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Las águilas

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Dormir cubierto de águilas,

sentir el peligro en las sienes dormidas

como un fuego de alarma.

Mis ansias desmayadas duermen en el valle.

Más abajo, donde ruedan los astros en desastre,

cae mi mano sorprendida entre objetos inquietantes

hasta que este riesgo poderoso palpa mi cabeza,

madre de mi locura.

Todo hombre duerme a la vera de su estampida.

Entre tanto sueño y escándalo de sueños,

el águila practica torpemente con las alas abiertas.

Desde hace tiempo, madre,

desgarro en jirones tu belleza,

tu rostro insoportable que olvidé

enrolándome como artista de feria

y cada lugar era más aterrador y más lejano.

Las águilas vigilan mi desidia,

con ellas podría volar casi sin muerte a cuestas

y eres tú, madre viscosa,

quien hurga con sus largos dedos en mi corazón

cuando las fétidas y silentes me levantan en vilo.

Tu presencia me asalta y el estallido de mis fuerzas

son estas águilas que perturban mi sueño.

Soñé que mi mano entraba a saco en el secreto

y al despertar mi cabeza y mis manos eran rojas y vivas.

Soñé que hablaba entre los hombres

y desperté dando graznidos y cloqueando.

Soñé que me hallaba tan lejos de mi cuerpo

que no poder acercarme hizo explotar mi corazón.

Al despertar ocupaba mi lugar entre las otras,

junto a ti madre cruel y misteriosa.

A sol y a sombra

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