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Historia de las mancias
y su uso actual

Sobre el destino, la suerte
y la adivinación

Uno de los misterios más grandes que aborda el ser humano al comenzar su pasaje por esta existencia es: ¿existe el destino?

Si confirmas tu membresía en el Club de Brujas, esta es una pregunta que invitamos a que te hagas. Aquí lo importante no es la respuesta, sino el camino que recorremos para llegar a ella.

La existencia del destino —esto es, que aquello que nos sucede ya está predeterminado— es una cuestión ampliamente abordada por la filosofía y la religión a lo largo de la historia de la humanidad. Por ejemplo, dentro de la filosofía griega, podemos encontrar que los estoicos creían que el destino estaba regido por la voluntad de los dioses más allá de su capacidad de decidir. En contraposición, los epicúreos negaban la existencia de tal voluntad divina, y basaban la capacidad de elección de los seres humanos en su racionalidad. Dentro de las religiones más predominantes —como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo—, podemos encontrar que la voluntad divina es un factor determinante en el destino de los hombres, pero que a su vez tienen la libertad de elegir si hacer el bien o el mal durante su breve existencia en el plano terreno.

A esto se le suma otra cuestión: la de la suerte. Los griegos tenían, incluso, una deidad para representarla ¿Qué es esa “influencia” que bendice a unos y maldice a otros? ¿Si acaso existe, se puede atraer a nuestro favor?

Estas son algunas de las principales cuestiones que se abordan cuando nos adentramos en el fascinante mundo de las mancias y la adivinación, y sobre todo, de la magia. Inevitablemente, nos encontramos reflexionando sobre la naturaleza de estas fuerzas que nos influyen; y sobre todo, intentamos entender la naturaleza de nuestro propio poder.

Tengamos en cuenta que dado que no se puede reducir a una serie de reglas y modelos comprobados empíricamente (y, sobre todo, por su naturaleza subjetiva) la adivinación no puede ser tratada como una ciencia. Sin embargo, esta es una buena oportunidad para mirar el conocimiento hegemónico desde otra perspectiva:

¿Acaso todos los saberes y experiencias pasan por los sentidos y lo comprobable? ¿Eso no es, acaso, negar toda cualidad espiritual en el ser humano?

Recordemos, también, que estas prácticas son anteriores a que se instalara de manera predominante el pensamiento materialista, pero eso no las hace menos válidas. Trazar esta dicotomía también nos servirá para considerar cuándo es útil acudir a las técnicas que les enseñaremos en este libro, y cuándo conviene acudir a otro tipo de saberes que sí pueden ser científicos.

Hay una última cuestión, y es aquella con la cual se nos acercan muchas jóvenes brujas que recién están metiendo la puntilla de los dedos en este vasto océano:


¿Hace falta un don para poder participar
de estas prácticas adivinatorias?

Es cierto que la mayoría de las veces estas prácticas tuvieron una investidura sacerdotal o chamánica. Se distinguía claramente la figura del “adivino” de la del ciudadano común y corriente, que acudía a él o ella para poder acceder al “otro plano”, ya sea de los designios divinos o de los espíritus. Hoy en día, podemos observar que la práctica doméstica está mucho más difundida. No hace falta acercarse a un templo para tantear estas prácticas, y esto también conlleva que se las trate con mucha menos solemnidad. Si esto es algo bueno o malo, el tiempo dirá.


En otras palabras: no, no hace falta un don. Quizá tener una sensibilidad mayor o menor con respecto a los fenómenos mágicos y espirituales influya en cuanto al alcance de nuestras lecturas y predicciones, pero no por ello lo anula. Recordemos que estos sistemas simbólicos no fueron creados por los dioses, sino por el ser humano; que le aludió un significado a cada elemento de la práctica adivinatoria que luego se volvió parte del canon.

Si bien a lo largo de este libro te contaremos sobre cuáles son los fundamentos filosóficos que se suelen utilizar para explicar las técnicas que se utilizan actualmente, primero hay que echar un vistazo al sinfín de métodos que la humanidad ha utilizado para obtener “mensajes” sobre su suerte y su destino. Tengamos en cuenta que este tipo de prácticas casi siempre fueron consideradas un nexo entre lo divino y lo terrenal, uno de los pocos canales de comunicación considerados válidos para mirar a los dioses a los ojos y preguntarles: “¿Qué pretende usted de mí?”.

Formas de adivinación

Por un lado, siempre existieron personas que caminaron con más facilidad el límite entre lo material y lo extrasensorial. Se puede pensar en la sibila délfica, o en los llamados “médium” que tienen favorecido, como vimos antes, este canal de percepción. Estas personas pueden tener epifanías o premoniciones sin necesidad de ninguna herramienta concreta.

Por otro lado, existen técnicas que sí acuden a una herramienta concretamente diseñada para poder captar y traducir aquello que reside más allá del plano material. La cartomancia —que engloba muchos tipos de sistemas de cartas, entre ellos el Tarot— y la Astrología, las disciplinas que exploraremos en este libro, son sistemas simbólicos que justamente están diseñados para ello, aunque con distintos fundamentos.

Pero también han existido —y existen— otras técnicas. Algunos ejemplos:

Oniromancia, la interpretación de los sueños: identificando en ellos los simbolismos de las distintas situaciones.
Mediumnidad y estados de trance: conectando con maestros y otros seres que habitan el plano espiritual. Como dijimos, suele ser practicada por personas que poseen una sensibilidad especial.
Telepatía y percepción a distancia: intentando conectar con situaciones que están en el plano material, pero a través de medios etéreos.
Psicografía, o escritura automática: canalización de mensajes por medio de la escritura.
Bibliomancia: la obtención de un mensaje o premonición seleccionando al azar una frase de un texto.
Numerología: el análisis e interpretación simbólica de distintos números que se obtienen a raíz de la fecha de nacimiento y el nombre, entre otras fuentes.
A través de objetos reflectivos: como las bolas de cristal y los espejos.
Piromancia: observando la llama en una vela.
A través de oráculos lúdicos: consultar runas, dados, tarjetas con descripciones.
Observación de patrones y símbolos en un medio: la lectura de borra de café, hojas de té, y la interpretación de algunos parámetros sobre el cuerpo físico, como la quiromancia (lectura de manos).
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