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Capítulo

5

Tate

Pasaba casi la media noche. Y en El Cielo apenas comenzaba.

Anneke me había dado mi uniforme.

—Guardé estos extras por si tenía una compañera nueva—me había dicho. Me dio unos pantalones de cuero ajustados, un top negro como el de ella y todo lo que necesitaba para verme como una maldita rockera en este lugar.

—¿Me puedo quedar con mi chaqueta? —le pregunté.

—Trata de no usarla, a veces los clientes derraman bebida por accidente.

Decidí mejor guardarla.

Anneke insistió en maquillarme. Mi cabello era rubio plata, nunca cuidaba de él, y aun así siempre me hacía la vida fácil.

—Fácil de domar. Me gusta.

Al verme al espejo no me reconocí. Parecía una chica rockera, rebelde o una perra mala.

Como lo decía Bones.

—Esperemos que no nos des problemas, chica, estás de infarto—me dijo. —Buena suerte.

—Gracias—le dije.

Comencé a limpiar la barra. Y luego más mesas que eran desalojadas. La gente no dejaba de llegar. Y más hombres me miraban con malicia, me preguntaba cuando había sido la última vez que miraron una chica servirles desde cerca.

La música comenzó y Blair estaba en compañía de dos chicas más bailando.

Luego otras cinco alrededor bailaban fuera de la tarima.

Era parte del entretenimiento. Ese lugar era impresionante, desprendía pecado todo alrededor y se sentía el peligro incluso, en el aire.

Llevaba un pedido de una de las mesas cuando me di de bruces con una espalda.

—Lo siento mucho—dije.

Cuando se giró mis piernas eran de gelatina.

Por la forma en que me miraba me daba cuenta que, estaba aprobando lo que miraba. Se quedó mirándome de pies a cabeza, lamiendo su labio inferior y sus ojos inyectados de deseo.

Sentí mi pecho arder por eso y el lugar se volvió demasiado pequeño para los dos. Y calor, joder, hacía calor. ¿O no?

—Ten cuidado—fue lo único que dijo.

Se sentó en una de las sillas vacías de la barra y Anneke le decía algo, él asintió y ella le sirvió una bebida.

Llegué con mi pedido y otro de los chicos lo tomó, me sonrió. A él no lo conocía.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté.

—Soy Travis—me tendió la mano—tenía un piercing en su labio inferior y pelo castaño casi rubio de ojos oscuros.

Era un chico guapo.

—Tate—le tendí la mano.

La mirada de William me puso nerviosa. Todos mis movimientos los miraba como si se tratara de su tarea principal. ¿Qué pasaba con él? ¿Y qué pasaba conmigo? ¿Por qué me afectaba tanto?

—Enseguida te daré la orden.

—Gracias.

No sabía si podía hacer eso todas las noches, soportar la mirada de William sobre mí, ir y venir con bebidas y soportar las habladas de los clientes por ser una chica quien servía sus bebidas.

Pero tenía que acostumbrarme. Todo eso era nuevo para mí, incluso la forma en como William me hacía sentir cuando lo tenía cerca.

Después de dos horas de ir y venir, estaba exhausta. Tampoco había comido en casi veinticuatro horas. Aunque, era una chica que comía poco.

Chicas iban y venían y a veces unos de los clientes eran sacados a rastras por Taylor y Bones. Todo el lugar era demasiado grande como para adivinar qué más había en los otros pisos. La gente no solamente venía a tomar y ver chicas lindas bailar, era un lugar de encuentro para algo más. La gente simplemente desaparecía en la oscuridad de las puertas de los privados.

—¿Siempre pasa?

—Cada noche—dijo Anneke.

Mejor me acostumbraba.

—Y si un hombre se quiere pasar de listo contigo, no lo dejes pasar.

—De acuerdo.

Primera noche terminada, eran las tres de la mañana, tenía ya la rutina y me estaba familiarizando.

Me dejé caer en uno de los taburetes.

—¿Cansada? —Preguntó Anneke.

—Un poco, pero creo que estuvo bien.

—Lo has hecho genial, William piensa lo mismo.

Me giré para verla.

—¿Te lo dijo?

Anneke levantó una ceja.

—¿Te importa tanto lo que piense?

—Es mi jefe—quise intentar darle menos importancia, pero fallé en el intento.

—Sí, claro.

Me eché a reír.

—No dejaba de ver tus pasos, creo que ha quedado contento con tu primer día. Espero mañana me ayudes aquí detrás, haremos un día de por medio, bar y mesas ¿Te parece?

—Me parece genial.

Me estaba quitando el delantal cuando miré que Vill discutía con una mujer, ella llevaba gafas oscuras a pesar de que era de madrugada.

—Mierda, ese chico no aprende. —dijo Anneke.

—¿Es un familiar?

—Es su perra, su perra casada. Se aprovecha de él.

Cuando miré que la mujer se cubría su manga, logré ver un moretón. Vill también se dio cuenta. Fue cuando la tomó y la abrazó.

¿Él la había lastimado?

—¿Son pareja? —pregunté.

—Amantes, la mujer está casada con un coronel que la maltrata y Vill se cree su príncipe azul que la salvará, pero la perra no deja a su marido. Solo juega con Vill.

—Es una pena.

Vi a la mujer, me miró por un instante y me sonrió, mientras Vill estaba abrazándola.

Me dolió el pecho.

Yo la conocía.

Esa mujer parecía sufrir y se veía enamorada. Era elegante. Y se me hacía familiar de algún lugar.

Tomé mi móvil y entré a la página del club donde era socio mi padre. Ahí estaba la lista de los miembros con su fotografía, rebusqué y me encontré con ella.

Tenía que ser ella, el mismo color de cabello.

Era ella. Estaba al lado de su esposo, el coronel Klaus, era un maldito. Y por maldito, era amigo de mi padre.

Me escondí.

Ella debió haberme reconocido.

Yo iba al maldito club y ellos visitaron más de una vez nuestra casa.

—Joder.

Me escondí bajo la barra.

—¿Qué sucede?

—Esa mujer, la conozco. ¿Su nombre es Maddie?

—Joder, sí. Ese es su nombre.

—Su marido es amigo de mi padre.

—Oh mierda. ¿Te estás escondiendo de tu padre?

No respondí.

Anneke se sentó a mi lado.

—¿Crees que te haya reconocido?

—No lo creo, pero yo la vi con su amante, creo que estamos a mano.

—Buen punto.

—¿Alguien que sirva un trago?

Era ella.

—Iré yo. Quédate aquí.

Anneke se levantó y la atendió.

—¿Qué te sirvo?

—Una copa de champán, por favor.

Era refinada.

Era elegante, además de hermosa. Siempre me gustaba verla. Era bastante joven para ser la mujer del coronel, siempre se le miraba sonreír a fuerza. Parecía su maldita mascota.

—No tienes que esconderte, Tate—escuché de nuevo—No le diré a nadie que estás trabajando acá.

Mierda.

Salí de mi escondite y la vi. Ya no llevaba gafas. Tenía los ojos más azules que había visto nunca.

Llevaba un vestido ajustado sin mangas y el cabello recogido. Siempre era elegante.

—Me escapé de una junta que tuvo mi marido—dijo sacándose un cigarro, lo encendió y me miró—te queda bien el uniforme.

Le sonreí.

—Gracias.

—Tu padre está cómo loco buscándote, o al menos eso me ha dicho Klaus.

¿Tan pronto?

—No le diré si tú no dices que me viste—hizo una pausa—con él.

Negué.

—No, lo prometo.

Ella me daba lástima, tenía los ojos rojos de tanto llorar. Se había quitado la chaqueta, dejando a la vista sus moretones.

—Nunca dejes que alguien te ponga las manos encima, siempre ten el control de todo. Yo ahora lo tengo, pero siempre al final alguien sale lastimado.

—Lo tomaré en cuenta.

Se bebió su copa y me sonrió.

—Espero verte pronto, Tate.

—Igualmente, Maddie.

Vill se le unió. Le dio un beso casto en los labios y ella salió por el pasillo.

Ese amor seguramente dolía.

Tener que ver a tu mujer irse cada noche con un hombre así.

Lo extraño era que, Maddie vivía con Klaus en Chicago, pero recuerdo que mi padre había mencionado que ellos tenían casas por todo el país por los viajes de negocios de Klaus. Suponía que, en uno de esos viajes, Vill y ella se conocieron.

Mi estómago hizo ruido.

—Ve a casa—dijo Anneke—¿Tienes dónde dormir?

—Estoy en un hotel aquí cerca.

Anneke se mordió el labio inferior.

—Creo que no por mucho tiempo. William no tardará en pedirte que vivas en la taberna como todos.

—¿La taberna?

—Es el edificio de al lado en uno de los pent-house vive él. Vill y Bones en los otros dos. La entrada es por el asesor del fondo, en el pasillo.

—¿Y los demás pisos?

Anneke se rio.

—Son los privados.

No entendí.

Como una imbécil entendí después.

—Oh, entiendo.

—Sí, ese pasillo por ahí—señaló uno de los pasillos cerca de la bodega y salida de emergencia—es el camino a los privados y el ascensor a las pent-house. Los privados son bastantes famosos aquí.

Mierda.

Con razón me preguntaba a dónde carajos iba la gente, siempre los miraba ir por ahí. Y por ese pasillo.

Ese lugar era un maldito picadero para follar.

—En este club viene gente de todas partes, a veces a ver bailar a las chicas, a tomarse un trago, o un encuentro casual si sabes a lo que me refiero.

Mierda

¿En qué me había metido?

—De todas formas, lo dudo. Me quedaré en el hotel mientras consigo algo.

—Está bien, ve a descansar.

Me despedí de Anneke y me puse la chamarra, llevaba en mi bolsa mi ropa, Anneke me había dado dos juegos de uniformes, así que tendría que apañarme con ello. Caminaba hacia la salida cuando me encontré a mi amigo Taylor.

—Hasta mañana, Taylor.

—Hasta mañana, Tate.

Ellos solamente estaban protegiendo a William. Incluso de mí.

Tenían razón, yo era una extraña que había pedido hablar con él directamente sin saber la profundidad de mi petición.

William me recordaba a una melodía triste, me gustaba verlo y me dolía lo que me hacía sentir.

Hasta me hizo reír recordar lo que me había dicho.

—Serás bailarina hasta que te enamores de mí.

¿Sería difícil?

Enamorarse de él me parecía de lo más fácil, por esa forma protectora que tenía y por esa oscuridad que lo que hacía en mí, era atraerme.

Pero no podía.

Sabía que alguien como él ya estaba tomado. Por la forma en cómo se miraba.

No era el típico jefe disfrutando de las putas.

Era él, en su oficina observando el pecado alrededor de sus libros, recordando su vida pasada.

¿Por qué había dejado de ser profesor?

¿Se había enamorado de alguna alumna?

El Malo (edición especial)

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