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Capítulo X

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¿Cómo, pues, en tan apresurada huida del tiempo quieres tú con seguridad y pereza extender en una larga continuación los meses y los años, regulándolos a tu albedrío? Advierte que el poeta habló contigo cuando habló del día, y del día que huye. No se debe, pues, dudar que huye el primero buen día a los miserables y ocupados hombres, cuyos pueriles ánimos oprime la vejez, llegando a ella desapercibidos y desarmados. No hicieron prevenciones, y dieron de repente en sus manos, no echando de ver que cada día se les iba acercando; sucediéndoles lo que a los caminantes, que entretenidos en alguna conversación o alguna lectura, o algún interior pensamiento, echan de ver que han llegado al lugar antes que entendiesen estaban cerca. Así este continuo y apresurado viaje de la vida, en que vamos a igual paso los dormidos y los despiertos, no lo conocen los ocupados sino cuando se acabó.

Séneca - Obras Selectas

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