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45 SOBRE LA DANZA

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Las obras Retratos, Por los retratos y Sobre la danza están relacionadas con la estancia de Luciano en Antioquía, y uno de los pasajes de ésta (cap. 76) parece dirigido a la audiencia antioquea. La obra se consideró particularmente sospechosa en cuanto a su autenticidad porque su autor no es ciegamente adicto a los clásicos y opuesto a la novedad, como Luciano, pero como en otras obras su reivindicación ha salido del contexto social e histórico. Bompaire ataca su autenticidad, pero Robertson dio los argumentos decisivos en su favor.

Es una defensa de la pantomima (histriones) que se remonta a época clásica, pero alcanzó su pleno desarrollo únicamente con los emperadores romanos. Un intérprete principal, normalmente masculino, representaría con gestos historias familiares, la mayor parte de las cuales estaban tomadas de tragedias clásicas. Usaba una máscara especial con la boca cerrada (una distinta para cada papel) y ropas ostentosas de las que el manto era lo más llamativo. Aunque empleaba el cuerpo entero en la representación, los brazos y las manos eran de especial importancia. Un coro mixto suplía las palabras, y la música procedía de una orquesta con instrumentos de viento, cuerda y percusión, y una sección de ritmo en la que los actores llevaban unos zapatos especiales hechos a la medida con campanillas (kroupézai) . Para los antiguos este arte representaba una fusión de danza y drama; a los ojos y oídos modernos podría recordarles el mimo, el ballet o el baile con música.

Aunque ya Jenofonte conocía una forma de pantomima, empezó a florecer en el período helenístico, cuando se estableció en las dos grandes capitales del Este griego, Antioquía y Alejandría. El paso decisivo al poner un bailarín jefe mudo e introducir una orquesta completa se dio en la Roma de Augusto. Roma se convirtió en la tercera capital del arte y muchos emperadores fueron entusiastas entendidos. El conservadurismo griego la había excluido de los grandes concursos durante siglos, mientras se admitían artes tradicionales como la tragedia y la comedia. En el s. II consiguió entrar en los Juegos Capitolinos de Roma, tan famosos en renombre como los tradicionales de Grecia. Entonces, pero aún antes de que Luciano escribiera su obra, la ciudad helenizada de Nápoles admitió para danzar a Sebasta, y aparece por primera vez en los concursos del Este griego en los reinados de M. Aurelio y L. Vero. Este avance relanzó un antiguo debate sobre la moralidad del triunfante arte. Los moralistas, sobre todo estoicos y cínicos, siempre lo habían deplorado, y ahora amenazaba los baluartes del helenismo arcaico. Elio Arístides se encargó de denunciar la pantomima en carta abierta a la ciudad de Esparta; conocemos su ensayo por la réplica de Libanio. Otros muchos escritos a favor y en contra se perdieron, con la única excepción de esta obra de Luciano, que puede compararse con su tratado sobre historia, en el que manifiesta sus consejos a los historiadores, mientras disimuladamente exalta los éxitos de Lucio Vero. La danza es un diálogo de tipo conocido en el que un interlocutor convierte al otro de la desaprobación en el aplauso o del escepticismo en la creencia, y la persuasión está disfrazada de exposición razonada. Cuando empieza la conversación, el filósofo cínico Cratón («hombre fuerte») acaba de denunciar la danza, y Licinio se encarga de mostrar que es el mayor de los placeres de la vida. Este diálogo preliminar permite a Luciano establecer las objeciones usuales contra la danza y bosquejar su propia defensa de ella. La exposición de Luciano ocupa casi el resto de la obra y tiene tres distintas secciones: la antigüedad de la danza, la sanción que le dieron los autores clásicos, y una descripción de las virtudes y defectos de los bailarines. Las dos primeras secciones explotan la imprecisión del término «danza», mientras que la tercera limita los defectos de los bailarines a unas pocas anécdotas divertidas que recuerdan las contadas en el tratado sobre la historia. Al final, Cratón, ilusionado, se pone de acuerdo con Licino para acompañarle en su visita siguiente al teatro.

Se ha supuesto que Luciano no conocía o le importaba poco el tema; es cierto que alude a manuales, pero sólo para destacar más su propia independencia. Alude a la danza en otras obras y como hombre culto debió de estar familiarizado con ella mucho antes de relacionarse con Lucio Vero. Como en su descripción de la diosa siria o de prácticas de magia, muestra un conocimiento del tema que va más allá de los libros. Cuando traza la historia de la danza, remontándose hasta su creación, siempre tiene una información exacta. Señala como principio real del arte la época de Sócrates, y esto puede ser correcto, pues Jenofonte describe lo que parece ser una forma primitiva de danza al final de su Banquete . Aunque Luciano no dice nada explícito sobre su fase helenística, su catálogo de temas adecuados incluye el relato de Estratónice, la hermosa joven esposa de Seleuco I y termina con la famosa Cleopatra. Sitúa en tiempo de Augusto el desarrollo de la danza dentro de su única forma imperante y también aquí está de acuerdo con las otras fuentes, puesto que muestran que el gran Pílades en tiempo de Augusto no inventó la danza, sino que más bien la modificó en un sentido crucial. De los diversos emperadores que la favorecieron hasta su propia época sólo cita a Nerón y luego alude al desarrollo reciente en el que la danza empezó a ser aceptada en los festivales helénicos.

Dedica la mayor parte de su descripción de la danza a sus intérpretes más importantes, y aquí también casi todos los detalles pueden corroborarse. No habla mucho del físico del bailarín y sus movimientos, probablemente para evitar un tema que soliviantaba a los críticos. Trata de un rasgo que contribuía a reforzar su ejemplo, el uso expresivo de las manos del bailarín, que movió al cínico Demetrio y al renombrado estoico Timócrates a la admiración.

Habla mucho de la máscara entre los «apoyos» propios del bailarín, haciendo notar sus diferencias con la trágica y la cómica por su boca cerrada. Con la máscara, Luciano relaciona el lujoso vestido y el manto bordado que podía utilizar para sugerir distintos temas de acuerdo con su papel.

La lista que da Luciano de las diversas historias que el bailarín tenía que aprender es con mucho la más completa de cuantas sobreviven, pero también está corroborada por la evidencia contemporánea.

El propósito fundamental de Luciano en esta obra no es dar una historia o una descripción, sino justificar el arte en términos aceptables en una sociedad culta. El discurso de entrada de Cratón sirve para definir la decisión: la danza es moderna, afeminada, frívola, y el admirarla es contradictorio con la «cultura» y la «filosofía». La refutación de Luciano aspira a contradecir esta postura. Un tema importante de la obra consiste en las cualidades mentales y espirituales del bailarín. Lejos de ser enemiga de la filosofía, la danza es notable por su sabiduría. Podría decirse esto para ilustrar la división del alma de Platón y la doctrina de la belleza de Aristóteles, Luciano siempre oyó el mutismo del bailarín jefe, explicado como pitagórico. Escribiendo sobre Apolausto Menfio, Ateneo lo llama «el filósofo bailarín de nuestro tiempo» y afirma que su arte silencioso explica el sistema pitagórico mejor que cualquier palabra.

Las semejanzas entre Luciano y las inscripciones contemporáneas señalan la disputa existente en el s. II sobre la danza. Un argumento era nacionalista: la danza era una peste, que empezó en Egipto, la extendieron los sirios y ahora amenaza con contagiar a Esparta, el último refugio de la virilidad y el tradicionalismo griegos. Otro argumento procedía de la moralidad: Arístides tronó contra las costumbres depravadas de los bailarines con sus largas cabelleras y sus movimientos afeminados, y propuso que a los ruidosos bailarines, con sus calzados especiales, les cortaran los pies con los zapatos incluidos. Libanio en su réplica repite alguno de los puntos de Luciano y ambos encuentran la danza en el orden natural y citan a Homero, Hesíodo y Sófocles en su apoyo. La única diferencia entre Luciano y Libanio es que en tiempo de éste los predicadores cristianos habían sustituido a los filósofos griegos como enemigos avanzados del teatro.

Esta obra probablemente fue escrita en el 163 ó 164 en Antioquía, para agradecer la afición de Lucio Vero a la pantomima.

[1] LICINO . — Muy bien, Cratón, has lanzado una acusación ciertamente muy violenta, preparada al parecer desde hace tiempo, contra la danza, el propio arte de la danza y encima contra nosotros los que disfrutamos con tal espectáculo, dando a entender que ponemos un gran interés en algo vulgar y afeminado: Déjame que te diga hasta qué punto estás equivocado y hasta qué punto estás ciego al acusar al mayor de los bienes de la vida. Se te puede disculpar porque desde el principio has abrazado un género de vida miserable y por considerar como bien únicamente lo rudo; por ignorancia de estas actividades las consideraste dignas de acusación.

[2] CRATÓN . — Pero mi querido amigo, ¿quién que sea un hombre y además haya convivido toda su vida con la erudición y haya tenido un trato discreto con la filosofía, va a dejar de interesarse por las cosas mejores y alternar con los antiguos, para sentarse, dominado por la flauta, contemplando a un ser afeminado que presume de sus refinados vestidos y sus cantos lascivos, e imita a mujerzuelas enamoradas, las más lascivas de la antigüedad, las Fedras, Parténopes y Ródopes 1 , y todo esto acompañado de rasguear de cuerdas, instrumentos de viento y zapateados, cosas verdaderamente ridículas y poco propias de un hombre libre como tú? Por mi parte, cuando me enteré de que te entretenías con tal clase de espectáculos, no sólo me dio vergüenza por ti, sino que me dolió amargamente que olvidaras a Platón, Crisipo y Aristóteles y estuvieras haciendo como los que se rascan la oreja con una pluma, habiendo tantísimas audiciones y espectáculos interesantes si alguien los necesita, flautistas ambulantes, cantores convencionales acompañados de lira 2 , y sobre todo, la noble tragedia y la divertidísima comedia, que también se han considerado dignas de figurar en las competiciones.

Vas a necesitar por ello, mi buen amigo, una larga [3] defensa para enfrentarte con las personas cultas, si no quieres que te descalifiquen por completo y te eliminen del grupo de los hombres serios. Aunque lo mejor en mi opinión es curarse en salud negándolo todo y no reconocer en absoluto haber cometido tal delito. Y para el futuro, procura no sorprendernos convirtiéndote del hombre que eras de antiguo en una Lide o una Bacante, lo que sería motivo de acusación no sólo contra ti sino también contra nosotros, a no ser que te arranquemos, a la manera de Ulises, del loto y te reconduzcamos a tus habituales modos de vida, antes de que sin darte cuenta caigas fascinado por el hechizo de las Sirenas en el teatro. Sólo que ellas tendían sus emboscadas únicamente contra los oídos, y por ello se necesitaba cera para pasarlas de largo, pero tú además parece que estás completamente esclavizado por los ojos.

LICINO . — ¡Ay, Cratón, con qué rabia has azuzado [4] contra nosotros a tu propio perro! Aunque el ejemplo que has puesto, el símil de los lotófagos y de las Sirenas creo que no se parece en nada a lo que me ocurre a mí, puesto que en el caso de los que comían el loto y oían a las Sirenas, la perdición era el castigo por haber comido y haber oído, mientras que en mi caso, además de haber sentido un placer mucho más agradable, el desenlace ha sido feliz, pues no me ha conducido al olvido de mi situación familiar ni a la ignorancia de lo que a mí atañe, sino que (si puedo expresar mi pensamiento sin ningún temor) he vuelto del teatro con más clarividencia y más perspicacia para los problemas de la vida. O más bien, para decirlo correctamente con las propias palabras de Homero, el que ha visto este espectáculo

regresa habiendo disfrutado y sabiendo más que antes 3 .

CRATÓN . — ¡Por Heracles, Licino, cómo te ha afectado, que no sólo no te avergüenzas de ello, sino que parece que te sientes orgulloso! Y lo peor de todo es que no me parece que tengas esperanza de curación, ya que te atreves a elogiar algo tan vergonzoso y abominable.

[5] LICINO . — Díme, Cratón, esto de la danza y de lo que ocurre en el teatro, ¿lo censuras después de haberlo presenciado personalmente muchas veces, o lo consideras abyecto y abominable, como tú dices, a pesar de no tener ni idea del espectáculo? Porque si lo viste, estás en las mismas condiciones que nosotros; pero si no, ¡hasta qué punto no podrá parecer irrazonable y audaz tu censura, al denunciar lo que ignoras!

CRATÓN . — Eso sería ya lo único que me faltaba, con esta barba tan larga y mis cabellos blancos sentarme en medio de esas mujerzuelas y de una multitud de espectadores frenéticos, y encima aplaudiendo y lanzando a gritos elogios indecentísimos a un individuo desvergonzado que se contorsiona sin ningún sentido.

LICINO . — Se te puede disculpar en esto, Cratón. Pero si me hicieras caso alguna vez y te ofrecieras sólo para hacer la prueba y abrieras los ojos, estoy seguro de que no te resistirías a ocupar un sitio adecuado antes que otros, para poder verlo y oírlo todo perfectamente.

CRATÓN . — Que me muera si aguanto alguna vez una cosa así, mientras tenga las piernas peludas y la barba sin rasurar. De momento siento compasión de ti, que estás completamente exaltado contra nosotros.

LICINO . — Bueno, amigo mío, ¿estás dispuesto a dejar [6] de lado tus insultos y a oírme lo que diga sobre la danza y sus bondades, cómo no sólo es placentera sino también útil a los espectadores, cuánta cultura e instrucción imparte, cómo armoniza las almas de los asistentes, ejercitándolos en los más bellos espectáculos, entreteniéndolos con magníficas audiciones y mostrando una belleza común del alma y del cuerpo? Conseguir todo eso con música y ritmo no puede ser motivo de censura, sino de elogio.

CRATÓN . — No tengo tiempo en absoluto para oír a un insensato haciendo el elogio de su propia locura. Pero si tú deseas esparcir sobre mí tus tonterías, estoy dispuesto a soportar amistosamente esta servidumbre y ofrecer mis oídos, aun pudiendo negarme, para oír basuras incluso sin cera. De modo que me tendrás callado, para que puedas hablar cuanto quieras como si nadie te estuviera escuchando.

LICINO . — Muy bien, Cratón, es lo que más estaba [7] deseando. Pronto sabrás si lo que voy a decir te parecen tonterías. En primer lugar, me parece que ignoras totalmente que la práctica de la danza no es reciente, ni empezó ayer o anteayer, como por ejemplo en tiempos de nuestros abuelos o de los de éstos, sino que los historiadores de la danza más veraces te dirían que surgió la danza con la primera generación del universo, y su aparición coincidió con aquel antiguo Amor 4 . En efecto, el movimiento regular de los astros y la conjunción de las estrellas fijas con los planetas errantes, la comunión rítmica de ellos y su armonía disciplinada son ejemplos de la danza primigenia. Creciendo poco a poco y adquiriendo continuamente aditamentos de belleza, parece que ahora ha llegado a la cumbre de su perfección, se ha diversificado y se ha hecho totalmente armónica, convertida en bendición llena de gracia.

[8] Cuentan que al principio Rea, satisfecha con el arte, ordenó danzar a los Coribantes 5 en Frigia y a los Curetes en Creta y obtuvo no pocos beneficios de ellos, puesto que danzando a su alrededor le salvaron a Zeus, hasta el punto que éste reconocería que les debía un premio por su salvación, ya que gracias a su danza consiguió librarse de los dientes de su padre. Su danza era con armas, mientras golpeaban los escudos con las espadas y daban saltos frenéticos con furor guerrero 6 .

Posteriormente, los cretenses más bravos, entrenándose con energía se convirtieron en los mejores danzantes, no sólo los particulares sino también los de estirpe regia que aspiraban a ser líderes. Por ejemplo, Homero a Meriones lo llamó danzante, no con la idea de ponerle en ridículo, sino para enaltecerlo, y era famoso y conocido de todos por su arte de la danza, hasta tal punto que no sólo los griegos conocían este dato suyo, sino incluso los propios troyanos, a pesar de ser sus enemigos, pues veían su ligereza y destreza en el combate, que había adquirido con la danza. Los versos dicen así más o menos:

Meriones, aun siendo un buen danzarín, mi lanza te paró 7 .

Sin embargo, no le paró, pues como estaba ejercitado en la danza, fácilmente, al parecer, esquivó los venablos que lanzaban contra él.

Aunque podría mencionar a otros muchos héroes que [9] se entrenaron de modo similar y convirtieron su actividad en un arte, me parece suficiente con Neoptólemo, el hijo de Aquiles, que consiguió renombre con el arte de la danza y le añadió su modalidad más hermosa, llamada pírrica a partir de él. Y Aquiles, al tener esta información sobre su hijo, se alegró más, en mi opinión, que por su belleza y sus otras proezas. Lo cierto es que a Ilión, hasta entonces inexpugnable, la conquistó y destruyó hasta sus cimientos al arte de la danza de Neoptólemo 8 .

Los espartanos, que tenían fama de ser los más bravos [10] de los griegos, aprendieron de Cástor y Pólux la cariática (que es también un tipo de danza que se aprende en Caria, un distrito de Laconia) 9 , y todo lo hacían con la ayuda de las Musas, hasta el punto de luchar al compás y ritmo de la flauta y el avance oportuno del paso. Y la primera señal para entrar en combate los espartanos la da la flauta; por eso vencían a todos, porque les guiaba la música y el ritmo.

Todavía ahora se puede ver cómo sus efebos aprenden tanto a danzar como a luchar con armas. En efecto, cuando dejan de luchar entre sí, en los entrenamientos, dando golpes y recibiéndolos, la lucha termina en danza, y un flautista situado en medio toca la flauta y marca el ritmo con el pie, mientras ellos, siguiéndose unos a otros en fila exhiben toda clase de figuras, avanzando al ritmo, unas veces guerreras, poco después corales, que son gratas a Dioniso y Afrodita.

[11] Por ello, el canto que entonan mientras bailan es una invocación a Afrodita y a los Amores, para que participen en su fiesta y les acompañen en su baile. El segundo canto (porque se cantan dos) contiene instrucciones sobre cómo se debe bailar: «Echad el pie hacia adelante, muchachos, y desfilad mejor», dice. O sea, bailad mejor 10 .

[12] Algo parecido hacen los que bailan la danza del collar. El collar es una danza conjunta de muchachos y muchachas que bailan alternativamente y se parecen realmente a un collar de cuentas. Inicia el baile el muchacho, con los pasos juveniles que también usará luego en la guerra; le sigue la muchacha, enseñando cómo debe hacerse la danza femenina con decoro, de modo que sea un collar trenzado con modestia y virilidad. Sus gimnopedias son una danza parecida 11 .

Como ya los has leído, paso por alto los versos que [13] compuso Homero en el escudo de Aquiles a propósito de Ariadna y acerca del coro que Dédalo le preparó 12 , y los dos danzantes a los que el poeta llama acróbatas, que dirigen el coro, y de nuevo lo que dice en el mismo escudo: «Jóvenes danzantes daban vueltas en torno», dando a entender que esto era lo más hermoso que había grabado Hefesto en el escudo 13 . Ciertamente, era muy lógico que los feacios disfrutaran con la danza, porque eran gentes refinadas y vivían en la mayor felicidad. De hecho, Homero representó a Ulises admirándolos sobre todo por ello, y al contemplar «el centellear de sus pies» 14 .

En Tesalia progresó tanto el ejercicio del arte de la [14] danza que a sus líderes y campeones los llamaban primero bailarines. Esto se demuestra por las inscripciones de las estatuas que erigían a los más distinguidos en el combate. «La ciudad», dice una, «distinguió a su primer bailarín». Y otra: «A Iiletión el pueblo le levantó una estatua por haber bailado bien en el combate» 15 .

Omito decir que no es posible encontrar ningún antiguo [15] rito de iniciación sin danza, por supuesto los de Orfeo y Museo, y los más importantes bailarines de la época que establecieron tales ritos, al disponer como algo bellísimo que la iniciación se hiciera con ritmo y danza. Aunque las ceremonias son así, debo callarme por los no iniciados, pero todos han oído decir que a los que anuncian los misterios la gente los llama «los danzantes».

[16] Y en Delos, tampoco se celebraban los sacrificios sin danza, sino que se hacían con ésta y con música. Se reunían coros de muchachos y bailaban al son de la flauta y de la cítara, mientras otros especialmente escogidos entre ellos interpretaban una danza mímica. Los cantos escritos para estos coros se llamaban hiporquemas, y la poesía lírica está llena de ellos 16 .

[17] ¿Pero, por qué te hablo de los griegos? Porque también los indos, cuando nada más levantarse adoran al sol, no hacen como nosotros, que besando la mano ya creemos que la plegaria está completa, sino que ellos, de pie frente a Levante, saludan al sol con danzas, manteniéndose en silencio e imitan la danza del dios. Tal es la plegaria, la danza y el sacrificio de los indos. Por ello, propician al dios con estos ritos dos veces al día, al salir el sol y al terminar el día.

[18] Los etíopes cuando combaten lo hacen danzando; un etíope no dispararía una flecha arrancándola de su cabeza (porque utilizan la cabeza como carcaj, sujetando a ella las flechas en forma radial) sin danzar previamente, amenazando al enemigo con su postura y aterrorizándolo con su baile 17 .

[19] Puesto que hemos hablado de la India y de Etiopía, merece la pena descender en nuestro relato a Egipto, su vecina. Yo creo que el antiguo mito sobre Proteo el egipcio no significa otra cosa sino que fue un danzarín con capacidad de imitación, que podía adoptar todas las formas y cambios, hasta el punto de imitar la humedad del agua, la violencia del fuego en la vehemencia de su movimiento, la fiereza del león, la rabia del leopardo, la agitación de un árbol, y, en pocas palabras, todo lo que quería. Sin embargo, la mitología, asumiéndolo en su aspecto más extraordinario, describía la naturaleza de Proteo como si realmente ocurriera lo que él imitaba. Es precisamente esa la característica de los actuales bailarines, a los que se puede ver cómo cambian con rapidez al mismo tiempo, imitando al propio Proteo. Hay que suponer que también Empusa, que se metamorfoseaba en innumerables formas, ha sido transmitida como tal ser humano por el mito 18 .

Después de éstos, tampoco es justo pasar por alto la [20] danza majestuosísima y muy sagrada que los romanos más nobles, los llamados Salios (que es el nombre de un clero) ejecutan en honor de Ares, el más belicoso de los dioses.

Un relato bitinio, que no discrepa mucho de los que [21] circulan por Italia, afirma que Príapo, un genio de la guerra, al parecer uno de los Titanes, o uno de los Dáctilos Ideos, que había dedicado toda su actividad a la enseñanza de la danza con armas, recibió de Hera a Ares, aún niño, pero duro y más viril de lo normal, con el encargo de no enseñarle la lucha con armas antes de haberle convertido en un bailarín perfecto. Y con esta condición recibió como recompensa de Hera cobrar de Ares el diezmo de todos los ingresos procedentes de la guerra 19 .

[22] En cuanto a los ritos dionisíacos y báquicos, me imagino que no esperarás oír de mí que todos fueron danza. De hecho, sus tres danzas más tradicionales, la kórdax , la síkinnis y la emméleia , las inventaron los sátiros, servidores de Dioniso, y las bautizaron con sus propios nombres 20 . Sirviéndose de este arte, Dioniso sometió a los tirrenos, a los indos y a los lidios, y cautivó con su danza a pueblos tan belicosos con la ayuda de sus cofrades.

[23] Por ello, mi admirado amigo, ten cuidado no vaya a resultar impío denunciar una práctica que es al mismo tiempo divina y mística, cultivada por muchos dioses, realizada en su honor, y que procura al mismo tiempo tanta distracción y tan útiles enseñanzas.

Me sorprende una cosa de ti, y es que, sabiendo que eres un gran aficionado a Homero y a Hesíodo (como ves recurro de nuevo a los poetas), puedas atreverte a contradecirles cuando elogian la danza por encima de todo. En efecto, Homero enumera lo más agradable y lo más hermoso, citando al sueño, la amistad, el canto y la danza 21 ; únicamente a ésta la llama «intachable», y adjudica además por su propia cuenta la dulzura al canto. El arte de la danza posee ambas cosas, la dulzura del canto y la intachabilidad de la danza, que tú ahora te propones censurar. Y de nuevo, en otro pasaje de su obra dice

A uno le concedió un dios la actividad bélica

y al otro el arte de la danza y el canto

que conmueve los corazones 22 .

Porque realmente conmovedor es el canto acompañado de danza y éste es el don más bello de los dioses. Al parecer, al dividir Homero todas las actividades en dos grupos, la guerra y la paz, sólo a las actividades de la guerra contrapuso éstas como las más hermosas.

Por su parte Hesíodo, que no lo conocía de oídas por [24] otro, sino que había visto personalmente a las Musas bailando al romper el día, al principio de su poema 23 cuenta de ellas como el mayor elogio

bailan con sus tiernos pies en torno

a una fuente de violetas

cuando danzan en torno al altar de su padre .

En cambio tú, mi noble amigo, casi te estás enfrentando [25] a los dioses con tus insultos a la danza. Sócrates, el hombre más sabio, si podemos creer a Apolo Pitio, que dijo tal cosa de él, no sólo elogiaba la danza, sino que incluso consideraba que valía la pena aprenderla, atribuyendo el más alto valor al mantenimiento del ritmo, la belleza de la música, el movimiento armonioso y al decoro en las evoluciones, y no se avergonzaba, aun siendo un viejo, de creer que era uno de los más serios temas de estudio 24 . No se iba a tomar poco interés en el arte de la danza un hombre que no vacilaba en aprender incluso lo más trivial, y acudía con frecuencia a las escuelas de las flautistas y no desdeñaba oír algo interesante de una mujer cortesana como Aspasia 25 . Aunque él veía un arte que sólo estaba empezando y que no se había desarrollado hasta tan alto grado de belleza. Pero si hubiera podido contemplar a los que ahora lo han hecho avanzar hasta el máximo, estoy seguro de que aquel hombre habría abandonado todo lo demás y habría puesto toda su atención sólo en este espectáculo, y no habría impartido a los muchachos otras enseñanzas antes que éstas.

[26] Yo creo que cuando elogias la comedia y la tragedia, has olvidado que también en cada una de ellas hay un aspecto peculiar de la danza; por ejemplo, la emméleia es trágica, el kórdax cómico, y algunas veces hay una tercera, cuando se añade la síkinnis 26 . Pero como al principio diste más importancia a la tragedia y a la comedia, y a los flautista ambulantes y a la citarodia más que a la danza, diciendo que también esas son competitivas y por ello importantes, permite que comparemos cada una de ellas con la danza. Aunque, si estás de acuerdo, prescindamos de la flauta y de la cítara, puesto que también éstas forman parte del servicio del bailarín.

[27] Por lo que se refiere a la tragedia, en primer lugar, examinemos qué características tiene a partir de su forma peculiar. Es un espectáculo al mismo tiempo repulsivo y terrible el de un hombre disfrazado con una estatura desproporcionada, montado en elevados zuecos, con un rostro alargado por encima de su cabeza y una boca enorme abierta como si fuera a tragarse a los espectadores. Paso por alto los rellenos del pecho y de la tripa para fingir una gordura añadida y artificial, para evitar que la estatura desproporcionada choque más en un cuerpo enclenque. Y encima, por dentro el individuo está dando gritos, doblándose arriba y abajo, a veces incluso cantando sus versos y, lo que realmente es más vergonzoso, poniendo música a sus desgracias, haciéndose responsable únicamente de su voz, porque del resto ya se encargaron poetas nacidos mucho antes que él. Mientras se trata de Andrómaca o Hécuba, su canción se puede aguantar, pero cuando entra en escena el propio Heracles cantando él solo, olvidándose de sí mismo y sin respeto a la piel de león o a la maza que le acompaña, sensatamente podría decirse que se trata de un solecismo 27 .

Porque, volviendo de nuevo a lo que echabas en cara [28] al arte de la danza, que hombres imitaban a mujeres, ésta sería una recriminación común a la tragedia y a la comedia. Realmente en ellas hay más mujeres que hombres.

La comedia, por su parte, se adjudica a sí misma la [29] ridiculez de los personajes como parte de su encanto. Por ejemplo, las máscaras de los Davos, Tibeos 28 y cocineros.

Por otra parte, no soy yo quien tiene que hablar del aspecto ordenado y digno del bailarín, porque salta a la vista para los que no estén ciegos. Su propia máscara es muy hermosa y se ajusta a la acción que subyace en ella, pero no tiene la boca abierta como en la tragedia y la comedia, sino cerrada, pues tiene a muchos que gritan en su lugar.

En el pasado eran los mismos los que cantaban y [30] bailaban, pero más tarde, como el jadeo provocado por los movimientos alteraba el canto, pareció más conveniente que otros les acompañaran cantando.

Los temas de la tragedia y de la danza son comunes, [31] y no se diferencian unos de otros, salvo que los correspondientes a la danza son más variados, tienen más contenido y admiten innumerables variantes.

[32] Y, si la danza no forma parte de las competiciones, afirmo que la razón es que a los jueces de los certámenes les parece demasiado importante y sería como para someterla a examen. No hace falta recordar que una ciudad de Italia, la más importante de la estirpe calcídica, la incluyó casi como un realce en los juegos que allí se celebran 29 .

[33] Al llegar a este punto, me gustaría defenderme ante ti de las numerosas omisiones de mi relato, para no dar la impresión de ignorancia o inexperiencia. Soy consciente de que muchos antes de nosotros, que escribieron sobre la danza, dedicaron la mayor parte de su ensayo a enumerar todas las clases de danza, detallando sus nombres, cómo era cada una, quién la había inventado, convencidos de que iban a hacer una demostración de su saber enciclopédico. Yo por mi parte creo ante todo que estas porfías en tales temas son de mal gusto, pedantes e impropias de mí, por lo que he pasado de ellas.

[34] Además, quiero hacerte comprender y recordarte que no me he propuesto actualmente hacer la historia de toda la danza, ni me planteé como objetivo de mi obra enumerar los tipos de danza, excepto lo poco que recordé al principio, cuando traté sus características más tradicionales. Porque lo más importante de mi obra ahora para mí es hacer el elogio de la danza tal como está establecida ahora y mostrar cuánto deleite y utilidad comprende en sí misma, aunque no empezó a alcanzar tanta belleza antiguamente, sino sobre todo en tiempo de Augusto 30 .

Porque aquellas primeras formas eran como raíces y fundamentos de la danza, pero su floración y maduración completa del fruto, que precisamente ahora ha alcanzado su más alta perfección, es lo que trata este discurso nuestro, omitiendo lo de «hacer la tenaza», «bailar la grulla» y otras que no tienen nada que ver ya con la danza actual. Y en lo que se refiere a la forma «frigia» de danza, que acompaña al vino y a la juerga, ejecutada frecuentemente en medio de borracheras por campesinos y con música de flautas tocadas por mujeres, danza violenta con cabriolas fatigosas, que ahora todavía es frecuente en los distritos rurales, no la omití por ignorancia, sino porque no tiene ninguna relación con la danza actual. También Platón en las Leyes elogia unas clases de danza y otras las condena totalmente, dividiéndolas en relación al deleite y la utilidad, y eliminando las más feas, pero valorando y admirando el resto 31 .

Sobre la danza en sí, con esto es suficiente, pues sería [35] de mal gusto alargar el ensayo tratando de abarcarlo todo. Voy a explicarte ya las cualidades que debe tener el propio bailarín, cómo debe entrenarse, los conocimientos que debe adquirir y por qué medios debe fortalecer su trabajo, para que te des cuenta de que éste no es un arte fácil ni de los más accesibles, sino que alcanza los límites de toda una formación, no sólo musical, sino rítmica y métrica, y en especial esa formación filosófica tuya, tanto física como moral. Porque considera impropio de sí misma su dialéctica excesiva, pero no se aparta de la retórica, sino que participa de ella por cuanto describe caracteres y emociones, a las que también tienden los oradores. Tampoco se aleja de la pintura y la escultura, sino que también imita evidentemente sobre todo la cadencia que hay en ellas, hasta el punto de que ni Fidias ni Apeles la superan.

[36] Le incumbe ante todo tener propicia a Mnemósine y a su hija Polimnia y trata de acordarse de todo. Porque lo mismo que Calcante en Homero, el bailarín debe saber «el presente, el futuro y el pasado» 32 , para que nada se le escape, sino que tenga a mano el recuerdo de todo. Tiene como quehacer más importante ser una ciencia de imitación y retrato, que da a conocer el pensamiento y hace inteligible lo oscuro. Lo mismo que dice Tucídides de Pericles en su elogio, la alabanza más elevada que podría hacerse de un bailarín es que conozca lo necesario y sepa interpretarlo 33 . Al decir interpretación quiero decir claridad de las posturas. Todo el equipo de su actividad lo constituye la antigua historia, como dije anteriormente; debe tener a mano su recuerdo y su presentación con decoro. [37] Empezando por el Caos y el primer origen del mundo, debe saberlo todo, hasta los acontecimientos sobre Cleopatra la egipcia 34 .

Con estos límites podemos definir los múltiples conocimientos del bailarín y los saberes intermedios que debe ante todo conocer: la mutilación de Urano, los nacimientos de Afrodita, la lucha de los Titanes, el nacimiento de Zeus, [38] el engaño de Rea, la sustitución de la piedra, las cadenas de Crono, el sorteo entre los tres hermanos 35 . Y luego sucesivamente la sublevación de los Gigantes, el robo del fuego, la creación de la humanidad, el castigo de Prometeo, la fuerza de ambos amores 36 ; a continuación, el andar errante de Delos, los dolores de parto de Leto, el asesinato de Pitón, el engaño de Titio y el descubrimiento del punto central de la tierra por el vuelo de las águilas 37 .

Después de esto, Deucalión y el gran naufragio durante [39] su vida, y el arca guardando un solo remanente del género humano, y los hombres creados de nuevo a partir de las piedras. Luego, la desmembración de Yaco 38 , el engaño de Hera 39 y el abrasamiento de Sémele, el doble nacimiento de Dioniso, la historia de Atenea y la de Hefesto y Erictonio, la lucha por el Ática, Halirrotio y el primer juicio del Areópago, en una palabra, toda la historia mitológica ática. Pero, selectivamente, las andanzas de Deméter, el [40] hallazgo de Core, la hospitalidad de Celeo, la agricultura de Triptólemo, la viticultura de Icario, la desgracia de Erígone, la historia de Bóreas, de Oritía, de Teseo y de Egeo. Igualmente, la acogida de Medea y su posterior huida a los persas, las hijas de Erecteo y de Pandión, lo que sufrieron e hicieron en Tracia. Y luego, Acamante, Fílide 40 , el primer rapto de Helena, la campaña de los Dioscuros contra la ciudad, lo que le ocurrió a Hipólito y el regreso de los Heraclidas. Porque también esto lógicamente se consideraría ático.

He señalado estos poquísimos relatos atenienses, a [41] manera de ejemplo, entre los muchísimos que he omitido. Viene a continuación Mégara, Niso y Escila, el rizo de púrpura, el recurso de Minos, su ingratitud hacia su bienhechora 41 . Sigue a esto Citerón y los sucesos de los tebanos y los labdácidas, la llegada de Cadmo, la postración del buey, los dientes del dragón y el surgimiento de los hombres sembrados, y de nuevo la transformación de Cadmo en dragón y la construcción de la muralla al son de la lira, la locura del constructor 42 , la jactancia de la mujer Níobe y el silencio por su dolor, los sucesos de Penteo y Acteón y de Edipo, Heracles con todos sus trabajos y la matanza de sus hijos.

[42] Sigue Corinto, también llena de mitos, con Glauca y Creonte, y antes que ellos Belerofonte y Estenebea, la lucha entre el Sol y Posidón 43 , luego la locura de Atamante y la huida por el aire de los hijos de Néfele sobre un carnero y la acogida de Ino y Melicertes 44 .

[43] A continuación la historia de los Pelópidas y de Micenas y lo que ocurrió allí y antes, Ínaco, Ío y su guardián Argos; Atreo, Tiestes, Aérope, el vellocino de oro, la desfloración de Pelopia, el asesinato de Agamenón y el castigo de Clitemnestra. Y aún antes de esto, la expedición de los siete capitanes y la acogida de Adrasto a los yernos fugitivos, el oráculo acerca de ellos 45 , la negativa a enterrar a los caídos y la muerte por ello de Antígona y Meneceo. Y los relatos de Nemea, Hipsípila y Arquémoro, [44] recuerdos imprescindibles para el bailarín. Y de tiempos anteriores conocerá la virginidad vigilada de Dánae, el nacimiento de Perseo y la lucha que él emprendió contra las Gorgonas; será también familiar para él el relato etiópico de Casiopea, Andrómeda y Cefeo, a quienes enumeró entre los astros la fe de las generaciones posteriores. Conocerá también las antiguas historias de Egipto y Dánao y el atentado de la noche de bodas 46 .

También Lacedemonia proporciona no pocos de esos [45] relatos: Jacinto y Céfiro, el rival en amores de Apolo, la degollación del muchacho por el disco, la flor procedente de la sangre y la inscripción lúgubre sobre ella, la resurrección de Tindáreo y la consiguiente ira de Zeus contra Asclepio. Además, la recepción de Paris y el rapto de Helena después del juicio sobre la manzana.

Tenemos que creer en efecto que la historia de Esparta [46] está relacionada con la historia de Troya, que es abundante y tiene muchos personajes; en realidad se presenta en escena un drama para cada uno de los que cayeron allí. Hay que tenerlos en el recuerdo especialmente, desde el rapto hasta los acontecimientos que se produjeron en los regresos, incluyendo los viajes de Eneas y el amor de Dido 47 .

Tampoco son ajenos a éstos los dramas de Orestes y las aventuras del héroe en Escitia, ni desentonan los acontecimientos anteriores, sino que son afines a los troyanos, como la estancia en plan casto de Aquiles en Esciros, la locura de Ulises, la soledad de Filoctetes, y en general todas las andanzas de Ulises con Circe, Telégono 48 , el poder de Eolo sobre los vientos y el resto hasta el castigo de los pretendientes. Con anterioridad, el complot contra Palamedes, la ira de Nauplio, la locura de Áyax y la muerte del otro en las rocas.

[47] También la Élide proporciona muchas oportunidades a los que intentan la danza, con Enomao, Mirtilo, Crono, Zeus, los primeros competidores en los Juegos Olímpicos 49 .

[48] También es abundante la mitología de Arcadia con la huida de Dafne, la bestialización de Calisto, los furores vínicos de los Centauros, el natalicio de Pan, el amor de Alfeo y su viaje bajo el mar.

[49] Además, si llegas a Creta con tu narración, también allí la danza reúne muchísimos relatos, los de Europa, Pasífae, los dos toros 50 , el laberinto, Ariadna, Fedra, Andrógeo, Dédalo, Ícaro, Glauco, el arte profético de Poliido, Talo, el peregrino de bronce de Creta.

[50] Y si cruzas a Etolia, también allí la danza encuentra un gran número: Altea, Meleagro, Atalanta, el tizón, la lucha del río y Heracles, el nacimiento de las Sirenas 51 , la emersión de las Equínadas 52 y la instalación de Alcmeón después de su locura. Además, Neso y Deyanira con sus celos, de los que vino la pira en el Eta.

[51] También Tracia tiene muchos relatos imprescindibles para el bailarín, los de Orfeo, su desmembración y su cabeza parlante flotando sobre la lira 53 , Hemo y Ródope, el castigo de Licurgo.

Tesalia todavía proporciona más, los de Pelias y Jasón, [52] Alcestis, la expedición de los cincuenta jóvenes, la nave [53] Argo y su quilla parlante, los sucesos de Lemnos, Eetes, el sueño de Medea 54 , la desmembración de Apsirto, los acontecimientos de la travesía y luego Protesilao y Laodamia.

Y si pasas de nuevo a Asia, también allí hay muchos [54] dramas, porque enseguida está Samos y la desgracia de Polícrates y los viajes de su hija hasta Persia, y otros aún más antiguos, la verborrea de Tántalo, el convite de los dioses en su casa, la carnicería de Pélope y su hombro de marfil.

También en Italia, el Erídano, Faetón y sus hermanas [55] los álamos llorando lágrimas de ámbar. Un hombre así [56] conocerá también las Hespérides y el dragón que guarda el fruto de oro y el esfuerzo de Atlas, y también lo de Gerión y la expulsión de bueyes de Eritea. Tampoco ignorará [57] todas las metamorfosis míticas, cuantas personas se transformaron en árboles, fieras o pájaros, y cuantas se convirtieron de mujeres en hombres; me refiero a Ceneo, a Tiresias y a otros como ellos.

En Fenicia se enterará de lo de Mirra 55 y del famoso [58] duelo asirio compartido 56 y también de cosas más recientes que siguieron al poder macedonio como las aventuras de Antípatro y Seleuco por el amor de Estratonice 57 . [59] Porque los relatos egipcios, que son bastante místicos, los conocerá desde luego, pero los presentará de forma más simbólica. Me refiero al de Épafo, Osiris y las transformaciones de los dioses en animales.

Ante todo, conocerá sus amores, incluidos los del propio Zeus y las formas que adoptó. Conocerá también toda la representación trágica del Hades, los castigos y las razones [60] de cada uno, y la amistad de Teseo y Pirítoo hasta el Hades.

[61] En pocas palabras, no ignorará nada de lo que cuentan Homero, Hesíodo y los mejores poetas, especialmente los trágicos.

He seleccionado estos poquísimos relatos entre muchos, más bien de entre una cantidad innumerable, escogiendo los más importantes y dejando el resto a los poetas para que los canten, a los propios bailarines para que los presenten y a ti para que los redescubras por analogía con los anteriormente citados; es necesario que los tenga todos a mano el bailarín, previamente preparado para cada ocasión y guardados en cantidad.

[62] Como es un imitador y se compromete a explicar por medio de movimientos lo que se está cantando, necesita, lo mismo que los oradores, practicar la claridad, para que todo lo que representa resulte evidente, sin necesidad de intérprete alguno, sino que, como decía el oráculo de Delfos 58 , el espectador de la danza «debe comprender a un mudo y oír a un bailarín que no habla».

Esto es precisamente lo que dicen que le pasó a Demetrio [63] el Cínico. Estaba éste denunciando el arte de la danza, lo mismo que tú, afirmando que era un complemento de la flauta, las siringas y el compás de los pies, sin que el bailarín contribuyera en nada a la acción, sino que se movía inútilmente, con un movimiento irracional y absurdo, sin ningún sentido, mientras la gente estaba encantada con los accesorios de la acción, los trajes de seda, la belleza de las máscaras, las flautas y sus trémolos, las buenas voces de los cantores, con todo lo cual se embellecía la actividad del bailarín, que por sí mismo no era nada. Y el bailarín que en aquel momento, en tiempo de Nerón, gozaba de gran prestigio, que no era tonto, según dicen, sino que destacaba como el que más en el recuerdo de la historia y la belleza de sus movimientos, hizo a Demetrio una petición muy discreta en mi opinión, que le viera bailar y luego lo denunciara; se comprometió además a representar para él sin flautas ni cantos. Así lo hizo; ordenó silencio a los que marcaban el compás, a los flautistas y al propio coro y él bailó por su cuenta los amores adulterinos de Afrodita y Ares, la denuncia del Sol, Hefesto tendiendo su trampa y cogiendo en sus redes a ambos, Afrodita y Ares, el retrato de cada uno de los dioses presentes, Afrodita avergonzada, Ares asustado pidiendo perdón 59 , y todo lo que incluye esta historia, de modo que Demetrio, más que complacido por lo que estaba ocurriendo, pagó al bailarín con el más alto elogio: lanzó un grito y dijo a grandes voces: «Amigo, estoy oyendo la historia que estás representando, no sólo la veo; me parece que estás hablando con las mismas manos».

[64] Y, puesto que estamos en tiempos de Nerón en nuestro relato, quiero contar también lo ocurrido con un bárbaro respecto al mismo bailarín, lo que podría ser el mayor elogio del arte de la danza. Un individuo de estirpe real de los bárbaros del Ponto había llegado a presencia de Nerón por algún asunto y estaba contemplando en unión de otras personas las actuaciones de aquel bailarín, que representaba con tanta claridad que, aunque no entendía lo que se cantaba, pues era medio griego, lo comprendía todo. Cuando ya estaba a punto de volverse a su casa, al despedirse Nerón le invitó a pedir lo que quisiera, con la promesa de dárselo. Y él le contestó: «el bailarín; si me lo das, me darás la mayor alegría». Y al preguntarle Nerón «¿Y para qué podría serte útil allí?» le contestó: «Tengo vecinos bárbaros, que no hablan mi lengua y no es fácil encontrar un intérprete para ellos; si necesito uno, éste me lo interpretará todo con señales». Hasta tal punto le había impresionado el descubrimiento de la notoriedad y claridad interpretativa de la danza.

[65] La mayor dedicación y el máximo objetivo de la danza es la capacidad de imitación, como dije, practicada de la misma manera que los oradores, especialmente los que se dedican a lo que llamamos «ejercicios». De hecho, lo que más alabamos en ellos es su parecido con los personajes que asumen y que lo que dicen no esté en desacuerdo con los príncipes, tiranicidas, pobres o labradores que representan, sino que se presente en cada uno de ellos su peculiaridad y su distintivo.

[66] También quiero contarte el comentario de otro bárbaro sobre este tema. Al ver cinco máscaras que tenía preparadas un bailarín —pues la acción tenía cinco partes— preguntaba, al ver un solo bailarín, quiénes eran los que iban a bailar y representar los restantes personajes. Y cuando se enteró de que la misma persona iba a desempeñar y ejecutar bailando todos los papeles, dijo: «Amigo mío, no te habías dado cuenta de que tenías un solo cuerpo, pero muchas almas».

Así opinaba aquel bárbaro. Y con razón también los [67] griegos de Italia llaman pantomimo al bailarín, precisamente por lo que hace 60 . Es precioso el famoso precepto poético de «Hijo mío, en tus relaciones con todas las ciudades, imita a las fieras marinas que andan entre las rocas» 61 , y es imprescindible para el bailarín: debe compenetrarse con sus temas, conviviendo con cada detalle de lo que hace.

En general, la danza se compromete a mostrar costumbres y emociones y a representarlas, introduciendo en escena unas veces a un amante, otras a un hombre irritado, a otro enloquecido o a otro afligido, y todo ello dentro de unos límites fijados. Lo más sorprendente de todo es que en un mismo día se muestra Atamante enfurecido, al momento Ino aterrorizada, de nuevo el propio Atreo, poco después Tiestes, luego Egisto o Aérope. Y todo ello es el mismo individuo.

Además, los otros espectáculos y audiciones exhiben una [68] sola actividad. Porque, o se trata de la flauta o de la cítara o de la música vocal, la representación trágica o la bufonada cómica. El bailarín, en cambio, lo abarca todo, y podemos ver que su equipo es variado y una mezcla de todo: flauta, siringa, golpear de pies, ruido de címbalos, voz melodiosa del actor, cadencia de cantores.

Por otra parte, las otras actividades corresponden a una [69] de las dos partes del ser humano, unas al alma y otras al cuerpo, mientras que en la danza ambas están combinadas. En efecto, la representación es una exhibición del intelecto y una expresión de actividad corporal, y, lo más importante, es la sabiduría en el desarrollo de la acción y la inexistencia de algo irracional. Por cierto, Lesbonacte de Mitilene, un hombre de bien, llamaba a los bailarines «manisabios» 62 y solía ir a verlos con la esperanza de salir del teatro convertido en mejor persona. Y Timócrates, su maestro, al ver en cierta ocasión una sola vez, sin asistir a propósito, a un bailarín que estaba haciendo su trabajo, dijo: «¡De qué espectáculo me ha privado mi respeto por la filosofía!»

[70] Si es verdad lo que dice Platón sobre el alma 63 , el bailarín muestra espléndidamente sus tres partes: la irascible cuando representa a un hombre encolerizado, la concupiscente cuando exhibe amantes, y la racional cada vez que sujeta con freno cada una de las pasiones: ésta se encuentra diseminada en cada una de las partes de la danza, lo mismo que el tacto está repartido entre los sentidos 64 . Y al preocuparse de la belleza y de la simetría en las figuras de la danza, ¿qué otra cosa hace sino aseverar la idea de Aristóteles, cuando elogiaba la belleza y la consideraba como una tercera parte del bien? 65 . Incluso oí a uno que aventuraba una opinión exageradamente atrevida sobre el silencio de los personajes en la danza, al decir que también esto encerraba un dogma pitagórico 66 .

Además, mientras que otras ocupaciones procuran las [71] unas placer y las otras provecho, la danza es la única que facilita ambos y la utilidad es tanto más provechosa por cuanto va acompañada del placer. ¡Cuánto más agradable es este espectáculo que el de ver a jóvenes boxeando, echando sangre, o a otros luchando en el suelo! La danza con frecuencia los presenta de una forma más segura, más hermosa y más placentera. Y en lo que se refiere al movimiento sostenido de la danza, sus contorsiones y giros circulares, sus saltos y posturas de espalda, no sólo son agradables para los espectadores en general, sino que para sus ejecutantes son sanísimos. Yo diría que lo más hermoso y al mismo tiempo lo más equilibrado de los ejercicios gimnásticos es que suavizan el cuerpo, lo hacen flexible y ligero y le enseñan a estar dispuesto a los cambios, lo que contribuye no poco a darle fuerza.

No puede haber cosa más armónica que la danza, que [72] afina el alma, ejercita el cuerpo, deleita a los espectadores, e instruye sobre muchos aspectos de la Antigüedad con su acompañamiento de flautas, címbalos, cadencia de las canciones y magia que entra por los ojos y los oídos. Y si además buscas la perfección de las voces, ¿en qué otro sitio podrías encontrarla? o ¿qué coral podrías oír más melodiosa? O si prefieres el sonido más agudo de la flauta y la siringa, también puedes disfrutar de ellas copiosamente con la danza. Paso por alto decir que mejorarás de carácter frecuentando este espectáculo, cuando te des cuenta de que el público aborrece las cosas mal hechas, llora por las víctimas de las injusticias y en una palabra alecciona las costumbres de los espectadores.

También te voy a decir ahora lo más digno de elogio [73] en los bailarines: a mí me parece que es asombroso que puedan cultivar al mismo tiempo la fuerza y la fluidez de los miembros, como si en una misma persona se mostrara la robustez de Heracles y la delicadeza de Afrodita.

[74] Quiero ya explicarte con palabras cómo debe ser el perfecto bailarín, tanto en alma como en cuerpo. Aunque ya dije con anterioridad la mayor parte de sus cualidades intelectuales, sostengo que debe tener buena memoria, estar bien dotado por la naturaleza, ser inteligente, rápido de inventiva, capaz ante todo de obrar oportunamente, con aptitud crítica para distinguir los mejores poemas, cantos y melodías, así como para rechazar los que están [75] mal compuestos. En cuanto al aspecto físico, creo que debe conformarse al canon de Policleto, sin ser ni demasiado alto y desproporcionadamente alargado ni corto y de naturaleza enana, sino perfectamente proporcionado, sin estar demasiado gordo, porque no tendría credibilidad, ni exageradamente flaco, pues resulta ello esquelético y cadavérico.

[76] Quiero contarte también, a manera de ejemplo, las rechiflas de un pueblo no lerdo para señalar tales características. En efecto, los de Antioquía, una ciudad muy inteligente que honra la danza de modo especial, vigilan con tal cuidado todo lo que se dice y ocurre, que no se les escapa nada a ninguno de ellos. Y así, al presentarse en escena un bailarín pequeñito, que representaba a Héctor, todos a una gritaron, como si fuera Astianacte: «¡Oh, Astianacte!, ¿dónde está Héctor?» En otra ocasión, un individuo exageradamente alto, intentaba representar a Capaneo y asaltar las murallas de Tebas: «¡Súbete al muro!», le gritaron, «¡porque no necesitas escalas!» Y a un bailarín muy gordo y muy pesado, que intentaba dar grandes saltos, le dijeron: «¡Por favor, ahórrate el altar!» 67 . Y al contrario, a uno muy flaco le dijeron: «¡Salud!», como si estuviera enfermo. No os he recordado estas anécdotas para haceros reír, sino para que sepas que también pueblos enteros se interesaron en el arte de la danza, hasta el punto de poder regular con normas sus aspectos buenos y malos.

Además de esto, el bailarín debe ser totalmente ágil [77] y de cuerpo al mismo tiempo desgalichado y compacto, para que pueda cimbrearse como un junco cuando la ocasión lo exija, y mantenerse rígidamente firme si ello es preciso.

Porque la danza no se aparta tampoco de la gesticulación [78] de manos de las competiciones públicas, sino que participa también de las bellezas deportivas dedicadas a Hermes, Polideuces y Heracles, como podrías ver prestando atención a cada una de estas pantomimas.

Heródoto cree que las percepciones visuales son más dignas de crédito que las auditivas, pero en la danza se unen las que llegan por los oídos y 68 las que proceden de la vista.

Su fascinación es tan poderosa que si un enamorado [79] acude al teatro, se tranquiliza viendo las funestas consecuencias del amor. Y uno que está apesadumbrado sale del teatro más alegre, como si hubiera tomado una medicina que hace olvidar y, para decirlo con el poeta, «bebiendo una droga contra el llanto y la cólera» 69 . Una prueba de la afinidad de la danza con la realidad y de que cada uno de los espectadores reconoce lo que se está representando, es que con mucha frecuencia los asistentes lloran, cada vez que se presenta algún suceso digno de compasión y lástima. La danza báquica, que se cultiva sobre todo en Jonia y en el Ponto, a pesar de ser satírica, hasta tal punto ha sojuzgado a la gente de allí, que en la época señalada todos acuden olvidándose de todo y están sentados todo el día, contemplando Titanes, Coribantes, Sátiros y rústicos. Y ejecutan estas danzas los individuos más nobles y más caracterizados de cada ciudad, no sólo sin avergonzarse, sino que se jactan de ello más que de su nobleza, de sus servicios públicos y de las distinciones de sus antepasados.

[80] Y ahora, puesto que ya te dije las virtudes de la danza, déjame que te explique también sus vicios. En cuanto a los del cuerpo, ya los comenté, y los del espíritu creo que tú mismo podrías observarlos con tales explicaciones. Muchos bailarines cometen terribles solecismos por ignorancia, pues es imposible que todos sean sabios. Unos se mueven de modo irracional, sin ninguna relación, por así decirlo, con la medida, con el pie por un lado y la música por otro. Otros se mueven con ritmo, pero los temas van retrasados o se anticipan, como recuerdo haber visto en alguna ocasión. Un bailarín que estaba representando el nacimiento de Zeus y a Crono devorando a sus hijos, se confundía en su danza con las desgracias de Tiestes, arrastrado por la semejanza. Y otro que representaba a Sémele fulminada por el rayo, la equiparó a Glauce, que pertenece a una generación posterior 70 . Pero no hay que condenar en mi opinión a la danza misma a causa de tales bailarines, ni hay que aborrecer su propia actividad, sino que debemos considerar que tales individuos son ignorantes, como así es, y elogiar a quienes lo hacen todo correctamente, de acuerdo con las normas y el ritmo del arte.

En una palabra, el bailarín debe ser perfecto en todo, [81] con un sentido completo del ritmo, bien parecido, proporcionado, coherente, irreprochable, incorruptible, íntegro, provisto de las más altas cualidades, agudo en sus ideas, con una formación profunda y sobre todo con sentimientos humanos. En realidad, la alabanza de los espectadores a tal bailarín será completa cuando cada uno de los asistentes reconozca su propia situación, o más bien se vea a sí mismo en el bailarín como en un espejo, tanto lo que suele sentir como lo que suele hacer. Es entonces cuando las personas no pueden contenerse de emoción y todos en masa se vuelcan al elogio, porque cada uno ve las imágenes de su alma y se reconocen a sí mismos. Realmente, el famoso dicho de Delfos «conócete a ti mismo» se realiza en ellos gracias al espectáculo, porque aprenden lo que tienen que elegir y lo que han de evitar, y se enteran de lo que antes desconocían.

Se produce en la danza, como en la literatura, lo que [82] la gente llama «mal gusto» cuando sobrepasan los límites de la imitación y se esfuerzan más de lo necesario; si hay que representar algo grande, lo representan inmenso, y si tierno, lo afeminan con exageración, mientras lo varonil lo llevan hasta el salvajismo y la bestialización.

Yo recuerdo, por ejemplo, haber visto una vez a un [83] bailarín que antes había sido famoso, inteligente en general y realmente digno de admiración, pero ignoro por qué destino siniestro fue a parar a una representación horrenda por exagerar la imitación. Estaba representando en efecto al Áyax enfurecido inmediatamente después de su derrota, y tanto se sobreexcitó que verosímilmente habría parecido no que representaba una locura, sino que realmente él se había vuelto loco: rompió la ropa de uno de los que llevaban el compás con su calzado de hierro 71 , arrebató la flauta a uno de los acompañadores, arremetió contra Ulises que estaba cerca, engreído por su victoria, y le partió la cabeza, con lo que habría perecido el desgraciado Ulises si no le hubiera protegido el gorro, que aguantó lo más fuerte del golpe, caído por obra de un bailarín enloquecido. Pero ya todo el público estaba también fuera de sí con Áyax y saltaban, gritaban y arrojaban sus vestidos; la chusma, totalmente ignorante por ello y sin pretensiones de buen gusto, incapaz de distinguir lo mejor de lo peor, creía que lo que estaba ocurriendo era una aguda imitación de la locura, mientras que las personas cultas, que se estaban dando cuenta y se sentían avergonzados por los acontecimientos, en vez de censurar la representación con su silencio, aplaudían también ellos, para disimular la insensatez de la danza ejecutada, dándose perfecta cuenta de que la realidad no era la locura de Áyax, sino la del bailarín. Nuestro héroe, no conformándose con esto, hizo otra cosa mucho más ridícula todavía: descendió al centro del público y se sentó entre dos consulares, completamente aterrorizados de que los tomara por ovejas y los apaleara.

El asunto produjo en unos admiración, risa en otros, y algunos sospechaban que por el excesivo entusiasmo en la imitación había ido a parar en una verdadera locura. [84] Cuentan que el propio bailarín, cuando recuperó sus cabales le entró tal disgusto por lo que había hecho, que incluso enfermó de pena, como si realmente se autocondenara por su locura. Y demostró personalmente su arrepentimiento de modo muy claro, pues al pedirle de nuevo sus admiradores que representara el Áyax para ellos, disculpándose dijo al público: «Ya es suficiente que el actor se vuelva loco una vez». Pero lo que más le molestó es que su antagonista y rival, al que se le asignó el mismo papel de Áyax, representó la locura de modo tan discreto y sensato que fue aplaudido, porque se mantuvo dentro de los límites de la danza, sin estropear la representación.

Te expuse, mi querido amigo, estos pocos logros y [85] actividades de la danza, elegidos entre muchísimos, para que no te molestes demasiado conmigo si la contemplo con apasionamiento. Si quisieras participar conmigo del espectáculo, estoy seguro de que se apoderaría totalmente de ti y que te convertirías además en un danzómano. No necesitaré decirte lo de Circe:

Me tiene suspensa que hayas bebido estas drogas

sin quedar encantado 72

porque sí que quedarás encantado, y no tendrás, por Zeus, cabeza de burro o corazón de cerdo sino que tu mente se mantendrá muy firme, y tú estarás tan a gusto que no le darás a otro para que beba ni una pizca de la poción. Exactamente como dice Homero acerca de la varita de oro de Hermes, que

adormece los ojos de los hombres

con ella

que quiere, o despierta a los que duermen 73 .

Esto es realmente lo que hace la danza, encantando los ojos y haciéndolos despertarse y avivando la inteligencia para cada una de las actividades.

CRATÓN . — Pues bien, Licino, ya me he dejado convencer por ti y tengo los ojos y los oídos abiertos. Acuérdate, amigo mío, cuando vayas al teatro, de reservarme un asiento a tu lado, para que no seas tú el único en volver de allí más sabio.


1 Parténope, amante de Metíoco el Frigio, era la heroína de una novela perdida. Ródope es tal vez la tracia citada infra en cap. 51, que se casó con su hermano Hemón y fueron convertidos por Zeus en las montañas de su nombre.

2 Alusión a los citarodas, de cuyos cantos, llamados nómos, tenemos un único ejemplo en Los persas de Timoteo.

3 Odisea XII 188.

4 Se refiere al cosmogónico Eros de Hesíodo, hermano de los Titanes, y no al amorcillo de Afrodita.

5 Los Coribantes, muy citados por Luciano, son asistentes de Rea y cuidaron al niño Zeus, disimulando sus lloros con el ruido de sus escudos.

6 Los Curetes sólo aquí son citados por Luciano: se confunden con frecuencia con los Coribantes. Toman nombre de Zeus Curos, Zeus muchacho.

7 Ilíada XVI 617-618.

8 Puesto que Neoptólemo también se llamaba Pirro, era inevitable que la invención de la danza pírrica le fuera atribuida. Según ARQUÍLOCO (Frag. 190), la originó (la danza) cuando bailó de alegría después de matar a Eurípilo.

9 Otros dicen que los espartanos aprendieron de Cástor un ritmo marcial llamado castoreo. Las muchachas de Caria que danzaban en honor de Ártemis pudieron dar origen a las famosas Cariátides.

10 No tenemos otras noticias de estos dos cantos.

11 Se sabe poco de las gimnopedias, excepto que incluían coros procesionales de jóvenes desnudos que competían entre sí danzando y cantando, en un lugar llamado Coro, junto al ágora.

12 Ilíada XVIII 593.

13 Ilíada XVIII 605-606.

14 Odisea VIII 256-58.

15 No conocemos tales inscripciones.

16 El carácter interpretativo del hiporquema es citado expresamente por ATENEO (I 15d), aunque las danzas claramente dramáticas eran la trágica, la cómica y la satírica.

17 HELIODORO , en Etiópica IX 19, de muchos detalles.

18 Empusa, asociada a Hécate, es un demonio inmundo que asusta a los viajeros en forma de perra, vaca, joven hermosa, y con este último aspecto se une a los hombres durante la noche o la siesta y les chupa la vida hasta que mueren.

19 Este mito bitinio de Príapo no se cita en otras partes, pero se sabe que allí era objeto de grandes cultos, parte de los cuales sería la danza con armas.

20 El drama en cada una de sus formas tiene su propia danza, la emméleia corresponde a la tragedia; la kórdax, a la comedia, y la síkinnis, al drama satírico.

21 Ilíada XIII 636 ss.

22 Ilíada XIII 730, 731.

23 Teogonia.

24 En el Banquete de JENOFONTE (II 15-16) Sócrates recomienda la danza como ejercicio y expresa su deseo de aprender algunas figuras que ha visto.

25 Cf. PLATÓN , Menéxeno 235e y 249c; JENOF ., Ec. III 14.

26 Aunque era característica del drama satírico, a veces se presentaba en la comedia.

27 Es decir, tomar en arte lo que es un solecismo en gramática.

28 Nombres de esclavos en la comedia.

29 Alusión a Nápoles y a los importantes juegos instituidos allí por Augusto el año 2 d. C.

30 En ATENEO , I 20d, se da a Batilo y Pílades como inventores.

31 Leyes VII 814e-816c.

32 Ilíada I 70.

33 Tuc., II 60.

34 Sigue un curioso compendio mitológico, notable por su brevedad y por su disposición geográfica, improvisado por Luciano como ayuda recordatoria.

35 Zeus, Posidón y Hades.

36 El antiguo cosmogónico Eros del cap. 7 y el hijo de Afrodita.

37 Las águilas enviadas por Zeus, que se encontraron en Delfos.

38 Dioniso Zagreo (Sabacio), hijo de Perséfone, fue despedazado por los Titanes, cocido en una caldera y comido. Zeus se comió el corazón. Renació como Yaco.

39 Induciendo a Sémele a que le pidiera a Zeus que se mostrara a ella en toda su majestad.

40 La princesa tracia Fílide se ahorcó porque no volvió su amado, uno de los hijos de Teseo.

41 Escila, enamorada de Minos, cortó el mechón de cabellos de púrpura de su padre, lo que permitió a Minos apoderarse de Mégara. Minos se desentendió de la muchacha, que se tiró al mar.

42 Anfión, que enloqueció de dolor por la muerte de sus hijos (y de Níobe) a manos de Apolo y Ártemis.

43 Por la posesión de Corinto.

44 En Corinto, como divinidades marinas Palemón y Leucotea.

45 Una de las hijas de Adrasto tenía que casarse con un jabalí, la otra con un león; Tideo llevaba un jabalí como divisa, Polinices un león.

46 En la que las Danaides mataron a sus cincuenta maridos, excepto a uno.

47 Esta historia le llegó a Luciano probablemente a través de Virgilio.

48 Hijo de Circe y Odiseo, no aparece en la Odisea, pero es el héroe de una continuación tardía, la Telegonía .

49 Alude también a la lucha entre Crono y Zeus, con la que éste se apoderó de Olimpia.

50 El Minotauro y el toro que lo engendró.

51 Alusión al mito que hace a las Sirenas hijas de la tierra.

52 Cinco de las ninfas Equínadas fueron convertidas en islas.

53 La historia de la cabeza de Orfeo es narrada por LUCIANO en Contra el ignorante que compraba muchos libros (11-12), t. II de esta colección.

54 Después de llegar Jasón, Medea soñó que éste había venido para llevarse a su casa una esposa legítima y que sus padres no respetaban su promesa, por lo que se puso de su parte.

55 Madre de Adonis, llamada Esmirna por Apolodoro.

56 Refleja la identificación entre Adonis y Osiris entonces normal, la recuperación trozo a trozo de su cuerpo despedazado, y sobre todo la llegada de la cabeza a Biblos (cf. La diosa siria 7, en este mismo volumen).

57 La historia del amor de Antíoco a Estratonice, la mujer de su padre, es contada en La diosa siria 17-18.

58 Dado por el oráculo a Creso (HERÓD ., I 47), aunque no se refería a la danza.

59 HOMERO , Odisea VIII 266-320; LUC ., Diálogos de los dioses 21.

60 Es decir, uno que lo imita todo.

61 PÍNDARO , Frag. 43.

62 Por su amplio uso de los gestos. Lexífanes también lo usa (Lex. 14).

63 República IV 436-441.

64 El tacto se consideraba no sólo una facultad aparte, sino un elemento en la actividad de los otros cuatro sentidos.

65 ARISTÓTELES , Ét. Nic. I 8.

66 Cf. ATENEO , I 20d.

67 Se refiere al alto estrado en el que se situaba el jefe de coro para dirigir sus movimientos.

68 HERÓDOTO , I 8.

69 Odisea IV 221.

70 La semejanza consiste en que Glauce murió también abrasada por la túnica envenenada que le envió Medea.

71 Calzado con pesadas suelas, originanamente de madera, pero de hierro en tiempo de Luciano, llamadas en griego kroupézai, que llevaba una persona que debía marcar el compás del bailarín y de los cantantes.

72 Odisea X 326.

73 Odisea V 47 s.

Obras III

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