Читать книгу Un mundo sin rostro - Liliana Silvia Ebner - Страница 7

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¿HASTA CUÁNDO?

Era 3 de marzo. Como siempre, habían planeado y programado ese encuentro. No eran muchas las oportunidades, él trabajaba veinte días en Buenos Aires y diez en Bariloche, por lo que no podían desaprovechar ninguna.

Como de costumbre, antes del encuentro, esa noche no durmió. Se levantó antes de que el despertador inundara con su sonido el silencio de ese amanecer.

Tomó café, las manos le temblaban.

“¡Qué tonta soy! Si lo vi hace menos de un mes, pero estos encuentros me provocan una terrible sensación de ansiedad”, pensaba mientras cepillaba su larga y brillante cabellera.

Se vistió lentamente, cuidando cada detalle.

Pintó tenuemente de rosa los labios y se fijó si en la cartera estaba la cajita de pastillas de menta, indispensables. Siempre deseaba tener aliento fresco.

Al asomarse a la ventana, un cielo gris le dio los buenos días, una fina nevisca comenzaba a caer. Observó ese bucólico paisaje y se imaginó un encuentro lleno de romanticismo. Mientras la nieve caía cubriéndolo todo con un manto helado, ellos derretirían el hielo con el fuego de sus cuerpos y el ardor de sus labios.

Escuchó vibrar el celular, era la señal. Él también estaba ya saliendo al encuentro.

Llevó los zapatos hasta la puerta, para no despertar a sus padres. Era demasiado temprano y podían hacer preguntas.

Salió en puntillas y se encaminó presurosa al encuentro con su amado.

Allí estaba, tan lindo como siempre, no, mucho más lindo. Su sonrisa la envolvía mientras cruzaba la calle y sus brazos se extendieron para apretarla contra su cuerpo en un abrazo sin fin.

Se amaban con locura, se deseaban y extrañaban y esperaban el momento de estar juntos para siempre.

Esa mañana hicieron el amor con pasión desbordada, parecía que el mundo se acabaría, que no volverían a estar juntos. Se amaron con vehemencia y salvajismo hasta quedar agotados. Cada encuentro era un viaje de reconocimiento del cuerpo amado.

El reloj implacable, indicó que el tiempo había terminado. Se vistieron con premura, besándose y acariciándose, deseando fundirse el uno en el otro para no volver a separarse.

En la calle, ya había amanecido, y grandes copos de nieve danzaban ante sus ojos. Tomados fuertemente de la mano llegaron a esa esquina, donde siempre se despedían para partir a sus trabajos.

Se besaron con pasión, se mordieron los labios, se abrazaron. Desde el umbral del colectivo, él le tiró un beso y le gritó: “¡Te quiero!”.

Ella se lo devolvió soplando la punta de sus dedos.

“Próximo encuentro en 15 días”, pensaba sonriendo mientras se encaminaba a la oficina.

Su sonrisa la delataba y era la envidia de sus colegas.

A media mañana la radio emitió un anuncio donde se debía cumplir una cuarentena, dos semanas de aislamiento.

Con el paso de los días, fueron otras dos y dos más.

Julián y Sonia llevan seis meses sin verse, más de ciento ochenta días sin caricias ni besos. Seis meses donde el tiempo se ha detenido y simplemente los recuerdos de días pasados estimulan el ánimo.

Solo una ventana la conecta con el mundo. Un mundo vacío, sin sonidos. Un mundo donde los humanos se esconden tras los visillos.

Saben que el amor es fuerte, que puede soportar los embates del tiempo, pero, cada día la tristeza es un puñal que se clava más profundamente.

¿Cuándo acabará esta cuarentena? Es la pregunta que se hacen y que aún... no tiene respuesta.


Un mundo sin rostro

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