Читать книгу Un mundo sin rostro - Liliana Silvia Ebner - Страница 13
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DON MANUEL
El edificio de 10 pisos, donde habita don Manuel, ha cambiado. No de aspecto, pero sí de vida.
Ya no se oyen las risas alegres de los adolescentes que allí viven, al bajar a encontrarse en la puerta con amigos y compañeros.
Ya no se escuchan las voces alegres de los transeúntes, porque casi nadie transita. No hay sonido de cláxones en el semáforo, pues el tránsito es escaso.
Don Manuel se ha quedado solo. Vive solo desde hace muchos años, desde que falleció doña Irma. Pero es un señor dinámico, sale a caminar muy temprano cada mañana y los domingos, como buen español, prepara unas aromáticas paellas para hijos y nietos que siempre lo acompañan.
Pero el confinamiento, esta cuarentena interminable, que lleva ya más de seis meses, lo imposibilita de salir, lo priva de recibir visitas, lo sume en una abrumadora angustia.
Los vecinos lo llamamos, los nietos pasan a dejar alimentos y medicación, pero no pueden dejarle lo que más necesita: el beso, el abrazo.
Nos dice que ha comenzado a padecer insomnio. Y sí, esta vida anormal a la que estamos sometidos está haciendo mella en nuestra salud, de diferentes maneras.
En el edificio aledaño, hace días han comenzado a escucharse los acordes de un violín. Debo decir que, si bien el sonido es suave, las melodías maravillosas, este buen hombre lo ejecuta... ¡¡¡en horas de la madrugada!!!
Las quejas se multiplican, pero don Manuel nos sorprende.
Desde que comenzó a escuchar las suaves sinfonías que brotan del violín se sintió acompañado. Sus desvelos se tornaron placenteros, y después vuelve a dormirse como un angelito, nos dice.
El violinista pide perdón por su irrupción nocturna, está también solo, y el violín es su compañía.
Todos queremos mucho a don Manuel y decidimos dejar que esa música irrumpa en nuestros sueños.
Pero ¿saben algo? Al cabo de unos días uno acaba por acostumbrarse y la dulzura de esos acordes nos sume en un sueño más tranquilo.
Además, don Manuel ha encontrado un compañero que, a través del pulmón de manzana, lo acompaña y le hace olvidar que la pandemia nos ha quitado la libertad y hasta el sueño.