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Modelo teórico de relaciones entre el usuario urbano, la vivienda y la calidad del hábitat

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Para comprender las necesidades de las personas se debe razonar en términos de necesidades, más que desde la suposición sobre lo que el sujeto quiere. Los estudios psicológicos determinaron una escala de necesidades,4 que se expresa en una pirámide conformada por cinco niveles donde los cuatro primeros son identificados como “necesidades de déficit” y el nivel superior se ha denominado autorrealización o necesidad de ser.

De la teoría psicológica de las necesidades, el impacto que generó en la historia del análisis de comportamiento humano, así como su aplicación en diversas ramas de la ciencia (Maslow, 1971, 1991, 2007; Boeree, 2003), pueden concluirse aspectos fundamentales que determinan la relación entre las diferentes necesidades y los requerimientos para su caracterización en el contexto urbano y su relación con la vivienda (primera necesidad por satisfacer en la ciudad).

Se identifica entonces que los seres humanos por naturaleza siempre tendrán necesidades, o sea, que la satisfacción de una genera otra nueva y que, además, mientras no se complazca, se produce angustia y tensión, lo cual hace que las personas utilicen toda su energía para satisfacerla. Únicamente cuando se satisfacen las necesidades fisiológicas puede el ser humano esforzarse por resolver necesidades superiores. Pero, además, el proceso es progresivo, nivel por nivel (haciendo referencia a los niveles en la escala de necesidades humanas), y una vez que se han satisfecho las necesidades más urgentes en un nivel, las necesidades adicionales en este mismo pierden fuerza y generan la motivación para acceder al nivel superior.

Finalmente, el acenso de una persona o su familia hacia los niveles superiores en la escala de las necesidades, la hace también más humana (Maslow, 1991), lo cual se convierte en uno de los principales propósitos en beneficio de la conciencia social, el desarrollo y la calidad de vida, que conforman comunidad y, por ende, ciudad (figura 1). Según el economista Max-Neef y compañía (1993), a diferencia de la concepción de Maslow, no hay necesidades más importantes o prioridad de satisfacción y estas no son infinitas, ya que cualquiera puede actualizar todo el sistema de necesidades en función de satisfactores5 y bienes.6

Figura 1. Desarrollo de las necesidades humanas para un ser humano con mayor conciencia social y una mejor calidad de vida


Fuente: elaboración propia.

Se pudiera asumir por encima de las diferencias y para identificar los aspectos que influyen en el desarrollo humano, la importancia que asumen cada una de las necesidades humanas en la complejidad de la vida urbana y cómo la ciudad puede convertirse en el espacio que propicia y garantiza a partir de la satisfacción de las necesidades, un ser más humano con mayor conciencia social y una mejor calidad de vida.

Por otra parte, se considera importante identificar qué aspectos permiten evolucionar progresivamente en la concepción de la ciudad, lo cual permitiría el cambio de paradigmas, favoreciendo reflexiones colectivas de los retos y proyección hacia el futuro. Estudios realizados por David McClelland (1989) pasan de una concepción de la motivación determinada por la necesidad a una concepción hedonista ligada a la expectativa,7 lo cual convierte las expectativas en el motor que articula, favorece y garantiza en individuos, familias y comunidades, su acceso a una mejor calidad de vida.

Finalmente, se pudiera asumir que las necesidades evolucionan en el tiempo gracias a las expectativas, lo cual constituye una proyección hacia el futuro, pues podrán ser satisfechas en el momento en que se den las condiciones para ello, lo anterior también está ligado a concepciones culturales (tradiciones, costumbres, gustos y preferencias) que no pueden simplificarse ante la complejidad del usuario urbano, y que deben ser consideradas en el proceso de planificación de la ciudad, lo cual requiere necesariamente el principio de flexibilidad que permita esa proyección.

La relación de la satisfacción de las necesidades, su evolución a partir de las expectativas y su necesaria integración con el medio demandan de la planificación urbana un enfoque más amplio, que se refleja en el concepto de hábitat, este abarca no solo la satisfacción de las necesidades del usuario urbano en la vivienda, también la satisfacción de las necesidades de una vida en comunidad en su contexto y la ciudad.

Así como la vivienda y el territorio están condicionados por las costumbres, tradiciones, gustos y preferencias propios de un estilo de vida y las condiciones económicas, tanto de los individuos como de la sociedad, también se subordina y a la vez determina la estructura, funcionamiento, imagen, carácter y escala de los asentamientos humanos.

El análisis de las relaciones entre la vivienda y la ciudad debe involucrar las dimensiones (social, económica y ambiental) para el desarrollo proclamado por la ONU desde 1992, y los posteriores complementos de la sociedad civil y sus organizaciones sociales (políticas y culturales) como el derecho humano a la ciudad. Por otra parte, también puede resaltarse la relación de la vivienda con su entorno en las buenas prácticas del hábitat (desde 1996 hasta la actualidad), donde las condiciones propias de lo local permiten valorar las fortalezas y debilidades para el desarrollo social (figura 2).

Figura 2. Evolución de las necesidades y expectativas en el tiempo a partir de las características sociales


Fuente: elaboración propia.

Ambas escalas de relación se han expresado en el índice de desarrollo sociohabitacional (Rodríguez, 2008) que pretende caracterizar la dimensión habitacional del desarrollo humano. Sin embargo, el presente trabajo parte de un enfoque que otorga una mayor importancia a los aspectos subjetivos de la percepción del usuario urbano con respecto a la calidad de su hábitat en diversas escalas que van, como se ha dicho, desde la vivienda hasta la ciudad, al considerar no solo las necesidades, sino también las expectativas, todo en relación con las posibilidades económicas de las familias.

Se decide entonces reconocer en la planificación urbana tres escalas fundamentales que permiten estructurar los retos en la ciudad que garantizarían la calidad, estos son, a saber: la relación de la vivienda con la ciudad, la relación de la vivienda con su contexto inmediato (el barrio) y el espacio habitable (la vivienda).

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