Читать книгу El Malo (edición especial) - Kris Buendía - Страница 9

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Capítulo

3

Lucifer

Ella estaba discutiendo con Bones, uno de mis mejores amigos. Él y su hermano habían salvado mi maldita vida, y teníamos este club. Éramos socios, este club era nuestra salvación y también nuestra pesadilla muchas veces. Bones y Vill eran hermanos de sangre y yo no, pero como si lo fuera.

Bajé y varias perras querían mi atención. Pero en mi pensamiento solo había una, ¿Quién era la rubia que había llegado a mi club con una mochila? Se le vía desesperada.

—¿Qué mierda sucedió? —les pregunté.

Bones se llevó las manos al cabello, eso hacía cuando estaba cabreado, además de neurótico.

—La perra se volvió loca. Dijo que quería hablar con el gerente.

Gerente, no lo llamaría de esa forma. Yo era el puto amo del lugar. Entonces ella quería hablar conmigo.

—¿Y qué quería hablar conmigo? —pregunté.

—Quería trabajar aquí, dudo mucho que de mesera. La perra quería bailar o una mierda así.

Eso me cabreó.

—¿Y por qué la has echado?

Bones me miró mal.

—¿Acaso no la viste, hermano? La chica es demasiado joven, no queremos a los malditos federales acá.

—¿Le pediste identificación?

—No fue necesario, mayor de edad parece, pero no creo que tenga la piel ni las ganas de ser parte de nuestras perras. La he echado, era demasiado sospechosa. Insistía en hablar contigo.

Mierda.

—¿Adónde se ha ido?

—No lo sé. Y no es buena idea que vayas tras de ella.

Lo señalé de inmediato. Nadie me daba órdenes, ni siquiera mis hermanos.

—Si ella quería hablar conmigo, lo hubieras respetado.

—Hermano, ¿Estás hablando en serio? La perra está loca.

Salí por la puerta principal, encontrándome a uno de nuestros guardias, me hizo una seña en forma de saludo.

—¿Adónde se fue la chica, Taylor?

—Creo que entró en uno de esos bares.

Mierda.

—Lucifer, no vayas detrás de ese coño.

No le hice caso.

—No te metas.

—¡Lucifer! —me gritó y me paré en seco. Odiaba que me llamaran así. Eso pertenecía al pasado.

Me giré y lo vi. Mi mirada llena de odio y fuego. Odiaba ese sobrenombre, odiaba el lugar donde me llamaban así. Odiaba por quien había dejado de llamarme así.

Es por eso que Bones y Vill me habían decidido llamarme por mi nombre.

—Deja de llamarme así, Alexander o romperé tu linda cara.

Bones se echó a reír.

—Prefiero que me llamen monstruo, ya sabes, por el tratamiento de huesos que doy.

Era un maldito sádico.

Yo era oscuro, él era sádico y su maldito hermano menor era un psicópata villano que follaba en silencio con mujeres casadas.

Yo las elegía silenciosas, al grano y sin más. No era selectivo y tampoco me importaba repetir.

Me acerqué a él hasta que sintiera mi aliento.

—Vuelve a llamarme así y romperé cada uno de tus huesos.

—Joder, solo era una broma, hermano.

Levanté una ceja.

—Lo sé.

Me di la vuelta y me abrí camino. Sabía que Bones venía detrás de mí, siempre cuidaba mi espalda.

—¿Dónde está Vill? —le pregunté sin mirarlo.

—Jodiendo algún coño.

—Deberías estar haciendo lo mismo.

—¿Y perderme esto? Jamás. No sé por qué vas detrás de esa chica. ¿Tengo que recordarte lo que te pasó la última vez cuando salvaste a una?

No me detuve.

Hice esos pensamientos a un lado. Bones tenía suerte de que no pateara su culo en esos momentos. Hablar de ella también estaba prohibido.

Fue entonces cuando la vi. Se levantaba con mucho cuidado y el tipo de la barra la observaba. ¿Cuánto había bebido?

Entré para ir por ella cuando se dio de bruces en mi pecho.

—Perdón—dijo.

Sus ojos grises claro se clavaron en los míos.

Ella era hermosa.

Ella no pertenecía en estos lugares. Joder, ella iba a joderlo todo y el sonido de mi corazón me lo estaba avisando.

—¿Dónde están tus malditos padres? —le pregunté.

—Vete a la mierda, no necesito darte explicaciones, si vas a darme el trabajo dímelo ahora, sino me marcharé, otros clubs me querrán.

Miré a Bones. Ella tenía agallas.

—Te dije que la perra tenía agallas.

—Deja de decirme perra—le respondió—Me llamo Tate.

Tate, Tate, Tate. Empezaba a obsesionarme con ese nombre.

—La maldita perra Tate tiene agallas—dijo Bones, eran unos malditos niños.

Tate me miró con temor. Se tambaleaba. Algo no andaba bien. Sus ojos estaban brillando demasiado, tenía las pupilas dilatadas.

—Mierda. —dije cuando cayó en mis brazos, estaba sudando frío.

Bones se acercó rápidamente y tocó su cara.

—Mierda, la han drogado.

Un auto derrapó cerca.

Vill.

—Ya era hora que aparecieras. —le dijo su hermano—¿La perra casada te dejó ir?

—Vete a la mierda, hermano—dijo entre dientes.

—Ayúdame a meterla al auto—le ordené.

Daniel era un chico fuerte, Vill. Así le gustaba que lo llamaran. No era tan listo como nosotros, era ingenuo en algunas cosas, pero para otras, era un maldito psicópata como su hermano mayor. Era el genio de la tecnología y quien borraba nuestros rastros.

Su único defecto y debilidad. Los coños casados.

Tenía un jodido fetiche por meterse con mujeres prohibidas. Y las perras, caían, era un chico apuesto, jodido, pero caliente.

—Vamos—le dije a Bones, sabía lo que teníamos que hacer.

—Joder, sí. —estaba ya excitado.

Entramos al maldito bar de mala muerte donde habían drogado a Tate y nos acercamos al tipo de la barra. Estaba ya pálido.

—Mierda, no sabía que era tu chica. —dijo cagándose en los pantalones, refiriéndose a mí.

Tate no era mi chica.

No todavía.

Miré a Bones. Era su pase.

—No soporto a los abusivos y menos que estén cerca de mi club.

Me sonrió como un maldito lunático. Sacó un cuchillo y saltó la barra. Todos en la zona sabían que no podían meterse con nosotros. Ambos los lanzamos por encima de la barra, llevándonos al chico a la parte de atrás. El maldito hijo de puta de cabello azul le gustaba meterle mierdas a las bebidas.

Era momento de darle una lección.

Ni siquiera sabía por qué me estaba molestando esta vez, pero lo hice. Sino sería otro hijo de puta igual.

—Les juro que solamente quería pasarla bien un rato, no iba a lastimarla.

—¿Alguien te dijo que la drogaras o es parte de tu trabajo hacerlo por diversión? Si había otro hijo de puta igual a él lo sabría.

Bones no decía una maldita cosa, solo quería clavarle el cuchillo entre las costillas.

Miré hacia abajo, el tipo estaba meándose encima.

Joder.

—Déjamelo a mí, William.

—¿Por qué lo hiciste? —me dirigí de nuevo a mi objetivo. —¿Acaso ibas a violarla?

Se abrieron sus ojos como platos. Tenía un sentimiento extraño sobre la violación, era porque sabía lo que eso causaba en una chica. Lo había visto con mis propios ojos. A ella la veía llorar cuando recordaba a su agresor y yo solamente podía borrar lo que él le hacía haciéndole el amor.

Nunca estuve ahí para protegerla, ni siquiera aquel día.

—William—la voz de Bones me trajo a la realidad—Sé lo que esa mierda significa para ti, hermano. No te tortures, dame al maldito.

—Lo juro que solo quería robarle, ella no es de por acá. Y tenía dinero. Lo vi en su mochila.

Maldito idiota.

Pero le creí, vi en sus ojos que decía la verdad.

—Lo juro que no iba a lastimarla.

—Pero estaría inconsciente, sola, vulnerable y además… ¿Quién te detendría?

Sus ojos se abrieron más. El hijo de puta estaba sufriendo un colapso.

Sabía que no solamente le robaría, una cosa llevaría a la otra, la perra era caliente. Joder que sí, era hermosa.

—Por favor, no seas malo. Déjame ir.

Me hizo reír.

—¿Malo yo? —me reí de nuevo en su cara—pero si no te he hecho nada… no seré yo, el malo.

Le di un golpe en el estómago y cayó al suelo. Tenía cosas más importantes que hacer.

—Encárgate de él—le pedí a Bones.

—Cuenta con eso.

Salí de ahí, la gente de ese lugar ni siquiera se había dado cuenta que un chico atrás gritaba por su vida.

Me arreglé la chaqueta y regresé al auto. Me subí en la parte de atrás donde estaba Tate. Todavía inconsciente.

Llevaba una camisa rasgada a la moda, una chaqueta de cuero y converse.

Era delgada, su piel bastante blanca, como si broncearse fuese un insulto para ella. Bones la había llamado Vampira, me pareció gracioso, pero entendía el punto, la chica era hermosa, tan hermosa que no parecía real. Y su cabello, podía sentir el aroma a vainilla desde aquí. Esta chica tenía una casa y había huido.

Miré su mochila, y luego a Vill que miraba todos mis movimientos.

—¿Has revisado su mochila?

—No, porque es tu perra y lo harás tú.

Puse los ojos en blanco. Tenía razón, era mía, y más les valía a los dos entenderlo. Mi mente cuerda, la normal, del hombre y doctor que era, me decía que ese no era un pensamiento adecuado. El llamarla mía.

Pero el otro, el malo. Ese que ella buscaba y que sé que le gustó cuando lo miró, me decía que era eso. Mía hasta saber quién coño era y qué quería conmigo.

Miré dentro de su mochila, tenía poca ropa, su pasaporte, lo abrí y vi su foto, era una chica que había viajado por casi todo el mundo.

Su móvil, era uno caro. Mierda, tenía contraseña.

Miré dentro de su billetera, tenía más de cinco mil dólares con ella. Y billetes enrollados dentro de algunos calcetines.

La miré.

Su boca estaba entreabierta.

Ella era una maldita chica rica.

Tate cole. Tenía veinticuatro años, cumpliría los veinticinco en unos meses.

Joder.

Bones llegó, limpiaba su cuchillo en la parte baja de sus pantalones. Vi la sangre y no me causó remordimiento alguno.

—¿Lo mataste?

—No, pero le hice mucho daño. Resulta que ya había violado dos chicas, no lo maté porque casi me ve un maldito que estaba sacando la basura. Regresaré otro día por él.

—Bien hecho.

Tate se removió incómoda, al abrir los ojos nos miró a nosotros tres. Tres hijos de puta tatuados, ella casi inconsciente y sola en el auto. No dudó en gritar.

—¡Ayu…

Mis manos llegaron a su boca y se hizo silencio.

Las lágrimas rodaron por sus ojos. Y eso me cabreó demasiado.

—Ella está loca—dijo Vill.

Tate los siguió a cada uno con la mirada.

—No te haremos daño—le dije—cállate la puta boca.

—Habla por ti—dijo Bones.

Lo miré mal.

—Que les quede claro a los dos que Tate no puede ser tocada por nadie excepto yo. ¿Quedó claro?

No dijeron nada.

—¿Quieren que vuelva a repetirme? ¿Acaso no fui claro?

—Mierda, lo que sea que digas, Will. —Vill se acomodó en su asiento y puso las manos en el volante.

Vi a Bones.

—Está bien, hermano. Nadie tocará a tu maldita perra.

Regresé la mirada a Tate. Quien no dejaba de llorar. Mierda, odiaba jodidamente eso. Ver a llorar a una mujer.

Ver su vulnerabilidad. Lo detestaba demasiado.

Me gustaban fuertes, perras, con agallas de mandarlo todo a la mierda y hacer conmigo lo que quisieran. Podía permitirlo de una que no significara nada para mí. Era mi maldita debilidad.

Una línea muy delgada para cruzar.

—Soy William, ya conociste a Bones y él es su hermano Vill. Somos los dueños de El Cielo. No te haremos daño, al menos que me digas quién coño eres y porqué quieres trabajar en mi jodido club.

Quiso hablar contra mi mano, pero no me di cuenta que aun la tenía a mi merced.

—Quitaré mi mano, pero si gritas, voy a poner una cinta en ella. ¿Has entendido?

Asintió con la cabeza. Poco a poco quité mi mano y sentí la necesidad de lamerme sus lágrimas y borrarlas de su rostro.

Joder.

—Soy Tate Cole, me fui de casa porque quería trabajar. Quiero ser independiente. Mis padres, ellos—miró hacia Vill y Bones que tenía toda su atención—ellos no me entienden.

Sabía que algo más había detrás de su escape de casa. Todo lo que decía era demasiado planeado, demasiado obvio hasta para las novelas.

—Tienes mucho dinero en la mochila ¿De verdad crees que me voy a creer esa mierda?

Ella tragó nerviosa aclarando su garganta.

—Nadie de aquí la cree—me siguió Bones. Y luego miró a su hermano.

—A mí no me preguntes, solo quiero regresar con mi perra y follarla.

—¿Tu perra casada? Eres un patético de mierda. Pudiendo tener todos los coños apretados que quieras, quieres una con un anillo en su maldito dedo.

—Vete a la mierda, Bones.

Tate no entendía nada de lo que los hermanos hablaban, pero estaba distrayéndola de la verdad.

—Tate—me miró—Estoy esperando una mejor respuesta.

En sus ojos podía ver una mirada, una que conocía bien. Ella estaba huyendo de algo más que buscando su jodida dependencia.

—Mi hermano se suicidó—el color de sus ojos cambió cuando esas palabras salieron de su boca.

El suicidio, movía algo en mí. Algo doloroso, algo peligroso y prohibido.

Bones y Vill guardaron silencio. Conocían muy bien mi pasado y sabían lo que el suicidio había hecho en mí.

—Creo que es suficiente razón para huir de casa, William.

Bones intentaba suavizar las cosas porque se dio cuenta que me había quedado callado cuando escuché a Tate confesarse.

—Me fui de casa porque mis padres no pueden superarlo, ni yo tampoco. Sino salía de esa casa iba hacerlo yo también… pero no lo hice, por él. Por eso… estoy buscando trabajo. A Josh le gustaban esos clubs, su sueño era tener uno. —se rio para sí misma al recordar lo que sea que le haya dicho su hermano en vida—Quiero trabajar en uno, y no ser encontrada por mis padres nunca.

Era una buena excusa.

Pero no le creía del todo. Lo del suicidio de su hermano podía ser una cosa. Pero las marcas de sus brazos decían otra.

Ella se dio cuenta y las cubrió con su chaqueta de cuero.

Tate Cole tenía secretos oscuros y yo iba a descubrirlos.

—¿Tienes dónde quedarte?

—Tengo dinero para un hotel.

—Vill te llevará a uno seguro. Hablaremos mañana, aun no me convences.

Abrí la puerta del todo terreno y Bones se bajó conmigo.

Iba caminando mirando la punta de mis zapatos cuando escuché la voz de Bones decir:

—¿No estarás pensando en darle trabajo?

—Eso no es tu problema.

—Sí lo es, sé lo que te hizo sentir con esa mierda del suicidio. ¿De verdad le creíste?

Me detuve y lo vi.

—Ella dijo la verdad, pero sé que hay algo más.

—Lo sé, hermano. Yo también lo pude sentir. ¿Quieres que la investigue?

—Joder, sí. Encuentra algo y me lo haces saber.

—Cuenta con ello.

Llegamos al club, me fui a la barra y me sirvieron Bourbon en las rocas. Mi favorito. Necesitaba algo más fuerte. Bones se encargaba de algo por teléfono, lo vi cabreado. Así que le pregunté.

—Una entrega salió mal. ¿Quieres ir?

—¿Acaso tengo algo mejor que hacer?

El Malo (edición especial)

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