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PRÓLOGO

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Se dice que los cuentos de Gabriel García Márquez son maquetas con las que el escritor modeló los motivos y técnicas de sus novelas o que los personajes de sus cuentos son satélites que antecedieron a los personajes de las novelas y orbitan alrededor de ellas. En estos decires metafóricos hay los implícitos de que la escritura del cuento en la obra del colombiano es fundacional y se ancla en su juventud.

La génesis de esta escritura es anterior a “La tercera resignación”, su primer cuento publicado en 1947, y las declaraciones del escritor a Yves Billon y Mauricio Martinez-Cavard dan indicios de ello: “… y vino el 9 de abril [de 1948]. Yo salía a la calle, como todos los estudiantes a incendiar donde se estaba incendiando, a saquear donde había que saquear y cuando regresé a la casa, ya tarde —era una pensión que estaba detrás de la gobernación, detrás de la Jiménez, al lado de la iglesia… de San Francisco, ¿no?— el fuego había pasado a la pensión nuestra y ya no pudimos entrar. Yo quedé sin nada, mi primera máquina de escribir que me la había regalado mi papá y algunos originales que ahora me alegro que se hubieran quemado”. Esto coincide con la información aproximada que da el biógrafo del escritor sobre sus primeros cuentos que no conocemos: “Sicosis obsesiva”, escrito en Zipaquirá en el periodo del bachillerato, y “El cuento del fauno en el tranvía”, escrito en su primera época de estudiante de la Universidad Nacional, en Bogotá. Nunca sabremos con certeza cuáles eran esos originales que se llevó el fuego de El Bogotazo y cuya pérdida no nos alegra; lo que sí podemos conjeturar es que en estos cuentos perdidos se tejió la íntima lucha del escritor consigo mismo que lo llevaba —noche tras noche, corrección tras corrección— a descubrir quién era.

Más conocida, la escritura del cuento como fábrica de rigor, maduración y autoeducación en el joven García Márquez al lado de Ramón Vinyes y José Félix Fuenmayor es el tema de los imprescindibles trabajos de Jacques Gilard sobre la renovación del cuento hispanoamericano en los miembros del Grupo de Barranquilla. (Dicho de paso, es sorprendente que quienes hablan del cuento en Hispanoamérica hagan abstracción de estos maestros colombianos del cuento, y de otros más al norte del continente, y se focalicen en dos o tres nombres del cono sur —siempre los mismos—). Sin embargo, ¿hasta qué momento podemos vincular la escritura garciamarquiana del cuento con su juventud? Como algunos trabajos de este libro lo demuestran —contradiciendo una tendencia crítica anterior— su primer cuento publicado a los 20 años ya es, como llamó al cuento su maestro Edgar Allan Poe, El ejercicio del más alto talento. Las palabras del lúcido Eduardo Zalamea Borda, descubridor y primer crítico del cataquero, lo dicen elocuentemente en el mismo 1947: “… aparición de un ingenio nuevo, original, de vigorosa personalidad […] se advierte en los escritos de García Márquez una madurez desconcertante, acaso prematura. Su discurso es nuevo y nos lleva a regiones inexploradas de la subconsciencia pero sin necesidad de recurrir a lo arbitrario […] Con Gabriel García Márquez nace un nuevo y notable escritor”.

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En un libro venezolano sobre la teoría del cuento el título de tres trabajos referidos a sendos cuentistas de ese país comienza con las mismas palabras: “Teoría y práctica del cuento en…”. Puede ser que la práctica de cada cuentista encarne una teoría propia y particular del cuento y quizás algún día alguien escribirá en ese tenor “Teoría y práctica del cuento en Gabriel García Márquez”. Mientras tanto, los 16 ensayos sobre el cuento en el escritor colombiano aquí reunidos caminan la senda que nos puede conducir a ese futuro. Quien escriba ese hipotético trabajo constatará la presencia en este libro de la tutelar teoría del iceberg de Hemingway, a la vez que se sorprenderá de la casi total ausencia de reflexiones sobre la relación del cuento garciamarquiano con las culturas vernáculas. Esperemos que de aquí a ese momento otro libro haya llenado este vacío.

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Van nuestros agradecimientos a quienes creyeron en este proyecto que hoy se materializa y sobre todo a quienes aceptaron la invitación a participar en él. A Roberto Jiménez, estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en pasantía en la Universidad del Valle a quien la realización de este libro debe no poco. También a nuestros pares académicos de la Universidad La Salle que coeditan este libro.

Juan Moreno Blanco


En el lugar de este edificio de la calle 16, entre las carreras 7ª y 8ª de Bogotá, a espaldas de La Gobernación de Cundinamarca y contiguo a la Iglesia de San Francisco, se encontraba la pensión donde se quemaron los manuscritos de los primeros cuentos de Gabriel García Márquez, el 9 de abril de 1948.

(Fotografía de JMB)

Gabriel García Márquez, cuentista

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