Читать книгу Historia de la Política de Seguridad y Defensa de la Unión Europea - Julio Guinea Bonillo - Страница 9
1.2. LA FORMACIÓN DE LA EUROPA OCCIDENTAL: EL TRATADO DE BRUSELAS
ОглавлениеEsta actitud y la presencia masiva de tropas soviéticas en los regímenes comunistas en Europa Central y Oriental, dieron lugar a un sentimiento de aprensión en Europa Occidental. El propio Secretario de Estado para las Relaciones Exteriores del Reino Unido, Ernest Bevin, reconocería en la Cámara de los Comunes, el 22 de enero de 194812, que a medida que la situación ha evolucionado, se “ha revelado una política por parte de la Unión Soviética de utilizar todos los medios a su alcance para conseguir el control comunista en Europa del Este y, como parece ahora, también en Occidente (…) el proceso comunista prosigue sin piedad en cada país (…) desde la guerra, la Rusia soviética se ha expandido y ahora se extiende desde el centro de Europa hasta las islas Kuriles y Sakhalin”. Asimismo, confirmaría que “las actividades del Kominform, como los de su predecesor el Komintern, constituyen el mayor obstáculo para la confianza mutua y comprensión”.
El ascenso del poder y la expansión del Comunismo necesariamente transformó las prioridades de los gobiernos occidentales, de antialemanas a antisoviéticas. Ernest Bevin confirmó que, el 21 de enero de 1948, se habían iniciado conversaciones con Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y Francia, para fijar un acuerdo de colaboración más estrecho: “Espero que así se firmen tratados con nuestros vecinos más cercanos, los países del Benelux, haciendo con nuestro Tratado con Francia un núcleo importante en Europa Occidental. Entonces tenemos que ir más allá del círculo de nuestros vecinos inmediatos. Tendremos que considerar la cuestión de asociar a otros miembros históricos de la civilización europea, incluida la nueva Italia, en esta gran concepción. (…) Ahora pensamos en Europa Occidental como una unidad. Las naciones de Europa Occidental ya han demostrado, en la Conferencia de París sobre el Plan Marshall, su capacidad para trabajar juntos de forma rápida y efectiva. Esa es una buena señal para el futuro. Haremos todo lo posible para fomentar tanto el espíritu como la maquinaria de cooperación”.
El 22 de enero de 1948, Ernest Bevin, Secretario de Relaciones Exteriores británico, pronunció el histórico discurso en la Cámara de los Comunes en el que condenó la amenaza soviética y afirmó su determinación de promover la cooperación del Reino Unido con Francia y los países del Benelux a través de una Unión Occidental que expandiría el Tratado de Dunkerque. Un objetivo, calificado entonces por el diario alemán, como claramente de carácter constructivo, puesto que buscaba propiciar un mayor vínculo entre los Estados: “tras el colapso de la Conferencia de Londres, de conectar a los países de Europa occidental en un sistema de cooperación activa”13. El discurso ofrecía a las naciones europeas “dar un paso más, organizarse políticamente y económicamente dentro de una especie de unión cuya fórmula, sin embargo, no especifica”14.
Desde Italia, país citado en el discurso de Ernest Bevin, se entendía este proyecto edificado sobre la pura y simple necesidad y llegaba con cierto retraso: “los países europeos necesitan reducir sus aranceles aduaneros, aumentar sus intercambios, intensificar sus relaciones económicas, colaborar lo más estrechamente posible en la reconstrucción común y para la salvación común. En todo caso, es de lamentar que el gobierno británico haya esperado dos años para comprender esto”15. La realidad terminaría siendo más cercana al análisis que ofreció el “Manchester Guardian”, el plan de Bevin serviría para construir la UO “está pensando menos en unión política que en ‘contactos más estrechos’, especialmente contactos económicos”16.
Un escenario al que Alemania inicialmente no estaba llamada a formar parte, pero se admitía que se estableciese jurídicamente y su regreso como nación democrática, evitándose que pudiera actuar de manera agresiva. El bloque occidental que iba a nacer en Europa contaría con un gran recelo por parte de la Unión Soviética, tal y como lo destacó en un telegrama René Blum, embajador de Luxemburgo en Moscú, quien lo advertía el 26 de enero de 1948 a Joseph Bech, Ministro de Asuntos Exteriores de Luxemburgo17.
La Europa Occidental estaba llamada a unirse en una nueva organización que se denominaría la Unión Occidental, a modo de tercera fuerza18, bajo un marco de cooperación propuesto por el Reino Unido, como complemento político al plan económico propuesto por Marshall19. Los países comenzaron a analizar el alcance de dicha cooperación, tal y como se constata en el Memorando belga sobre la consolidación y organización de Europa Occidental, de 28 de enero de 1948, que sería sometido a la aprobación de los Ministros de Relaciones Exteriores de los países del Benelux dos días después, por Hervé de Gruben, Director General de Políticas del Ministerio de Asuntos Exteriores de Bélgica.
Se confirmaría que la nueva asociación no se iba a producir con los Estados Unidos sino que supondría “U n esfuerzo por unificar las naciones de Europa Occidental con el fin de salvaguardar su independencia y seguridad, para aumentar su fuerza e influencia y asegurar su prosperidad”20. Era presumible el hecho de que no se pudiese continuar con una política particularista “independiente” o “neutral”, ya que serían englobados en un vasto sistema más allá de su ámbito geográfico y que definitivamente mejoraba el Sistema de Dunkerque, puesto que no estaría dirigido a una protección mutua sobre ataques exclusivamente perpetrados por Alemania.
Unos días más tarde de la reorientación de la política exterior británica21, Estados Unidos rápidamente dio a conocer su preferencia por un pacto regional que excedería las meras cuestiones militares. Inmediatamente se iniciaron conversaciones durante las cuales el gobierno británico reveló a Francia y los países del Benelux un plan para una alianza de defensa mutua en caso de agresión externa.
Los franceses apoyarían la propuesta de los británicos y optarían por emplazar a los gobiernos del Benelux a una Unión más estrecha, sustentada sobre el espíritu del Tratado de Dunkerque. El 19 de febrero de 1948, Pierre Saffroy, embajador de Francia en Luxemburgo, remitiría una carta a Joseph Bech, ministro de Asuntos Exteriores de Luxemburgo, en la que expone la posibilidad de formalizar un proyecto ambicioso entre los cinco gobiernos con objeto de “crear una construcción política y económica de Europa occidental, una situación que favorece un restablecimiento interno de la unidad europea”22.
Los gobiernos del Benelux responderían gustosamente al llamamiento francés y británico, con un Memorándum, el 19 de febrero de 1948, acogiendo las “propuestas con gran simpatía. Están considerando, de hecho, con especial satisfacción, todos los esfuerzos encaminados al fortalecimiento de la Paz, el fortalecimiento de Seguridad de los países de Europa Occidental y consolidación de los vínculos que ya los unen; y están dispuestos a hacer una contribución eficaz”23. La idea de una Europa Occidental para asumir la paz, sin albergar pensamientos agresivos contra nadie, suponía la apertura de un camino lleno de promesas, que no debería estar centrado solo en evitar ataques de Alemania.
El Gobierno británico, en respuesta al memorándum del Benelux, facilitaría el mismo día un borrador de Tratado junto a una serie de explicaciones, detallando el propósito de la alianza basada sobre el modelo del Tratado de Dunkerque, denominada Unión Occidental, con vistas a no levantar suspicacias por parte soviética y solo centrada en evitar cualquier tipo de ataque por parte de Alemania24.
En esos días se produjo un trascendental golpe en Praga, cuando los comunistas tomaron el poder por la fuerza, el 25 de febrero de 1948, aumentando la tensión internacional y la presión sobre los occidentales dispuestos a cerrar una Alianza lo más rápidamente posible, puesto que ninguno quería correr la misma suerte que Checoslovaquia. La primera reunión celebrada por las delegaciones diplomáticas de los futuros miembros de la Unión Occidental tendría lugar en Bruselas el 4 de marzo de 1948, en un clima de franco entendimiento, bajo la presidencia del Primer Ministro y Ministro de Relaciones Exteriores de Bélgica, Paul-Henri Spaak25.
En seis días habían dado unos notables impulsos a las negociaciones, hasta tal punto que, el 10 de marzo de 1948, el ministro de Luxemburgo en Bruselas, Robert Als, le remite una carta a su ministro de Asuntos Exteriores, Joseph Bech, en el que rinde cuentas en relación con el clima de la conferencia, las posturas de los negociadores, así como los vetos y las líneas rojas que el Benelux había planteado, entre las que cabe destacar su negativa a que el futuro Tratado de Bruselas contemple una actuación fuera del marco europeo y se minimice toda referencia Alemania, a ser posible solo contemplada en el preámbulo26.
Resulta cuanto menos curioso que todo este proceso y la negociación subsiguiente fuese abierto a propuesta del Reino Unido, pues entonces existía una atmósfera política en el país que abogaba por una mayor Unión con los Estados de Europa. El diario “Luxemburger Wort” destacaba que “setenta y tres miembros de la Cámara de los Comunes británica, pertenecientes a cinco partidos políticos diferentes, propusieron ayer que se considere la formación de una Confederación de Estados de Europa Occidental y establecerla mediante una política a largo plazo. El objetivo Uno de estos esfuerzos a largo plazo es el establecimiento de una Confederación democrática de Estados europeos, con una constitución basada en los conceptos de ciudadanía común y libertad política. La Confederación tendría un gobierno representativo con poderes y responsabilidades claramente definidos en los campos de política, defensa, finanzas, aduanas, planificación de la producción, comercio, dirección de la mano de obra y transporte. Como un primer paso hacia la realización de este plan, se han hecho llamamientos para la formación de un asamblea constituyente de todos los estados de Europa occidental”27.
Resultaba evidente que el Tratado no parecía “Un mero instrumento diplomático, como tantos de los tratados que han precedió al Tratado de Bruselas. Las naciones que tienen ideales e intereses comunes sienten la necesidad de unirse libremente. Quieren que esta unión sea completa y buscan darle la forma que será imprescindible para garantizar su defensa y su prosperidad”28. Pero una Organización occidental europea con mayor reforzamiento solo sería posible, tal y como Le Monde destacó pocos días después, “con la acción práctica del Reino Unido y Francia y a su determinación de unir Europa”29.
En un breve telegrama enviado desde Moscú, el 15 de marzo de 1948, el embajador luxemburgués transmite al Ministro de Asuntos Exteriores de Luxemburgo las consecuencias terribles que pueden desencadenar la firma del Tratado y su entrada en vigor. El bloque occidental debe preparase: “siendo inminente el bloqueo militar”30, precisamente cuando dicha alianza había sido considerada por los comunistas italianos como un nuevo “Pacto Antikomintern”31, en alusión al renacimiento del pacto que suscribieron, el 25 de noviembre de 1936, el Imperio de Japón y la Alemania nazi.
Las advertencias del embajador luxemburgués fueron enormemente premonitorias, porque la Unión Soviética comenzaría el bloqueo militar sobre Berlín pocas semanas después de la firma del tratado. Los países de la Europa occidental no se amedrentaron ante la actitud soviética y, el 17 de marzo de 1948, se firmó en Bruselas el Tratado que establecía la Unión Occidental (UO), por Paul-Henri Spaak, Baron van Boetzelaer van Oosterhout, Joseph Bech, Ernest Bevin y George Bidault, con cuya organización se marcaba el inicio de la cooperación militar europea y se forjaba la “Gran Alianza”32.
El propio Bidault, en sus Memorias, destacó la importancia del momento: “Lo que estamos haciendo hoy es la piedra angular de la construcción europea … económico como en términos de seguridad”33. Asimismo, destacó: “No queremos hablar de un bloque”, sino “restaurar la paz y nada más que la paz”34.
Se abrieron entonces importantes debates en Bruselas, Londres y París sobre la posible inclusión en la UO de Grecia y España: “El Ministro de Relaciones Exteriores portugués, Sr. Da Mata, dijo que España era un país que contaba con un importante sector agrario, además de otros recursos y, por esta razón, no podía quedar excluido indefinidamente de la reconstrucción económica de Europa. El liberal ‘Manchester Guardian’ declaró que ‘hay que entender claramente desde el principio que el anticomunismo de cualquier grado de nitidez no constituye los requisitos para que un país sea calificado para la pertenencia a la Unión Europea Occidental. Nadie quiere que se excluya a España ni a ningún otro país de los beneficios económicos del Plan Marshall, pero los pueblos libres no se pueden comprar con trucos totalitarios”35. La falta de libertades en la España del dictador Franco, le impidió formar parte de los primeros proyectos de cooperación de defensa europeos.
Los cinco países que firmaron el Tratado de Bruselas diseñaban con solo 10 artículos una arquitectura institucional, para los siguientes cincuenta años, con un Consejo Consultivo en el art. 7, destinado a protegerles contra cualquier agresión armada en Europa36. Este imperativo esquivaba la protección sobre los territorios de Ultramar de las respectivas colonias y no solo se focalizaba la defensa frente a actos de agresión perpetrados hipotéticamente por Alemania, sino por cualquier otro actor internacional, lo que irritó enormemente a la URSS porque pensaba que se hacía para contenerla. El Tratado de Bruselas satisfizo parcialmente las preocupaciones de los estadounidenses, quienes consideraron que reforzaba la posición y la voluntad de los cinco países miembros, todos deseosos de recibir ayuda económica y militar norteamericana.
La lectura que realizó el Consejo de Estado de Luxemburgo sobre las obligaciones que dimanaban del Tratado, establecían que las disposiciones no tenían “carácter de exclusión y oposición; que por el contrario permanece abierto a todos los paises sinceramente preocupados por la paz y la seguridad. Porque la paz no puede ser obra de un solo país, por muy poderoso que sea; presupone la colaboración del mayor número, si no de todos los pueblos, incluso los más débiles. La línea de defensa de la paz no tolera infracciones. Y Luxemburgo, por modesta que sea su contribución, no debe regatear su ayuda; debe formar un enlace en la cadena de protección de la paz”37. Un dictamen favorable que facilitaría la ratificación del Gran Ducado que restaba a la opinión pública la preocupación por saltarse la neutralidad vigente desde la reforma de la Constitución en 1919, pero que no le aseguraba la protección de su territorio38.
El 17 de abril de 1948, los cinco Ministros de Relaciones Exteriores se reunieron en París, para trazar la hoja de ruta que consolidara la estructura de la UO: un Consejo Consultivo Permanente, un Consejo Central y un Comité Militar. La autoridad intergubernamental, bajo la denominación de Comité de Defensa de la UO, estaría compuesto por los Ministros responsable de la defensa en tiempo de paz y en tiempo de guerra, cuya función sería la de elaborar la política militar que se aplicará en la defensa de la Europa occidental y promover la producción y distribución de los recursos materiales necesarios para tal fin39.
Por otro lado, una autoridad militar suprema, a modo de Comité Permanente de Jefes de Estado Mayor de la Unión Occidental, compuesto por los Jefes de Estado Mayor de la Defensa terrestre, aérea y marítima de los cinco Estados miembros, con reuniones periódicas, así cuando las circunstancias lo requieran. Sus funciones tendrán relación con el asesoramiento al Comité de Defensa de la Unión Occidental.
En último lugar, habría de establecerse una organización de mando, o Comité Militar, que tuviese un Comandante en jefe de las Fuerzas terrestres, otro de las Fuerzas Aéreas y un Consejero Naval, que tomaría el título de Almirante de la Europa Occidental. Mientras que la coordinación del trabajo de estas tres autoridades de la Unión Occidental la realizaría un Jefe Supremo de los Comandantes. Estas instituciones, como reconoce el secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, Jean Chauvel, no estaban previstas en el Tratado de la UO, pero la voluntad de edificar una estructura más estrecha entre las potencias y su deseo de articular un diálogo más estructurado con norteamericanos y candienses, fue un elemento que coadyuvó a su gestación final40.
Una reunión de los Ministros de Guerra y los Jefes de Estado Mayor de los países miembros de la UO se celebraría el 1 de mayo de 1948, se fijaría el diseño del Comité Militar, en cuya reunión en La Haya, los días 19 y 20 de julio de 1948, se acepta admitir en sus filas a observadores de Estados Unidos y Canadá. Una misión militar estadounidense y canadiense llega a Londres para participar en la sesión del Comité Militar y cuyo desarrollo conducirá gradualmente a la conclusión del Pacto Atlántico Norte. El Tratado de Bruselas entró en vigor el 25 de agosto de 1948, cuando se depositó el último instrumento de ratificación, al ser Francia el último Estado en ratificar parlamentariamente el texto y, con ello, muestran su disposición para construir y proteger, en solidaridad, la gran tarea imprescindible para el bien de todos41.
Se desprende de la lectura que realizó el Ministro de Defensa de Bélgica, Raoul de Fraiteur, con respecto a la reunión celebrada el 20 de octubre de 1948 por los ministros de Defensa de la Unión Occidental, que la organización iba a ser la impulsora de la Defensa europea, de la remilitarización de los Estados miembros y de la estructuración ordenada de la construcción de armamento, con un ensamblaje común de piezas. Las industrias de defensa empiezan a ser vistas en clave europea y no solo estrictamente nacionales.
La estructura esbozada planteaba como principal responsabilidad realizar un estrecho seguimiento de las actuaciones soviéticas puesto que “consideraron que la principal amenaza de la URSS estaba dirigida contra Europa Occidental y que era importante, en caso de guerra, detener sus tropas lo más al este posible en Alemania para proteger a Europa Occidental de una invasión (…) Por tanto, era necesario elevar el nivel de preparación militar de las Cinco Potencias”42, pero sin llegar a entrar en una carrera armametística que interrumpiese el normal crecimiento de las economías.
Europa comenzaba a pergeñar un sistema compartido de responsabilidad en la producción, frente a un enemigo común, que ya no era alemán sino soviético, además de someterse a lo dispuesto en el artículo 52 de la Carta de las Naciones Unidas43. La fabricación y producción de armas se convertirían con la Unión Occidental en factores cruciales en la preparación militar de los cinco Estados signatarios. De hecho, solo Gran Bretaña tenía una industria capaz de producir armamento. Francia podría volver a poner en producción su industria; mientras que el potencial de los otros tres Estados signatarios no era despreciable, pero no se podía comparar con las capacidades de Francia y Gran Bretaña.
El periódico de Bruselas “Le Phare Dimanche” destacaría este proyecto de la UO, como un esfuerzo adicional para alcanzar la tan ansiada unidad de Europa sin partir desde la violencia, sino con un espíritu de colaboración y respeto mutuo entre los pueblos:“debemos extraer lecciones de la historia, desde las edades primitivas hasta tiempos bastante recientes, que Europa no se construirá con violencia o con un código de leyes que no encuentre su justificación en sus profundas tradiciones de liberalismo e individualismo. Europa solo puede ser una entidad, política y económica, si las diversas naciones que la componen, tienen cierta libertad e independencia –de la que debe excluirse cualquier complejo de inferioridad o dependencia– que los convierta en socios, aceptando soberanamente una colaboración común”44.
Este sería uno de los grandes logros de la Unión Occidental, que junto al inicio de la Conferencia de París para discutir los detalles y la aplicación del Plan Marshall45, comenzaron a ensanchar la base de la cooperación europea, edificando una unión destinada “como una ayuda mutua esencial para la restauración del bienestar de las cinco naciones participantes y como posible labor de defensa, una defensa imposible de realizar de forma aislada”46.
Consecuentemente, se facilitaría la actividad de las industrias de armas de los cinco países miembros de la UO, llegándose a fabricar conjuntamente elementos esenciales para la defensa de los Estados, como aviones a reacción. Europa ciertamente no podía competir en número frente a la URSS, sino en progreso tecnológico armamentístico y en ello empeñarían sus esfuerzos. Por su parte, tanto Estados Unidos como Canadá seguirían los progresos con gran interés, manteniendo que Europa debía hacer un esfuerzo sustancial antes de que pudiesen considerar la posibilidad de ayudar porque a la altura de mayo de 1948 no se lo planteaban: “No hay nada en este momento para suguerir que Estados Unidos tiene la intención de reforzar sus fuerzas armadas en Europa”47.