a alguien la sonrisa si no es de los labios?; ¿quizá del ombligo o de las rodillas? Nuestro idioma sufre, cada vez más, a los destructores de la lógica, la gramática y la ortografía, con la anuencia de las academias dizque de la lengua. “Borrar la sonrisa de los labios”, “borrar la sonrisa de la cara”, “borrarse la sonrisa de los labios”, “borrarse la sonrisa de la boca”, “perder la sonrisa de la cara”, “perder la sonrisa de la boca” y “perder la sonrisa de los labios”, entre otras expresiones parecidas, son redundancias tan brutas que no pueden ser sino rebuznancias. Un poeta de gran nivel, un gran escritor, puede —por licencia lírica— escribir que “Venus era tan bella que su mirada casi sonreía”, pero se trata de esto, exactamente, de una licencia poética que nada tiene que ver con la realidad. Dicho de una persona, la “sonrisa”, al igual que la “risa”, es propia de la boca, de los labios, y de ninguna otra parte del cuerpo. El verbo intransitivo y pronominal “sonreír”, “sonreírse” (del latín subridēre) significa, en su acepción principal, “reírse un poco o levemente, y sin ruido” (DRAE). Ejemplo: Sonrió despectivamente. Es importante la acotación “sin ruido”, porque también abundan los hablantes y escribientes que confunden la “sonrisa” con la “risa” y son capaces de afirmar que Fulano sonrió estruendosamente, lo cual es una idiotez, pues la “sonrisa” no equivale ni a la “risa” ni mucho menos a la “carcajada” (“risa impetuosa y ruidosa”). Puede uno reír sin carcajearse, pues la “risa” es el “movimiento de la boca y otras partes del rostro, que demuestra alegría” y la “voz o sonido que acompaña a la risa” (DRAE), pero de nadie puede decirse que “sonríe” cuando en realidad está riendo o carcajeándose. Se trata de acciones diferentes y, en cierto sentido, de intensidades o gradaciones expresivas: quien sonríe no emite ruido alguno, porque en caso de emitirlo ya no estaría sonriendo sino riendo, y quien ríe no necesariamente se carcajea, a menos por supuesto que emita “carcajadas”. Pero si ya caer en confusión al respecto delata falta de lógica, decir y escribir expresiones como “borrarse la sonrisa de los labios”, “borrarse la sonrisa de la boca”, “perder la sonrisa de la cara”, “perder la sonrisa de la boca” y “perder la sonrisa de los labios”, revela que quienes tales cosas dicen y escriben no suelen consultar el diccionario de la lengua y, por ello, ignoran el significado del verbo “sonreír” y el sustantivo femenino “sonrisa” (acción y efecto de sonreír). Basta con decir que a alguien “se le borró la sonrisa” para decirlo todo; añadir que “de los labios” es barbaridad rebuznante, pues la “sonrisa” es acción que se efectúa únicamente en los labios o en la boca y, más ampliamente, en la cara. Ni en las rodillas ni en las axilas ni en los pies. Un pésimo autor podría escribir, por ejemplo, con pretendida licencia poética: Sus pies me sonreían, pero si lo seguimos leyendo, ya no sólo habrá un bruto, sino dos.

En conclusión, no hay sonrisa que no resida en los labios y en la boca (y, por extensión, en la cara, que es donde tenemos la boca). Que las rebuznancias “perder la sonrisa de la boca”, “borrar la sonrisa de los labios”, “borrar la sonrisa de la cara”, “borrarse la sonrisa de los labios”, “borrarse la sonrisa de la boca” y “perder la sonrisa de la cara” se hayan extendido incluso al periodismo demuestra el grado de erosión en la lógica y la gramática de nuestro idioma. En el diario mexicano El Financiero un articulista político escribe lo siguiente a propósito de un tartufo:

“Se le ha borrado la sonrisa de la boca”.

Lo correcto, sin redundancia, es:

Se le ha borrado la sonrisa, y sanseacabó.

Pero este articulista tiene antecedentes literarios significativos y casi insignes (para algunos). En la novela Las buenas conciencias, del escritor mexicano Carlos Fuentes, leemos: “Esa noche, durante la cena, Balcárcel no promulgó sentencias morales. Jaime no podía borrarse la sonrisa de los labios”. Tenemos derecho a suponer que Jaime únicamente pudo borrarse la sonrisa de las patas. Una escritora, que sigue los pasos de Carlos Fuentes, nos dice lo siguiente en una novela: “La pelirroja no podía borrarse la sonrisa de los labios”. He aquí otros poquísimos ejemplos de estas rebuznancias que han hecho escuela, sobre todo en el ámbito de la farándula, los deportes y la novela rosa (rosa, no rusa) y que encontramos por cientos de miles en publicaciones impresas y de internet: “con un tono de buen humor y sin perder la sonrisa de la cara”, “nuestra artista se cubre sin perder la sonrisa de la cara”, “ser un poco más feliz y no perder la sonrisa de la cara”, “hacen recapacitar sin perder la sonrisa de la cara”, “hará todo por ti sin perder la sonrisa de la boca”, “responde sin perder la sonrisa de la boca”, “cuenta sin perder la sonrisa de la boca”, “permaneció impasible sin perder la sonrisa de los labios”, “y encima sin perder la sonrisa de los labios”, “logró borrar la sonrisa de los labios de Camille”, “nada será suficiente para borrar la sonrisa de los labios de este hombre”, “se le borró la sonrisa de la cara”, “Nicholas le borró la sonrisa de la boca”, “a Felipe VI nunca se le borró la sonrisa de los labios”, “quisiera borrar la sonrisa de la cara de ese tipo”, “radiante, no puedo borrar la sonrisa de la boca”, “a Claire se le borró la sonrisa de la boca”, “a Ricardo Costa se le borró la sonrisa de la boca”, etcétera.

Google: 425 000 resultados de “perder la sonrisa de la cara”; 360 000 de “perder la sonrisa de la boca”; 264 000 de “perder la sonrisa de los labios”; 48 500 de “borrar la sonrisa de los labios”; 34 200 de “borró la sonrisa de la cara”; 27 800 de “borró la sonrisa de la boca”; 24 400 de “borró la sonrisa de los labios”; 23 500 de “borrar la sonrisa de la cara”; 20 200 de “borrar la sonrisa de la boca”; 14 600 de “le borró la sonrisa de la cara”; 13 500 de “se le borró la sonrisa de la cara”; 10 300 de “le borró la sonrisa de la boca”; 10 100 de “se le borró la sonrisa de la boca”; 10 000 de “se le borró la sonrisa de los labios”; 9 170 de “le borró la sonrisa de los labios”; 1 930 de “borrarse la sonrisa de la cara”.

35. ¿breve nota?, ¿breve notita?, ¿extensa nota?, ¿extensa nota periodística?, nota, ¿nota extensa?, notita, ¿pequeña nota?, ¿pequeña notita?

Si decimos y escribimos “notita”, diminutivo del sustantivo femenino “nota” (del latín nota), se riza el rizo a tal grado que transformamos en insignificante la cosa a la cual nos referimos, pues “nota” significa, entre otras acepciones, “mensaje breve escrito” y “noticia breve de un hecho que aparece en la prensa”. Ejemplos: Llevaba unas notas manuscritas como guía de su alocución; Se enteró del hecho por una nota en el periódico. El adjetivo “breve” (del latín brevis) significa “de corta extensión o duración”. Ejemplo: Ante el tiempo inmenso, la vida es breve. En su calidad de sustantivo masculino, “breve” significa “texto de corta extensión publicado en columna o en bloque con otros semejantes” (DRAE). Ejemplo: Breves de la Sociedad Mexicana de Medicina. Sinónimos de “breve” son los adjetivos “corto” y “pequeño”, entre otros. El significado del adjetivo “pequeño” es “que tiene poco tamaño o un tamaño inferior a otros de su misma clase”, y, en su tercera acepción, “breve, poco extenso” (DRAE). Ejemplo del diccionario académico: Un pequeño discurso. Si, por definición, una “nota” es un “breve mensaje escrito”, las expresiones “breve nota” y “pequeña nota” son redundantes, y peor aún las expresiones “breve notita” y “pequeña notita”, pues una de las funciones del adjetivo diminutivo en nuestra lengua (del latín diminutīvus) es “disminuir o reducir a algo menos” (DRAE), y, utilizado como sufijo (“-ita”, “-ito”, “-ica”, “-ico”, “-illa”, “-illo”) en un vocablo, expresa disminución o atenuación, como en “casita” (de “casa”), “librito” (de “libro”), “platica” (de “plata”), “tintico” (de “tinto”), “gentecilla” (de “gente”) y “hombrecillo” (de “hombre”). Por ello, las expresiones “breve notita” y “pequeña notita” no sólo son redundantes, sino redundantísimas, si pudiéramos utilizar este superlativo. En conclusión, no hay “nota” que no sea, por definición, “breve”, “corta” o “pequeña”, y si a esto le agregamos el diminutivo al sustantivo “nota” (“breve notita”, “pequeña notita”), la hacemos más “pequeña” y más “breve”; tan pequeña, tan breve (insignificante: “muy pequeña”) que es como si dijéramos y escribiéramos “pequeño textito” que, ya siendo “pequeño” un “texto” o “enunciado”, es transformarlo en textículo. Caso contrario es el de los contrasentidos “extensa nota”, “nota extensa” y, en el colmo del desconocimiento de los géneros informativos, “extensa nota periodística”. El adjetivo “extenso” (del latín extensus) significa “que tiene extensión”, y el sustantivo femenino “extensión” (del latín extensio, extensiōnis) significa “acción y efecto de extenderse”, donde el verbo transitivo y pronominal “extender”, “extenderse” (del latín extenděre) significa “dilatarse, explayarse” (DUE), ocupar más espacio. Ejemplos: Su discurso pecó de extenso; A menor extensión, menos espacio; Quiere extender sus propiedades ilegalmente. Hay que utilizar la lógica, especialmente en la escritura que nos da siempre la oportunidad de repensar lo que expresamos, a diferencia del habla, que nos brinda muy poco esta oportunidad. Cuando hablamos de “nota”, ya estamos diciendo que se trata de un texto breve, y si decimos “notita”, por lo general y en función del contexto, no nos referimos a su extensión sino a dos posibles características: la afectiva o la peyorativa, que también son cualidades que pueden denotar el uso del sufijo diminutivo en un vocablo. Ejemplos de diminutivo afectivo: Te he enviado una notita con todo mi amor; Espero que hayas recibido mi cariñosa notita. Ejemplos de diminutivo desdeñoso, despectivo o peyorativo: Lo leí en una insulsa notita y, peor aún, Publicó eso en una pinche notita que nadie leyó. En conclusión, no tiene caso empequeñecer más la “nota” que, por definición, ya es pequeña o breve. Basta con decir y escribir “nota”; y, ya de plano, evitemos eso de “pequeña notita” que ya es rebosar la olla de las redundancias. Por otra parte, como también ya quedó demostrado, una “nota” no puede ser “extensa”, puesto que, por definición, es “breve” y, tratándose de escritos periodísticos, no existe el género de “nota extensa”, sino, simplemente, de la “nota”, y si el escrito publicado es extenso, será un “artículo”, un “reportaje” o una “entrevista”, pero, definitivamente, no una “nota” ni una “noticia”. Las expresiones “nota extensa” y “extensa nota” constituyen contrasentidos. Usemos el coco para una de las cosas más decisivas en nuestra vida: comprender las proporciones de las cosas.

En uno de los libros más vendidos, y supuestamente más leídos, de los “escritores más exitosos” Jack Canfield, Mark Victor Hansen, Patty Hansen e Irene Dunlap, Sopa de pollo para el alma de los niños: Relatos de valor, esperanza y alegría, uno de los relatos (bastante soso, por cierto) se intitula “La pequeña nota”, y todo el tiempo se refiere, del siguiente modo, a lo que ya anuncia el título:

“Me dieron esta pequeña nota y tienes que firmarla para que pueda entrar a clase. […] Caminé hacia donde estaba y le enseñé la pequeña nota. […] Firmó la pequeña nota pero me dijo que esta vez no me iba a zafar tan fácilmente y que al llegar a casa hablaría conmigo”.

Era suficiente con titular el relato “La nota” y referirse todo el tiempo a

esta nota y la nota.

Van otros ejemplos de esta redundancia y de la superlativa redundancia “pequeña notita”: “Pequeña nota de actualización sobre glosarios de la IATE”, “he adherido una pequeña nota en el monitor de mi computadora”, “en el cuarto yacía una pequeña nota”, “pequeña nota para John Berger”, “pequeña nota sobre ramo de flores”, “una pequeña nota a ‘La economía cubana: cambios y retos’, de Roberto Veiga Menéndez”, “Apple envía una pequeña nota en apoyo a sus compañeros”, “una pequeña nota para mis vecinos”, “subastan por miles de euros una pequeña nota de Einstein”, “una pequeña nota de la mejor película de 2015”, “la pequeña nota que emocionó a nuestros lectores”, “pequeña nota crítica sobre Facebook y Wikipedia”, “breve nota sobre la medición del ingreso”, “breve nota sobre el informe del gobernador”, “breve nota sobre etiquetado de alimentos”, “una breve nota sobre la narrativa gráfica en América Latina”, “breve nota sobre la colonialidad de los saberes hegemónicos”, “breve nota de adiós a Colombia”, “Clarín le dedicó una extensa nota a Almanza” (obviamente, no se trataba de una nota), “Beatriz escribió una extensa nota”, “la extensa nota de La Nación”, “Mark Zuckerberg ha publicado una extensa nota sobre el futuro de Facebook”, “se hicieron mediante extensas notas”, “le gustará saber que he tomado extensas notas”, “realizó extensas notas al margen de todos los libros que leyó” (si están en los márgenes de los libros, no pueden ser extensas), “una nota extensa y bien detallada”, “la primera nota extensa de su carrera”, “contenido de la Biblia con las notas extensas”, “tomar notas extensas ayuda a extraer mucho más de las entrevistas, pero es difícil tomar notas extensas y escuchar atentamente al mismo tiempo” (la lógica se impone, en ciertos casos), “dentro de la carta había una pequeña notita”, “hecho en una pequeña notita”, “despidiéndose sólo con una breve notita”, “diseñamos esta breve notita que puedes descargar e imprimir”, “desarrolló una extensa nota periodística”, “la extensa nota periodística del Washington Post” y, como siempre hay cosas peores, “la gran y extensa nota periodística” y “una brevísima notita de dos líneas”.

Google: 1 090 000 resultados de “pequeña nota”; 1 060 000 de “breve nota”; 71 900 de “extensa nota”; 24 000 de “extensas notas”; 18 900 de “nota extensa”; 10 700 de “notas extensas”; 10 400 de “pequeña notita”; 1 000 de “breve notita”; 1000 de “extensa nota periodística”.

36. ¿breve resumen?, resumen, ¿resumen breve?, ¿resumen completo?, ¿resumen corto?, ¿resumen largo?, resumir, ¿resumir abreviadamente?, ¿resumir brevemente?

Si en la escuela nos piden, como tarea, un “resumen” de El principito, y entregamos veinte cuartillas, ¿en dónde está el resumen? En ningún lado, no lo hay, porque el verbo transitivo “resumir” (del latín resuměre) significa “reducir a términos breves y precisos, o considerar tan solo y repetir abreviadamente lo esencial de un asunto o materia” (DRAE). Ejemplo: Resumió Cien años de soledad de una manera inconexa. De ahí que el sustantivo masculino “resumen” sea la “acción y efecto de resumir o resumirse” y la “exposición resumida de un asunto o materia” (DRAE). Ejemplo: Se le pidió un resumen, pero no tiene idea de cómo resumir. De ahí la locución adverbial “en resumen”, que significa “resumiendo, recapitulando”. Ejemplo: En resumen, el proyecto no es viable. También, el adverbio “resumidamente”: “de manera resumida” y “brevemente, en pocas palabras” (DRAE). Ejemplo: Resumidamente, su exposición fue incomprensible para todos. El adjetivo “breve” (del latín brevis) significa “de corta extensión o duración” (DRAE). Ejemplo clásico: Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y, si lo “breve” es algo “de corta extensión o duración”, debemos saber que el adjetivo “corto” (del latín curtus) se aplica a una cosa “que tiene menor longitud de la normal” (DRAE). Ejemplo: Antología del cuento corto. El perfecto sinónimo de “resumir” es “abreviar” (del latín tardío abbreviāre), verbo transitivo que significa “hacer breve, acortar, reducir a menor tiempo o espacio” (DRAE). Ejemplo: Le pidieron que abreviara su aburrida exposición que aún hizo más aburrida con el soporífero PowerPoint. Locuciones adverbiales sinónimas de “en resumen” son “en resumidas cuentas” (“en conclusión o con brevedad”), “en una palabra”, “en dos palabras”, “en tres palabras”, “en cuatro palabras” y “en pocas palabras” (“brevemente, en un instante, con concisión”). Ejemplos: En resumidas cuentas, no entendió ni madres; En una palabra: ¡aburridísimo!; En cuatro palabras, no tiene ni idea; En pocas palabras, no entendió qué fue lo que se le pidió. Explicado y comprendido lo anterior, queda claro que “breve resumen”, “resumen breve”, “resumen corto”, “resumir abreviadamente” y “resumir brevemente”, más sus variantes, son redundancias brutas, porque no hay resumen que no sea breve o corto ni es posible resumir sin brevedad o cortedad y, en consecuencia, lo que no es breve o corto, no es resumen, y lo que no está expresado brevemente y con precisión nada tiene que ver con la acción de resumir. Y, para que se vea que las cosas siempre pueden empeorar, ya son también abundantes, y repugnantes, los sustantivos calificados “resumen completo” y “resumen largo”, que atentan contra la lógica y el buen sentido, pues todo resumen, por breve o corto que sea, es “completo” y “preciso” si se trata realmente de un resumen. Y, obviamente, de acuerdo con la definición, ¡no puede ser “largo”!, pues el adjetivo “largo” (del latín largus) significa, de acuerdo con el DRAE: “que tiene longitud”, “que tiene mucha longitud” (aunque, en tal caso, sería “muy largo”) y “copioso, abundante, excesivo”. Ejemplo: Tiene el cabello largo y lacio. Lo que ocurre es que no pocos gaznápiros llaman “resumen completo” o “resumen largo”, tratándose de una obra dividida en capítulos, a la “síntesis” (del latín synthěsis, y éste del griego sýnthesis) de cada capítulo para abarcar, linealmente, una obra. Pero tal cosa no es un “resumen”, sino, precisamente, una “síntesis”, pues este sustantivo femenino significa “suma y compendio de una materia u otra cosa” (DRAE). Ejemplo: Síntesis informativa digital del Senado de la República, que recoge y organiza, temáticamente, la información de los medios impresos y audiovisuales: lo más destacado de la política, la economía, la información general, etcétera. Dicho de otra manera, es una suma o adición (“agregado de muchas cosas”) y a la vez un “compendio” (del latín compendium), sustantivo masculino que el DRAE define como “breve y sumaria exposición, oral o escrita, de lo más sustancial de una materia ya expuesta latamente”. Ejemplo: Compendio de historia universal (y es un volumen, el primer tomo, ¡de casi quinientas páginas!). Obviamente, no es un “resumen”, sino una “sumaria exposición” de una materia ya expuesta en un sentido “lato” (del latín latus), adjetivo que significa “dilatado, extendido” (DRAE). Por ello, debe quedar claro que no es lo mismo un “resumen” que una “síntesis” y un “compendio”. Una cosa es hacer el resumen de una historia (un cuento, una novela, un ensayo, un libro de viajes, una obra de teatro, una película, etcétera), y otra, muy diferente, escribir una “historia sintética”. Ejemplo: Historia sintética del arte colonial de México (1922), de Manuel Romero de Terreros, un librito de 90 páginas, que, por supuesto, no es un “resumen”, sino, precisamente, una “historia sintética”. En resumidas cuentas, eso que muchos llaman “resumen completo” o “resumen largo” (con idiotez y contrasentido) es en realidad una síntesis, pues, como ya hemos dicho, todo “resumen” es “completo”, si realmente es un “resumen”, aunque utilice pocas palabras o, más bien, justamente por esto: porque, en pocas palabras, reduce a términos breves y precisos lo esencial de un asunto o materia. Lo demás es una tontería.

Aunque estas redundancias y los horrorosos contrasentidos “resumen completo” y “resumen largo” son utilizados en general, en nuestro idioma, provienen del uso culto de la lengua. Hasta los profesionistas más respetables dicen y escriben “breve resumen”, “resumen breve”, “resumen corto”, “resumir brevemente”, “resumen completo” y “resumen largo” sin que se sonrojen, porque, además, no se percatan de sus yerros. Profesores, periodistas, escritores, traductores, etcétera, se dan el quién vive en esto. En el traductor virtual Linguee (que presume ser “el mejor traductor online del mundo) leemos los siguientes ejemplos:

“A continuación se detalla un breve resumen de los resultados y conclusiones”; “A continuación se presenta un breve resumen de este análisis”; “A continuación y en el cuadro adjunto se ofrece un breve resumen de los resultados”. Y así por el estilo, en dieciséis ocasiones, para traducir frases que contienen la redundancia en inglés brief summary y short summary. En defensa del traductor virtual Linguee puede afirmarse que lo que ofrece es la traducción literal de los ejemplos; sin embargo, sus responsables bien hubieran podido encontrar ejemplos sin redundancias.

Lo correcto es, sin duda:

A continuación, un resumen de los resultados y conclusiones”; “Se presenta un resumen de este análisis”; “Se ofrece un resumen de los resultados”.

He aquí otros ejemplos de estas redundancias y de la tontería “resumen completo” y el contrasentido “resumen largo”: “Hacer un breve resumen”, “breve resumen de la historia de México”, “breve resumen de ‘Historia de una escalera’ de Antonio Buero Vallejo”, “un breve resumen del paro nacional en Colombia”, “breve resumen de Matilda”, “breve resumen del documento final”, “breve resumen de los trabajos”, “un breve resumen de nuestra jornada”, “un breve resumen de las normas”, “breve resumen del trabajo realizado durante el año 2018”, “El Diario de Ana Frank-Resumen completo”, “Un resumen completo de El Capital de Marx” (es el título de un libro publicado en Madrid, ¡de 280 páginas!; no es un resumen: es una “exposición sumaria”), “El Lazarillo de Tormes-¡Resumen completo!”, “Don Quijote de la Mancha-Resumen completo”, “La Odisea-Resumen completo”, “La Celestina: resumen corto”, “resumen corto de la cultura mexica”, “El arte de la guerra-Resumen corto del libro”, “El Capital de Karl Marx resumen corto”, “resumen breve de Pedro Páramo”, “El Señor de los Anillos (resumen breve)”, “La Celestina resumen breve”, “voy a resumir brevemente” (sí, todo el mundo dice esto ante un micrófono, y se avienta cuarenta minutos de pendejadas), “en el presente ensayo intento resumir brevemente las características esenciales de la nueva economía institucional”, “quisiera resumir brevemente las cuestiones planteadas por este informe” (sí, cómo no, y si no le apagan la luz, ahí se sigue por horas), “necesito un resumen largo de la película”, “La chica de la capa roja-Resumen largo”, “El coronel no tiene quien le escriba resumen largo” (¿o sea que ese coronel no tiene quien le escriba un “resumen largo”?), “resúmenes completos de libros”, “añado unos breves resúmenes argumentales”, “a continuación se resumen brevemente los compromisos propuestos”, “se resume brevemente el proceso”, “resuma brevemente el asunto”, “resúmenes breves de libros”, “resumió brevemente la historia de Harold”, “esto es mucho más difícil de resumir con brevedad” y, como siempre hay algo peor”, “tenemos, actualmente, una problemática demasiado extendida, la cual intentaré resumir abreviadamente” y “yo este año no podré hacer nuestro larguísimo resumen habitual del año”. ¡Estamos perdidos!

Google: 2 970 000 resultados de “breve resumen”; 1 800 000 de “resumen completo”; 725 000 de “resumen corto”; 257 000 de “resumen breve”; 67 300 de “resumir brevemente”; 37 000 de “resumen largo”; 24 800 de “resúmenes completos”; 20 300 de “breves resúmenes”; 14 500 de “se resumen brevemente”; 12 800 de “se resume brevemente”; 9 540 de “resuma brevemente”; 7 540 de “resúmenes breves”; 3 770 de “resumió brevemente”; 1 560 de “resumir con brevedad”; 500 de “resumir abreviadamente”.

37. ¿buen samaritano?, ¿mal samaritano?, samaritana, samaritano

Se es o no samaritano, por ello es redundante decir de alguien que es “buen samaritano” y un sinsentido afirmar que otro es “mal samaritano”. Estrictamente, a quien llamamos “buen samaritano” es simplemente un “samaritano”, y a quien denominamos, erróneamente, “mal samaritano”, no es “samaritano” en absoluto: en todo caso sería un “falso” samaritano. Veamos por qué. El adjetivo y sustantivo “samaritano” (del latín tardío Samaritānus), se aplica al “natural de Samaria, región de Palestina” y a lo “perteneciente o relativo a Samaria y a los samaritanos” (DRAE). Esto, en su sentido recto. Pero, en el sentido figurado, se aplica también a la persona “que ayuda a otra desinteresadamente” (DRAE). Ejemplo: Siempre ha sido un samaritano. Si nos apegamos a la definición de esta acepción figurada queda claro que todo “samaritano” ayuda a otra persona desinteresadamente, y en esto consiste su virtud. Siendo así, un “samaritano” es “bueno” por definición, y no puede ser “malo”, puesto que, en este último caso, estaría contradiciendo su positividad. El adjetivo “bueno”, con su forma apocopada “buen” (del latín bonus) tiene por definición principal la siguiente: “De valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino” (DRAE). Ejemplos: La lluvia es buena para las cosechas; Un buen alimento siempre es reconfortante. El adjetivo “malo”, con su forma apocopada “mal” (del latín malus), tiene la siguiente acepción principal en el diccionario académico: “De valor negativo, falto de las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza, función o destino”. Ejemplos: La sequía es mala para las cosechas; ¡Qué mal pedo! (suponiendo que los haya buenos). Con esta información pueden darse cuenta los lectores de que lo que se espera siempre de un “samaritano” es que sea “bueno”, no sólo para hacer honor a su fama, sino para que tenga sentido el nombre o adjetivo; si es “malo”, obviamente no es un “samaritano”, sino un cabrón que actúa hipócritamente y finge que es un “samaritano” (“persona que ayuda a otra desinteresadamente”). No hagamos bolas el engrudo: No hay buenos ni malos “samaritanos”, hay “samaritanos”, todos buenos, por definición, y el que no es bueno (carente de valor positivo) no es “samaritano”, y punto. La redundancia viene desde la Biblia, pero debemos saber que la famosa “redundancia hebrea” está por todas partes en dicha obra. Es una característica del estilo bíblico, enfático y pleonástico, que se respeta en las traducciones al español. Y, sin embargo, es muy probable que en la Biblia la expresión “buen samaritano” no sea redundante, como en la “Parábola del buen samaritano” del Evangelio según san Lucas (10:29-37), pues al hablar de “samaritano” Lucas y Jesucristo se refieren, casi es seguro, a un hombre bueno natural de Samaria.

En el ámbito culto (porque este desbarre es exclusivo del ámbito culto), casi todo el tiempo se habla y se escribe del “buen samaritano”, desbarre redundante, pues de ello se colige que también los hay “malos”. Esto es hablar y escribir sin lógica ni concierto, pues, por definición, un “samaritano” (alguien que ayuda a otro desinteresadamente) siempre es “bueno”, puesto que es alguien generoso, y únicamente en el caso del hombre bueno de Samaria, que, en la parábola de Lucas, socorrió a un prójimo desconocido, la expresión “buen samaritano” no es redundante. En el diario mexicano Excélsior leemos el siguiente encabezado:

“Buen samaritano paga hospedaje a 70 indigentes y los salva del frío”.

Sin redundancia, con corrección, el diario debió informar lo siguiente:

Samaritano paga hospedaje a 70 indigentes, etcétera.

Según sea el contexto de la expresión “buen samaritano”, podemos advertir si es redundante o no. He aquí unos ejemplos tanto de la redundancia (“buen samaritano) como del contrasentido (“mal samaritano”): “Buen samaritano evita el secuestro de una niña de 11 años”, “médico buen samaritano que ayuda en emergencia”, “la dramática muerte de Jorge, el buen samaritano de Murcia”, “un buen samaritano queda paralizado tras salvarle la vida a una niña”, “buen samaritano salva a mujer de auto en llamas”, “seamos buenos samaritanos”, “cómo ser buenos samaritanos”, “buenos samaritanos evitan ataque sexual a una niña”, “agentes fronterizos y una buena samaritana”, “el mundo admira a la buena samaritana que salvó a una niña”, “buena samaritana es asesinada cuando daba una limosna desde su auto”, “El mal samaritano” (película), “parábola del mal samaritano” (otra tontería), “Monseñor Munilla, un mal samaritano” (en todo caso, sería un falso samaritano), “malos samaritanos: el mito del libre mercado”, “homicidas y malos samaritanos” (no son “malos samaritanos”, sino falsos samaritanos), “yo no te enseñé a ser una mala samaritana”, “quizá Dios existe y he sido una mala samaritana” (de lo que podemos estar seguros es de que ha sido una persona que no consulta el diccionario).

Google: 85 600 resultados de “buenos samaritanos”; 34 100 de “buena samaritana”; 8 570 de “mal samaritano”; 1 380 de “malos samaritanos”.

Google: 5 840 000 resultados de “samaritano”; 2 440 000 de “samaritana”; 893 000 de “samaritanos”; 361 000 de “samaritanas”; 151 000 de “parábola del buen samaritano”; 45 400 de “ejemplo del buen samaritano”; 43 000 de “iglesia del buen samaritano”; 25 600 de “templo del buen samaritano”; 7 810 de “buen samaritano en la Biblia”; 3 080 de “falso samaritano”.

38. ¿buen tino?, desatinar, desatino, ¿mal tino?, tino

De la misma familia redundante del “buen samaritano” y de la misma parentela del contrasentido del “mal samaritano” son las expresiones “buen tino” y “mal tino”, pues lo cierto es que se tiene tino o no. La lógica nos indica que en el primer caso (“buen tino”) es redundancia bruta, en tanto que en el segundo (“mal tino”) es sinsentido no menos bárbaro. Es increíble que esto no lo sepa mucha gente en México, en un país que suele celebrar festividades para romper piñatas con el cántico “dale, dale, dale, no pierdas el tino”. Cuando se tiene tino, se califica a la persona de “atinada”; cuando no, de “desatinada”. Ello debería bastar para entender que el “tino” siempre es “bueno” (de valor positivo) y no puede ser malo (de valor negativo) porque, en este caso, simple y sencillamente no es “tino”, sino “desatino”. Vayamos a la definición. El sustantivo masculino “tino” (de origen incierto) tiene su clave en la segunda acepción del DRAE: “Acierto y destreza para dar en el blanco u objeto a que se tira”. También significa “juicio y cordura”. Ejemplos: Nunca perdió el tino; Actuó con tino (que es lo mismo que decir, “atinadamente”). De ahí el verbo intransitivo “atinar” (pronominal: “atinarle”): “Acertar a dar en el blanco” (DRAE). Ejemplos: Actuó atinadamente; Le atinó a todas las preguntas. El antónimo o contrario de “tino” es “desatino”, sustantivo que significa, de acuerdo con el diccionario académico, “falta de tino, tiento o acierto” y “locura, despropósito o error”. Ejemplo: Todo lo que hace es un desatino. De ahí el verbo intransitivo “desatinar”: “Decir o hacer desatinos” y “perder el tino, no acertar”. Ejemplo: Desatinar es su especialidad. Queda claro que al sustantivo “tino” lo define su positividad y, en consecuencia, no admite un valor negativo, pues éste es el que le corresponde a “desatino”. En conclusión, “buen tino” es una redundancia, y “mal tino” es un contrasentido.

Desbarres de los ámbitos culto e inculto de nuestro idioma obedecen a una ausencia de lógica y al desconocimiento, en el diccionario, de las definiciones de “tino” y “desatino”. En el diario mexicano Excélsior leemos el siguiente encabezado:

“Martha Higareda con buen tino para la comedia”.

Lo correcto sería informar que

Martha Higareda tiene tino en la comedia.

Van algunos ejemplos de estos desbarres por redundancia o por contrasentido: “Chancla voladora se hace viral por buen tino”, “cocinar con vino, qué buen tino”, “el buen tino de Kuri logró que los futbolistas se salvaran”, “con buen tino para exportar piñatas”, “tiene Valencia buen tino”, “emprender el 2018 con buen tino”, “¡Qué mal tino para atraer clientes!”, “tengo muy mal tino”, “inician mexicanas con mal tino en Múnich” (no: en realidad, iniciaron sin tino), “el mal tino de Funes Mori”, “Pumas, con mal tino para contratar jugadores extranjeros” (no: en realidad, los contrata desatinadamente), “sin atinar bien”, “el único que podía atinar bien las notas”, “no le atinó bien”, “en ninguno le atinó bien el nombre”, “aunque no atinó bien”, “a estas horas es normal atinar mal”.

Google: 182 000 resultados de “buen tino”; 23 200 de “mal tino”; 3 250 de “atinar bien”; 1 210 de “atinó bien”; 1 000 de “no atinó bien”; 1 000 de “atinar mal”.

Google: 71 300 000 resultados de “tino”; 1 040 000 de “desatino”; 610 000 de “atinar”; 308 000 de “con tino”; 87 200 de “sin tino”; 85 000 de “atinarle”; 52 600 de “desatinar”; 9 020 de “no atinar”; 5 840 de “no atinarle”.

¡No valga la redundancia!

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