Читать книгу A sol y a sombra - Manuel Silva Acevedo - Страница 20
ОглавлениеHoudini
New York (UPI).- La colección de objetos empleados por Harry Houdini
en su carrera de 35 años como «el artista de las fugas» será puesta
próximamente en venta. El catálogo incluye millares de grilletes, candados,
llaves, chalecos de fuerza y una silla eléctrica.
I
Pareciera evidente que la gama de ardides del mago
no era de sí perfecta.
Morir con los pulmones reventados no es atributo
de quien posee misteriosos pactos con el agua.
Queda probado entonces que un error en sus trucos
mató al artista de las fugas.
Ese gran farsante del exhibicionismo
no pudo escapar de una pecera de cristal.
Nadie pensó que habría de fallar,
se esperó inútilmente su gracioso pase
y la venia con que saludaba a los espectadores
una vez cumplida su faena.
El fingidor de todo poder, que traspasaba
con su cuerpo el vidrio y el acero,
quedó allí en la cubeta haciendo burbujas
como un bagre.
Solo una cosa se podría esgrimir en su defensa:
Houdini descendía de una vieja estirpe
de misántropos de otra edad de la Tierra.
Tiresias en un tiempo remoto lo llevaba
en su sangre
y también algunos apóstoles de Cristo.
Todos los mártires del espectáculo
−solo no aquellos consumidos por el fuego−
anticiparon su venida al mundo.
Ya en la proa de los viejos galeones
los ojos de Houdini
auscultaban las hendiduras del mar,
y en la ceremonia bautismal
el maestro de la parodia
volaba junto a la paloma blanca.
Jamás se vio al apóstata adorar el fuego,
ni siquiera en sus formas domésticas.
Hay quien dice que lograba deshidratar su cuerpo
de tal modo,
que una simple contracción muscular lo convertía
en una ínfima partícula
capaz de atravesar el ojo de una aguja.
Pero es preciso apelar a la fe para dar crédito
al energúmeno de las ondas agua.
Recordad que en Karnak se disecaban los corazones
de los difuntos −y es más−
el Libro de los Muertos refiere un exorcismo para evaporar el alma y la materia. Escuchad ahora algo temible: las primeras sílabas de los dioses principales del Nilo (intentadlo, como tal vez lo hicieron los sumos sacerdotes) forman inexplicablemente el nombre Houdini, aparatoso jerarca de la transmigración de la energía.
II
Houdini, el taumaturgo, baja a golpes de brazos
por el curso del río.
Anuncia el rumbo de sus ondulantes movimientos
la próxima subida de las aguas.
Como un arco su cuerpo lanza ondas en la dirección
del vuelo de los ibis.
(Ved a los pájaros zancudos
llevando las burbujas en sus picos
perderse en el ocaso como manchas).
Houdini atisba en la noche como los anuros,
pega su boca leporina a la faz de la tierra ribereña
y examina el cielo sudando copiosamente.
(Ved sus escamas mojadas de sangre;
el impostor clavetea con su aleta cordial
un golpe acompasado en el agua
que llega mansamente a sus patas.
Croa horriblemente con la fijeza de sus ojos sin párpados
sufriendo un desastre cada vez más próximo).
III
¿Qué se sabe de la casa donde vivió Houdini?
Un cerco de altas rejas impide todo paso;
ruidos de cepos, cadenas y grilletes
se oyen desde la calle
y en el jardín una vegetación extraña
crece desmesuradamente;
plantas enormes arrastran sus faldones
por el légamo del suelo siempre húmedo
como en el fondo del mar.