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Prólogo

Parecería imposible que, en medio de la polifonía de la vida, pudiéramos escuchar las melodías del silencio como deleite espiritual de nuestras almas. Nuestra mente está cargada de palabras estiradas y nuestra consciencia embotada, oscura, incapaz de iluminar nuestras dimensiones más profundas, donde el silencio es soplo de vida, es suspiro y es puntos suspensivos donde el alma canta melodías infinitas.

El ruido entorpece y perturba, interfiere y estorba. El barullo nos hace emigrar de nuestra propia armonía, de nuestro ser interior para convertirnos en caminantes errantes, descentrados de nuestra propia vida y protagonistas de nuestro propio desorden corporal, mental y afectivo.

Manuel J. Fernández Márquez, en El silencio es la música del alma, nos ayuda a regresar al lugar desde donde hemos huido, a mi yo profundo, para sintonizar con los acordes interiores de mi propio ser en una relación armoniosa conmigo y con los demás, en el encuentro de las manos y la unión de nuestros corazones. Nos hace recobrar ese silencio de nuestro interior profundo donde podríamos ser nosotros mismoznuestros propios reyes, como diría W. Shakespeare.

El silencio es don del que ofrece y el P. Fernández Márquez, en este tesoro de su fructífera inspiración, nos ofrece ese don como meditación de su creatividad, como figura de pausa, soplo de aliento, solaz en la escritura musical de la vida. El autor en este libro no solo hace del silencio la canción del alma que respira en cada flor y vuela en cada pájaro, el silencio también es un maestro que nos habla, nos enseña, nos guía y nos introduce en el manantial de su sabiduría de la que el bullicio de la vida agitada nos destierra.

El silencio en esta obra es un seductor que con sus mágicos encantos, en cada verso y cada estrofa, seduce y cautiva la palabra, con ella intima en su interior para que ella encuentre su más clara contradicción en su pretensión de querer explicar y darle nombre a todo y para que vuelva al mundo renovada, regalada a nuestros labios y revestida de su significado más profundo. ¡Qué sería de la palabra si no existiera el silencio!

Jesús M. de León, sj.

Santo Domingo, R.D.

20 de mayo de 2010.

El silencio es la música del alma

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