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Autocontrol: el origen y la solución al problema

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En primer lugar tenemos que entender qué es autocontrol; partiremos de lo que se sabe comúnmente: «El autocontrol es lo que impide que me coma toda la bolsa de patatas», «Es lo que evita que rompa el ordenador cuando no funciona bien», «Es lo que me permite no gritar a mi hijo cuando estoy enfadado y hace una trastada», «Es lo que evita que responda violentamente cuando me insultan», etc. El autocontrol, entonces, es algo que usamos para no hacer lo que una parte de nuestra mente o cuerpo desea y que otra, más racional, prefiere evitar porque piensa en las consecuencias. Volviendo al primer ejemplo, cuando estamos degustando una sabrosa bolsa de patatas fritas y nuestro cuerpo, gracias a los potenciadores del sabor y otros ingredientes, desea continuar comiendo eternamente, el autocontrol nos permite parar y no acabar con toda la bolsa; esa parte racional nos recuerda que es malo comerse todas las patatas. Este algo, que a partir de ahora voy a identificar como energía, también evita que nos desahoguemos con gritos e insultos cuando llega una tarea importante cinco minutos antes de salir del trabajo: nos ayuda a pensar las cosas dos veces antes de hacerlas o decirlas, a guardar nuestra opinión, a no expresar un sentimiento, a perdonar, a sonreír cuando todo va mal, a no golpear a personas o cosas cuando estamos enfurecidos, etc.

El autocontrol es una energía que aumenta o disminuye según la gastemos o recarguemos.

Funciona como la batería de un dispositivo electrónico: cuando esté bajo seremos incapaces de controlarnos, pero cuando esté alto resultará muy fácil reprimir todas esas conductas que no deseamos realizar. De esta reflexión surgen varias preguntas: ¿cuánto dura esa batería? ¿Cómo se recarga? ¿Cómo se gasta? Intentaremos dar respuesta a todas ellas en las siguientes líneas.

Pongamos que tu batería tiene diez puntos de carga, es decir, la máxima carga es de diez. Entonces, ¿con cuánto autocontrol te levantas por la mañana? La respuesta parece depender, principalmente, de si pasas buena o mala noche: si has dormido mal tendrás menos energía que de haberlo hecho correctamente. Normalmente, todo el mundo responde a esta pregunta indicando que se despierta con ocho o diez puntos de autocontrol; entonces, llega la segunda pregunta: ¿con cuánto autocontrol te levantarías en unas vacaciones ideales? En vacaciones nos despertamos con más capacidad para soportar las adversidades de la vida; lo que en nuestro día a día supone un problema, durante el periodo de descanso pasa a ser algo sin importancia. Pero, si durante las vacaciones te levantas con diez puntos de autocontrol, entonces, ¿con cuánto autocontrol te levantas en realidad por la mañana? Pues normalmente te levantas con cinco o seis puntos. Esto es un ejemplo, pero es una respuesta muy común que recibo cuando trabajo con mis clientes y entiendo que es algo bastante normal y aplicable al resto de la población. También veremos que esto solo es una percepción y que, en verdad, todos nos levantamos con diez puntos cuando hemos pasado una buena noche; lo trataremos más adelante.

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