Читать книгу Salud pública veterinaria - Luis Carlos Villamil Jiménez - Страница 9

La escuela veterinaria en Europa

Оглавление

Quienes se ocupaban de la salud, se enfrentaban a retos y situaciones que debían solucionar oportunamente. Por ejemplo, el veterinario suizo Jacob Nufer realizó en una mujer la primera operación cesárea lograda (Graham, 1951, citado por Schwabe, 1968; Reyes et ál., 2004). Por tanto, cuando en la segunda mitad del siglo XVIII se establecieron en Francia las primeras escuelas de veterinaria, se impartieron cursos de entrenamiento en la atención de partos, fracturas y heridas en humanos. Adicionalmente, se instruía a los estudiantes de veterinaria sobre las enfermedades del ojo humano y sobre la forma de certificar los decesos de las personas, ya que se carecía con frecuencia de una atención médica conveniente en las zonas rurales (Schwabe, 1968; Reyes et ál., 2004).

El primer centro francés recuperó el término veterinaria, utilizado por primera vez por “Columela" (Lucius Julius Moderatus), en su obra Res Rustica, durante el siglo I d.C., que había entrado en desuso durante la Edad Media. Europa en el siglo XVII era predominantemente agrícola; las áreas urbanas aumentaban y la industria comenzaba a emerger. El constante crecimiento de la población exigía mucho de la agricultura y la ganadería (esta afectada por graves enfermedades), mientras que las necesidades de las guerras (entre ellas la de los Treinta Años) cargaban de impuestos a la incipiente industria que cada vez acumulaba más fuerza de trabajo, con lo cual las urbes incrementaban la demanda de alimentos. En lo artístico, es el siglo de Cervantes, Velásquez y Rembrandt; en el campo científico, de Descartes, Kepler, Galileo, Neper, Leibnitz y Newton.

Durante el siglo XVII, en los países europeos, el sector agropecuario representaba la fuente principal de riqueza y de empleo. En Rusia, las familias campesinas eran nueve de cada diez; en Francia, ocho de cada diez, y en Prusia y Polonia, más de siete de cada diez. La preponderancia de la agricultura y la ganadería era un factor común, pero eran diversos los tipos y métodos de cultivo y de manejo animal; los canales de mercado, el sistema de propiedad y la situación social del campesinado. En los siglos XVII y XVIII, las enfermedades del ganado bovino se presentaron con inusitada intensidad. En 1609, la peste bovina se extendió por todos los países de Europa central (Spinage, 2003). Los agricultores y ganaderos alzaron sus voces de protesta ante la devastación. Los años 1625 y 1645 fueron difíciles; no había animales para el trabajo del campo, el transporte o la alimentación (Reyes et ál., 2004).

En 1682 y 1683 la fiebre aftosa (glosopeda) afectó la ganadería (bovina, porcina, ovina y caprina) de Francia, Suiza, Alemania y Polonia; tanto la población rural como la urbana sintieron los rigores de la falta de alimentos (carne y leche) para el consumo. Por la viruela de los ovinos, Italia perdía más de tres millones de cabezas y Francia y Bélgica diez millones de animales (Wilkinson, 1992; Reyes et ál., 2004). En 1721, la peste bovina afectó de nuevo a Europa; en esta ocasión Lansici, el médico del papa Clemente IV, fue consultado para adoptar medidas que protegieran a la Iglesia y redactó su tratado de profilaxis, legando a la posteridad uno de los instrumentos más preciosos de la higiene y la salud animal (Reyes et ál., 2004).

Tanto médicos como veterinarios constataron que la salud humana como la animal proporcionaba tal complejidad, que ameritaba estudios individuales. Sin embargo, en esa época se reunían para aprender, estudiar y pensar en asuntos comunes. Podemos preguntar entonces, ¿qué ha sucedido para que la salud humana y la salud animal estén ahora tan distantes? De cualquier manera, las primeras escuelas abiertas en Francia y las que le siguieron en toda Europa deben su existencia a un complejo grupo de circunstancias, no solamente filosóficas y médicas, sino principalmente económicas que generaban un sentir común en todos los pueblos, proveniente de las grandes pérdidas sufridas por las guerras, los destrozos de la peste bovina y la creciente demanda por alimentos (Wilkinson, 1992).

El 4 de agosto de 1761, un decreto del Consejo de Estado del Rey autorizó “abrir una Escuela en la que se enseñara públicamente los principios y métodos para curar las enfermedades de los animales" (Cordero del Campillo, 2003). La primera escuela veterinaria fue la de Lyon, fundada en febrero de 1761, durante el reinado de Luis XV. La segunda fue la de Alfort, en octubre de 1766.{3}

Claude Bourgelat, fundador de la Escuela de Lyon, abogado y destacado equitador, fue nombrado director de la Academia de Equitación en Lyon en 1740. Su extenso trabajo y cariño por los caballos le convencieron de la necesidad de una nueva profesión: la medicina veterinaria, para contar con profesionales que contribuyeran a la prevención y el control de los complejos problemas sanitarios de las especies animales. Hacia 1750, la década de la Enciclopedia, Bourgelat participó asiduamente en las actividades científicas que se emprendieron en Francia en la segunda mitad del siglo XVIII. Las publicaciones Nouveau traité de cavalerie y de Éléments d'hippiatrique, lo convirtieron en uno de los principales autores de su época, entre los que se destacaba por su metodología científica, adquirida durante su trabajo cooperativo con los cirujanos de Lyon, con quienes había estudiado la anatomía de los equinos (Reyes et ál., 2004).

Gracias a sus publicaciones, fue nombrado, en 1752, miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de París. Diderot y d'Alembert le propusieron colaborar en la elaboración de la Enciclopedia (Diccionario Razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios, constaba de diecisiete volúmenes, editados en París entre 1751 y 1772) y redactar todos los “artículos relacionados con la doma de caballos, la herrería y las artes afines". Tras corregir los textos de los autores que le habían precedido, en 1755 entregó el primero de sus cerca de 250 artículos. Su obra le permitió establecer relaciones fuera de su círculo de amigos y colaboradores de Lyon; Malesherbes y Voltaire lo apoyaron en sus actividades universitarias.

En 1761, en la Francia de Luis XV, se quiso promover la prevención de las enfermedades del ganado, la protección de los pastos y la instrucción de los campesinos. La gestión de esta reforma agrícola propuso, entre otras cosas, crear otra escuela de veterinaria en Lyon y nombrar a Bourgelat director de esta. Dos años después, un real decreto nombraba a Bourgelat “Director e inspector general de la Escuela Veterinaria de Lyon y de todas las escuelas veterinarias creadas y por crear en el Reino" y más adelante, “Comisario general de las caballerizas del Reino".

El 4 de agosto de 1761, un decreto del Consejo de Estado del Rey autorizó a Bourgelat a “abrir una escuela en la que se enseñen públicamente los principios y métodos para curar las enfermedades de los animales". La Escuela abrió las puertas a sus primeros alumnos en febrero de 1762. El 3 de junio de 1764, otro decreto del Consejo de Estado del Rey confería a la Escuela de Lyon el título de Real Escuela de Veterinaria. Más tarde pasó a ser imperial y, finalmente, nacional.

En 1765, por orden de la corona, Bourgelat creó una escuela en París. La nueva escuela se instaló en Alfort; el arquitecto Soufflot se encargó de las obras de acondicionamiento. La escuela abrió sus puertas en octubre de 1766. Honoré Fragonard fue su primer director, mientras Bourgelat se desempeñaba como inspector general de las escuelas de veterinaria. En la Escuela de Alfort se impartían tres tipos de formación: la propia de los futuros veterinarios, la destinada a los inspectores de criaderos de caballos y una formación especial para veterinarios militares.

Los fundadores de las escuelas veterinarias de Europa se formaron en Lyon y en Alfort a finales del siglo XVIII. Unos eran franceses que se expatriaron después de su formación y otros extranjeros que fueron enviados a Francia por los gobiernos de sus países para aprender los principios fundamentales del nuevo arte de la medicina veterinaria.

Casi un siglo antes de que Rayer fundara la patología comparada, Bourgelat, inspirado por las ideas de los naturalistas de su época, mediante el trabajo cooperativo con los cirujanos de Lyon, había sentado ya las bases del concepto moderno de biopatología comparada.

Dos frases extraídas de los Reglamentos para las Reales Escuelas de Veterinaria (publicados en 1777, dos años antes de su muerte), su testamento filosófico, señalan su aporte:

Las puertas de nuestras Escuelas están abiertas a todos aquellos cuya misión es velar por la conservación de la humanidad y que han adquirido, por el buen nombre que han alcanzado, el derecho de acudir a ellas para estudiar la naturaleza, buscar analogías y verificar ideas cuya confirmación puede ser útil para la especie humana.


... Hemos comprobado la estrecha relación que existe entre la máquina humana y la máquina animal; dicha relación es tal que la medicina humana y la medicina animal se instruirán y perfeccionarán mutuamente el día que, libres de un prejuicio ridículo y funesto, dejemos de pensar que nos rebajamos y envilecemos estudiando la naturaleza de los animales, como si esa naturaleza y la verdad no fuesen en todo momento y en todo lugar dignas de ser exploradas por cualquiera que sepa observar y pensar.

Bourgelat dedicó todos sus esfuerzos a la administración de las escuelas de veterinaria, cuidando de los más mínimos detalles. Redactó numerosos textos reglamentarios. La rectitud moral de los alumnos era una de sus prioridades. Quería que de sus escuelas saliesen hombres honestos e instruidos y subrayaba continuamente el bien que el país podía esperar de ellos.

Una frase extraída de los Reglamentos para las Reales Escuelas de Veterinaria, que podría servir de preámbulo a los Códigos de deontología, refleja claramente las preocupaciones éticas de este visionario, fundador de la profesión veterinaria:

impregnados siempre de los principios de honestidad que habrán apreciado y de los que habrán visto ejemplos en las escuelas, jamás deberán apartarse de ellos; distinguirán al pobre del rico, no pondrán un precio excesivo a talentos que deben exclusivamente a la beneficencia del Rey y a la generosidad de su patria y demostrarán con su conducta que están todos igualmente convencidos de que la fortuna consiste menos en el bien que uno posee que en el bien que uno puede hacer.


Miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de París, redactor de la Enciclopedia, censor e inspector de la Librería de Lyon, Bourgelat contó con la estima y la amistad de pensadores ilustres como Malesherbes, Diderot, d'Alembert y Voltaire por su valía como científico. Era un hombre hondamente penetrado de los valores difundidos por las grandes corrientes de ideas de su época. Todos sus escritos contienen reflexiones que van mucho más allá de los aspectos técnicos y médicos y que muestran su búsqueda de la verdad, estos son algunos de sus apuntes:

Por lo demás, abrimos simplemente caminos. Otros pondrán más lejos los límites en los que nos detengamos [...] Solo adquiriremos conocimientos ciertos si abrimos y hojeamos el libro de la Naturaleza; todo prestigio y toda ilusión se desvanecerán en cuanto percibimos esos conocimientos; desearemos obrar únicamente en función de verdades, asir el hilo de cada una de ellas y seguirlas hasta donde lleguen.

En 1771, Voltaire le escribió:

Admiro sobre todo su ilustrada modestia [...] Cuanto más sabe usted, menos afirma. En nada se asemeja a esos físicos que se ponen en el lugar de Dios y crean un mundo con sus palabras. Con su experiencia, ha abierto usted una carrera nueva; ha prestado verdaderos servicios a la sociedad: esa es la física buena.

Dentro de las primeras promociones de aquellas escuelas francesas participaron no solo alumnos franceses sino también daneses, austríacos, prusianos, suecos y suizos. Algunos de ellos eran médicos, comisionados para estudiar la nueva medicina por cuenta de sus respectivos gobiernos (Schwabe, 1968).

Salud pública veterinaria

Подняться наверх