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¿Qué sucede en nuestro cuerpo cuando sufrimos estrés?

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Cuando se vive una situación de estrés, ya sea puntual o mantenida en el tiempo, nuestro organismo activa los elementos necesarios para garantizar la supervivencia y optimizar el rendimiento, preparándonos para que, en caso de que exista un conflicto, tengamos disponibles los recursos necesarios para atacar, defendernos o huir. Para entender este concepto, debemos remontarnos a nuestros más primitivos ancestros: los peces y los reptiles. En la vida de estos animales, disponer de un sistema de activación rápida para enfrentarse a los peligros o huir de ellos supuso una ventaja evolutiva importante; de su eficiencia dependía la supervivencia. Durante millones de años la evolución se encargó de mantener activo este sistema y perfeccionarlo, y el resultado, nuestro magnífico organismo, es un ejemplo maravilloso de supervivencia autónoma; podemos sufrir diferentes tipos de agresiones físicas, accidentes, situaciones hostiles como sequías y hambrunas, o largos periodos de tiempo sin dormir y nuestro organismo responderá con una eficiencia espectacular, permitiendo que sobrevivamos a la mayoría de situaciones que nos sucedan en la vida.

De esta importante labor se encarga el sistema neurovegetativo, también conocido como sistema nervioso autónomo, que, como su propio nombre indica, es autónomo, independiente de nuestra consciencia y voluntad. Se encarga de hacer que la supervivencia sea posible y de mantener el equilibrio del cuerpo ante los diferentes retos, activando y desactivando sin un control consciente muchas funciones diseñadas para mantenernos con vida. Este sistema es el responsable de prepararnos para el enfrentamiento o la huida en caso de un conflicto. Entre otras cosas se encarga de:

 alterar el ritmo respiratorio y la eficiencia de los bronquios para garantizar la presencia de oxígeno en sangre y la eliminación del dióxido de carbono;

 alterar el ritmo cardíaco para acelerar la circulación sanguínea y, de esta forma, garantizar la entrega de oxígeno y otros elementos a todos los órganos del cuerpo;

 reducir funciones reproductoras, interrumpir el embarazo y el ciclo menstrual, reducir la calidad del esperma y el mantenimiento de los órganos y las funciones sexuales; todo ello para optimizar los recursos, dejando la función reproductiva en segundo plano;

 reducir la función digestiva: con el estrés nuestros intestinos reciben menos recursos para realizar la digestión, ya que es una función secundaria;

 producir una vasodilatación arterial, aumentando el volumen de la sangre que puede circular a través de las arterias, que son las encargadas de transportarla, cargada de oxígeno, a las diferentes partes del cuerpo, en especial hacia los órganos principales: corazón, pulmones, cerebro, hígado, etc.;

 aumentar las reservas de sangre en el bazo;

 provocar una vasoconstricción, disminuyendo el volumen de sangre en órganos secundarios como los intestinos, los órganos reproductores y también en las extremidades;

 enriquecer la sangre, además de con un extra de oxígeno, con glucosa para ser consumida por los músculos;

 tensar la musculatura y prepararla para la acción;

 y aumentar los efectivos del sistema inmune y disponerlos para combatir una posible infección originada por alguna herida consecuencia del conflicto.

Todo esto se une a una gran cantidad de hormonas encargadas de transmitir las órdenes de activación y desactivación a los diferentes órganos. Las hormonas son los mensajeros químicos de nuestro organismo y durante el periodo de estrés aumentan considerablemente, ya que son las encargadas de activar gran parte de los cambios que hemos visto. Las funciones cerebrales también se ven alteradas y existe un incremento de neurotransmisores y de actividad neuronal, forzando cambios de percepción en los sentidos y alterando la memoria, aprendizaje, gestión de emociones, etc.

Este proceso tiene un coste altísimo para el organismo y genera un gran desgaste en todos los órganos. Cuando se mantiene el estrés durante mucho tiempo, nuestro cuerpo empieza a fallar y se producen problemas orgánicos, musculares, circulatorios, digestivos, sexuales, conductuales, etc. Podemos concluir que el estrés es el coste que tiene para el organismo el seguir funcionando a pesar de sufrir las agresiones o situaciones difíciles; es decir, el coste de todo lo que tiene que hacer para mantenernos con vida ante la adversidad.

El fallo que tiene este magnífico sistema es que no distingue entre problemas de supervivencia real y problemas emocionales intensos, respondiendo de igual forma en ambos casos. Para el organismo, el ataque de un león, la muerte de un ser querido o la traición de la pareja sentimental generan un desajuste similar: ante todos ellos se activa el nivel de alerta y, por consiguiente, todos los recursos para sobrevivir. Además, como el cuerpo piensa que estamos en una situación de vida o muerte, no existe preocupación por el futuro más allá de la supervivencia; no importa el desgaste de los órganos o los daños físicos que se puedan sufrir. Esto significa que, cuando sufrimos estrés, nuestro cuerpo lo da todo para ayudarnos a superar el problema, aunque sea a costa de un fallo orgánico y una enfermedad a corto o medio plazo.

¿Cómo sobrevivir al estrés?

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