Читать книгу Las convicciones - Juan Ignacio Sapia - Страница 5

1 En tres semanas y dos días perdí mi trabajo, corté una relación de seis años con mi novia y me peleé más o menos definitivamente con mi papá, así que me tuve que ir de mi casa. Agarré lo poco que había podido ahorrar y me mudé a lo de un amigo que vivía bastante apretado con su novia en un ph que era unos metros más chico que un monoambiente. Los primeros días me recibieron contentos, pero de a poco la cordialidad empezó a desaparecer. A medida que el tiempo pasaba empecé a sentirme como esos prisioneros de guerra a los que se los tatúa, pero en vez del número de prisionero, yo me imaginaba que a mí me escribían la palabra lumpen en la frente. Con una tinta espesa y fosforescente. 2 Sin embargo, me aferraba a la idea de un trabajo redentor. Tuve una entrevista en un local de comida por peso atendido por coreanos. Era un lugar sucio y con un olor muy fuerte a carne cruda. Uno de ellos me recibió y me hizo pasar. Faltaba poco para el mediodía y había mucho trabajo, y el coreano me pidió que me quedase junto a la caja, como un cliente más que esperaba un pedido. Cuarenta minutos después, en un castellano básico, carente de artículos y de adjetivos, me preguntó cuántos años tenía y dónde vivía. Le respondí y me explicó que no sabían hablar muy bien el idioma y que necesitaban a alguien que atendiera los pedidos. Me dijo que la idea era pagarme con comida. Lo pensé un poco y sentí como el olor a carne cruda invadía mis fosas nasales y acepté. Nos dimos las manos y quedó en llamarme.

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Nunca lo hizo.

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