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3. TERCERA ETAPA

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La aparición de Internet y la exponencial evolución de las TIC supusieron un punto de inflexión. En esta tercera etapa, que anticiparon MAKIMOTO y MANNERS, Internet, la portabilidad y el cada vez menor tamaño de los dispositivos (primero ordenadores portátiles y después smart phones), hacen que se pueda trabajar en cualquier momento desde cualquier lugar23. Además, esta tercera etapa se caracteriza por la utilización de nubes y redes, espacios virtuales que sirven como plataforma para el intercambio de trabajo, lo que abre un nuevo horizonte en el que los dispositivos para teletrabajar son fácilmente transportables y adquieren una renovada importancia los debates en torno al control, la intimidad, la desconexión o los efectos que para los derechos de los trabajadores puede tener el exceso de individualismo.

Pese a que la innovación o rentabilidad no han sido durante mucho tiempo valores organizacionales característicos del sector público, si lo es la eficacia y, con el paso del tiempo, la satisfacción laboral24. Por ello, el principal motivo de la implantación inicial del teletrabajo en el sector público hay que buscarlo en otras razones, como la conciliación de la vida laboral y familiar25. Además, no hay que perder de vista el carácter de “empleador modelo” para el conjunto de la sociedad con el que cuenta la administración por sus características26. Como veremos, la experiencia desarrollada en el sector público a nivel internacional, pone de manifiesto que los beneficios del teletrabajo no se proyectan exclusivamente al interior de la organización administrativa, sino que su implantación puede ofrecer indudables ventajas también para los ciudadanos que se relacionan con ella27.

La preocupación por la decisiva influencia de la sociedad de la información y su incidencia en la vida cotidiana a lo largo de la década de los noventa impulsarían definitivamente a Europa a regular tanto la administración electrónica como el teletrabajo, si bien es cierto que este último ha tenido un desarrollo tardío en general –y particularmente en el seno de la administración– en relación a las experiencias desarrolladas en Estados Unidos y otros países del entorno. No obstante, su implantación es considerablemente alta en el viejo continente, particularmente entre los empleados con más responsabilidades familiares, los que viven lejos de su lugar de trabajo y los que cuentan con una mayor cualificación28, si bien eso no es tan cierto en relación a España, donde en 2018 tan solo trabajaban desde casa en el 4,3% de las personas entre 15 y 64 años (0,9 puntos por debajo de la media de la Unión Europea y 9,7 menos que en los Países Bajos, país europeo en el que esta práctica está más instaurada)29. Fundamentalmente el teletrabajo es bastante común en el ámbito de los trabajadores de apoyo administrativo. En el ámbito en el que resulta más habitual es en el del sector servicios (y especialmente dentro de las finanzas), al que le sigue la administración pública (especialmente lo relacionado tanto con la defensa como con la educación)30.

Con la llegada de la crisis sanitaria motivada por la COVID-19, se produjo una exponencial evolución del teletrabajo en un periodo de tiempo muy corto. Por su parte, durante las dos primeras décadas del siglo XXI, se redefinieron e intensificaron problemas del pasado para los que esta modalidad laboral se consideraba un alivio. El ahorro de energía y la lucha del cambio climático se han convertido en cuestiones con una relevancia cada vez mayor, pasando a la primera línea de la agenda política. Sin embargo, el teletrabajo también se vuelve a ver con recelo por la invasión de la intimidad, el peligro que puede conllevar en materia de protección de datos, el posible retroceso en los derechos laborales o la posibilidad de que genere conflictos familiares31.

Determinados estudios han puesto de manifiesto que las predicciones en cuanto a las implicaciones negativas que puede tener en las organizaciones administrativas, en relación con el aislamiento y la disminución del compromiso organizacional, no se han dado en la realidad32. La estructura del sector público, permite que el teletrabajo se pueda realizar con unas garantías que no se dan en otros ámbitos por contar con medios adecuados, la posición que conservan los trabajadores y la necesidad de servir como modelo social en el ámbito laboral33. De hecho, las posibilidades de que el teletrabajo obstaculice el desarrollo profesional de los empleados es menor en general en el ámbito del sector público que en el sector privado34. En todo caso, como es evidente, ello dependerá –entre otras cosas– de su adecuada regulación.

Crisis, reacción y evolución: el teletrabajo en el sector público

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