Читать книгу Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas - Luis Carlos Villamil Jiménez - Страница 7
ОглавлениеLa Universidad de La Salle desarrolla, desde hace varios años, un interesante proyecto: las Escuelas de Pensamiento, relacionado con aspectos inspiradores para la tarea formadora de las nuevas generaciones profesionales. Han sido momentos para interpelar al pasado y repensar la universidad del futuro, y surgieron como un escenario para rescatar el inicio y la dinámica de las profesiones, estimular el trabajo y el entendimiento con otros grupos y profesiones; tomaron vida, cobraron vigencia por su originalidad e interdisciplinariedad. En este contexto, las profesiones y disciplinas se identifican y se entienden.
Las escuelas se estructuran mediante discursos, teorías, metodologías e invenciones, que por su novedad y respuestas originales a problemáticas de la realidad histórica se tornan en referentes. Estas posicionan una manera de abordar la realidad, de estudiarla y analizarla; tratan de consolidar nichos propios con la convicción de que toda disciplina o profesión es susceptible de generar escuela de pensamiento (Coronado, 2009).
Durante varios años, indagar sobre los inicios y procesos de la escuela veterinaria colombiana constituyó un objetivo en la labor docente del autor; la revisión de apuntes y notas y su ordenación cronológica, así como la observación de las dinámicas, los escritos y los procesos a través de las actividades de varios actores de la política, la docencia y la investigación —que sin pretender un análisis histórico, sino desde la visión de un maestro, con muchos años en el oficio de formar en la ciencia veterinaria, parecían tener sentido—, construían un modo de pensar, analizar y a veces de soñar.
Para entender el proceso de la conformación de la veterinaria en Colombia fueron muchas las discusiones, los foros y las entrevistas llevados a cabo con los actores vivos de la escuela, a quienes agradezco por las innumerables horas de tertulia, las varias preguntas que me contestaron y el inmerecido privilegio de poner en blanco y negro muchos recuerdos que atraviesan ahora la bruma del tiempo; también con quienes dejaron de existir, pero persisten con su obra y escritos, mediante la revisión del material bibliográfico en las bibliotecas universitarias y en las particulares.
Lo anterior permitió redactar una serie de ensayos. La Revista de la Universidad de La Salle, en este sentido, se convirtió en el espacio habitual para su evaluación, edición y publicación; mientras tanto, la Cátedra Lasallista, las Escuelas de Pensamiento y las cátedras de epidemiología y salud pública incubaron y catalizaron diversos escritos, capítulos y un libro: Salud pública veterinaria bienestar de la humanidad: retos y tendencias del siglo XXI para el sector agropecuario, publicados por Ediciones Unisalle.
El hermano Fabio Coronado Padilla, FSC, me sugirió con entusiasmo organizar estas notas, elaborando escritos adicionales y compilando los ya publicados, para conformar diversos apartes (sin pretender constituir una obra de carácter histórico, ni abarcar todos los emprendimientos académicos), desde la roturación del terreno social, político e intelectual, que permitieran al lector otear los barruntos de la ciencia, las sociedades científicas y los anhelos de visionarios que anhelaban una agricultura y una veterinaria científicas para el desarrollo del agro; era interesante juntar las ideas en una publicación, como un aporte para la recuperación de la memoria de la medicina veterinaria colombiana como escuela viva y dinámica. Es necesario que las nuevas generaciones conozcan los procesos, las circunstancias y los retos que deberán afrontar; para ello, una visión del pasado, el reconocimiento del presente y las opciones del prospecto van a ser de utilidad.
Este escrito consta de tres partes que buscan una mirada retrospectiva que implica el proceso de roturación, proyectos fallidos, hitos, coyunturas, pioneros, conflictos, nuevos proyectos, oposición, logros y proyecciones que iluminan la prospectiva para que las actividades proactivas, desde las profesiones y disciplinas, construyan el futuro para la universidad y para el país agrícola y tropical. Se trata de interrogar el pasado para interpelar el presente y construir el futuro.
En la primera parte se consideran los barruntos, pues la academia no puede ser ajena a los hechos del pasado; estos son prioritarios para la construcción de sentido, para orientar su quehacer en la búsqueda de referentes, señalar rumbos para la formación de investigadores y el nacimiento de disciplinas y profesiones. En ese contexto, el capítulo 1 se centra en el devenir histórico, el ambiente social, las tertulias como escenarios de discusión y actualización; en la expedición botánica y la visita de Humboldt; en los científicos y las sociedades y los primeros diarios agrícolas, donde se comenzaba a consolidar el sector agropecuario.
La aventura de investigación en ciencias naturales exigía una alta cuota de sacrificio que pocos afrontaban. Hacer carrera en la ciencia implicaba encontrar otra forma de sustento. Las plazas seguras eran las de la cátedra universitaria, que daban prestigio y estabilidad; no era necesario generar conocimiento, bastaba con informar sobre los hallazgos de otros.
En el capítulo 2 se señalan otros aspectos: cuando la primera revolución agrícola era para el mundo una realidad, aquí se hacían esfuerzos fallidos para adoptarla mediante lo que se denominó la industria agrícola, y aparecieron algunos periódicos dirigidos a los productores sobre temas del campo, pero los conflictos civiles truncaban los emprendimientos. No obstante, apareció la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), institución que lideró las actividades gremiales y estuvo relacionada con el nacimiento de las hoy profesiones del sector agropecuario. Su objetivo fundacional fue el de promover el adelanto y defender, por medio de la discusión pública, los intereses de los agricultores. Tenía como objetivos el intercambio de semillas, el mejoramiento de las razas animales, la promoción de las escuelas agrícolas, entre otros.
Pero los oficios del agro no eran del interés de los jóvenes con aspiraciones universitarias; el trabajo del campo era subvalorado: no se percibía un ámbito de ciencia o tecnología, tampoco capacidad instalada para adoptar los logros de la primera y mucho menos de la segunda revolución agrícola, no obstante que, en Europa, la agronomía y la veterinaria habían adquirido el estatus de prácticas científicas.
La lenta transformación del sector recibe un impulso durante el siglo XX. Dichos aspectos se mencionan, al igual que el inicio de la enseñanza veterinaria, la aparición de escuelas regionales y el desarrollo de la institucionalidad.
En la segunda parte se sintetizan aspectos de finales del siglo XIX, cuando la llama de la veterinaria científica genera un pensamiento certero en el colectivo de la primera escuela, fundada por Claude Vericel, veterinario graduado en la escuela francesa de Lyon; los logros y tendencias que marcaron el derrotero de la veterinaria europea y algunos aspectos que coincidieron, contribuyeron e hicieron posible el inicio de la veterinaria en Colombia, se señalan en el capítulo 3.
La aparición de enfermedades en los animales y la sospecha de que algunas de ellas pudieran afectar a los humanos marcaron las gestiones para contar con profesionales idóneos que afrontaran esos desafíos. Así, la salud pública rotura el terreno de la veterinaria colombiana, la obra de Vericel y la labor y la producción científica de los primeros egresados (quienes recibieron el título de profesores en veterinaria), dejaron una profunda huella. La escuela comenzaba, estaba animada por la influencia del fundador y la sombra de Pasteur, reflejada sobre los pioneros: el aislamiento de agentes de enfermedad, la producción de vacunas y el empleo del laboratorio clínico constituyeron los aportes de la veterinaria a la ciencia nacional.
Sin embargo, los conflictos armados mantenían su intermitencia: la Guerra de los Mil Días truncó lo logrado. Pasaron más de veinte años para vislumbrar un renacer de la escuela en el siglo XX. El empuje de visionarios como Rafael Uribe Uribe y el apoyo de los pioneros hicieron posible el renacer de la veterinaria desde la academia, con la apertura de la Escuela Nacional de Veterinaria, adscrita a la Universidad Nacional de Colombia en 1921; otros hechos relevantes en este periodo fueron las instituciones colaboradoras, las reformas curriculares, los avances tecnológicos, la incorporación de la mujer a la vida universitaria, la entrada de la fiebre aftosa, la renovación de la institucionalidad. La presencia de fundaciones y universidades extranjeras marcaron pautas, nuevos programas y caminos para la capacitación, el surgimiento de los posgrados y la participación de otras instituciones públicas y privadas en la evolución de la escuela, hechos que constituyen el centro del capítulo 4.
A continuación, se presenta la tercera parte, que comprende la historia de vida de algunos profesionales que hicieron importantes aportes tanto en el ámbito mundial como en el nacional. El autor agradece las horas dedicadas a entrevistas, revisión de borradores y artículos por parte de quienes aceptaron la invitación para hacer parte de este escrito y hacer visibles aspectos humanos, situaciones cotidianas, desarrollos institucionales y logros científicos y tecnológicos, probablemente poco conocidos para una alta proporción de profesionales y estudiantes.
La gestión y la formulación de políticas en el sector agropecuario y en salud pública veterinaria constituyeron una actividad importante que algunos afrontaron en el ámbito institucional, tanto nacional como internacional. Raúl Londoño Escobar fue asesor del Ministerio de Agricultura, fundador y decano de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Antioquia, director del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad Nacional de Colombia, profesor de la Cátedra de Política Agropecuaria en la misma universidad, gerente de la Empresa Colombiana de Productos Veterinarios (Vecol), director del Instituto Panamericano de Protección de Alimentos y Zoonosis (OPS-OMS) en Buenos Aires y asesor de salud pública en la Organización Panamericana de la Salud (OPS-OMS) en varios países, aspectos que hacen parte del capítulo 5.
El capítulo 6 se centra en la investigación microbiológica y en la producción de vacunas; dicho campo dominó el ideario innovador desde los pioneros, en cabeza de Eduardo Aycardi Barrero, quien llevó a cabo una meritoria labor en la estructuración y dirección de los centros de investigación oficiales. Su firme convicción en una escuela internacional para la producción de vacunas, su perseverancia en la aplicación de la investigación en cultivos celulares para la obtención industrial de microorganismos, como una innovación en producción de vacunas (de uso humano y animal), constituye un paradigma para quienes con su labor en el día a día construyen la medicina veterinaria colombiana.
El quehacer investigativo como base para la docencia se presenta en el capítulo 7. Aureliano Hernández Vásquez, con su vida y su dedicación a la investigación y la docencia constituye un punto de referencia. Es un representante de los “anfibios culturales”, que señalaba la reforma académica del rector de la Universidad Nacional de Colombia Antanas Mockus, es decir los docentes e investigadores que podían respirar en dos elementos diferentes: la profesión o disciplina, y las ciencias humanas: tenía la convicción de que la investigación debería hacer parte de la docencia; así se podrían formar nuevas generaciones profesionales que tuvieran como meta la investigación, para el inicio de las aventuras posgraduales en ciencias veterinarias.
El movimiento estudiantil y la intensidad de la actividad cultural, por su parte, generaban nuevos vientos para el discurrir del pensamiento veterinario. Víctor Julio Vera Alfonso es otro de los personajes para ambientar los argumentos que se presentan en el capítulo 8. Los veterinarios en ejercicio privado no veían la necesidad de buscar nuevos conocimientos a través de los estudios de posgrado, era una época donde lo profesional (la experiencia de campo y el “ojo clínico”) se consideraba prioritario; la investigación era del interés de pocos. Paulatinamente, ese pensamiento profesionalizante cedió algún espacio.
Las primeras promociones de la Maestría en Reproducción Animal de la Universidad Nacional de Colombia, representadas por un grupo de jóvenes consagrados a la investigación y a la innovación, permitieron de nuevo la formación de reemplazos generacionales para diversas instituciones de educación e investigación. Pero venían más desafíos: la investigación interdisciplinar en el campo de la genética y la consolidación de una línea de investigación para generar conocimiento en virología animal.
Era importante crear las condiciones para la solución de los problemas sentidos, el trabajo interdisciplinario y la participación de los actores; los epidemiólogos y los economistas debían conformar un equipo para analizar la situación. La orientación y el redireccionamiento de la educación universitaria de pregrado y posgrado ameritaban ajustes y definiciones. En el capítulo 9 se presenta la labor de Peter Ellis, quien después de diversas experiencias en diferentes instituciones y en varios países, en especial Colombia, consiguió desde la epidemiología veterinaria mejorar la productividad de los sistemas ganaderos y coadyuvar al desarrollo de las comunidades rurales, en un medio de múltiples matices en el ámbito mundial, generando estratégicos aportes desde la inter y la transdisciplinariedad para la medicina veterinaria, ofreciendo novedosas metodologías para el estudio y la solución de problemas sentidos en salud animal, salud pública, educación y desarrollo comunitario. Por lo anterior fue distinguido por la Universidad de La Salle con el grado de Doctor Honoris Causa en Agrociencias.
La clínica, orientada a animales de trabajo y recreación (equinos y caninos), y la práctica preventiva, caracterizada por el desarrollo de algunos productos biológicos, fueron los enfoques profesionales dominantes en las facultades del país. Pero el desarrollo de los servicios sanitarios era dinámico y demandaba la participación de jóvenes egresados. Las enfermedades emergentes estimularon el desarrollo de dichos servicios y el apoyo internacional transformó la institucionalidad, con lo que la formación posgradual adquirió fortaleza. En el capítulo 10 se analiza este hecho, discutiendo los inicios de importantes proyectos que permearon dichos procesos; así el testimonio de vida de César Augusto Lobo Arias, sus logros y realizaciones constituyen el centro de este apartado.
La salud pública tuvo un papel importante en la consolidación y en el posterior desarrollo de la veterinaria colombiana como escuela; en el capítulo 11 se estudia este hecho, tomando como base las visión de diversos autores del ámbito mundial y también los proyectos internacionales en los que la Universidad de La Salle participó durante los últimos años; es de especial mención lo discutido por el grupo de docentes, investigadores y estudiantes que durante varios años trabaja en el proyecto de Escuelas de Pensamiento: Cultura, Salud Pública y Desarrollo Comunitario.
El capítulo 12 presenta una panorámica sobre la historia de vida de Elmer Escobar Cifuentes quien, desde la veterinaria, realizó aportes a la salud pública en Colombia y en los países de América Latina; en el control de rabia; en la dirección de instituciones del ámbito internacional y en la representación de la OPS-OMS.
En el capítulo 13 se lleva a cabo una reflexión acerca de la investigación para la docencia, el aprender a investigar para enseñar y las posibles etapas que pueden señalar metas, para quienes se interesan por la formación en investigación, como un elemento para la docencia y como una experiencia de vida.
En el capítulo 14 se presenta el paradigma de Una Salud, como punto de encuentro interdisciplinar, para pensar en los problemas sentidos desde la perspectiva sanitaria y la contribución desde la universidad con la transformación social y productiva del país. Una Salud representa una poderosa alternativa para potenciar los recursos económicos, humanos e infraestructurales, y para orientar hacia la eficiencia la salud humana, animal y ambiental. Su relación dinamizadora con la salud pública veterinaria y los nuevos horizontes del colectivo de pensamiento son evidentes: Una Salud hace parte de las reflexiones de la Escuela de Pensamiento Cultura, Salud Pública y Desarrollo Comunitario y constituye una de las líneas estratégicas de investigación en la Universidad de La Salle.
Como epílogo se examina el horizonte de la escuela, intentando una mirada prospectiva para la medicina veterinaria. Cuando hay pensamiento activo e ideas inteligentes, el futuro es una oportunidad. Los profesionales de la salud y la producción animal deben contribuir a recrear una sociedad pluralista, respetuosa de los derechos humanos, defensora de la institucionalidad, honesta y pulcra, orgullosa de los elementos propios de la cultura nacional y de sus tradiciones.
La escuela veterinaria colombiana del siglo XXI le apostará a sus tendencias dominantes en los ámbitos médicos y quirúrgicos, pero también a los comunitarios y sociales; la salud pública contribuyó a establecer un vínculo humanizador en la visión desde el inicio. Hoy esos esfuerzos se canalizarán efectivamente a través de Una Salud, que implica acciones y proyecciones hacia el sector agropecuario colombiano: al agro, al desarrollo rural con enfoque territorial; al agro, terreno fértil para cultivar una Colombia justa, equitativa, incluyente, tolerante y en paz.