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Historia de la Astrología

Los primeros descubrimientos relacionados a la Astrología son de hace aproximadamente tres mil años. En sus inicios, se utilizaba la observación de los planetas visibles –hasta Saturno, en ese momento– y sus ciclos. El tránsito de un astro tenía que ver con la voluntad de los dioses, atribuyéndose un efecto tanto sobre la fortuna como la desgracia. El sistema astrológico similar al que utilizamos actualmente (la astrología “adivinatoria”) tiene sus orígenes en Caldea. Por estos tiempos también se empieza a utilizar la rueda astrológica.

Estos conceptos luego migraron a la antigua Grecia y se popularizó su uso, combinado con los avances en otras disciplinas como la geometría, la astronomía y la matemática. También es aquí donde se fusiona la mitología griega y romana –y sus deidades– con los arquetipos planetarios. De ahí que conozcamos a Venus (equivalente romano a Afrodita), Marte (Ares), Júpiter (Zeus), etc.; así como los nombres de las constelaciones.

Es notable observar también que en las tierras de Israel también se utilizaba esta disciplina en conjunto con sus creencias. De hecho, hay numerosos tratados y textos que hablan de los diversos usos de la magia y la Astrología por estas épocas. Recordemos que los tres reyes que anunciaron la llegada de Jesús eran magos, y también astrólogos (claramente, ¡se guiaron por la observación de una estrella!).

Alrededor del siglo II d.C. surge el Tetrabiblos de Ptolomeo; uno de los exponentes bibliográficos más importantes a tomar como antecedente en la historia de la Astrología. Este libro contenía las técnicas perfeccionadas que sientan las bases de la Astrología tal como la conocemos actualmente, así como la concepción de los elementos en relación con los signos y su clasificación (triplicidad y cuadruplicidad, conceptos que exploraremos más adelante).

Posteriormente, en la Edad Media, también se utilizaba en conjunto con la medicina y el estudio de los fenómenos naturales. La distinción entre astrología y astronomía aún no estaba trazada. De hecho, separar la astrología de las ciencias positivistas es un concepto relativamente nuevo. A medida que la Iglesia fue incrementando su lucha contra el “pensamiento mágico” y la superstición como enemigos de la fe (sobre todo en la época de la Inquisición) se concreta esta fractura en el pensamiento astrológico.

Durante la reforma protestante, empiezan a surgir corrientes de pensamiento –como el racionalismo– que también contribuyeron a definir la “otredad” de la Astrología y de otras mancias como enemigas de la ciencia y el pensamiento moderno.

El uso de esta disciplina se vuelve a popularizar con el uso de los horóscopos a principios del siglo XX. Un dato notable sobre esta aplicación de la astrología es que cuando nació la princesa Margarita de Inglaterra, el diario Sunday Express publicó un análisis de su carta natal. Dada la popularidad de esta publicación entre los lectores, la astrología gradualmente ocupó un lugar como columna regular. Aquí vale hacer una aclaración importante: si bien este fue una de las primeras versiones de astrología producida para el consumo popular, con el tiempo fue mutando a algo más banal. Actualmente, las columnas de horóscopos poco tienen que ver con lo que realmente nos sucede a nivel astrológico, por razones que veremos en detalle en la sección de astrología de este libro. Pero, básicamente, se puede resumir en lo siguiente:


• La carta natal (y sus tránsitos) varían mucho por cada persona, y son complejos. Por ende, a menos que el análisis sea personalizado, de poco sirve. De ahí la poca utilidad de los horóscopos generalizados.

• El horóscopo se suele aplicar al signo solar de la persona, cuando en realidad conviene analizarlo desde el ascendente (concepto que también veremos más adelante).

• Las revistas no suelen contratar astrólogos reales para elaborar los horóscopos.

A pesar de estos conflictos que surgen en la popularización del horóscopo, es cierto que alimentó en gran parte la fascinación del público por la Astrología, alentando a que aquellos que quisieran ir más allá del horóscopo dominical estudiaran en profundidad sus verdaderas aplicaciones.


Historia del Tarot

Si bien la cartomancia es una disciplina ampliamente extendida en muchas culturas, las primeras versiones de lo que hoy se conoce como una baraja de Tarot empiezan a aparecer alrededor del siglo XV, en Italia. Uno de los antecedentes más significativos es la baraja Visconti, conocida así por la familia para la cual la creó el artista Bonifacio Bembo. Esta baraja combinó veintidós figuras sin nombre –llamados “triunfos”– con otras cincuenta y seis “menores” de estructura similar a la baraja española que conocemos hoy en día. El propósito de esta baraja, hasta donde se sabe, era puramente lúdico. Más allá de eso, los dibujos eran fascinantes, y contenían referencias bíblicas y sociales de la época. Este tipo de juego de cartas se conocía como Tarocchi.

Otro antecedente significativo que surge en este período es la baraja Sola Busca, la primera en presentar setenta y ocho arcanos completamente ilustrados (tanto “triunfos” como “menores”). Actualmente solo se conoce un ejemplar, alojado mayoritariamente en el museo Albertina, en Viena.

En el siglo XVIII, aparece una de las barajas de uso más popular hoy: el Tarot de Marsella, con una estructura similar a sus antecesores, en ella los “triunfos” tienen los nombres con los que los conocemos hoy en día. Algunos de los autores esotéricos surgidos en esta época contribuyeron con su popularidad. Los ejemplos más prominentes son Antoine Court de Gebelin y Eliphas Lévi, que relacionaron el Tarot con el misticismo egipcio y la Cábala. Por esto último es que a veces se piensa –erróneamente– que el Tarot es mucho más antiguo de lo que realmente es. La relación entre estos marcos espirituales y el Tarot solo tiene un par de siglos.

El Tarot se volvió un objeto de consumo masivo con la aparición del Tarot Rider-Waite-Smith, diseñado por Arthur Edward Waite y Pamela Colman Smith en 1910. Ambos pertenecían a la Orden Hermética de la Aurora Dorada, una agrupación esotérica que estudiaba la Cábala, la Astrología, el hermetismo, la magia ceremonial y el Tarot. El Tarot Rider-Waite-Smith es una reinterpretación del Marsella, alineada con estos conocimientos esotéricos. Si bien los “triunfos” –ahora conocidos como arcanos mayores– emulan aquellos en la baraja de Marsella, las cartas españolas –arcanos menores– poseen ilustraciones similares a la baraja Sola Busca. Aunque han surgido otras barajas prominentes a lo largo del siglo XX (quizás la más llamativa entre ellas, por los cambios que introdujo y la fuerza de sus imágenes, sea el Tarot Thoth, de Aleister Crowley y Lady Frieda Harris), los Tarot de Marsella y Rider-Waite-Smith siguen vigentes en popularidad y uso.

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