Читать книгу La guerra cristera - Lourdes Celina Vázquez Parada - Страница 44

“1927, luto en primavera”, de Alfredo Leal Cortés

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En este cuento, Alfredo Leal Cortés presenta la Cristiada en Guadalajara, desde la perspectiva de sus padres y tíos. A través de sus familiares, quienes perdieron gran parte de su fortuna a causa de esta guerra, reconstruye el ambiente tenso en Guadalajara durante estos años. Como los templos están cerrados, se organizan misas clandestinas en casas particulares; durante una de ellas, en casa de los padres del autor, llegan los soldados y detienen a su familia y a sus amigos, y, cuando salen de la cárcel, se enteran que los militares habían detenido y fusilado a Anacleto González Flores.

No es tanto la acción sencilla, sino la atmósfera de resignación y angustia que refleja, lo que hace interesante el cuento. Los familiares del autor aún no han aceptado su derrota y piensan que con más apoyo hubieran ganado la guerra cristera: “El tío Carlos soltaba sus fuimos traicionados, dentro y fuera; con armas suficientes hubiéramos tumbado al gobierno”. Es ésta la actitud típica de un derrotado, que se constata también en numerosos testimonios. Una actitud de este tipo genera desconfianza; nadie se atreve a hablar del tema por miedo a la represión, pero ya no hay remedio: es necesario aceptar la derrota: “La tía Ana se colocaba el dedo en los labios, suplicándole con la mirada que ya no hablara del tema, y rápido los dos cambiaban de conversación y se metían al silencio”.

“Silencio” es una palabra clave en este cuento: “ya te das cuenta que lo conveniente era callarse”. Un poco más adelante, el autor se expresa con más claridad: “Lo cierto entre el silencio y las palabras sueltas fue la denuncia”.

Víctima de la denuncia fue Anacleto González Flores. Su muerte desmoralizó a los cristeros de Guadalajara: “Doña Rosario… desde aquel día se hizo más taciturna, casi inabordable y no por mal humor: intuyó o supo de la traición, del chivatazo y la desconfianza se adueñó de ella hasta volverse misteriosa”.

No pudo olvidarse de lo que había pasado y se aisló cada vez más. Hasta su muerte, a cada pariente y a cada amigo lo miraba “con sospecha y con perdón”. Su familia se dedicó a “resistir en silencio y practicar la doctrina”.

El cuento está lleno de sospechas y miedo a los chivatazos. El gobierno fomenta la espiada para descubrir las casas donde se decían las misas, que de esta manera se habían convertido en centros de conspiración. A la acción de los soldados se enfrentan con valentía las esposas de los cristeros, “aquellas anónimas mujeres”. La gente ya no recobró la confianza, “parecían haberse contagiado de una enfermedad muy rara y destructiva: el silencio”. Silencio que es interrumpido sólo con el rumor de la muerte de Anacleto. Ahora el gobierno empieza a controlar la situación. Muchos miembros de las familias cristeras son desterrados de la ciudad.

Al final del cuento, en una reunión familiar ocurrida veinte años después de los acontecimientos, se platica acerca del destino de los cristeros desterrados, y se llega a la conclusión de que “todo fue una barbaridad”.

Alfredo Leal nos pinta un cuadro impresionante del miedo y terror que reinaba en Guadalajara en 1927, año en que acribillaron a Anacleto González Flores. Se trata de un cuento lleno de detalles interesantes, por ejemplo, la descripción de las misas clandestinas; pero lo que expresa con mayor precisión es el ambiente de desconfianza y sospechas que surgió en este tiempo y que afectó la vida de familias enteras.

La celebración de misas clandestinas es un acontecimiento típico de la Cristiada. Elena Garro aborda este tema en su novela Los recuerdos del porvenir; pero a Garro ningún lazo directo la une con la Cristiada, de manera que su descripción de las misas clandestinas es sólo una referencia histórica. Alfredo Leal, en cambio, nos hace ver las consecuencias nefastas que tuvieron estas prácticas clandestinas para muchas familias mexicanas, y pone frente a nuestra vista el caso de su propia familia. Con 1927, luto en primavera, logró un excelente cuento sobre el silencio, el miedo y la desconfianza que surgieron durante la Cristiada en Guadalajara, así como en otras ciudades. Silencio, miedo y desconfianza son los sentimientos que quedaron marcados más fuertemente en la memoria colectiva, sentimientos que prevalecieron durante mucho tiempo entre la gente, pero de ninguna manera frente a la Iglesia católica, en la que a pesar de todo se siguió confiando. Para Alfredo Leal, igual que para José Gudiño, la Cristiada dejó recuerdos desagradables y es una etapa vergonzosa de la historia de México.

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