Читать книгу Un mundo sin rostro - Liliana Silvia Ebner - Страница 6

Оглавление

PRÓLOGO

Como cada año, toda la familia nos reunimos para las fiestas. Algunos viven muy lejos y se trasladan hasta aquí para compartir unos días con padres, hermanos, tíos, abuelos.

Este año no fue diferente, como tampoco fue diferente la despedida.

Todas las separaciones son tristes, muchas lágrimas y esos abrazos de los que no queremos desprendernos, pero reconforta la promesa de:”¡En unos meses nos vemos! ¡Vendremos para el Día del Padre! ¡Iremos para el cumpleaños de Lapo!”.

Quién iba a decirnos que apenas unos meses después, todo cambiaría. No solo nosotros, sino que el mundo ya no sería el mismo.

Un virus, como espesa nube, comenzó a trasladarse, atravesando fronteras, recorriendo miles de kilómetros, envolviendo al mundo con su letal veneno.

Ese virus tiene nombre: COVID-19 y se ha cobrado ya miles de vidas. Ese virus acecha, es nuestro invisible enemigo, contra el que no tenemos armas hasta el momento, para combatirlo. Solo la precaución, la higiene y el deseo de que no golpee nuestra puerta.

Todos los sueños y proyectos se desvanecieron, la vida cambió de un momento para otro.

Los niños quedaron presos en sus hogares, los ancianos solos.

Las ciudades se tornaron pueblos fantasmas, donde los pocos que transitan sus calles no tienen rostro, pues todos sus rasgos quedan enmascarados bajo barbijos, tapabocas o mascarillas.

He tenido la ocurrencia de plasmar en estas páginas pequeñas historias. Algunas personales, otras escuchadas al pasar. Historias comunes, de gente común, que vive de diferentes maneras esta crítica situación.

Y deseo hacerlo para dejar testimonio a nuestros niños, para que, cuando como en una nebulosa recuerden este momento, estas historias les hagan revivir algunos recuerdos. Y para los niños que nacerán en el marco de esta pandemia, que no tendrán idea de lo ocurrido. Para que sepan que hubo un mundo diferente antes de 2020. Un mundo que cambió, para bien o para mal, pero a partir de ese momento, sufrió una mutación.

Es por eso por lo que en estos seis meses de confinamiento he escrito algunas historias, reflexiones, algunos cuentos basados en la realidad, porque la memoria debe existir, porque los niños de hoy deben percatarse de cómo se ha vivido esta pandemia.

Deben conocer las historias de médicos y enfermeros, de camilleros y ambulancieros, de bioquímicos y de todo el personal de sanidad, que día a día lucha por salvar vidas y muchos de ellos dejan la propia. Esos sí, a pesar del barbijo, tienen rostro, tienen nombre, tienen manos que acarician y palabras de consuelo para los afligidos dolientes.

Deben comprender por qué el mundo se ve desde una ventana, porque no pueden correr y jugar en el patio de la escuela, columpiarse en las plazas, saborear un helado. Por qué no hay domingos con los abuelos, ni la búsqueda de ese chocolate escondido que el abu tiene siempre preparado.

Deben saber también que a nuestro país no solo lo azota el COVID-19, sino también otra gravísima enfermedad que no podemos erradicar y que se cobra miles de vidas al año: DENGUE.

Y deben percibir, por si fuera poco, que otra epidemia nos ronda, ha resurgido, por desidia, por falta de información o ignorancia, por la aparición de grupos anti-vacunas: SARAMPIÓN.

Cuando varias epidemias azotan un país, ya deja de ser pandemia para convertirse en sindemia.

Estos relatos, estas historias, todos tienen gran parte de realidad, prácticamente todo es real, es verdadero, es lo que estamos viviendo millones en el mundo y es lo que nuestros niños deben conocer.

Deben darse cuenta de que este 2020 cambió el mundo, que sin duda no seremos los mismos, no pensaremos ni actuaremos igual que antes, que en muchos dejarán secuelas el pánico, el aislamiento, la pérdida de seres queridos.

Deben saber que hubo un año en que un manto de oscuridad cubrió el mundo, en que los gobiernos, como prevención, como escudo, levantaron muros y por ende los aviones no surcan los cielos, ni los barcos navegan lo mares.

Que los sueños de muchos se han roto, que los proyectos se han archivado y que sin duda, nunca, nunca, volveremos a ser los mismos.

Pero como dice la autora Vivian Greene:

“La vida no se trata de que pase la tormenta. Se trata de aprender a bailar bajo la lluvia”.

Un mundo sin rostro

Подняться наверх