Читать книгу La guerra cristera - Lourdes Celina Vázquez Parada - Страница 47

Los colgados, de Adalberto González González

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Cuento de Adalberto González González (Capilla de Guadalupe, 1940), donde describe a la Cristiada como un episodio cruel y sangriento de la historia. Utiliza la técnica del monólogo interior, a través del cual su protagonista, un joven campesino que se siente ajeno al conflicto, expresa sus impresiones de aquella época: “Por aquellos días no había paz en aquel rancho, ora llegaban los sardos, nos amenazaban y nos dejaban sin nada dizque pa’que los cristeros no se fueran ajuariar con lo nuestro; y después nos cáiban los mentados cristeros y también arramblaban con lo poco que había dejado la tropa”.

Un día, al regresar a casa, el joven descubre muertos a su padre, hermanos, parientes y muchos vecinos del pueblo, colgados de las ramas de los árboles. No sabe si los asesinos eran cristeros o soldados del gobierno. Traumado, abandona su pueblo y, en un lugar lejano, se dedica a tallar figuras de madera. El terror que sintió en aquellos momentos se reflejó en su trabajo durante un largo tiempo: “Lentamente fueron desapareciendo aquellas horribles muecas, aquellas pejagumbres, aquellas tristezas y vaciedades; y las caras y las manos de los angelitos y de los santos cada vez m’iban saliendo más naturales, más dulces, más amables, de la misma manera qu’iba yo también transformándome”.

Para jóvenes, como el protagonista de este cuento, que vivieron la época sin comprender las causas del conflicto, la guerra cristera se quedó grabada a través de las imágenes sangrientas de una guerra civil. La impresión de ver a los familiares colgados, que son con mucho las imágenes más recurrentes en los testimonios de quienes eran niños en esa época, queda recogida de manera magistral en el cuento de Adalberto González, al relacionarla con las expresiones de sus figuras talladas en madera, como un trauma del cual es difícil desprenderse y que sólo con el paso de los años se va borrando lentamente. Son imágenes que marcaron a una generación, que además no entendió las causas del conflicto, para quienes sardos y cristeros eran igualmente bandoleros y asesinos.

El personaje de este cuento nunca supo, ni le interesó saber, quiénes fueron los asesinos de sus familiares. Cargó con el dolor y la impotencia durante cuarenta años, y por lo mismo nunca quiso casarse:

—Oye, Perfo, ámonos casando a ver si así ti’alivias.

—Cómo crés, —le contestaba— mejor cásate tu; cría hijos, haz familia, como es normal; yo no puedo, toy malo del estómago, del corazón, del cerebro; tengo algo muy pesado por dentro, creo que n’ijos podría tener, y si los tuviera ni durarían la víspera, a lo mejor serían como yo, un rencor vivo con sabor a muerte, a lo mejor ni les importaría nada, a lo mejor.

Casi todos los cuentos aquí analizados evocan la guerra cristera como un episodio sumamente cruel de la historia de México. En esta guerra no hubo ganadores ni perdedores. Tampoco es tan importante saber quién tenía la razón. Lo único que interesa es curar las heridas y superar los traumas que dejó la guerra. A distancia, la guerra cristera se percibe como una guerra heroica y gloriosa, pero cuando se le examina de cerca, se nota que se trató de una lucha cruel y confusa que causó mucho sufrimiento.

La guerra cristera

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