Читать книгу La magia de tu poder - Madeleine Silva - Страница 12
ОглавлениеBienvenida a tu ser protagonista
La máxima victoria es la que se gana con uno mismo. Buda
Voy a iniciar este capítulo con una pequeña historia, había una vez un maestro que quería darle una lección a su discípulo, entonces le dijo que era momento para tomar un paseo por el pueblo más cercano al monasterio donde vivían. Salieron en búsqueda de aquel pueblo, y luego cuando llegaron, buscaron la casa más humilde, la cual estaba localizada a las afuera del pueblo, en un llano donde había otras casas pequeñas rodeadas de pastizales, aquella era la más humilde, era de madera y de techo de paja. Al parecer no le habían realizado ningún tipo de mantenimiento por bastante tiempo, dado que estaba decolorada, y el pasto crecido.
El maestro le dijo al discípulo que se acercaran a aquella casita, y tocaran la puerta. El discípulo muy obediente se acercó a la casa y le atendió una humilde familia, al conversar con las personas, les preguntaron de qué vivían, por lo que el jefe de familia le contestó que era de la vaca que tenía en el patio de su pequeña casita, que a pesar de que era muy delgada aquella vaquita, les permitía tener leche suficiente para que pudieran comer humildemente todos los días.
Luego de una larga charla, el maestro y el discípulo, se despidieron de aquella familia, y al salir el maestro le pidió al discípulo llevara la vaca a la montaña más cercana y que la tirara al precipicio. El discípulo quedó totalmente consternado por aquella solicitud, y pensó que no tenía ningún sentido, dado que la familia se quedaría sin comer, porque aquella vaca era su única fuente de ingreso; pensó además: “mi maestro no puede hacerle eso a la familia, quedaría totalmente indefensa, probablemente mueran”. Por la insistencia del maestro, con un gran dolor en su corazón, el discípulo realizó lo que le pidió y tiró la vaca a un precipicio.
Un año después, el maestro llevó al discípulo a aquella casita de nuevo, pero al inicio fue complicado encontrarla, porque estaban buscando aquella choza que habían dejado hace un año atrás, su asombro fue tal, que al regresar encontraron una casa de cemento muy bien pintada de dos pisos, ambos estaban totalmente sorprendidos, pues habían imaginado que aquella familia tuvo que vender su pequeña casa para que tuviera qué comer. Al tocar la puerta el discípulo se dio con la sorpresa de que lo atendió el mismo señor de hace un año, por lo que le preguntaron qué había pasado. El señor les dijo que el mismo día de su visita, la vaca había desaparecido y que se encontraron sin la fuente que les proveía el alimento diario, y al encontrarse en una gran desesperación y en plena necesidad, dado que no tenía cómo alimentar a sus hijos, y luego de varios días de pensar cómo solucionar aquel problema, se les ocurrió dedicarse a la agricultura, y cuando realizaron la cosecha se sorprendieron gratamente porque no solo les alcanzó para ellos, sino también pudieron comercializar lo obtenido con los vecinos y con los comerciantes del mercado, por lo que se dieron cuenta de que podrían dedicarse por completo a ello, y poco a poco pudieron recibir grandes dividendos de esa actividad y pudieron mejorar su estilo de vida.
Sin lugar a duda este suceso para la familia significó una gran bendición a mediano plazo, dado que la vaca para la familia representaba una excusa para que no pudieran salir de su zona cómoda y conocida, donde no se permitían desafiarse. Al desaparecer la vaca les dio la oportunidad de poder explorar todas sus opciones, convirtieron un problema en una gran oportunidad, las cuales muchas veces pasan desapercibidas si estamos con los lentes de víctimas.
Luego de repasar la historia de la vaca te pregunto: ¿Cuántas veces nosotras hemos tenido una “vaca” en nuestras vidas? ¿Seguimos en las relaciones que tenemos porque no vemos más oportunidades? ¿Estamos en un trabajo tan aburrido porque tenemos miedo al cambio? O es muy probable que aún a esa vaca la sigamos manteniendo, alimentándola con nuestras inseguridades, con el miedo al cambio, con las excusas para que no salgamos de nuestra zona de confort. Es probable que aquella vaca nos haga sentir cómodas, porque es un espacio calientito, familiar y que conocemos, porque muchas veces al entrar en espacios desconocidos nos podemos sentir paralizadas por el miedo al cambio o por lo desconocido.
¿Por cuánto tiempo más mantendrás a aquella vaca que tienes en tu vida? ¿Cuánto más poder vas a seguir perdiendo? ¿Vas a dejar de vivir por darle de comer a tu vaca? ¡Claro!, porque aquella vaca que conservamos, tenemos que alimentarla para que siga en nuestras vidas. ¿Y cómo la alimentas? Con diferentes explicaciones y excusas que nosotras mismas hemos ido elaborando y mejorando a través de nuestras vidas, en ocasiones hasta podemos ser expertas en el arte de las excusas, tales como: Pero no lo puedo hacer, así me tocó vivir, esta es mi vida, nadie podrá cambiar mi vida. Todas aquellas excusas edifican tu “ser víctima”, aquella parte de ti que se hace presente.
Te has puesto a pensar que, ¿el verte como víctima podría ser una de las vacas más grandes que has alimentado en toda tu vida?, quizá esta se ha alimentado desde nuestra niñez con las telenovelas que vimos, con lo que nosotras interpretamos desde casa, puede ser que nuestra madre o figura de madre se comportara de cierta manera que motivó cierto comportamiento en nosotras, ¡cuidado y mucha atención! Porque al sentirte víctima, estás entregando a la otra persona o situación, el poder absoluto que por naturaleza te corresponde y del que muchas veces no nos damos cuenta. Es como si tu vida fuera una embarcación, y que tú fueras la capitana de tu propia vida, ¿acaso vas a dejar que otra persona lleve el timón? Quizá sí, pero solo para que no te hagas responsable de tus propios resultados.
¿Te imaginas vivir toda tu vida no haciéndote responsable de tus actos, de tus resultados, de tus experiencias y ceder tu propio poder a las otras personas que te rodean o circunstancias que se presentan y echándole a otros la culpa de todo?
El día de hoy te invito a que cuestiones cómo te encuentras viviendo tu vida, ¿realmente estás en el papel de víctima en este momento, echando la culpa a todas las personas, dejando que otras personas decidan por ti, o que manejen el timón de tu propia embarcación? ¿O estás siendo responsable de lo que te pasa, aprovechando todas las oportunidades que tienes y que te muestra la vida para que puedas ser feliz?
Por tal motivo, primero antes que todo, te invito a que seas una espectadora de tu propia vida, que salgas de ese papel llamado vida y que simplemente lo observes, te vuelvas una observadora imparcial, primero debemos saber cómo estamos interpretando nuestra vida, para ello, te invito a que tomes un papel y que vayas escribiendo aquello que te pasa, simplemente escríbelo por unas semanas, describe aquello que te sucedió, cómo te sentiste en ese momento, cuando realices este sencillo ejercicio simplemente sé un espectador sin prejuicios o juicios, es probable que tu mente te pida emitir un juicio de la situación, pero por el momento no va ser necesario, luego de varios días te invito a que leas lo que escribiste y que puedas revisar cómo has ido interpretando tu mundo. Y que puedas encontrar en qué momento tuviste el papel de víctima.
De víctima a protagonista
Ahora que hemos observado nuestro papel de víctima y cómo lo hemos ido alimentando todo este tiempo, es momento de lanzar la vaca al precipicio (pobre vaquita, es solo una analogía), en este camino del amor propio, vamos a buscar todas aquellas distinciones que nos acerquen a edificar nuestra propia imagen, desde una imagen de seguridad, de poder y sobre todo de mucho amor. Indudablemente ser víctimas no nos permite llegar a esta meta, por tal motivo, damos la bienvenida con bombos y platillos a nuestro ser protagonista.
¿Qué significa ser protagonista?
Ser protagonista es la actitud que nosotras necesitamos para sentirnos responsables de nuestros actos, no echando la culpa al tiempo, a nuestros padres, a nuestras parejas, al sistema. Simplemente nosotras el día de hoy somos lo que somos, por el conjunto de decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestra vida, hemos edificado aquella imagen personal por aquellas decisiones que hemos tomado y las que no hemos tomado. Quizás puedes pensar: “Pero Madeleine, tuve una vida difícil, mis padres fueron muy complicados, mis hermanos no me hablan, mis hijos no me escuchan, mi pareja no me mira”. Sí es totalmente cierto, pero desde el papel de víctima no podrás generar nuevas posibilidades en tu vida, si eres protagonista y te haces responsable es muy probable que generes aprendizajes y nuevos entendimientos de lo que viviste en tu vida, desde un espacio de respeto, compasión y mucho amor. Hasta podrías volcar todo ese aprendizaje para enseñar a las personas que pasaron por lo mismo que tú viviste. Imagínate qué me hubiese pasado, si es que hubiese vivido resentida con mis padres porque se separaron, porque no pude vivir mi pubertad como la mayoría de mis compañeros la vivieron porque asumí el rol de mamá, desde el papel de víctima estaría con un gran resentimiento y no podría salir adelante, hace varios años me hice responsable, aceptando lo que pasó, que fue la decisión de ellos, y si ellos hubieran sabido hacerlo mejor, dalo por seguro que lo hubieran hecho mejor, pero lo hicieron desde la persona que fueron, desde sus heridas, desde sus creencias, desde la imperfección de seres humanos que cada uno de nosotros somos. Entender, comprender y aceptar la situación porque no hay nada que perdonar, y lo que pasó me permitió desarrollar ciertas habilidades desde muy niña que me han habilitado para dirigir diferentes proyectos en áreas del mundo empresarial. Es posible que no me encontrara aquí redactando este libro de no ser así. ¿Te das cuenta del valioso regalo que tenemos solo cambiando de ser víctimas a ser responsables/protagonistas?
Entonces, es tiempo de reescribir nuestro libreto, de volvernos capitanas de nuestra propia embarcación, de alzar las velas y el timón para definir a dónde queremos ir. ¿Qué pasaría si realizas una declaración muy poderosa en este momento? La declaración es:
“SOY LA PROTAGONISTA DE MI PROPIA VIDA”.
Vamos, dilo en voz alta, si puedes levántate y acércate a un espejo y dilo mirándote a los ojos fijamente, dilo cuantas veces puedas. Recuerda que nadie más que tú tiene el poder para que la película de tu vida sea una verdadera historia, donde la actriz principal eres tú misma, y que nunca más vas a permitir tener el papel secundario, porque este es un acto de amor, un acto de amor hacia ti, al ser humano maravilloso que eres.