Читать книгу Universo paralelo - Luiz Fernando Sella - Страница 10
Una propuesta indecente
ОглавлениеPasados dos años de haberme recibido, haciendo dos especializaciones al mismo tiempo y trabajando en medio de una villa miseria, comencé a estar estresada. Todos los días, al transitar por la Avenida Paulista, miraba hacia los controladores de calidad de aire, y estos decían: “Pésimo”; “Malo”; “¿Cómo puedo vivir en un lugar donde hasta el aire está pésimo?”, pensaba yo. El tránsito era infernal, los asaltos, los motoqueros, el barullo... Todo me irritaba. Lo que yo más quería era salir de la metrópoli y disfrutar de una vida más tranquila.
“Triiiiiiinnnnnnnn”, sonó el teléfono en mi casa.
–Hola, Dani. Soy Carlos, de Floripa (Florianópolis). Estoy pensando en abrir un nuevo negocio en un barrio supergenial de la isla.
–¡Qué fantástico! Y... ¿qué podría hacer yo para ayudarte? –le pregunté.
–Dado que el comercio que alquilé tiene un restaurante inactivo, ¡pensé que tú podrías montar un restaurante aquí! ¿Por qué no vienes aquí, para conocer la zona?
“¡No lo puedo creer, esta es mi oportunidad!”, pensé.
–¿Vivir en Floripa, a la orilla de la laguna? ¡Qué maravilla! –respondí yo, en voz alta.
Con mucho entusiasmo, fui a contar a mi familia la idea de salir de São Paulo y aventurarme en un restaurante.
–No me parece que sea una buena idea –me dijo mi padre, bien serio.
–¡Tú no sabes cocinar! –me recordó mi madre.
–¡Esta es una oportunidad única; no puedo perderla! –les respondí, intentando convencerlos de que aquella sería mi única chance de salir del estrés.
Estando ya recibida, con el diploma en la mano, yo pensaba que era lo suficientemente adulta como para tomar mis propias decisiones. Y mis padres sabían que discutir sería una pérdida de tiempo.
–Tú eres la que sabe –dijo mi padre–. En caso de que todo salga mal, tienes que saber que estaremos aquí, esperándote.
No aguardé un segundo más. Acomodé mis cosas y salí con un automóvil lleno de valijas. Vivir en Floripa sería realizar un antiguo sueño. Y yo sabía que para poder estar más cerca de Dios necesitaría vivir más cerca de la naturaleza, y en un lugar más tranquilo.
En medio de la carretera, me puse a reflexionar acerca de lo que sería vivir en la isla. “Tendré una vida más simple: sin miedo a los asaltos; sin tener que estar en medio del tráfico, para ir a trabajar; nada de villas miserias en las proximidades. ¡Seré la persona más feliz del mundo!” Y tuve una sensación de libertad en el alma. Estar cerca de la playa y de la naturaleza me fascinaba.
Cuando llegué allí, fui rápidamente al lugar donde tendría mi primer negocio.
El restaurante estaba dentro de una embarcación, con vista hacia el mar desde todos los ángulos. Entré en el salón: el piso estaba lleno de polvo, con algunas sillas desparramadas y puestas en pilas. Las cacerolas y la vajilla estaban dentro de armarios húmedos y arruinados por el salitre del mar, lo cual demostraba que el restaurante había estado abandonado hacía algún tiempo.
Sin embargo, los rayos de sol que se reflejaban en el agua del mar, las gaviotas que volaban y el olor del mar impedían que algún pensamiento negativo floreciera en mi mente. Yo alimentaba la convicción de que estaba en el lugar correcto, en la hora correcta. Tomé mi celular y llamé a Carlos:
–Llegué. ¡El lugar es realmente maravilloso! ¿Vamos a negociar con el propietario?
–Ah, Dani, ¿ya llegaste? –me respondió él, titubeando.
–Sí, aquí estoy. ¡Y lista para cerrar el negocio!
–Claro. No te pude llamar antes... pero ya vendieron el restaurante...
–¿Cómo es esto? ¿A quién se lo vendieron? –pregunté asustada, despertándome en ese momento del sueño.
–Discúlpame, Dani. No te pude avisar. Fue todo muy rápido. Llegó un empresario de São Paulo, con mucho dinero. Él está comprando todo por aquí.
–¿Quién es ese tipo? –pregunté, indignada.
–Es un amigo de Tchelo, que trabaja aquí, en la marina –continuó diciéndome.
Fastidiada por la vuelta atrás de mi compañero, fui a aprovechar la playa con un matrimonio de amigos que estaba en la isla a fin de pasar unos días conmigo. Cuando les conté acerca del restaurante, ellos quisieron conocer el lugar, para verificar las condiciones en las que este se encontraba. Y había algo que me decía que tenía que volver allí.
Cuando llegué a la embarcación, al estacionar el automóvil frente a un jet ski, pude notar que había un hombre que arreglaba el motor de la máquina. Y entonces descendí del automóvil.
–Hola. Mi nombre es Daniela –me presenté–. Sé que el restaurante ya fue vendido, pero ¿podría dar una mirada con mis amigos?
–Sí –me respondió el hombre de una manera indiferente, sin siquiera mirarme, mientras sostenía varias herramientas en las manos.
–Y, por casualidad... ¿sabes quién lo compró? –insistí.
Dejando las herramientas en un rincón, se volvió hacia mí y, con cara de sorpresa, me dijo:
–Sí. Es un amigo mío, de São Paulo. Él también es japonés. Resolvió venirse para aquí con la intención de huir de la rutina y del estrés que ha estado soportando en los últimos años. Y, dicho sea de paso, está buscando un socio. ¿Por qué no lo llamas? Estoy seguro de que ustedes van a llevarse bien –me sugirió, anotando los datos del contacto en una tarjeta.
Aquello, simplemente, no podía ser una coincidencia. ¡Parecía que todo se estaba preparando para que yo viviera en la tan soñada “Isla de la Magia”!