Читать книгу Séneca - Obras Selectas - Lucio Anneo Séneca - Страница 23
Capítulo XIX
ОглавлениеDesvíate, pues, oh clarísimo Paulino, del vulgo, y recógete a más seguro puerto, y no sea como arrojado por la vejez. Acuérdate de los mares que has navegado, las tormentas propias que has padecido y las que, siendo públicas, has hecho tuyas. Suficientes muestras ha dado tu virtud en inquietas y trabajosas ocasiones; experimenta ahora lo que hace en la quietud. Justo es hayas dado a la República la mayor y mejor parte de la edad; toma también para ti alguna parte de tu tiempo. Y no te llamo a perezoso y holgazán descanso, ni para que sepultes tu buena inclinación en sueño ni en deleites estimados del vulgo; que eso no es aquietarse. Hallarás retirado y seguro ocupaciones más importantes de las que hasta ahora has tenido. Administrando tú las rentas del Imperio con moderación de ser ajenas, con la misma diligencia que si fueran propias y con la rectitud de ser públicas, consigues amor de un oficio en que no es pequeña hazaña evitar el odio. Pero créeme, que es más seguro el estar enterado de la cuenta de su vida, que de las del pósito del trigo público. Reduce a ti ese vigor de ánimo capacísimo de grandes cosas, y apártale de ese ministerio que, aunque es magnífico, no es apto para vida perfecta; y persuádete que tantos estudios como has tenido desde tu primera edad en las ciencias, no fueron a fin de que se entregasen a tu cuidado tantos millares de hanegas de trigo; de cosas mayores y más altas habías dado esperanzas. No faltarán para esa ocupación hombres de escogida capacidad y de cuidadosa diligencia. Para llevar cargas, más aptos son los tardos jumentos que los nobles caballos, cuya generosa ligereza, ¿quién hay que la oprima con paso grave? Piensa asimismo de cuánto fastidio sea el exponerte a tan grande cuidado. Tu ocupación es como los estómagos humanos, que ni admiten razón ni se mitigan con equidad, porque el pueblo hambriento no se aquieta con ruegos. Pocos días después que murió Cayo César (si es que en los difuntos hay algún sentido, llevando ásperamente el haber muerto quedando el pueblo romano en pie y con bastimentos para siete u ocho días, mientras jugando con las fuerzas del Imperio junta puentes a las naves, llegó a los cercados el último de los males, que es la falta de los bastimentos; y el querer imitar a un furioso rey extranjero con infelicidad soberbia, le hubo de costar la pérdida y la hambre, y lo que a ella se sigue, que es la ruina de todas las cosas. ¿Qué pensamiento tendrían entonces aquellos a quien estaba encomendada la provisión del trigo público, esperando recibir hierro, piedras, fuego y espadas? Encerraban con suma disimulación, y no sin causa, en sus pechos tantos encubiertos males, por haber muchas enfermedades que se han de curar ignorándolas los enfermos, habiendo habido muchos a quien el conocer su enfermedad fue causa de su muerte.