Читать книгу Lo que nos trajo el Covid-19 - Mª Gema González - Страница 10

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Capítulo 2

YA ESTA AQUÍ, NO HAY VUELTA ATRÁS

Segundo día, sales de casa pensando cómo estará la cosa, llegas al hospital, te cambias y sorpresa, ya tienes la mitad de la planta aislada.

Si venia medio tranquila, se acabó. El corazón a mil.

¿Novedades? Todas.

Los pacientes han aumentado.

Tu cabeza comienza a dar vueltas, empiezas a tener las primeras dificultades, las cabezas pensantes han colocado las cosas de cierta manera que no son útiles, uff... Bueno, ya veremos cómo lo solucionamos.

Preparamos todo el material que vamos a necesitar, junto con tu compañera y te dispones a entrar. No has empezado a vestirte y tu corazón comienza a acelerarse, comprobamos que estamos listas y entramos.

Llegas a la habitación y te encuentras a un paciente con mucho miedo, muy nervioso, sabes que su cabeza no ha parado de pensar “que será de su vida, de su familia, podré volver a verlos, de pronto se les viene el mundo encima”.

Tu intentas que se relaje, le hablas e intentas sacarle una sonrisa, sueltas la primera tontería que se te ocurre, para intentar cambiar la tensión del momento, pero notas que no lo consigues.

Sales de la habitación y con mucho cuidado comienzas a desvestirte bajo la vigilancia de tu compañero, entre cada parte del traje que te quitas te lavas con el esterilium (desinfectante), cuando acabas sales medio atontada, no sabes si por la tensión del momento, o por el colocón de esterilium.

Con el corazón encogido en un puño por lo que acabas de pasar con el paciente, te vuelves a vestir porque pasamos al siguiente. Entras y la situación no ha cambiado, vuelves a notar en los ojos del paciente: el miedo y la preocupación.

Con un poco de suerte no se derrumban delante tuyo, pero cuando pasa, solo te puedes quedar ahí, intentando animarlos un poquito, aunque no te salen ni las palabras.

Con el paso de los días la situación va empeorando, la tensión por parte de todo el personal va aumentado, el quipo a pesar de todo, está más unido que nunca. Vamos solventando todas las dificultades como podemos.

De pronto llegas un día y comienza a faltarte el material, y el ingenio aparece, la imaginación se apodera de nosotros. ¡NO HAY EPIs!

Nuestra seguridad está en riesgo, la lluvia de ideas aparece, bolsas de basura, esparadrapo, chubasqueros……

LA FRUSTRACIÓN ESTÁ A TOPE

No me lo pudo creer, ¿cómo creen estos insensatos que nos vamos a proteger? ¿Cómo vamos a poder ayudar, si nosotros no estamos protegidos?, ¿Y si nosotros caemos, quien ayudará? Si no teníamos bastante tensión, ahora encima sin protección o con batas de aislamientos normales y delantales de plástico, que según ellos son suficientes, claro desde los despachos, seguro que sí.

Y las mascarillas cuídalas, que tiene que durarte varios días, o como poco un turno entero… Y suena un timbre, tu paciente está peor, no se encuentra bien, pero, corre vístete deprisa.

Llegas y resulta que está tan mal, que no se puede hacer nada. A pesar que ya sabes cuál va a ser el final, haces de tripa corazón e intentas reconfortarle y con el corazón en un puño le colocas con cuidado para que esté lo mejor posible.

La impotencia tanto tuya como la de tus compañeros se palpa en el ambiente, y en silencio, continuas con el trabajo intentando superar la situación que acabas de vivir.

Pasan los días y esto no mejora, termina tu tuno y todavía sigues con la imagen de ese pobre hombre o mujer que sabes que está fatal y que lo más seguro es que no vea la luz del día. Y lo peor que él lo sabe, te mira y te pregunta ¿de esta no voy a salir verdad? Y tú como puedes intentas animarlo, aunque él se da cuenta que realmente no le estás contestando.

Y te vas para casa y vuelves casi a esterilizarte, por el miedo que te da contagiar a los tuyos.

Los casos van en aumento y lo peor está por llegar, el estado de salud de los pacientes empeora rápidamente y tenemos que trasladarlos a uci.

Los pasillos están llenos de pacientes en sillones porque no caben, la urgencia desbordada, en las plantas las cosas no mejoran, se aíslan y doblan casi todas las habitaciones. El hospital finalmente solo trata a los pacientes de Covid-19.

Además de la frustración, el cansancio físico y sobre todo mental, le tenemos que añadir la inseguridad producida por la falta de material de protección, que nos hace trabajar con más nivel de tensión.

En medio de todo esto están los pacientes, que además de asustados están muy preocupados por sus familias, por el cómo lo estarán llevando.

Los familiares sin poder estar con ellos, a espera de noticias telefónicas, debido al aislamiento que esta enfermedad requiere y el confinamiento por parte del estado, del resto de la población.

Porque sí, señores nos tenemos que quedar en casa, porque nuestra vida depende de ello. O como dicen los niños, si nos escondemos el bichito no nos encuentra.


Lo que nos trajo el Covid-19

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