Читать книгу Sólo se muere una vez - Leticia Bianca - Страница 7

II. - Hay que decirlo con todas las letras, mi mamá, aunque no parezca ahora, fue gorda. Y eso se nota. Se nota en las formas, en las cadencias, en las relaciones que tiene con las cosas, con la gente, con el adentro y el afuera, con la digestión. Los chicos gordos siempre tienen más problemas, consigo mismos, con sus amigos, con sus padres. Desde muy pequeños su imagen no se condice con la que impone la publicidad, el mundo occidental y todas las santas normas del buen niño argentino y eso les genera complicaciones que arrastran por siempre. Con esto no quiero decir que los gordos sean peores personas, ni mucho menos. Solo que han logrado sobrevivir al infierno desde muy pequeños y eso los hace distintos. Rápidamente entendieron que se sentía decepcionar, que se sentía ser menos, o ser demasiado más.

Оглавление

Mi teoría personal era que esto de la gordura condicionaría el futuro de mi mamá de manera determinante y la haría mucho menos dependiente de lo físico que el resto de las mujeres y mucho más concentrada en su intelecto y en sus capacidades en otros aspectos por fuera del estético. Siguiendo mi teoría, esto hizo que mi mamá fuera una persona interesada en la cultura, el saber, lo que no se puede ver. Y esto generó, a la vez, que se ocupara de su cerebro mucho más que de su cuerpo y por ende, muchísimo más que de su corazón.

En resumen, los pequeños niños gordos terminan convirtiéndose en: a) adultos gordos y graciosos b) flacos resentidos con la sociedad c) mi mamá. Ella entraba en otra categoría porque había dejado de ser gorda de adulta, aunque a fuerza de muchos trastornos alimenticios, pero tampoco era resentida. Entonces como no encajaba en ninguna categoría existente tuve que inventarme otra, ya que en realidad había pocos gordos que dedicaran su energía a su intelecto porque por el lado del cuerpo no iba, en general los gordos hacían chistes. Mi mamá no hacía muchos chistes. Quizás mi teoría no servía tanto, pero, ¿de qué otra manera podía yo entender que ella fuera la persona menos maternal que había conocido en mi vida?

En resumen, nuestra relación había sido malísima por veinte años, tensa otros cinco y finalmente estábamos aprendiendo a querernos cuando me enteré que me moría. Se lo tenía que decir porque no podía soportar guardarle un secreto así de grande. Porque ella me conoce, quizás mejor que nadie, quizás porque se dedicó a conocerme mucho, con lo que se ha hecho una experta. Pero además, esto es algo muy escalofriante, mi mamá sabe. Sabe las cosas que me suceden aunque no se las cuente, no tengo idea cómo hace, pero lo hace. Ella dice que es algo que le modificaron en la sala de partos, así que me imagino será una característica muy propia de las madres. Pero como yo solo tuve acceso a la mía lo único que me causaba terror de esa peculiaridad era que se aplicara a mi persona. Fue por este motivo que durante muchos años cultivé una política de darle a mi mamá la menor cantidad de información posible sobre mi vida. Fue al pedo, olímpicamente, porque ella siempre supo.

Ahora tenía que contarle que me moría y no quería.

No quería decirle que en seis meses se convertiría en, bueno, eso. Porque están los huérfanos y los viudos, pero no hay nombre para los padres cuyos hijos han muerto.

No quería decirle que iba a enterrar a su única hija. No quería que supiera que iba a ser eso tan terrible que ni siquiera tiene un nombre. Quería que lo supiera sin que se lo dijera, como tantas otras cosas. Quería que fuera todo lo maternal que nunca había sido conmigo, me abrazara, me acompañara, me dijera que aunque todo estuviera mal todo iba a estar bien.

Quería que mi mamá fuera una mamá y no la mía.

Quería una mamá con corazón.

Sólo se muere una vez

Подняться наверх