Читать книгу América en ocho lenguas - Dora Aguavil Aguavil, Liliana Ancalao - Страница 7

Prólogo JOSÉ LUIS ITURRIOZ LEZA

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En este volumen reunimos textos de ocho destacados escritores procedentes de siete culturas diferentes y de siete territorios muy distantes del continente. Siete de ellos escriben en lenguas originarias de América: mazahua (Chiapas), totonaco (este de México), Dule (Panamá), Shuar Chicham (Ecuador), tsotsil (Chiapas), Mapuzungun (mapuche, Argentina) y zoque (Chiapas). Miguel Rocha (Colombia) escribe en castellano, pero su estrecho contacto con los pueblos indígenas de su país y sus tradiciones literarias ha dado un enfoque particular a su creatividad literaria. Todos tienen en común el interés por el despertar de las lenguas, las literaturas y las cosmovisiones originarias, por afirmarlas y hacerlas visibles en un mundo cada vez más abierto, más transparente, más incluyente, un mundo donde caben muchos mundos.

A veces podemos tener la impresión de que es demasiado tarde, de que tras una noche tan larga se apagaron las voces y se esfumaron los cuentos, pero como insinúa este gran poeta mazahua que encabeza la antología, las condiciones están dadas para una nueva primavera. Si el sol a nadie niega su calor, si nadie tiene prohibido disfrutar de la lluvia, si a nadie lastima el viento, si la tierra a nadie impide caminar, la palabra también puede volver a florecer. En este renacimiento cultural, los nuevos poetas tienen la tarea de arrancar de las lenguas de los viejos las palabras que ya no dicen para sembrarlas en los niños antes de que las tengan que devolver a los dioses, antes de que también los niños se nieguen a usarlas.

Son varios los temas compartidos por estos representantes de una América interrumpida, deteriorada, amenazada, negada. El primero es el deseo y la esperanza de retornar pasando de la resistencia a la recuperación, a la regeneración, al renacimiento. Si la palabra oral es lo último que se pierde en el proceso de desaparición de una cultura, es también el primer recurso que se puede utilizar para empezar a salvarla, reivindicarla y reconstruirla. Dice Turpana que de todas las artes del universo dule, el más importante es el arte verbal, de allí que nuestra consigna sea: “cantamos para no morir”, como el cisne de Rubén Darío.

Otra idea común presente en los poemas es la concepción de la tierra como la madre que nos da la vida y nos provee de todo, incluidas las bases de nuestro conocimiento y de las palabras con que lo articulamos, las bases de las metáforas y del simbolismo. Antonio propone por eso “buscar al coyote, hurgar los colores del bordado, comprender las historias que calla, seguir el vuelo al zopilote, sentir los lamentos que arrastra”. Con los fenómenos naturales urde y trama Sharupi sus recuerdos, deseos, tristezas y alegrías. Los ancestros regresan al vientre de la tierra, donde siguen hablando de amor y se niegan a morir abandonados, nos dice Manuel. De sus carnes resucitan árboles, que mantienen el equilibrio entre la tierra y el ser humano.“Las cruces de sempoalxóchitl cuentan miles de historias”. Es el ciclo de la naturaleza, presente en muchas culturas americanas.

Varios de los escritores hablan de que su mundo, en el que antes se movían libremente, ha sido dividido por fronteras estatales, fragmentado las comunidades tradicionales, separando a las personas en reservas o campos de concentración. Sin embargo, la esperanza de renovación está fundamentada en la concepción circular del tiempo en América. Como ocurre con los fenómenos cósmicos, los ancianos rebrotan en los niños y las palabras nuevas emanan de las viejas. Después de la noche viene el amanecer, al invierno le sucede la primavera y después del diluvio germinan todas las semillas.

La idea del regreso está magistralmente plasmada en el pequeño ensayo titulado Mapuzungun, el idioma silenciado. La muerte, que siglos antes descendió de los barcos, llegó con los mapuches a finales del siglo XIX, pero no pudo completar su tarea. La gente ya no se comunica como antes con las fuerzas de la mapu [tierra] en el idioma de la tierra (mapu-zungun); muchos ya no entienden cuando la tierra habla; todos sus seres tienen un lenguaje que todos los mapuches conocían. Con las campañas de exterminio, el mapuzungun se volvió el idioma del dolor y del consuelo entre los prisioneros de guerra. Luego, el mapuzungun pasó a ser un estigma y los ancianos dejaron de enseñarlo. Un idioma para callar. Actualmente, “el mapuzungun es el idioma de la recuperación del orgullo, el idioma de la reconstrucción de la memoria”.

América en ocho lenguas

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