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II El teletrabajo: origen y evolución 1. PRIMERA ETAPA

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Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis del petróleo de 1973, Estados Unidos vivió un periodo de crecimiento económico y desarrollo tecnológico sostenido y prácticamente ininterrumpido. La carrera espacial es una de sus manifestaciones más significativas: grandes partidas presupuestarias destinadas a lograr avances científicos que apuntalaban una continua competencia con la Unión Soviética, repercutiendo en la producción industrial y, a consecuencia de ello, en múltiples aspectos de la vida cotidiana.

Un año antes del estallido de la crisis, Jack NILLES, físico e ingeniero de la Universidad del Sur de California que había colaborado durante largo tiempo con la Fuerza Aérea y la Agencia Espacial estadounidenses, comenzó a examinar el impacto de las nuevas tecnologías en el trabajo. Durante la década de los sesenta, antes de dedicarse a su estudio en profundidad, NILLES ya había propuesto distintas formas de trabajo a distancia como consultor al servicio del Comando Espacial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Los Ángeles.

NILLES había advertido la existencia de dos fenómenos que propiciaban la aparición de una nueva modalidad laboral. Por una parte, un fenómeno urbano: el cambio en la estructura de los núcleos de población (que singularmente en Estados Unidos había avanzado hacia la separación en zonas residenciales y otras fundamentalmente ocupadas por industrias u oficinas), junto a la insuficiencia de transporte público para dar respuesta a las necesidades de movilidad y el incremento en el precio de la energía. Por otra, un fenómeno interno a las organizaciones: el incremento en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación motivado por el crecimiento de esta industria, su continua mejora y abaratamiento y las demandas de descentralización motivadas por la propia dinámica de sus estructuras1.

A la crisis del petróleo hay que añadirle otra que también se manifestaría con especial intensidad durante la década de los setenta: la crisis ambiental propia del periodo desarrollista. Objeto de una especial preocupación a raíz de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el medio humano de 1972, pasó a convertirse paulatinamente en uno de los problemas más acuciantes para la sociedad que, con el transcurso del tiempo, demandaría cada vez con mayor intensidad, acciones coordinadas que reflejaran un compromiso con la sostenibilidad ambiental2.

Por ello es preciso destacar, desde un primer momento, que el de teletrabajo es un concepto profundamente vinculado a la existencia de crisis. Una crisis económica ligada al incremento de precio de la energía en primer lugar, que se repite periódicamente, y el comienzo de una crisis ambiental en segundo lugar, que se ha mantenido e intensificado durante décadas.

A NILLES se deben términos como telework o telecommuting que, pese a estar relacionados, no tienen el mismo significado. Si bien se utilizan indistintamente en muchos casos (siendo muy habitual el término telecommuting en Estados Unidos)3, es preciso señalar que el primero engloba al segundo. Aunque en ambos supuestos el trabajo se desarrolla fuera de la sede física del empleador y se apoya en la utilización de nuevas tecnologías para suplir la necesidad de presencialidad, el telecommuting (que podríamos traducir por trabajo a distancia) implica que el trabajador no necesita salir regularmente de su propia casa, por lo que resulta especialmente adecuado de cara a combatir los efectos perniciosos que anteriormente apuntábamos, como la congestión del tráfico o la contaminación4. En cambio, lo que en el mundo anglosajón se ha venido a definir como telework implica, simplemente, que gracias al uso de las nuevas tecnologías no es necesario desplazarse físicamente al lugar habitual de trabajo para realizarlo, pudiéndose llevar a cabo en cualquier otro sitio. Fue precisamente la Costa Oeste de Estados Unidos, por el carácter flexible de los puestos de trabajo y la facilidad en el acceso a las nuevas tecnologías –y también, posiblemente, por el entorno cultural–, donde además del concepto se extendió la práctica y aparecieron las primeras regulaciones al respecto5.

En esta primera etapa, el teletrabajo se caracterizó por las grandes esperanzas que suscitó respecto a la posibilidad de que pudiera contribuir a facilitar una vida armoniosa en una sociedad menos contaminada. Se esperaba que la aparición de una tecnología más desarrollada pudiera impulsar señalados cambios, entre ellos el de la estructura de las ciudades6. Además de la aparición del concepto de oficina en casa, esta primera etapa –en la que el acceso a los ordenadores era aún restringido y su precio aún muy elevado para la mayor parte de la clase media– se caracterizó por el fomento en la instalación de centros satélite a partir de los cuales poder desarrollar el teletrabajo y la cada vez mayor sofisticación de las oficinas móviles.

Los conceptos originariamente acuñados por NILLES fueron evolucionando. Uno de los grandes artífices de este proceso fue Frank W. SCHIFF, economista jefe del Committee for Economic Development, asociación sin fines de lucro creada en 1942 y dedicada parcialmente a la actividad investigadora en ámbitos como las reformas tributarias, la educación o la promoción del libre comercio. SCHIFF escribió en 1979 un artículo en el Washington Post titulado “Working at Home Can Save Gasoline” en el que exhortaba al gobierno federal a impulsar la investigación sobre el teletrabajo por los beneficios que podía general a distintos niveles, como el medioambiental. El autor acuñó el término Flexiplace para referirse al “trabajo flexible” en 1983 y más allá de examinar sus ventajas e inconvenientes, llegó a la conclusión de que la nota de la voluntariedad debía ser inherente al mismo7. Esta se ha mantenido como característica del trabajo a distancia –al menos en la legislación del teletrabajo en el sector privado– hasta nuestros días8.

El concepto de trabajo flexible alude a una serie de situaciones que pasaron a identificarse con el término teletrabajo, pero que no coinciden plenamente con la concepción inicial. Engloba desde la actividad profesional que realiza un teletrabajador como autónomo que utiliza las TIC para ponerse en contacto con sus clientes u ofrecerles un servicio, hasta la labor de quienes pueden trabajar parcialmente desde cualquier parte y se desplazan periódicamente a determinados lugares para supervisar determinados aspectos relacionados con su trabajo (como los arquitectos o los ingenieros), pasando por las oportunidades laborales que después se abrirían gracias a la proliferación de ordenadores portátiles con acceso a Internet9.

Las definiciones del fenómeno que pueden encontrarse tanto en la literatura científica como en la legislación de distintos países de nuestro entorno son diferentes: teletrabajo, trabajo a distancia, trabajo flexible o trabajo inteligente son acepciones con matices propios, si bien a lo largo de este trabajo utilizaremos para referirnos a la figura sobre el que gira nuestro estudio el término teletrabajo10. A finales de esta etapa, el teletrabajo ya había atravesado las fronteras de Estados Unidos. No obstante, como veremos después, en la década de los noventa será en la que, con mayor intensidad, empiece a extenderse por Europa.

Crisis, reacción y evolución: el teletrabajo en el sector público

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