Читать книгу Los Lusíadas: Poema épico en diez cantos - Luis de Camoes - Страница 4
ОглавлениеCANTO PRIMERO
Las armas y varones señalados
que de la playa occidua lusitana
pasaron por caminos nunca usados
el no surcado mar de Taprobana,
en peligros y guerras levantados
sobre el valor de toda fuerza humana,
que entre gente remota edificaron
reino, con que su nombre eternizaron:
Las memorias de príncipes, gloriosas,
que la Fe santa y su poder mostrando,
fueron con sus empresas milagrosas
las tierras de Asia y Libia conquistando:
aquellos que con obras hazañosas
de la muerte se fueron libertando,
mi verso cantará por cualquier parte,
si a tanto me ayudare ingenio y arte.
Cesen del sabio griego y del troyano
las prolijas derrotas que siguieron;
cállese de Alejandro y de Trajano
la fama de victorias que tuvieron:
pues canto el pecho ilustre lusitano
a quien Neptuno y Marte obedecieron;
cese lo que la Musa antigua canta,
que otro valor más alto se levanta.
Vosotras, mis Tagides, que criado
habéis en mí un ingenio nuevo ardiente:
si siempre en verso humilde celebrado
fué de mí vuestro río alegremente,
dadme un son apolíneo sublimado,
un estilo grandílocuo y corriente:
así las nuestras aguas Febo ordene
no envidien las que corren de Hipocrene.
Dadme una fuerza grande sonorosa,
no de silvestre avena, o flauta ruda,
mas de terrible trompa belicosa
que el pecho inflama y la color demuda:
dadme alabanza igual a la famosa
gente, que el Marte tiene por su ayuda;
que resuene por todo el universo,
si tan sublime precio cabe en verso.
Y vos, oh bien nacida confianza
de la libertad santa lusitana,
y no menos certísima esperanza
del aumento de ley y fe cristiana,
nuevo temor de la turquesca lanza,
maravilla fatal de edad temprana,
a quien el mundo todo Dios reparte,
porque del mundo a Dios le dé gran parte:
Vos, tierno y nuevo ramo floreciente
de la árbol que de Cristo es más amada
de cuantas han nacido al Occidente,
Cesárea o Cristianísima llamada,
miradlo en vuestro escudo, que presente
os muestra la victoria ya pasada
en que por armas, como a regalado,
os dió las que en la Cruz él ha tomado.
Vos, poderoso Rey cuyo alto imperio,
luego que nace el sol, lo ve primero,
y del medio lo ve de su hemisferio,
y al trasmontar lo deja por postrero:
vos que seréis el yugo y vituperio
del ismaelita torpe caballero,
del enemigo turco y bruta gente
que aun bebe del río sacro la corriente:
Inclinad por un poco la realeza
que en vuestro tierno rostro yo contemplo,
indicio claro de la suma alteza
que tendréis cuando vais al sacro templo:
Los ojos abajad de la grandeza
de vuestro ser: veréis un claro ejemplo
de amor, de patrios hechos valerosos,
en versos celebrado numerosos.
Veréis amor de patria, no movido
por premio vil, mas alto y casi eterno,
pues que no es premio vil ser conocido
por pregón de su nido, aunque paterno.
Oid; veréis el nombre engrandecido
de aquellos de quien es vuestro el gobierno,
y juzgaréis cuál es más excelente,
el ser señor del mundo, o de esta gente.
Atended y veréis, no con hazañas
fantásticas, fingidas, mentirosas,
los vuestros alabar, ni con extrañas
musas, de engrandecerse deseosas.
Las verdaderas vuestras son tamañas
que vencen las soñadas fabulosas
de Orlando, de Rugero y Bradamante,
aunque cante verdad quien de ellos cante.
Por éstos a don Nuño os daré, el fiero,
que hizo al Rey y Reino tal servicio;
un Fuas y un Egas, para quien de Homero
la sonorosa cítara codicio:
pues por los doce Pares daros quiero
los doce de Inglaterra con Magricio,
el valeroso, sabio, ilustre Gama,
que para sí tomó de Eneas la fama.
Y si a trueco de Carlo, o la pujanza
del gran César, queréis igual memoria,
ved al primer Alfonso, cuya lanza
obscurece cualquiera extraña gloria:
y aquel que dió a su reino gran bonanza
con la famosa y próspera victoria,
o al otro Juan, invicto caballero,
el quinto, el cuarto Alfonsos, o el tercero.
No dejarán mis versos olvidados
aquellos que en los reinos de la Aurora
se hicieron por armas señalados
con la bandera vuestra vencedora;
un Pacheco feroz, y los amados
Almeidas, por quien siempre el Tajo llora;
Alburquerque terrible; Castro fuerte
y otros a quien rendir no osó la muerte.